Chapter 2 - 01

La primera vez que se vieron no fue mágica ni emocionante ni el tiempo se detuvo solo por ellos.

La primera vez que Ian vio a Olivia pensó que era tan insufrible como una piedra afilada atrapada entre su planta del pie y la suela del zapato.

Cada vez que se cruzan es peor que la anterior.

Por eso, cuando se la volvió a encontrar en el baile dedicado al debut del primer príncipe y la primera princesa, mantuvo sus distancias lo máximo posible.

—Muévete.

Sin embargo, tanto se había esforzado en evitarla que Olivia acabó tras su espalda.

Cuando él se giró, con ojos oscuros y maquillaje corrido Olivia esperaba a que librara el camino de la salida.

—Disculpe, alteza.

La dejó pasar y ella no lo miró más. Desapareció tras dar tres pasos en la penumbra del inmenso jardín delantero del palacio del rey.

Su corazón se estrujó por un momento cuando la espalda descubierta de la joven temblaba y sus hombros subían y bajaban acompañando a sus sollozos. La había seguido sin querer.

Meditó si debía acercarse a ella o no. Al final de cuentas, Olivia tenía el poder para cortarle la cabeza. Sí que podía malinterpretarse que hubiera corrido tras ella en plena noche.

—¿Quién anda ahí?—preguntó la primera princesa.

No dijo nada, se mantuvo oculto gracias a la noche y a los morrocotudos árboles de aquel jardín. Era una imagen ídilica y trágica la que él veía, con un tronco que daba vueltas y se retorcía para dar un asiento a la muchacha. Su copa espesa y sus ramas sabias dejaban un pequeño hueco para que la luz de la luna se colase a besar con dulzura a la princesa.

La imagen que ella tenía de su alrededor era todo oscuro con alguien escondido tras un árbol. No distinguía su figura, pero estaba segura de que solo un hombre tendría el descaro de espiarla sin anunciarse.

—Si me vas a matar—dijo suspirando en dirección a él—, al menos que no me duela. Es primero de cortesía.

No hubo respuesta. Ian quería hablar para limpiar su nombre y gritar: "¡Te he seguido sin querer!" El rostro miserable de ella entumeció sus cuerdas vocales. Si cuando había salido del baile tenía el maquillaje corrido, ahora estaba completamente esparcido por su rostro. Las cuencas de sus ojos estaban emborronadas en una mezcla de verde, marrón y negro que la hacían parecer un soldado en misión de camuflaje. Su vestido verde estaba desgarrado por todas partes y su pelo, antes recogido en un bonito moño, ahora parecía un nido.

Literalmente había tardado 5 minutos en llegar hasta ella, ¿qué le había pasado en tan poco tiempo?

"Parece salida de un circo de los horrores."

Olivia, consciente de que no tendría una animada conversación antes de lo que creía que sería su muerte, se levantó.

–Voy a irme, si quieres cortarme el cuello, sígueme. Por el contrario, si solo eres unos ojos curiosos, quédate ahí y déjame en paz.

Quien escuchara eso pensaría que Olivia no temía a nada y tampoco a la muerte. Ian también lo creyó por un breve instante, antes de ser testigo de como esta salía corríendo colina abajo.

No pudo evitar reír y cuando se dio cuenta, se tapó la cara con las manos por su osadía.

Aun si no le gustaba la primera princesa; aun si su existencia suponía para él una carga; aun si era desagradable y apática; aquella noche Ian sintió una curiosidad que lo carcomía por dentro. "¿Qué le habrá pasado?"

. . .

Samith Sol de Lirios es, sin duda, el joven más deseado del reino costero de Oltremare. Por el motivo que sea.

Entre su cabello rubio y sus ojos castaños, uno experimenta una revelación divina con tan solo mirarlo. Así de guapo es.

Sin embargo, su apariencia atractiva debido a sus facciones marcadas y a su esbelta figura es solo la guinda del pastel: el primer príncipe es la persona más simpática que te puedes cruzar.

Amable, atento, agradable, gracioso, considerado y todos los adjetivos que indiquen que su personalidad es lo que lo hace tan popular.

Aunque, por supuesto, si no fuera tan agraciado, su cálida personalidad no importaría tanto.

—Hermana, ha pasado un tiempo.

Diez años hacía que no se veían, pero el chico actuaba como si hubieran pasado un verano separados.

Olivia no le contestó, simplemente le devolvió la reverencia que le había hecho y pasó de largo a la que sería su habitación.

Olivia Sol de Lirios es, sin duda, la mayor incógnita del reino portuario de Oltremare. Nadie sabe nada de ella.

La joven, de cabello castaño hasta la cintura y ojos a juego, había sido recluída en una pequeña casa en la frontera por diez años.

La primera princesa incluso se convirtió en un "rumor" para muchos, pues mientras que de su hermano mellizo se sacaban boletines hasta para informar de su tránsito intestinal, de ella prohibieron hasta difundir retratos.

Todo se llevaba en extremo secretismo y eso dio lugar a que Olivia fuera la gran desconocida real.

—Debería saludar a su hermano, princesa.

—Le he hecho una reverencia.

La mujer a su derecha era delgada y de baja estatura. Olivia, que pasaba del metro sesenta y cinco y tenía un talle grueso, parecía incluso más grande al lado de su doncella de compañía.

La princesa no tenía ningún complejo por ser gorda, de hecho era algo a lo que no le dedicaba ni un segundo de sus pensamientos, pero su apariencia (que no era la que se esperaba de una princesa) y su actitud (ignorando fríamente al "idol" de palacio) fue lo que ocasionó que su primera impresión para muchos fuera que "La primera princesa es más ogro que realeza".

—¿Ese es el titular de un periódico?

Clarín, su doncella de compañía, asintió enérgicamente con sus ojos negros soplando fuego.

—¡¿Cómo se atreven a hablar de usted así?! ¡Busquemos al autor de este artículo y quemémosle la casa!

—Eso es exagerado, Clarín. Cálmate.

Olivia dobló las páginas que degradaban a su persona al nivel de un ser despreciable y suspiró para luego volver a lo que estaba haciendo antes de que Clarín la interrumpiense.

La mujer se desplomó en el sofá ante la pasividad de la chica.

—No sé cómo puede volver a estudiar como si nada...—dijo con un hilo de voz—. ¿No le duele?

—¿El qué?—preguntó genuinamente sin separar la vista de los libros.

—El que digan cosas tan hirientes de usted, princesa.

La pregunta fue meditada y proyectada en la cabeza de Olivia y, en un rápido análisis, respondió:

—No.

—Princesa...—. Clarín corrió a abrazarla y la llenó de besos por toda la cara—. ¡Déjeme esto a mí!

Olivia la ignoró, en todos sus años juntas había entendido que era mejor dejarla hacer sus locuras en paz.

Ese periodista de pacotilla perdería su casa por un fuego provocado por la doncella del ogro al que había masacrado sin piedad con palabras. ¿Pero qué podía hacer ella?

Tenía algo más importante en lo que pensar.

Su debut en sociedad y el anuncio de su futuro reinado.