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Chapter 41 - Me arden las manos de solo leerlo de nuevo...

—Y unos cuantos pasillos…—Agregó el oso con una sonrisa irónica— ¡Tú puedes, héroe!

—Me podría tomar unas horas lograrlo…—Dijo Adam con preocupación; su miedo a los lunáticos le hizo perder su rabieta—¿Crees que no nos vamos a cruzar con nadie? Con una maleta tan pesada me sería imposible escapar y proteger la maleta al mismo tiempo.

—Ojalá te ataquen dentro de las escaleras ...—Respondió el oso. Acto seguido, el osito comenzó a dirigirse hacia las escaleras y Adam lo siguió arrastrando la maleta por los pasillos.

En la subida, que duró varias horas, muchas personas se cruzaron con Adam, pero todos lo ignoraron: tal vez si fueran personas normales se gastarían en ayudar a un chico subiendo una cosa pesada por las escaleras; sin embargo, estos lunáticos únicamente ignoraron al joven y continuaron su camino.

Con mucho esfuerzo y las manos doloridas, el niño logró llegar al cuarto piso, pero según el oso era mejor esperar en las escaleras un buen rato antes de moverse entre los pasillos.

—¿Son seguras las escaleras?—preguntó Adam; llegando a esa idea luego de cruzarse con tantos lunáticos que lo ignoraron en un ambiente tan estrecho.

—Sí, hay una vieja ley que indica que no se permiten las peleas en las escaleras — Respondió el oso con calma—Pero si en la entrada de las escaleras, por eso los guardias protegen las entradas de los pisos medios.

—Eso lo sé, por eso subo por las escaleras del viejo sin ojos—Respondió Adam, no queriendo parecer tan ignorante, tenía algo de odio hacia el oso todavía y esta misión fue horrible para él.

—Haces eso porque eres un idiota, chico…—Respondió el oso con voz ronca—Tienes un carnet de identificación de los pisos medios, podrías entrar por la puerta como cualquier persona normal.

—¡Mentiroso! ¡¿Además, como sabes de mi carnet de identificación?!—Gritó Adam, desquitándose de la dura misión.

—Tú eres Adam y yo el señor oso de la familia de los osos cariñosos —Respondió el oso tomando un trago de su bebida que nunca escapaba de su mano—Yo te dije el secreto de la cueva, niño. El viejo sin ojos no sabe que nos conocíamos en la vida anterior.

—¡Imposible! —Gritó Adam aún más enojado — ¡Porque me dices tantas mentiras! ¡¿Qué tratas de conseguir?!

—Tu plan salió bien, Adam…—Respondió el oso sin prestarle atención a la bronca del niño—Los bibliotecarios se pasaron milenios buscándolo y tú sin saber leer un mísero idioma lo encontraste: tienes razón, es imposible, chico.

—¿Por qué me dirías lo de la cueva?— preguntó Adam, algo incómodo por la seriedad de la voz del oso.

—Solo intercambiamos favores… Igual que ahora…—Respondió el oso sin pensarlo mucho—Pero tú fuiste lo suficientemente demente de lograr algo imposible con esos intercambios.

Adam no quería preguntar más del tema: este oso le había mentido en más de una ocasión y para colmo tenía una moral demasiado opuesta a la suya como para interesarte en sus mentiras. Por lo cual el niño se levantó y se propuso terminar de sacar la maleta de la escalera, para poder terminar esta misión lo más pronto posible.

El oso miró la espalda del niño por unos minutos mientras salía de la escalera y después dijo:

—Rumbo al hexágono 9 de 18, ahí están nuestros queridos librillos.

Adam hizo caso y comenzó a moverse. Ambos pasaron por muchos pasillos, pero nada ocurrió por fortuna. El hexágono 9 parecía un banco, muy similar al de los pisos medios ... De hecho: era idéntico.

Tenía los mismos estantes de piedra y los mismos libros de un solo color, todos iguales e idénticos. Adam se extrañó por la similitud y quiso preguntarle al oso al respecto, pero ahora el joven héroe estaba encaprichado por no hacerle preguntas al oso y en su joven mente sus caprichos eran reglas absolutas.