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Chapter 61 - Capitulo 60

Beatriz y Flávio caminan de la mano por el patio del orfanato hacia Murilo que los espera ansioso. El niño sonríe a la pareja. Realmente disfruta de la compañía de los dos que hacen de esos días de visita los mejores de su vida hasta ahora. Y no solo por los libros que siempre le trae Flávio, o el helado que le ofrece Beatriz, sino también por las conversaciones y las bromas.

Sin embargo, señala que esta vez Flávio no trajo ningún paquete, así como tampoco hay helado con Beatriz, lo que despierta la curiosidad del niño:

— Hola, chico — dice Beatriz, acercándose al chico. Se agacha para estar a la altura de Murilo, quien le ofrece una tímida sonrisa — ¿Cómo estás?

—Estoy bien — responde Murilo, que ahora observa a Flávio también inclinado frente a él — ¿Cómo estás?

— Estamos muy bien. - responde Flávio, sonriendo a Murilo. Luego se pone serio y pregunta — Murilo, ¿no te estás perdiendo algo?

— Lo estoy, pero es descortés preguntar...

—Pero si quieres, puedes preguntar — propone Beatriz, mirando a Flávio.

— Me di cuenta… Que tú… No trajiste ningún libro ni helado… - Murilo comienza a mirarse torpemente los pies — ¿Hay alguna razón?

— Sí, hay, Murilo — responde Flávio, poniéndose de pie y acompañado de Beatriz — Recibimos información de que ya no podemos traerte libros ni helados aquí en el orfanato.

— ¿No se puede? ¿Por qué? – pregunta Murilo, cerrando la cara para no mostrar su decepción.

— Dijeron que tus libros y tus helados se deben guardar en tu casa — explica Beatriz.

—Está bien, pero yo no tengo casa. - dice Murilo, mirando a la pareja.

— Nos informaron que sí — alega Flávio.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿dónde está ella? – pregunta Murilo cruzándose de brazos, suspicaz.

— ¿Qué tal si llevamos a Murilo a su casa? – propone Beatriz a Flávio.

— Buena idea, Beatriz — asiente Flávio, que se vuelve hacia el niño. —¿Qué tal si vamos a tu casa?

— Pero mi casa está aquí — alega seriamente Murilo.

— Ya no. - dice Beatriz, sonriendo.

— ¿Mi casa está fuera de aquí? – pregunta Murilo sorprendido.

— Sí, lo es — responde Flávio, sonriendo. Extiende su mano hacia el chico — ¿Vamos?

Murilo se aleja dos pasos de la pareja, temeroso, mientras mira hacia la puerta del orfanato:

— No puedo salir de aquí - dice el niño, asustado.

— ¿Porque no? – pregunta Beatriz, nerviosa por la reacción del chico.

— Te lo dije... solo puedo irme de aquí con un padre o una madre... o ambos. – responde Murilo, quien recibe dos enormes sonrisas con lágrimas en su dirección — ¿Por qué sonríes y lloras?

—Para nada. - responde Beatriz, secándose las lágrimas. Extiende su mano hacia el niño — Si el problema es que no tienes padres, está resuelto. Encantado de conocerte, Murilo, soy tu madre.

— Y yo soy tu padre — completa Flávio al niño que los mira con asombro. —Ahora, ¿qué tal si nos vamos a casa?

— Por mí está bien. - responde Murilo tímidamente.

El niño levanta tranquilamente la mano hacia la mano de Beatriz y luego la sujeta con fuerza. Luego haz lo mismo con Flávio. Los tres caminan emocionados hacia la puerta del orfanato, donde Murilo duda por unos momentos. Vuelve a mirar a los niños que juegan en el patio, con algo de tristeza. Mira a Flávio y luego a Beatriz, ofreciéndole su mejor sonrisa, luego caminan de regreso al auto, donde Murilo cierra los ojos rezando para que sea su última vez.