Chapter 6 - Capítulo 5: Plan de escape (II)

—¡Shhh! ¡Por favor guarde silencio!

Sintió como el mundo caía a pedazos sobre su cabeza. Era la voz de Noah, y no sonaba muy feliz.

Asintió con fuerza, tantas veces que perdió la cuenta. Al quitarle la mano de la boca lo primero que hizo fue apartarse de él, abrazando el saco en su pecho y mirándolo con fiereza.

Su rostro le puso los pelos de punta. Los ojos azul intenso que lo veían sin ninguna reacción se asemejaban a una pintura, sin vida, como el maestro asesino Finneal. Crhysaor mantuvo la calma, pero aún así, temía no poder hacer nada si Noah se decidía por matarlo. Mejor dicho, no tenía la más mínima oportunidad en aquel estado.

Pero la respuesta del muchacho fue todo lo contrario a lo que estaba pensando:

—Confíe en mí, joven maestro.

Antes de que pudiera responder o siquiera procesar la información, Noah lo tomó del brazo y arrinconó contra la pared. Los sacerdotes ya estaban en el doblar de la esquina, Noah siseó bajito para que guardara silencio. Crhysaor contuvo la respiración, esperaron.

Los sacerdotes pasaron de largo. Toda la progresión con sus fantasmales batas blancas los ignoraron limpiamente, como si no hubieran estado allí en primer lugar a pesar de que más de uno volteó en su dirección.

Fue entonces cuando a la luz de las lámparas que se iban alejando, Crhysaor notó una fina tela negra envolviéndolos. Era tenue, casi imperceptible, pero había algo ahí. Cuando dejaron de escucharlos, Noah se alejó de él y aquella telaraña oscura desapareció a su alrededor.

Crhysaor frunció el ceño. ¿Eso fue la llamada afinidad que nombraban en sus libros de historia y en [Los Maestros Sagrados]? La relación que tenía un individuo con algún tipo de elemento específico, una de las cuatro fuerza primordiales. ¿Eso era afinidad oscura? Mientras lo pensaba con detenimiento, no era como una tela negra, sino sombras a su alrededor.

Noah pareció captar sus sospechas y mantuvo las manos en alto, dando a entender que no haría nada, con una expresión rígida.

—Joven maestro, será mejor que volvamos antes de que vuelvan.

«La afinidad oscura encaja muy bien con su profesión» Canturreó una vocecita en su interior, a lo que Crhysaor estuvo completamente de acuerdo.

«Es más interesante de lo que imaginé»

Asintió, abrazando el saco contra el pecho, y Noah empezó a caminar sigilosamente al cuarto secreto. Anduvieron sin mayor problema, sin embargo el silencio tenso entre ambos era preocupante. Sólo pudo mirar la espalda del asesino, pensando en formas de escapar.

Una vez entraron en la habitación, Crhysaor suspiró. Ya se disponía a caer cual peso muerto entre las sábanas cuando sintió que se le calentaba la nuca. Volteó con el ceño fruncido ante la intensidad de aquella mirada.

Noah tenía el ceño hundido y los ojos estrechados, llenos de recelo. Dedujo que lo miraba como si se debatiera entre torturarlo o matarlo allí mismo. Apretaba el borde de su camisa holgada con tanta fuerza que los nudillos se le estaban volviendo blancos.

—¿Qué sucede Noah? —preguntó Crhysaor, procurando ser igual de denso que el anterior.

—Joven maestro.

Su tono, normalmente suave y ligero, era serio, grave. Se acercó a él con paso lento y cuando se estuvo frente a frente, Crhysaor notó que el sirviente era un par de centímetros más alto que él, aspecto que lo molestó un poco.

—¿Acaso piensa abandonarme?

—¿Qué?

Crhysaor alzó una ceja y sus comisuras se torcieron por la incredulidad, incapaz de reprimirlas. ¿Abandonarlo? Podía llamarse de esa forma, ya que no pensaba escapar al imperio con él. Tenía algo de verdad, pero aún así se sentía algo trastocado.

«No descuides o te descubrirá» Susurró la vocecita cuando estaba a punto de soltar un comentario ácido. Leandro mordió los labios, carraspeó, y volvió a su actuación.

—¿Abandonarte? ¿De qué hablas Noah?

El asesino frunció los labios y hubo, por un breve instante que no pasó desapercibido para el rubio, una sombra de decepción que cubrió sus ojos.

—Sabe muy bien de que estoy hablando. ¿Podría decirme que es esa bolsa?

—Oh, ¿esto? —levantó el saco entre sus brazos y sonrió descarado. Al parecer ya no podía mentir—. En efecto, voy a salir.

—¿Disculpe...?

—Me voy, Noah. Hoy no, por supuesto, pero pronto.

El sirviente parecía muy confundido y dejó que esa emoción se reflejara en su rostro. Crhysaor simplemente se encogió de hombros y siguió hablando. Después de todo no podía estar con Noah, tenía que apartarse lo más pronto posible de él para que matara a Estela y diera fin con la tiranía del reino Münhor.

«En verdad me gustaría que acabara con ella» Pensó vicioso.

Aunque la conciencia le carcomía de recordar el destino que terminaría su vida si se iba por aquel camino.

—Aquí me odian, ¿porqué quedarme?

—¿Lo odian?

Noah repetía sus palabras como si no lo pudiera creer. El rubio suspiró y se dio la vuelta, caminando hacia el escritorio de la pared.

—Así que me marcho. No te obligaré a venir si no quieres, puedes ser libre de quedarte o ir a otra parte. No te estoy abandonando Noah, te estoy dando opciones.

—¿Qué?

—Por la virtud de Yasher —masculló Crhysaor para sí mismo.

Inhaló profundamente y dejó la bolsa en uno de los cajones, muy apretada. Noah aún seguía parado frente a la trampilla con una expresión extraña en su rostro.

—¿Qué pasa?

—Pero... Usted no puede irse.

—¿No puedo?

Leandro empezó a molestarse hasta exteriorizarse, y todos los recuerdos desagradables del anterior dueño del cuerpo empezaron a salir a flote. Sus peores momentos, cuando otros debían estar soñando con gloria y reconocimiento, él solo deseaba encogerse hasta ser tan pequeño que nadie lo notara, y de ser posible, desaparecer por completo.

—¿Porqué debo quedarme en un lugar dónde me desprecian? No vivo escondido porque así lo quiera, si no te has dado cuenta.

—Pero entonces, ¿a dónde irá?

—Iré al norte.

Esas simples palabras fueron más que suficiente para especificar su destino. Con sólo decir el punto cardinal, se sobrentendía que hablaba del Imperio Thyrtena.

—Pero allí no tiene un lugar al cual volver, joven maestro...

Prefiero ser un vagabundo en Thyrtena a un soldado improvisado aquí en el reino cuando estalle la guerra, o peor, ser una rata de laboratorio. Pensó irritado.

—Si no tengo un lugar al cual regresar, crearé uno. No haré nada de lo que me pueda arrepentir después. ¿Me pides que me quede aquí y me asesinen?

Crhysaor lo miró directo a los ojos. Sus ojos verdes estaban estrechados por el enorme ceño fruncido sobre ellos. Los gritos desgarradores de la guerra, el olor a carne chamuscada, hueso rompiéndose y el dolor corporal reapareció en su mente. Repitiéndose sin tregua, restregándole la crueldad en el rostro.

De repente, el rostro inexpresivo de Noah se sobresaltó y retrocedió un paso. Por mero instinto, llevó las manos a su pecho, cerrando los dedos entorno a un objeto invisible. Esa actitud duró poco, desapareció en un parpadeo. Crhysaor alivió un poco su expresión, confundido y suspiró.

—Retírate. Hablaremos mañana, estoy cansado.

El asesino asintió después de un rato, sin dejar de mirarlo. Inclinó la cabeza y salió de la habitación.

A penas se quedó solo, Crhysaor fue rápidamente a la pared y se miró en el espejo. Todo estaba normal en él, tal vez la tez más pálida de lo habitual, pero no había nada extraño. ¿Porqué Noah retrocedió así?

Sus ojos, del mismo color que una hoja y un poco grisáceos alrededor del iris, tenían su aspecto común. Tampoco presentaba alguna peculiaridad en el cuerpo.

«¿Tal vez...? No. Imposible. Es una estupidez seguir adhiriéndome a cosas de mi vida anterior» Suspiró pesadamente.

Dejando escapar el aire de sus pulmones, se tiró sobre la cama. Oscuridad alrededor, revolviéndose sobre sí misma en ansiedad, inundó la habitación. Se cernía sobre él como altas torres de mal presagio, y mientras elaboraba y desbarataba sus planes de escape, quedó profundamente dormido.