Chapter 3 - Capítulo 2

4/01/2021

2:35 a.m

Viento... El viento corría por mi ventana como si de una carrera con la luz de la luna se tratase, y al ganar siempre la luz recorría toda la habitación llenándola de frío. El mismo frío con el que intentaba luchar cada día desde que dieron la noticia. Borré cualquier pensamiento que tuviera que ver con ello para levantarme de la cama, eran como las dos de la madrugada y me había llevado todo el día en la cama. Me dirigí al baño entre la penumbra de la noche, intentando no hacer ruido para no despertar a alguien. Me lavé la cara quitando el poco sueño que quedaba y observé mi rostro en el reflejo del espejo. Lo primero en lo que me fijé fue en las ojeras, en cómo marcaban mi rostro como algo propio y destrozado, normalmente en mi día a día las cubría pero no tenía fuerzas para nada. En lo segundo que me fijé fue en los granos, cosa que me formó una mueca en la cara maldiciendo a la pubertad, nunca me habían molestado tanto pero estos últimos días eran como una excusa más para criticarme mi propio cuerpo y mis pensamientos por aquello, llevándome de vuelta al verdadero núcleo del problema. En lo último que me fijé fue en la marca justo en la cuenca del ojo que me recordaba cada lágrima caída, no sabía qué era solo que escocía con el agua salada de mis lágrimas cada día más, obligándome a pararlas. Podía intentar cubrir aquella marca también pero era la única que dejaba mella en mí, pues el maquillaje no la tapaba y según mi madre la empeoraba. Tal vez una reacción alérgica al maquillaje, siempre me repetía, pero en noches como aquella, donde no había parado de llorar algo me decía que no era así. Suspiré sin remedio, me hice una cola alta y me quité la ropa para darme una ducha.

Esta rutina se me apegaba cada día más, y las ganas de que las vacaciones de navidad terminen me aterraba, tanto por tener que volver a clase como enfrentar a la vida, o más bien a la muerte, y dejarla atrás. Sopesé cómo sería volver a despertar temprano, mirar a mi familia a la cara y no sentir que aunque siempre fue así, faltaba alguien que ya nunca volvería. O llegar a clase fingiendo la misma sonrisa de siempre para juntarme con las mismas personas de siempre a las cuales les importa un bledo mi vida, si cruzo la línea o no. Me negué aquel pensamiento al que no quería afrontar recordando los pequeños rayos que dieron luz en mi vida, dándome una sonrisa amarga llena de culpabilidad. Entonces él volvió nuevamente a mi mente recordándome la charla que mantuvimos hacía poco menos de una semana. Aquella charla que me permitió el sueño con palabras cotidianas y recuerdos olvidados, como si de una realidad paralela se tratase. Tal vez no verle a los ojos para saber si hay verdadera pena en él había influido en mí aquella noche, aún sabiendo que probablemente nunca tendría aquella mirada de él por cómo era. Tal vez que me conociese de antes me infundía paz para un nuevo comienzo aunque ya lo infundamos hacía unos años cuando retomamos el contacto. Tal vez realmente necesitaba aquello como señal de que la vida seguía, yo tendría que hacerlo con ella. O tal vez el hecho de que era él y no otra persona. Inspiré el vapor que me rodeaba para cortar la corriente y salir de la ducha con una toalla envolviendo mi cuerpo, me cambié a unos pantalones holgados y una gran sudadera morada, impidiendo mirarme una vez más en espejo.

Me dirigí a la cocina para tomar las fresas frescas del frigorífico y la leche, un bol y azúcar. Lavé las fresas un poco con el agua del fregadero, tomé un cuchillo y las corté en rodajas hasta la parte blanca con las hierbas, que aparté para tirarlas más tarde. Eché la leche en el bol con las fresas y removí con una cuchara de azúcar todo. Cuando entre la luz de la luna pude ver algo rosa la leche tomé un pequeño tenedor y me dirigí al salón para tomarme las con tranquilidad. Era lo único con lo que me había estado alimentando aparte de sandwiches de jamón York y queso. Cuando tus padres tienen tanto miedo a que tu hija se rompa que no saben ni cómo actuar ante su hija y mantenerse fuertes a la vez tras la muerte de alguien tan importante, es normal que finalmente te dejen tu espacio hasta que tú decidas abrirte al mundo. El problema era que yo me negaba a salir de la pacífica e irónicamente luminosa noche, que me resguardaba mejor del dolor mientras les dejaba a ellos también su propio tiempo para sanar como a mis hermanos. Reprimí cualquier sentimiento de culpabilidad en referencia a ellos para centrarme en mis fresas con leche.

- Bueno, ¿y ahora qué?- me pregunté una vez lo único que quedaba de las fresas era el rosa palo de la dulce leche, y en mi cabeza una pizarra en blanco sin nombre alguno. Mi móvil sonó, entreteniendo a mis oídos, pensando que había despertado a alguien en la casa con todo el ruido. Aguanté el aire en mis pulmones fingiendo no saber de mi propia existencia por un momento, esperando escuchar la voz de alguno de mis padres los pasos por la casa, pero nada. En su lugar otro mensaje llegó a mis oídos sacándome el aire en un suspiro.

Me bebí la leche de un sorbo y cogí el móvil. Tenía tantas notificaciones sin ver que me estresaba tanto verlas como no hacerlo. Quité una a una, intentando no fijarme en ninguna, claro que no podía evitar mirar. Una gran mayoría eran recomendaciones de canciones, música que ahora me alteraba a la sangre, me aceleraba el corazón y me paralizaba la mente. No me gustaba aquella sensación, siempre me llevaba al mismo recuerdo uno al quería aferrarme y enterrar al mismo tiempo para seguir adelante. Seguí pasando las notificaciones hasta llegar sus mensajes. Mimie. Llevaba días sin contestarle, y eso me mataba, ya le había preocupado lo suficiente. Tragué duro, y la llamé. Bastó solo un pitido para que lo cogiera.

- Amy.

- Hola.- murmuré

- Me has llamado.- afirmó con algo de sorpresa.

- Tenía que hacerlo.- aseguré.

- ¿Pasó algo?- silencio. La pregunta era, ¿qué no había pasado?- Aparte de todo.- reí sintiendo las lágrimas empezando a surgir y el nudo en mi garganta. ¿Por qué?¿Por qué volvía a suceder?

- No...- negué bajito.

- Entonces...

- Solo... Solo necesitaba escucharte.- casi la sentí sonreír.

- ¿Quieres que vaya mañana por ti?- la propuesta sonaba tentadora pero no me creía capaz de volver a salir, no de momento al menos.

- No... Solo...

- Lo sé, lo sé.