-...otro chico de primero, ¿sabes algo? -le preguntó una chica de secundaria a otra en un callejón.
-¿El rarito? Dicen que se bajó W.I.S.H., no pudo superar los retos y ahora está muerto. -contestó la chica sentada en las escaleras mientras le daba una calada a un cigarro.
-Personalmente creo que está en su casa matándose a pajas con sus novias virtuales, ¡jajaja! -dijo una tercera chica mientras se hacía una coleta.
-¡Jajaja! ¡No seas mala! Obviamente creería eso si fuera sólo él, pero no es el único que ha desaparecido. En nuestro instituto ya van tres...
La conversación se perdió mientras Mariya avanzaba apretando el paso intentando ignorarlas, sabía quienes eran y a pesar de ser menores que ellas eran problemáticas. Las chicas la miraron con desaprobación mientras pasaba pero siguieron a lo suyo.
W.I.S.H., una aplicación que te concedía un deseo a cambio de jugar a un juego interactivo de Realidad Aumentada, la única pega era que no podías dejar de jugar.
Mariya Kaneda había escuchado últimamente muchos rumores sobre esa aplicación hasta el punto de haber visto cómo su novio y una de sus amigas se la bajaban "por curiosidad".
Por supuesto, la idea en si misma era estúpida, y para cuando entró en el metro, su cerebro se había vuelto a enfocar en los exámenes de acceso a la universidad, necesitaba una buena puntuación si quería ir a la misma universidad que Satoshi.
* * *
Era la última hora de clase cuando un teléfono empezó a vibrar en una mochila. Al estar en completo silencio, todos se dieron cuenta y un par de chicas se rieron en voz baja.
-Mariya, apaga ese teléfono -por suerte, el profesor de ciencias era de los más permisivos.
Mariya rebuscó en su mochila y colgó el teléfono a su madre, que volvió a llamar al momento. Esta operación se repitió dos veces. La siguiente llamada fue de la madre de Satoshi, y el pecho se le encogió por un momento, nunca llamaba si no era importante.
-Señor Takao, ¿Puedo salir? Creo que es importante. -más risitas mal disimuladas le hicieron el coro.
El profesor hizo un gesto a su alumna estrella con la mano para que se fuera y continuó la lección.
Descolgó el teléfono al cerrar la puerta de clase tras de sí y no le dio tiempo a responder, el llanto de la madre de Satoshi le inundó desde el auricular.
-Cariño... es... es... -sollozó- es... mi... mi hijo ha... -no pudo acabar la frase y rompió a llorar de nuevo.
Mariya rompió a llorar también, y se derrumbó en el pasillo. Escuchó cómo cogía el teléfono su suegro y le confirmaba la noticia con pena en la voz.
-Mariya, nuestro hijo ha sufrido un accidente... no ha sobrevivido.
* * *
-Perdón por el númerito de antes, enfermera Miyuki -sollozó Mariya.
-Está bien, querida, sólo interrumpiste unas estúpidas clases y vomitaste en el pasillo. ¿¡Y qué!? Lo que te ha sucedido es grave... El conserje lo entenderá sin problemas, créeme. ¿Qué tal te encuentras? -la voz suave de la enfermera tenía un ligero efecto sedante. O tal vez fuera el agua que le ofreció en el que había metido unos calmantes suaves sin que lo supiera.
Esperaron en la puerta del instituto unos diez minutos hasta que sus padres llegaron en coche a recogerla. Un montón de cabezas curiosas miraban con mayor o menor disimulo por las ventanas.
Entró en silencio en el coche y miró por la ventana mientras volvían a casa. Sus lágrimas caían tímidamente mientras intentaba procesarlo todo.
Satoshi, su novio de toda la vida. Muerto. El chico con el que llevaba saliendo desde los doce años. El chico con el que se dio su primer beso. El chico con el que perdió la virginidad. El chico con el que se fumó a escondidas su primer cigarrillo. El chico con el que se iba a casar. El chico con el que iba a formar una familia. Muerto. Y con él, una gran parte de ella también murió, tal vez para siempre.
-...¿Me has escuchado? -le dijo suavemente su padre.
-No, perdón, repítemelo de nuevo -respondió secándose las lágrimas.
-La madre de Satoshi nos ha dicho que si quieres puedes pasarte por casa, al fin y al cabo... Teníais muchos recuerdos en común. Quiere que te lleves de él todo lo que quieras.
-Luego iré, tengo que estudiar para...
-Hija, que le jodan a los exámenes, ve con ellos y falta a clase unos días si hace falta.
***
Esa tarde la pasó con sus suegros, llorando, recordando viejas anécdotas y riendo con pesar. Las emociones de todos iban y venían y decidió quedarse a dormir en su casa.
Entrar en la habitación de su novio fue un golpe tras otro. Los pósters de animes antiguos de los que se reía, una foto de ellos en yukata, el típico peluche de osito que ganó ella en un puesto de tiro, su ropa a medio recoger... Sería duro dormir ahí.
Sacó el último cajón del escritorio buscando calmar la ansiedad, pues debajo guardaban siempre el tabaco y los preservativos, sus padres eran algo más clásicos que los de ella y no querían que dieran ese paso hasta la mayoría de edad de ambos. Llegaban dos años tarde.
Aparte de eso, encontró un teléfono móvil. Dejó el cajón al lado y se sentó en la cama deshecha con el móvil en la mano. Desbloqueó el teléfono poniendo el día en el que empezaron a salir y miró por qué tenía un segundo teléfono, pues nunca le escondía nada.
Allí estaba, entre las múltiples aplicaciones tontas de anime, juegos y demás. Una aplicación llamada W.I.S.H.. Su logo era la cabeza de un conejo de estilo minimalista. Fondo negro y silueta blanca. Como hipnotizada, abrió la aplicación.
La pantalla se tornó en negro y unas letras blancas aparecieron ocupando toda la pantalla: "0x lives remaining. GAME OVER". Detrás, el logotipo del conejito giraba burlonamente sobre si mismo, esta vez la silueta tenía salpicaduras de sangre.
Buscó en su móvil. La aplicación no aparecía dentro de la lista. Registró el historial del móvil de Satoshi sin éxito. Abrió su lista de contactos y le mandó un mensaje a su amiga:
Marmar: "Dónde te descargaste W.I.S.H."
Koko20: "Es una tontería, por?"
Marmar: "Dímelo"
Koko20: "Sé lo que estás pensando, te vas a obsesionar con ello y no va a ser bueno, quedamos mañana y hablamos? ;)"
Marmar: "Kumiko, por favor."
Koko20: "Está bien!! Pero quedemos mañana, sí?"
En ese momento, Kumiko le mandó un correo electrónico con la dirección de una página web. Ésta sólo tenía un enlace de descarga con la aplicación, que empezó a instalarse automáticamente.
Marmar: "gracias, quedamos mañana en el río donde siempre?"
Koko20: "oki descansa"
Koko20: "llámame si lo necesitas <3"
La aplicación terminó de instalarse. La seleccionó y apareció un conejito saltando de izquierda a derecha lentamente, parecía que estaba cargando algo. Mientras, Mariya fumó en la ventana, recogió el cajón y se quedó dormida llorando de nuevo. Cuando por fin desapareció por el otro lado, un cuadro de texto le pedía un nombre de registro. Encima, podía leerse "W.I.S.H."
* * *