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Chapter 20 - 17.

Nico sintió cosquillas en la cara y abrió los ojos, extrañado, para encontrarse con un rulo de Ali paseando por su nariz. Miró hacia abajo y la descubrió durmiendo tranquila entre sus brazos, y la felicidad le inundó el alma. No podía creerlo... Ali durmiendo a su lado, relajada, pasando un brazo por su cintura, con las piernas encogidas debajo de las suyas, abandonada al sueño, confiada. Inhaló el perfume que desprendía su piel y se inundó de él... Ah, cuánta paz sentía... Pensó que eso tenía que ver con lo bien descansado que se sentía, había dormido cómodo y relajado, habiéndose sacado tanto peso de encima.

Se hubiera pasado la mañana observándola dormir, pero debían seguir el viaje. Apenas torciendo la cabeza, miró por la ventana: el día estaba gris y llovía, pero levemente. Se notaba que estaba frío, lo percibió en el aire fresco de la habitación. Debajo de las frazadas tenía su propio microclima creado con Ali, y frunció la cara con desgano pensando que debía salir de allí. ¿Y si se quedaban? La idea le pareció tentadora unos instantes, pero la desestimó de inmediato: realmente quería ver a la Sinfónica de Londres, ¿y qué mejor que compartir esa experiencia con ella?

Comenzó a sentir leves movimientos en el cuerpo de Ali y vio que estaba despertándose. Continuó mirándola y sintiéndola moverse hasta que ella abrió los ojos, con renuencia, como si no supiera bien dónde estaba, hasta que los clavó en los de él y pareció recordarlo todo, porque su rostro se iluminó con una sonrisa que era un sol de verano.

—Buen día, linda.

—Buen día, lindo.

Ali se apretó más contra él, como si buscara más calor, y Nico la abrazó, dándole un beso en la frente. Ella levantó la cara y le dio un breve beso, pero él volvió a besarla. Ali corrió la cara y la bajó.

—No me lavé los dientes aún.

—Como si me importara —le respondió él.

Con una mano le elevó el rostro y la besó, despacio, tomándose su tiempo, y Ali le respondió igual. De a poco el beso fue intensificándose y el abrazo se volvió más apretado. Estaban dejándose ir, aún no despiertos del todo. Ali pasó una mano por el pelo de Nico y bajó por su espalda, lo que hizo que a él que le diera un escalofrío, y a ella se le puso la piel de gallina cuando, por entre su bata entreabierta, Nico metió una mano y le recorrió todo el costado, desde la axila hasta el muslo.

—Qué suave tenés la piel... —susurró Nico contra su oído, le besó el lóbulo y le empujó la bata hacia atrás.

Ali cerró los ojos, inhalando profundo, y entonces lo recordó. Abriéndolos de golpe, tomó la cabeza de Nico con ambas manos y lo miró directo a los ojos.

—Veinticuatro horas.

Las dos palabras parecieron surtir un efecto inmediato. Nico se mordió el labio inferior, contrariado, y soltó un bufido; le dio un beso en la base del cuello y salió de la cama con rapidez, cerrando su bata. Ali se cubrió con la suya.

—Solo te lo digo porque es lo que vos querías —dijo ella, y se sentó en la cama mientras se ajustaba el cinto de la bata—. Por mí... —Dejó la frase inconclusa, pero la dijo con un tono que a Nico no le quedaron dudas de lo que estaba realmente diciéndole.

—Ay, linda... —suspiró con resignación—. No me lo hagas tan difícil...

—A ver, si vos tenés ganas, y yo tengo ganas, ¿cuál es el problema?

—¿Siempre sos así de directa?

—Sí, por lo general —replicó ella, elevando la comisura izquierda de su boca.

Nico se sentó en la cama junto a ella, le tomó una mano y le besó tiernamente los nudillos.

—Es importante para mí que sepas que no sólo estoy con vos por sexo. Y también quiero demostrarme a mí mismo que puedo ser mejor...

Ali le sonrió, comprensiva y enternecida. Que él quisiera esperar un poco no por ella, sino por sí mismo, decía mucho de él.

—Todo bien, Nico. Ya te dije... No hace falta quemar todo en un día.

—Ahora voy a ahorrarte la vergüenza de bajar en bolas envuelta en una bata a buscar nuestros bolsos e iré yo—. Nico le dio un rápido beso, le dedicó una de sus sonrisas arrebatadoras antes de salir y cerró la puerta tras él.

Ali no quiso decirlo para no arruinar el día, pero le aliviaba la espera, pese a que su cuerpo traicionero le demostraba otra cosa. Internamente, seguía sintiendo miedo de que Nico solo quisiera acostarse con ella y ya. Le creía, todo lo que él había dicho ayer, le había sonado absolutamente sincero... Pero él mismo lo había dicho, nunca había estado en una relación, no sabía cómo manejar las cosas que estaba sintiendo, podía ser que nunca supiera cómo hacerlo, o que descubriera que no quería manejarlo... Tampoco se lo había dicho, porque no confiaba en su propia capacidad para manejar su carácter, pero estaba totalmente furiosa y profundamente herida por el hecho de que se hubiera acostado con Mora, incluso sabiendo que en ese momento ellos no eran nada y sólo habían compartido unas horas juntos. Prefería lidiar con ello luego, cuando estuviese sola. Por lo pronto, se dedicaría a disfrutar el día con Nico... Y pensar lo menos posible en lo mucho que lo deseaba.

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Nico manejaba con tranquilidad y no iba muy rápido, porque aún llovía y había bastante tráfico en la autopista. No tenían apuro por llegar. Hacía ya una hora que habían salido del hotel, que de día parecía más decadente aún, pero lo tomaron con gracia. La señora gorda del vestido violeta ya no estaba, los despidió en cambio un chico más joven que ellos con cara de sueño.

Ali cebó un mate y se lo pasó a Nico, tras lo que se metió una galletita en la boca. Miró por la ventanilla el día gris y frío, lluvioso, pero ella sentía un sol en el medio del pecho.

—¿Y, qué te parece? —preguntó a Nico.

—Es muy bueno... Es excelente, en realidad. Los había oído nombrar pero nunca había escuchado lo que hacían.

Habían conectado el celular de Ali al equipo de música del auto y trataban de hacerle escuchar al otro algo que no hubiera oído nunca. Ali había puesto Sober, de Tool, y Nico estaba maravillado. Antes de eso, Nico había hecho que Ali descubriera las delicias de Skáld.

Ali sonrió y tomó el mate que Nico le tendía de regreso. Qué diferente esta etapa del viaje que la anterior... Dentro del auto se respiraba alegría, un buen humor permanente, que ni siquiera el gris paisaje mojado lograba menguar.

—Contame cómo van las cosas con tu familia —pidió Nico—. ¿Cómo siguió todo el lío de tus viejos?

—Como suelen ir esas situaciones... —Ali no quería hablar del tema, pero entendió que Nico buscaba interiorizarse en su vida—. Mi padre se fue de casa, esperando que las cosas se calmaran y volvió a pedirle perdón a mi mamá, pero ella ya inició los trámites de divorcio y los trámites legales por mis hermanos, que son menores de edad, por lo que corresponde que pague pensión alimentaria. La casa es de mi mamá, la heredó de su abuela, por lo que no hay que vender para dividir ni nada de eso—. Miró a Nico y suspiró—. Bien, esto tal vez conviene que lo sepas... Comenzaré a hacerme cargo de mis gastos para no depender más de mi padre y para no agobiar a mi mamá... Por lo que acepté un trabajo. Comienzo la próxima semana.

—¡Me parece genial! ¿Qué trabajo es?

—Daré clases de canto en un instituto privado en el centro.

—¡Felicitaciones! Es un buen trabajo —Logan le sonrió con aprobación—. Y lo vas a disfrutar.

Ali volvió a sonreírle y le preguntó por su familia, de la que nada sabía. Nico le contó que vivía con su madre y su único hermano, Javier, a quien ya conocía, que a su padre lo veía cada tanto porque siempre estaba ocupado y viajaba mucho, y que había estado pensando en irse a vivir solo.

—La verdad es que estoy cómodo en mi casa, pero creo que mi mamá necesita su espacio.

—¿Y qué más?

La pregunta lo descolocó.

—¿Qué más qué?

—Hay otro motivo por el cual aún no te fuiste a vivir solo.

Vaya... Ali era perspicaz.

—Tengo miedo de que mi irresponsabilidad sea más fuerte que yo.

Nico continuó mirando a la autopista y Ali permaneció callada. ¿Por qué no le decía nada? ¿Estaba juzgándolo? O peor aún... ¿Estaría dudando si estar con él, por irresponsable? "Así que esto es estar de novio", pensó. "Vivir constantemente inseguro y con miedo a que cualquier cosa que diga o haga pueda lograr que ella me deje".

—Ali, decime algo.

Ella volvió los ojos a él, distraída.

—¡Perdón, me colgué! —rió divertida—. Me parece muy maduro de tu parte que lo sepas, que te conozcas irresponsable, porque podés trabajar en eso. Cuando estés listo.

Nico suspiró aliviado, e indicó a Ali que le tocaba poner música a él. Mandó a que buscara Start Wearing Purple de Gogol Bordello y, con una sonrisa permanentemente instalada en su rostro, continuó conduciendo.

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Apenas pasada la una de la tarde llegaron a la residencia universitaria donde paraba el resto de sus compañeros. Habían pensado en un momento en trasladarse solos a un hotel cercano al teatro, pero ninguno de los dos tenía eso previsto y no estaban tan sueltos de dinero. Además debían ir con el grupo para poder acceder al teatro como parte de la universidad sin abonar las entradas, cuyos costos eran irrisorios. Por otro lado, Ali no quería que comenzaran tan pronto las habladurías que sabía tendrían lugar una vez que se supiera que estaba saliendo con Nico. Él era por completo ajeno a todo lo que suscitaba su persona en el círculo femenino de las alumnas y, aunque ni Lorena ni Ali eran dadas al cotilleo barato, hasta a ellas les llegaban los rumores, generalmente magnificados y deformados, de Nico y la chica de turno.

—Por favor —decía Ali mientras bajaban del auto—. No digamos nada aún... Que se enteren cuando volvamos a clases, faltan diez días... Los disfrutemos en paz.

—Linda, lo que vos quieras. Vamos con tu plan.

A Nico lo instalaron en una habitación a compartir con Andrés, quien finalmente había salido en avión tras la tormenta y había llegado antes que ellos. Los chicos se dieron varias palmadas en la espalda y Andrés condujo a Nico hacia la habitación, con lo que le dio solo el tiempo suficiente para lanzarle una mirada de disculpas a Ali, que fue respondida con una sonrisa a medias.

Ella fue destinada a una habitación con otras dos compañeras en el segundo piso, Julia Torres, contrabajista, y Romina Morelos, flautista. Las dos eran muy simpáticas y tranquilas, pero ni bien se cerró la puerta tras ellas, comenzaron con "el proceso".

—No me digas que viniste hasta acá con Nicolás Viggiano —empezó Romina, como si no pudiese contenerlo más.

—Sí, vine con él. Me vio perder el colectivo y se ofreció a traerme porque él vendría en auto—. Ali no estaba dispuesta a brindar muchos detalles, pero no quería que pareciera que ocultaba algo. Respondería con soltura y despreocupada.

—A Mora no le gustará nada saberlo —dijo Julia en un tono al que Ali no pudo sustraerse.

—¿Qué anda diciendo Mora ahora? —preguntó como al vuelo, en un tono que claramente indicaba que lo que dijera era seguro para tomar con pinzas.

—Bueno... Dice que Nico es su novio, que estuvieron juntos el viernes por la noche, y... —Julia pareció insegura y miró a Romina, quien le levantó las cejas, incitándola a continuar—. Y cuando vio que no venías se puso como loca, dijo que si estabas con Nico lo pagarías muy caro.

Ali lanzó una carcajada que descolocó a las otras dos.

—Mora es una idiota —dictaminó, sin dar lugar a que le discutieran—. Que vaya y haga lo que quiera... Pero está muy equivocada si piensa que le tengo miedo.

—Tal vez deberías. Parecía hablar muy en serio—. Julia era muy tímida y retraída, y a Ali le pareció lógico que una mujer con el aspecto y la personalidad avasallante de Mora Rein la amedrentara.

—Juli, te agradezco el consejo... Pero si a algo no le tengo miedo, es a una tarada como Mora—. Y dando por cerrada la discusión, sonrió ampliamente y cambió a un tono alegre y distendido—. Chicas, no tengo qué ponerme para esta noche y pensaba comprarme algo acá. ¿Quieren que vayamos a ver ropa y comprarnos algo?

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Las tres chicas habían pasado una buena tarde dando vueltas en el centro de la ciudad. Ni Romina ni Julia habían traído ropa elegante para el teatro, no se les había ocurrido, por lo que hicieron buen uso de la extensión de la tarjeta de crédito del padre de Ali y compraron vestidos y zapatos para la noche. La tarjeta ofrecía un descuento interesante por ser domingo y seis cuotas sin interés, que las chicas prometieron pagar sin falta. Cada una con sus bolsas correspondientes, terminaron una excelente tarde sentándose en un precioso bar decorado con una onda vintage y lleno de plantas, para compartir licuados de fruta y unos sándwiches tostados que eran una delicia.

Cuando llegaron a la residencia se encontraron con un torbellino de actividad. Todos estaban preparándose para el teatro, que distaba nueve cuadras de donde estaban, por lo que habían decidido caminar. El profesor Grimaldi no quería llegar tarde y quería a todos listos para salir a las ocho de la noche, con lo que, faltando cuarenta y cinco minutos, las chicas fueron a prepararse.

Nico vio llegar a Ali desde el patio interno donde estaba sentado jugando al truco con otros compañeros, ya vestido de traje y esperando que se hiciera la hora de salir. La miró anhelante, la había extrañado por la tarde, la cual había pasado caminando con Andrés y otros compañeros, pero continuó con el juego. En la siguiente mano él y Andrés perdieron y los otros chicos fueron a vestirse.

—Bueno, hermano, contame qué onda el viaje con la caracúlica de Alina Mercán—. Andrés se frotó las manos sonriendo, indudablemente había estado esperando quedarse solo con Nico toda la tarde—. Decime que un poquito te la cogiste en el auto, esa piba es más difícil que una monja.

Nico estaba por saltarle a la cara por haber llamado a su novia "caracúlica" cuando vio una mano femenina posarse en el hombro de su amigo y llamarle la atención.

—Andi, bonito, ¿me dejás hablar un minuto con Nico?

Mora Rein era un escándalo vestido de amarillo furioso, puro escote y tajo al muslo, trepada en unos tacos altísimos que Nico pensó podrían quebrarle los tobillos a cualquiera. Andrés se levantó de su silla mientras miraba a Nico y le levantó ostensiblemente las cejas, divertido, y se alejó por el patio, silbando una melodía imprecisa. Mora se sentó en el mismo lugar, cruzando las piernas de forma tal que el tajo le mostrara a Nico todo lo que podía, asemejándose como nunca a una vidriera de carnicería.

—Por fin apareciste —le dijo sin preámbulos—. Pensé que vendrías a buscarme cuando llegaras.

—No tenía por qué—. No sabía por qué, pero Nico estaba poniéndose de mal humor.

—¿Cómo que no? —Mora se puso seria y dejó toda sensualidad de lado—. Después de lo del viernes, yo pensé...

—Lo que sea que hayas pensado, sacátelo de la cabeza —la interrumpió Nico, no trató de suavizar nada—. Lo del viernes fue un error, ya pasó. ¿Querías acostarte conmigo? Listo, ya lo hicimos. No significa nada.

Mora lo miró en silencio, los ojos de piedra, indescifrable. No dio señal de que las palabras de Nico la estaban lastimando.

—No me podés decir que no significó nada. Para mí sí.

—Mora, no me jodas —Nico lanzó un bufido exasperado—. Vos sos igual que yo: cogemos con uno, con otro, y con otro más, cada día alguien distinto, y nadie importa. Y esta vez no fue diferente.

—No me digas lo que fue o no fue para mí—. Mora estaba perdiendo su temple y le temblaba la voz—. Para mí siempre fuiste diferente, justamente porque somos iguales... Yo te quiero conmigo.

Por más rechazo que ahora le tuviese a Mora, Nico pensó que de todos modos no merecía que fuese cruel con ella, pero no tenía modo de no sonar duro. La sinceridad era lo mejor.

—Eso no quiere decir que yo quiera lo mismo —suspiró y tomó aire nuevamente—. No debería haber cogido con vos el viernes. Lo hice porque estaba pasando un mal momento, y veo que no fue justo para vos. Te pido disculpas por eso.

Mora lo miró unos instantes como si no comprendiera lo que le decía, y abandonó todo plan de mostrarse segura y fuerte.

—¿No querés salir conmigo, intentarlo...? ¿Intentar hacer las cosas bien?

La curiosa elección de palabras de Mora hizo sonreír a Nico y ella lo interpretó erróneamente. La esperanza se reavivó en su interior y se enderezó, presagiando una victoria.

—Mora, estoy intentando hacer las cosas bien. Pero no con vos.

La cara de Mora pareció caerse de decepción. Parpadeó un par de veces, como para reacomodar su orgullo herido, cruzó los brazos y lo miró molesta.

—¿Se puede saber con quién?

Nico recordó lo que Ali le había pedido, que nadie se enterara de nada por ahora, pero sabía que Mora podía volverse insoportable.

—Estoy de novio con Ali Mercán. Y realmente quiero hacer las cosas bien con ella.

El golpe la sacudió en lo más profundo y la dejó tambaleante. Mora lo sospechaba, pero esperaba con todas sus fuerzas que Nico dijera cualquier otro nombre, menos el de Ali. La furia la encegueció y, sin decir más nada, se levantó y salió taconeando su enojo hacia la calle.

Nico no tuvo tiempo ni de pensar en lo que había pasado, porque vio bajar a un grupo de chicas por la escalera y entre ellas, la vista de Ali en un vestido largo color vino le quitó la respiración.

Sonriendo sin siquiera darse cuenta de que lo hacía, Nico borró por completo su intercambio con Mora, se levantó de la silla que ocupaba y se acomodó el nudo de su corbata, para ir al encuentro de, sí, podía decirlo, su novia.