07/ 05/ 2023
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No sabía exactamente cómo había empezado todo. No recordaba la primera vez que hablamos ni la última que nos encontramos, no tenía idea de qué hacer pero la desesperación sucumbía ante mi situación con las lágrimas bañando mi rostro de agua salada y un sabor amargo que me consumía. Miré el teléfono que tenía en mano sintiendo como el corazón me latía a mil por hora. ¿Respondería acaso? Era mi última opción y si no respondía habría ya mi sentencia. Necesitaba salir de ahí en seguida, pero mis piernas eran incapaces de responder impidiéndome moverme al igual que mi voz opresa por un nudo formado en la garganta. Quería llorar, quería hacerlo pero ni eso era capaz, no podía hacerlo. Y menos si él respondía. Era mi última esperanza después de haber llamado tantas veces a cualquier ser de confianza que viviera a menos de una hora de aquí. Y aunque sabía que las posibilidades de que respondiera eran una entre mil, algo en mí me hacía mantener la esperanza así que tomé una bocanada de aire y lo llamé alejando cualquier pensamiento negativo de la cabeza.
Un pitido.
Por favor contesta, por favor contesta, por favor contesta.
Segundo pitido.
Por favor contesta, por favor contesta, por favor contesta.
Tercero.
Por favor contesta, por favor contesta, por favor contesta.
Cuarto.
-Por favor... - supliqué en voz alta desesperada. -Te necesito... - y justo cuando estaba por perder las esperanzas sentí que descolgó, dejándome sin aliento por la sorpresa a sabiendas de que no tenía ni idea de qué le iba a decir exactamente.
-¿Amy?