Beatriz y Flávio caminan de la mano por el patio del orfanato hacia Murilo que los espera ansioso. El niño sonríe a la pareja. Realmente disfruta de la compañía de los dos que hacen de esos días de visita los mejores de su vida hasta ahora. Y no solo por los libros que siempre le trae Flávio, o el helado que le ofrece Beatriz, sino también por las conversaciones y las bromas.
Sin embargo, señala que esta vez Flávio no trajo ningún paquete, así como tampoco hay helado con Beatriz, lo que despierta la curiosidad del niño:
— Hola, chico — dice Beatriz, acercándose al chico. Se agacha para estar a la altura de Murilo, quien le ofrece una tímida sonrisa — ¿Cómo estás?
—Estoy bien — responde Murilo, que ahora observa a Flávio también inclinado frente a él — ¿Cómo estás?
— Estamos muy bien. - responde Flávio, sonriendo a Murilo. Luego se pone serio y pregunta — Murilo, ¿no te estás perdiendo algo?
— Lo estoy, pero es descortés preguntar...
—Pero si quieres, puedes preguntar — propone Beatriz, mirando a Flávio.
— Me di cuenta… Que tú… No trajiste ningún libro ni helado… - Murilo comienza a mirarse torpemente los pies — ¿Hay alguna razón?
— Sí, hay, Murilo — responde Flávio, poniéndose de pie y acompañado de Beatriz — Recibimos información de que ya no podemos traerte libros ni helados aquí en el orfanato.
— ¿No se puede? ¿Por qué? – pregunta Murilo, cerrando la cara para no mostrar su decepción.
— Dijeron que tus libros y tus helados se deben guardar en tu casa — explica Beatriz.
—Está bien, pero yo no tengo casa. - dice Murilo, mirando a la pareja.
— Nos informaron que sí — alega Flávio.
—¿Ah, sí? Entonces, ¿dónde está ella? – pregunta Murilo cruzándose de brazos, suspicaz.
— ¿Qué tal si llevamos a Murilo a su casa? – propone Beatriz a Flávio.
— Buena idea, Beatriz — asiente Flávio, que se vuelve hacia el niño. —¿Qué tal si vamos a tu casa?
— Pero mi casa está aquí — alega seriamente Murilo.
— Ya no. - dice Beatriz, sonriendo.
— ¿Mi casa está fuera de aquí? – pregunta Murilo sorprendido.
— Sí, lo es — responde Flávio, sonriendo. Extiende su mano hacia el chico — ¿Vamos?
Murilo se aleja dos pasos de la pareja, temeroso, mientras mira hacia la puerta del orfanato:
— No puedo salir de aquí - dice el niño, asustado.
— ¿Porque no? – pregunta Beatriz, nerviosa por la reacción del chico.
— Te lo dije... solo puedo irme de aquí con un padre o una madre... o ambos. – responde Murilo, quien recibe dos enormes sonrisas con lágrimas en su dirección — ¿Por qué sonríes y lloras?
—Para nada. - responde Beatriz, secándose las lágrimas. Extiende su mano hacia el niño — Si el problema es que no tienes padres, está resuelto. Encantado de conocerte, Murilo, soy tu madre.
— Y yo soy tu padre — completa Flávio al niño que los mira con asombro. —Ahora, ¿qué tal si nos vamos a casa?
— Por mí está bien. - responde Murilo tímidamente.
El niño levanta tranquilamente la mano hacia la mano de Beatriz y luego la sujeta con fuerza. Luego haz lo mismo con Flávio. Los tres caminan emocionados hacia la puerta del orfanato, donde Murilo duda por unos momentos. Vuelve a mirar a los niños que juegan en el patio, con algo de tristeza. Mira a Flávio y luego a Beatriz, ofreciéndole su mejor sonrisa, luego caminan de regreso al auto, donde Murilo cierra los ojos rezando para que sea su última vez.