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Chapter 2 - Un callejon.

Su amplia sonrisa se intensificó una vez más, embriagada por lo inusual que

se había vuelto su noche. La lluvia, el golpeteo constante de esa emoción

interna, y ahora lo que se desplegaba ante sus ojos: un camino transformado en

un lodazal, por el cual fluía agua turbia, arrastrada por el barro que cubría él

trayecto.

 

La razón. Resulta que hacía unos días, su ciudad había emprendido reformas

estructurales con el objetivo de modernizarse. Nuevos parques, fachadas de

casas repintadas, calles reconstruidas o modificadas; todo parte de un plan de

mejora que, de manera irónica, había convertido la avenida predilecta de John en

un sendero fangoso. —Vaya gesto de su parte— comentó,

mientras se aferraba ligeramente al gorro de su impermeable, escogido

meticulosamente, para combinar con sus botas. Las cuales ahora yacían cubiertas de barro,

siendo testigos de su negación por dejar las cosas a medias; así no era él, nunca dejaba nada a medio hacer.

 

El trayecto continuó por algún tiempo más, mientras la sensación que emanaba

dentro del cuerpo de John se intensificaba inmensamente conforme a cada paso que daba. Resbalones, tropiezos y botas atascadas trataban de retener su avance, pero no tenía intención de detenerse en absoluto. Al menos, no hasta que vio que la avenida principal, que se entrelazaba con su ruta habitual, estaba completamente

desbordada de agua, siendo el flujo e intensidad de esta misma los que lo obligaron a apelar a razón más que a su mera necesidad de alimentar sus nuevas sensaciones. Siendo forzado a abandonar su ruta a solo unas calles de concluir su clásico trayecto y obligándolo a tomar un desvío en forma de L para caminar al lado de la larga avenida que negaba su paso. Más con un afán irónico que funcional, luciendo como si tratara de resaltar al destino su bella ironía o tal vez solo para observar por más tiempo aquel río turbio y artificial.

 

Opuestamente a lo que creyó, el caminar en dirección opuesta al río no había alejado aquella nueva sensación; sino, más bien, hizo que esta se intensificara, convirtiéndose

en un constante golpeteo en su mente y pecho hasta el punto de sentir lo más cercano a una taquicardia grave tras detenerse frente a un simple letrero en la pared que indicaba su próxima dirección. "Un callejón". —Qué forma más extraña de llamar a un callejón —comentó John mientras se dirigía en la dirección señalada por el cartel.

 

El callejón, lejos de ser la zona sucia y tenue que parloteaban las películas,

presentaba una fachada más cuidada, con farolas amarillas a baja altura que

iluminaban el andar hasta un final con una puerta de madera con grabados

detallados, la cual lo invitaba a entrar. Y John, en reacción a la elección de tocarla, fue recibido por una suave y amable voz:

 

—Bienvenido a "Un callejón". ¿Desearía ordenar algo para llevar o preferiría tomar alguna mesa?

 

La voz pertenecía a una camarera, de estatura no tan baja, con una vestimenta semiformal, propia para el lugar recién descubierto. Su pelo rubio y lacio, era recogido en una firme cola de caballo, como un complemento para su apariencia profesional. John no podía evitar encontrar lógica en su aspecto, considerando la calidez del lugar que descubría al entrar.

 

El interior del local estaba inundado por una luz cálida de la misma tonalidad que la de las farolas exteriores. El aroma a café inundaba el aire, dulcificado por la fragancia de la fresca madera. Las mesas de cedro, adornadas con manteles que lucían más como un elemento adherido a ellas, tanto como los camareros que las atendían, moviéndose con tranquilidad, sirviendo a los clientes con una paz que contrastaba con la tormenta exterior. Aunque padecía de un detalle, no sé entregaban platillos excelsos o complejos, solo se entregaba café.

 

—Aaah… Quisiera… ¿Una mesa? —replicó John, mientras examinaba el entorno e

intentaba no mojar ni llenar de lodo el tapete de la entrada con sus botas

sucias.

 

Con una leve reverencia y en silencio, la mesera le hizo un pequeño recorrido por la estancia. Siendo a la vez, acompañado por el incómodo chapoteo de sus botas fangosas. Haciéndolo querer sufrir menos vergüenzas por presentarse en lo que a comparación de los comensales eran harapos premeditados para no morir en la cruenta lluvia que ahora azotaba el exterior del local.

 

Este local, lucia más como un mundo ajeno a la realidad que presencio John hace unos instantes. No lucia como si se tratara de una zona que se las apañara para disimular el torrente al que se vio expuesto, sino más bien, esta no se inmutaba. Pareciera que todo aquel que anduviera aquí, no tenía la mínima idea de lo que acontecía afuera. Tan solo eran hombres y mujeres en mesas para uno que disfrutaban de sus cafés y aperitivos, como si solo reflexionarán en sí mismos.

 

Aunque. Él en verdad no entendía, el porqué de su sentir. Pues no aparentaba ser una zona de guerra o algún ambiente hostil, pero su mente y pecho b no dejaban de apuñalarse contra sí mismos. Como si no dejaran de inducirlo en una sobredosis de adrenalina, su cuerpo lo sometía más y más a una oposición mental del lugar en el que se encontraba. Le era incomprensible el saber que lo ocasionaba.