Chapter 35 - El sotano

Lentamente los escalones se fueron bajando y el el viudo se fue adentrando en la oscuridad que rodeaba a este lugar, por desgracia abrir la trampilla provocó que algo de niebla se filtra y envolviera los mohosos tablones de madera en el suelo de las escaleras.

Fiándose de la linterna de su celular como única fuente de luz, Abel logró finalmente llegar a la seguridad del suelo de este sótano, alejándose de las peligrosas y desconfiables escaleras en sus espaldas.

Inmediatamente y con ansias de aventuras, el viudo observó como era el interior de la habitación, si bien había algo de niebla en el suelo dado las pequeñas dimensiones de este sótano era bastante fácil de ver las paredes de madera que rodeaban la habitación, las cuales por el estado de su madera uno podría darse cuenta que las del exterior habían sido restauradas en algún punto de la historia de este pueblo, mientras que estas habían sido abandonadas a la humedad de este sótano por décadas.

Por otro lado, el suelo del la habitación tampoco estaba en las mejores condiciones y además de su aspecto sin brillo y lleno de una mezcla entre hongos y polvo, el viudo se dio cuenta de inmediato que cada paso que daba en esta oscura habitación hacía que las maderas en el suelo rechinaran de forma molesta.

Tras explorar un poco, Abel descubrió que la habitación no supera el tamaño de un dormitorio convencional y su en su interior solo había un escritorio con sus respectiva silla, unas cuantas cajas de madera particularmente llamativas y un par de baúles algo viejos y destartalados.

—¿Cual se supone que es la utilidad de este cuarto?—Murmuró Abel algo aturdido por los muebles descubiertos; si solo hubiera cajas uno podría pensar que esta habitación se trataba de un almacén algo escocido y por algún motivo separado de la bodega principal, tal vez para tráfico de elementos ilegales o tal vez para mantener seguros bienes preciados. Sin embargo, no tenía sentido alguno que alguien colocara un escritorio en un almacén, además dada la época del pueblo minero, a nadie se le ocurriría poner un lugar de escritura y lectura como lo era un escritorio en un sótano donde prácticamente no había forma de que entrara la luz además de una trampilla no muy grande.

Con bastante dudas, Abel se acercó al escritorio y lo tocó con sus manos, dando cuenta inmediatamente de que su corazonada no estaba equivocada: la madera del escritorio estaba en mejor estado que la del restos de la habitación. Notando este hecho, Abel se dispuso a comprobar el exterior de las cajas y luego los baúles en la habitación, dándose cuenta que por lo simétricamente perfecto que eran los clavos en la caja y por el estado en general de la madera, esta caja debían ser indudablemente más modernas que los baúles, los cuales aparentaban haber sufrido la misma historia que las paredes, pisos y la escalera de este sótano escondido.

—Supongo que uno de los guías que cuida esta mansión coloco estos muebles en esta habitación, pero por qué motivo lo haría, es incomodisimo trabajar en este lugar…—Murmuro Abel tratando de no que su propia voz llenara el silencio espectral que al igual que al pueblo rodea esta mansión.

Abel se acercó al escritorio de madera nuevamente y con cuidado lo inspeccionó, buscando satisfacer su curiosidad en el proceso. Como ya se mencionó, el escritorio estaba hecho de madera, para ser mas especifico era una madera negra, no muy llamativa pero sí lo bastante pulida como para no dudar de su poca antigüedad, por otra parte el dichoso escritorio no era muy grande y era a lo mucho tan grande como una bicicleta, por lo que solo contaba con dos cajones donde guardar objetos. Por último, el escritorio estaba cuidadosamente vacío en sus superficie por lo que solo podía verse los pulidos tablones de madera y no había un mísero libro, hoja, o lápiz en la parte superior del mismo.

Tras darse cuenta de que no había respuestas a sus preguntas en la superficie del escritorio, Abel procedió a abrir el cajón de la derecha del mueble.

—Parece que el anterior dueño de este escritorio era particularmente obsesivo con el orden…—Comentó Abel admirando lo cuidadosamente ordenado que estaba todo en el interior de este cajón.