Berman regresa a su casa. Se sienta en una silla de su cuarto y de pronto busca rápidamente la pulsera en un cajón de su escritorio. Al tenerla entre sus manos se detiene pensando "ya tengo enamorada, es dulce, linda y encantadora. Pero hay algo extraño. ¿Su nombre? igual que la de esta pulsera. ¿Viene del Cuzco? igual como a quien va esta pulsera".
Berman acerca el brazalete a su mejilla y… "no puede ser" se dice, "es el mismo olor, el mismo perfume que el que le sentí a Anais cuando me abrazó hace un momento. ¿Pero cómo? ¿Tan pequeño puede ser el mundo que vino a parar acá? ¿justo a mí?… entonces me engañó. No está soltera. No. No. No… No puede ser. No es ella. Puede ser una simple coincidencia".
Berman sospecha que su nueva enamorada es la misma que su amigo Mauro tiene en Cuzco, pero intenta olvidar su mala suerte adjuntándole a la coincidencia el devenir del asunto.
Mira su reloj. 11.30 am. "No quiero contar esto a mi padre. Se reirá de mí si le cuento mis sospechas, y se molestará conmigo porque tendré que contarle todo lo que hice para llegar hasta aquí. Ahora que está en la iglesia no le gustará para nada mi secreto criminal. Tengo que volver a allá, quitarle el celular un momento y eliminar el mensaje que le envié".
Guarda la pulsera en su cajón nuevamente. Sale de su casa. Coge un taxi y se dirige a la iglesia. En efecto aún no ha terminado el culto divino. Se acerca a la banca donde están sus familiares, y mientras su papá lo abraza le quita cautelosamente el celular del bolsillo de su camisa.
Don Román observa a su hijo, y Berman disimula que quiere jugar con el celular. Ingresa al juego de la serpiente y nota que en la parte superior hay un mensaje no leído. Como don Román aún no sabe todos los detalles del funcionamiento de su celular, Berman aprovecha un descuido e ingresa a la mensajería, elimina el que envió minutos atrás y devuelve el celular a su padre.
Al volver a casa su hermana Lisa prepara un suculento lomo saltado y disfrutan del almuerzo familiar platicando sobre el sermón de la mañana. Para don Román era un apetito insaciable el escudriñar las escrituras, pero para los hijos esa rutina semanal se había vuelto monótona y sin emoción.
Aunque ahora su padre los reanimaba con sus excelentes charlas motivacionales. Por lo pronto Berman escuchaba a su padre pero no lo oía. Miraba sus labios moverse y reír pero no lograba captar su mensaje. Él se hallaba inmerso en una enorme divagación. "Tengo que ver a Fabiola y reclamarle. Nunca más le haré copiar la tarea ni el examen, ya se fregó".
Por la noche tomó un taxi hacia el colegio. Y se escondió por entre el arbusto de la esquina que daba a la casa de Fabiola Tinado. "La esperaré" se dijo, "de seguro que saldrá a comprar cosas para la cena, y cuando pase por acá la enfrentaré".
Mientras espera, observa la pasividad de la zona, porque no hay muchos domiciliados por allí, pues el colegio quedaba en la parte alta del pueblo. De pronto, nota que la puerta pequeña del colegio se abre, "seguro el profesor pajarito ya irá a cenar. Es un manipulador y oportunista infantil", más nadie sale del colegio.
- "Que extraño" - piensa Berman. Justo allí ve salir a Fabiola de su casa y se prepara para interceptarla en la oscuridad pero ella no pasa por donde él está, sino que por el contrario ingresa al colegio cerrando la puerta despacio.
Berman no asimila lo que está viendo. De inmediato vacilan por su mente innumerables sospechas. Corre a toda velocidad hacia el hueco que había hecho antes, por donde ingresó la noche anterior, con la esperanza de que el profesor no lo haya tapado y para su buena suerte se encuentra semi-abierto.
- "Debió aburrirse tapándolo" - piensa Berman - "O tal vez quiso hacerlo por la noche para que nadie lo vea. Qué sé yo. A veces quisiera ya no pensar, para no desarrollar más esta intuición. No quiero convertirme en criminal o policía".
Se dirige rápidamente hacia el salón donde el profesor duerme y nota que aunque todas las luces del colegio se encuentran prendidas, la del cuarto del cuidador es la única que está apagada. Se acerca por una ventana y escucha una risa femenina
- Jajaja… así que ese es el plan - dice la voz femenina que es de Fabiola Tinado, y se escucha más cuchicheos.
- "No puedo creerlo" - se dice Berman - "Es cierto que Fabiola ha crecido y desarrollado su cuerpo rápido, pero parece varón. No creo que sean amantes. Habla de un plan. No pueden ser amantes. Son socios. Pero ¿de qué?. ¿Qué es lo que están haciendo?"
Intenta acercarse más para poder oír lo que dicen pero lo único que escucha es el gruñido de un perro - "El perro. Caray, me olvidé del perro" -
Berman guarda pavor por los perros de la vez que cuando era niño uno le persiguió y le mordió la pierna. Contiene la respiración y se concentra en determinar la dirección del can.
Se da cuenta que el perro está a unos 10 metros de distancia y que se acerca lentamente pero olfateando y gruñendo. Berman retrocede y nota que si corre hacia el hueco por donde entró el perro lo perseguirá y será atrapado.
No hay donde esconderse, solo tiene una salida. La de subirse al reservorio de agua que cuenta con cuatro pisos de altura. Sube de inmediato y se echa en el techo contemplando el lugar. De pronto su celular comienza a vibrar. "Uff, felizmente lo puse en vibrador cuando estaba en la iglesia" se dice. Es su mejor amigo Mauro Mujica.
- Aló cholito, como estás – habla Berman con tono bajo.
- Bien nomás cholin – responde Mauro – ¿Qué fue, en qué estás?
- Es complicado explicarte en este momento – dice Berman con voz baja
- Jajaja, pareciera que estás en una misión secreta
- No. No es eso. Solo que tengo un contratiempo – explica Berman Caio
- Seguro. Ey Berman, te llamaba para saber si recuperaste mi pulsera.
- Sí Mauro. Ufff, si supieras el lío en el que estoy metido por tu bendita pulsera – responde Berman Caio un poco triste.
- Jajaja… que fue pues, que pasó, cuenta – implora Mauro Mujica.
- Te cuento cuando vuelvas, pero ahora no puedo enviártelo.
- Claro, hoy ya es de noche. Pero mañana sí verdad – pregunta el amigo
- A eso me refiero Mauro, que estos días no puedo. Te lo enviaré el martes. Supongo que al día siguiente ya lo tendrás.
- No Berman. No puede ser
- ¿Por qué? – pregunta desconcertado Berman Caio.
- Es que regresaré a Huaype el miércoles
- Bah… para que vas a volver a mitad de semana. Mejor quédate hasta el domingo y regresas el lunes para las clases. De paso que ves a tu flaquita con calma.
- Sí, pero me tengo que igualar los cuadernos de toda la semana que he perdido, además que mi mamá ya se recuperó y quiere regresar a Huaype cuanto antes. – explica Mauro
- Es cierto. Entonces que hago con tu pulsera.
- Guárdamela nomás – responde Mauro – yo iré a ver a Anais con un regalo, espero que no se acuerde de la bendita pulsera.
- Está bien. Saludos a tu mamá – se despide Berman
- Así será amigo – concluye Mauro.
Berman Caio toma una foto al colegio intentando captar la parte que demuestra a todos los salones con la luz prendida menos la del cuarto del profesor cuidador. - "No está demás tener mi haz bajo la manga" - se dice.
Nota que el perro se ha quedado cuidando el salón donde está el profesor con Fabiola Tinado, así que baja sigilosamente y sale del recinto escolar.
Después de unos cinco minutos se abre la puerta del colegio, y Berman Caio registra el momento en un video desde su celular.
Como es de esperarse Fabiola Tinado sale apresuradamente e ingresa a su casa. - "Bien. Ya los tengo. Aunque no sean amantes, con estas pruebas cualquiera creería que lo son por más que lo nieguen. Guardaré esto. No sé porque sospecho que me va a servir en estos días". -
Al regresar a su casa su mamá lo ve llegar otra vez ensuciado y lleno de polvo.
- ¿Me dirás que otra vez te tropezaste? – le increpa su madre
- Jeje – sonríe avergonzado Berman – perdón mamá, me metí por una zanja
- ¿Qué?? ¿te caíste hijito? ¿estás bien? – pregunta preocupada doña Regina López.
- No mamá. Estaba jugando – responde Berman confiado
- Qué bonito. Toda la vida llegas así. Claro, como tú no lavas. Yo soy la que se rompe la mano lavando tu ropa todos los días.
- Pero a ti te gusta lavar mamá. Es tu hobby – se ríe Berman Caio.
- Sí, pero igual ensucias mucho.
- Ya mamá, tranquila. Esto lo lavaré yo ahorita mismo.
- Ver para creer hijo mío. Quiero verlo colgando en una hora.
- Ya madrecita linda de mi corazón – cariña Berman mientras se dirige a la ducha para recibir un baño frío.
Ya en cama recuerda el sueño que tuvo la noche anterior y le parece coincidir sus sospechas. "Mis sueños casi siempre tienen un significado concreto. Me avisan de algo que va a suceder. Pues bien. Analicemos.. el caballo de Mauro era blanco, grande y fuerte, mientras que el mío era negro, ligero y débil. Si tiene que ver con lo de Anais tendría coherencia porque el blanco significa pureza y el negro traición. Yo estoy traicionando a mi amigo. El caballo de él es grande y fuerte, mientras que el mío es débil, porque de seguro Anais está más enamorada de él que de mí. Y por último, mi caballo es ligero porque estar con ella fue demasiado rápido. Hoy la conocí, y hoy ya somos enamorados. Ay… que me hiciste Anais, porque tenías que verme" se lamenta.
"Continuando. El caballo de Mauro me embistió sin yo entenderlo, porque se supone que si no analizara este sueño no sabría nada, pero es obvio que Mauro se molestará conmigo cuando se entere. Tengo que terminar con Anais cuanto antes, o sino Mauro me tomará de traidor en serio. Cuando termine con ella, ya no habrá necesidad de seguir analizando el sueño, porque allí termina todo. Bueno, tampoco creo que se enfade tanto, porque no hice nada con ella, ni siquiera la besé, ya que para que se considere una relación debe haber un beso al menos, y entre nosotros no hubo nada, jajaja… esto será sencillo de resolver".
Baja el mosquitero a su cama para que no le piquen los zancudos en la madrugada y se dispone a dormir sonriente.
El domingo de madrugada se escucha desde la puerta
- Bermaaaaaaaaaaan… levántate. Vamos a correr – es Darío Trelles.
- Bermaaaaaaaan – grita Genaro Torres que también está a la puerta.
Berman Caio abre los ojos consternado. Había olvidado por completo que vendrían por él.
- Ya bajo – grita Berman desde su cama. Se alista en un minuto, y sale de su casa.
- Caramba… felicidades cholito – lo abraza Félix Salas
- No sé qué te ve si estás tan feo – suena la voz envidiosa de Carlos Saire.
- ¿De qué están hablando? – pregunta extrañado Berman Caio.
- De la chica nueva pues, de quien más, no te hagas – aclara Genaro Torres.
- ¿De Anais? – pregunta Berman.
- Claro pues, bien guardadito eh, no avisas que estaría en la iglesia y no en la cancha. – dice Darío Trelles.
- No me digan que ayer no salió a correr – pregunta riendo Berman
- No… que las princesas duermen hasta tarde y no se quiso despertar cuando fueron a llamarla – imita femeninamente Carlos Saire ante las risas de todos.
- Ya pero cuéntanos como fue. Cómo es tenerla tan cerca, a que saben sus labios. Cuantos besos se dieron. Todo, cuéntanos todo Berman – suplica Félix Salas.
- Espera. ¿Cómo michi se enteraron? – pregunta incómodo Berman Caio.
- Fue Yesica… le contó a Vanesa, Vanesa le contó a Ruth, y ésta última nos contó a los chicos que nos juntamos ayer para forrar los cuadernos nuevos – explicó Darío Trelles – A esta hora ya todo el salón lo sabe
- No puede ser – se lamenta Berman Caio.
- ¿Qué Berman? – increpa Carlos Saire – ¿es que acaso te arrepientes?
- Muchachos, siento decepcionarlos, pero no les puedo contar más. Sucedió tan rápido que tengo que terminar con ella o me meteré en un lío tremendo – dice Berman
- No digas que su papá se enteró y te amenaza de muerte jajaja – ríen todos a la voz de Genaro Torres.
- Es peor chicos… es algo peor. Ey, nadie tiene que saber que Anais y yo fuimos enamorados. Esto nunca sucedió ok – pide Berman ansioso.
- Pero por qué Berman, si Anais es un ángel caído del cielo – dice Félix Salas
- Ya pues chicos… necesito de su ayuda – suplica Berman Caio.
- Está bien, calma – tranquiliza Darío Trelles – mejor que no la quieras y termines rápido con ella, así estaré listo para consolar su triste corazón cuando acaben y yo disfrutaré de esos finos labios rosados.
- No, seré yo – exclama Carlos Saire.
- No, yo tengo más floro – alega Félix Salas.
- Yo no se los recomiendo – interrumpe Berman Caio.
- ¿Tanto miedo le tienes a su padre Berman? tacau – desprecia Genaro Torres
- Es peor chicos… es algo peor – responde Berman
- No sabes lo que dices – defiende Carlos Saire
- Yo lo soñé chicos, es algo peor – dice Berman Caio.
- Jajaja, estás delirando. Vámonos ya y olvidémonos de las mujeres un rato mientras pateamos pelota – dice Darío Trelles mientras se van.