Las chicas estaban en la guarida, como solían hacer últimamente. Su misión de encontrar al heredero de Slytherin las mantenía ocupadas con reuniones y tareas constantes, y por eso no era raro que todas estuvieran allí. Sin embargo, esta vez algo diferente había ocurrido: yo había aparecido de repente y, sin previo aviso, me lancé sobre Hermione, abrazándola con fuerza.
Las demás chicas, casi todas las de mi grupo, se quedaron sorprendidas por mi acción. No era que nunca hubiera mostrado afecto en público, pero esta vez estaba siendo particularmente intenso. Más que un abrazo, parecía que me estaba restregando contra Hermione como un gato marcando territorio. Tenía mi cabeza apoyada en su pecho y no dejaba de moverme, completamente acurrucado.
"Red, ¿qué te pasa?" preguntó Hermione, claramente molesta y avergonzada. No era que no me conociera, pero detestaba que hiciera cosas así de repentinas, especialmente frente a los demás. Eso era lo que más le irritaba: lo público de la situación.
"Te extrañé mucho", dije, aferrándome más a ella y continuando con mi muestra de afecto.
"Nos vimos ayer", protestó, exasperada. Es cierto que últimamente estábamos más ocupados, y no pasábamos tanto tiempo juntos como antes, pero aun así nos veíamos todos los días.
"Fue demasiado tiempo", respondí, sin detenerme ni un segundo, incluso acercándome para olerla. Era una sensación extraña: estar lejos de ella y de las demás por tantos años, aunque en realidad no había pasado tanto tiempo en el bmundo real. Ese era el problema con las campañas. Aunque el limitador de memoria hacía más tolerables las transiciones, haber participado en varias seguidas había empeorado mi sensación de desconexión.
"Jeje, Red se puso cariñoso", se burló Tracey, observándonos con una sonrisa divertida. "Parece un perrito".
"¿No deberían hacer eso en otro lado?" murmuró Hannah, esquivando la mirada. Mis acciones parecían demasiado íntimas, y ella se estaba poniendo roja como un tomate.
"Es tan..." alcanzó a murmurar Lavender, quien, claramente excitada, sacó su cuaderno y comenzó a escribir rápidamente.
Las reacciones eran variadas. Algunas se reían al ver a Hermione en su estado de incomodidad, luchando por liberarse de mi abrazo sin éxito. Otras, como Hannah, se avergonzaban de lo que estaban presenciando. Y luego estaba Pansy, que apretaba los dientes y mordía su túnica con evidente enojo.
"¡Ya suéltame, Red!" gritó finalmente Hermione, incapaz de soportar más mis restregones ni las miradas de todas.
"Solo unos minutitos más...", murmuré, sin intención alguna de soltarla.
Y así fue. Tal como dije, seguí abrazándola y frotándome contra ella un poco más, ignorando sus quejas, hasta que finalmente decidí dejarla ir. Hermione, sin embargo, no parecía nada contenta. De hecho, su expresión al acomodarse la ropa lo decía todo: ya verás después.
"¿Listo?" preguntó con sarcasmo, cruzándose de brazos mientras me fulminaba con la mirada.
"Más o menos", respondí despreocupado. "Te extrañaba mucho... Bueno, ahora la siguiente", anuncié, saltando directamente hacia Hannah.
"¿¡Qué!?" exclamó Hannah, completamente sorprendida, cuando la envolví en un abrazo similar al que acababa de darle a Hermione. Inmediatamente comencé a restregarme contra su cuello y pecho, mientras ella permanecía paralizada, roja como un tomate.
"¡Red! ¿Qué estás haciendo?" rugió Hermione, furiosa. Si ya había sido difícil para ella tolerar mi arrebato anterior, verme haciendo lo mismo con otra chica superaba completamente su límite.
"También extrañé a Hannah... y a todas ustedes", dije tranquilamente, ignorando su enojo. "Y no quiero usar clones para este momento de reconciliación". Mientras hablaba, seguía moviéndome con afecto, mientras Hannah, completamente abrumada, permanecía rígida y sin saber cómo reaccionar.
"¡¿Vas a restregarte con todas las chicas de aquí?!" preguntó Hermione, con una mezcla de enojo y vergüenza reflejada en su rostro.
"Sí", respondí sin titubear, mientras seguía inhalando ese aroma dulce y herbáceo que desprendía Hannah.
"Yo... tengo que prepararme para ir a clases", dijo Tracey, intentando escabullirse hacia la salida notando como iban las cosas. Sin embargo, con un simple movimiento de mi mano, una pared de sangre bloqueó la puerta, cerrándole cualquier escape.
Las chicas presentes me miraron con consternación, entendiendo que hablaba completamente en serio y que no parecía dispuesto a dejarlas salir sin antes cumplir mi objetivo. Aunque no todas parecían molestas. De hecho, tanto Lavender como Pansy se movieron disimuladamente para posicionarse más cerca, dejando en claro que esperaban ser las siguientes.
Así pasó el rato. Una a una, las chicas fueron abrazadas, y ninguna fue liberada hasta que cumplí mi "misión". Verlas salir de la habitación arreglándose la ropa fue todo un espectáculo, dejando a los demás visitantes de la guarida desconcertados y llenos de preguntas.
Claro, esto trajo sus consecuencias. Aunque algunas chicas no le dieron demasiada importancia al incidente, otras comenzaron a sospechar que algo extraño ocurría debido a mi repentino y desbordado afecto. Sin embargo, quien más me lo hizo notar fue Hermione. Mi querida novia me dio un sermón detallado sobre las cosas que podía y no podía hacer, su mirada severa dejando claro que estaba al límite de su paciencia.
Afortunadamente, tomándola de la mano, dedicándole unas palabras amorosas y una mirada sincera, conseguí que su idea de prolongar el regaño desapareciera, convirtiéndolo en una simple advertencia. Hermione parecía estar comenzando a atar cabos, esta no era la primera vez que algo así pasaba y sabía que algo estaba pasado. Aunque intentó sonsacarme información, incluso recurriendo a pequeños gestos coquetos o haciendo su papel de "novia difícil", no logró obtener respuestas concretas.
A pesar de lo peculiar del evento en la guarida, para quienes me conocían bien, no fue tan sorprendente como podría parecer. Ya era una especie de norma que las cosas relacionadas conmigo nunca fueran del todo normales. Al final, solo dos personas, Penelope y Lavender, conocían la verdad sobre mi viaje en el tiempo y la razón detrás de mi comportamiento. Ambas eran leales a mí y estaban al tanto de muchos de mis secretos.
De hecho, ambas cooperaron para ayudarme a mitigar esa sensación de vacío causada por nuestra separación. Penelope me permitió descansar sobre su pecho, apretándome entre ellos con una calidez que casi podía describirse como divina. Lavender, por su parte, decidió devolvérmelo, restregándose contra mí con el mismo entusiasmo con el que yo lo había hecho antes, quizas mas, incluso llegando a lamerme desesperadamente por todo el cuerpo. Claramente, deseaba algo más, pero decidí detenerla por el momento.
Así fue como logré reincorporarme al día a día escolar. Nunca dejé por completo mi vida académica, aunque mi tiempo en las campañas fuera extenso. Al final, gracias a la particularidad del flujo temporal, mi vida en el mundo real seguía intacta, incluso después de tantas aventuras.
...
Lo más destacable en mi retorno fue, sin duda, el regreso de la profesora McGonagall a sus clases. Me alegró verla salir de aquella depresión temporal, aunque no podía decir que todo fuera como antes. Participé en sus lecciones, pero me mantenía siempre en la esquina más alejada, evitando presionarla. Y diría que fue lo correcto. Aunque aparentaba normalidad, su actitud hacia mí era de una fría indiferencia. Si tenía la oportunidad, actuaba como si no existiera, y aunque podría molestar a cualquiera, yo lo acepté sin resentimientos. Sabía que la profesora McGonagall no superaría fácilmente lo que había sucedido.
Lo más complicado para ella no eran las secuelas negativas, sino las positivas. Había notado que, de alguna manera, se sentía más saludable, con energías renovadas. Algunos achaques de la edad parecían haberse reducido, incluso desaparecido. No había vuelto a ser una joven, claro, pero sentía como si hubiera retrocedido algunos años.
Y eso era lo peor para ella. Intentaba atribuir esta mejoría al descanso que se había tomado, diciéndose que necesitaba más vacaciones, pero sabía que se estaba mintiendo. Por mucho que lo intentara, no podía evitar la sospecha de que este rejuvenecimiento tenía algo que ver con lo sucedido entre nosotros. No quería aceptarlo, no podía permitir que una acción tan "pecaminosa" con un estudiante la hiciera sentir bien… muy bien.
Para tranquilizarse, decidió que todo se debía a la liberación del estrés acumulado durante años. No había tenido "acción" desde hacía mucho tiempo, y ese desahogo repentino había revitalizado su cuerpo. Ese era el límite que podía aceptar, incluso comenzando a considerar si debía buscar consuelo o quizá intentar una relación nuevamente. Había renunciado al amor hacía mucho tiempo, dedicándose completamente a Hogwarts, pero ahora se preguntaba si su cuerpo, aunque envejecido, aún necesitaba algo de cuidado. Los rumores sobre cierto nuevo burdel en el pueblo cruzaron fugazmente su mente, pero los rechazaba de inmediato, sacudiendo la cabeza con fuerza para disiparlos.
Sin embargo, estos pensamientos la atormentaban con frecuencia. Lo peor era cuando yo estaba presente en sus clases; en esos momentos, no podía evitar mirarme de reojo, lo que la perturbaba enormemente. Para compensar, intensificaba el ritmo de las lecciones, impartiendo clases con una energía casi desbordante. Esto resultaba ser un infierno para los demás alumnos, ya que Transformaciones, de por sí complicada, se volvía casi imposible con una profesora en lo que parecía tener constantes ataques de adrenalina.
Yo solo podía suspirar ante su actitud. Al menos, me consolaba que no hubiera empeorado. Incluso llegué a considerar solicitar permiso para ausentarme de sus clases, si eso la hacía sentir mejor. Estaba satisfecho de no haber tenido problemas con mis padres, pero el costo había sido perder la estima de una de las mejores profesoras de Hogwarts.
Lo que no sabía en ese momento era que mis padres no habían sido informados, no solo por mi amenaza y otras medidas, sino porque mi próximo viaje a Castelobruxo ya estaba planeado. Como representante principal de Hogwarts, cualquier escándalo antes de la misión habría sido desastroso. Aunque Neville y Hannah tenían talento, apenas estaban en su segundo año y aún no tenían el tiempo ni la experiencia necesarios para dar la mejor impresión de nuestra escuela. Todo ya estaba decidido, y el peso de la responsabilidad recaía sobre mí.
...
Por otro lado, uno de mis clones se encontraba en la biblioteca, estudiando intensamente sobre oclumancia. Después de lo que me ocurrió debido al desfase temporal provocado por la campaña, decidí tomar medidas al respecto. Aún necesitaba completar más campañas para obtener las recompensas necesarias para alcanzar mis objetivos, por lo que encontrar una solución era indispensable.
Mientras este clon estudiaba oclumancia, otro en el feudo investigaba sobre rituales y hechizos de memoria. Como poseo una especie de oclumancia natural, nunca me había detenido a estudiarla en profundidad ni con la intensidad que dediqué a otras disciplinas mágicas. Ahora me doy cuenta de que eso fue un error. Quizá, si lo hubiera hecho antes, podría haber resuelto este problema mucho tiempo atrás.
Es cierto que con el tiempo el problema probablemente se resolvería por sí solo, pero… ¿cuánto tiempo pasaría entre campaña y campaña hasta que desapareciera del todo? ¿Qué tan afectado estaría mientras tanto? No podía permitirme ese nivel de incertidumbre. Fue entonces cuando empecé a desarrollar mis ideas. La inspiración me vino de mis rituales y, curiosamente, de la presencia de Lockhart. Sus peculiares métodos me hicieron pensar: si mis rituales me dieron acceso a una biblioteca mental infinita, ¿sería posible hacer algo similar con mi memoria?
Me imaginé una solución: almacenar ciertos recuerdos, sellándolos y olvidándolos parcialmente, pero con la capacidad de acceder a ellos fácilmente cuando fueran necesarios, algo similar al Pensadero de Dumbledore. Esta idea parecía prometedora, pero también implicaba un gran desafío.
Primero, necesitaría dominar la oclumancia y varios hechizos relacionados con la memoria. Luego, tendría que diseñar un sistema funcional y seguro, y por último, experimentar con sujetos antes de intentar implementarlo en mi propia mente. No era tan imprudente como para arriesgar mi conciencia sin pruebas previas.
Si lograba desarrollar esta técnica, podría enfrentar futuras campañas sin temor a los efectos secundarios al regresar, y solo me quedaría disfrutar de las recompensas obtenidas. Sería difícil, pero la posibilidad de resolver este obstáculo de forma definitiva hacía que valiera la pena intentarlo.
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