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Chapter 256 - 252) Código de Experimento: "Araña-hombre"

Tenebrius cumplió exactamente lo que prometió. Visitaba a Amelia con mucha más frecuencia que antes, aunque no todos los días, pues aún debía atender su trabajo con los Dragones de Albion. Sin embargo, entre tres y cuatro veces por semana, la oficina de Amelia se llenaba de una energía distinta con su presencia.

Amelia no dejaba de sorprenderse. A pesar de los cambios que había implementado para dificultar el acceso, Tenebrius seguía apareciendo como si nada. Aunque su presencia no era bien vista por muchos en el Ministerio —y claramente podía perjudicar sus aspiraciones políticas—, ella no era una persona superficial ni ingrata. Había considerado otorgarle un pase oficial para que entrara sin problemas en el futuro, pero aún no lo hacía. Mientras tanto, aumentó las medidas de seguridad. Pero, de alguna manera, él seguía encontrando la forma de entrar. Incluso llegó antes que ella en un par de ocasiones, ya trabajando en su escritorio. Al principio se llevó un susto monumental, pero terminó por resignarse.

No era lo más profesional que un "intruso" tuviera acceso a documentos del Ministerio, pero Amelia confiaba en él y, en el fondo, agradecía la ayuda. Mientras Tenebrius se encargaba de papeles menores, ella podía enfocarse en asuntos realmente importantes, ya fuera en su trabajo real o en sus planes para llegar a ser Ministra.

Sin embargo, no todo eran buenas noticias para Amelia. Y no, no me refiero a que estuviera ocultando a un presunto criminal —o excriminal, en este caso—. Lo que realmente le sacaba de quicio eran las actitudes que ella definía como "infantiles" de Tenebrius. Aunque, siendo justos, Amelia exageraba un poco. Lo único que él hacía era traerle café o desayuno, elogiarla con halagos exagerados sobre su belleza o su carácter, o intentar iniciar conversaciones casuales sobre sus intereses y su vida. Era evidente que esas acciones formaban parte de un cortejo sutil, pero para Amelia solo eran distracciones que alteraban su rutina estricta y monótona.

Lo más irónico era que Amelia descubrió que, en realidad, lo peor no era cuando él estaba, sino cuando no lo estaba. Por supuesto, esto no tenía que ver con la carga de trabajo —que Tenebrius se encargaba de aliviar—, sino con el otro tipo de atención que recibía en su ausencia y los rumores que esta generaba. Él tenía la "audacia" de enviarle desayunos, almuerzos, meriendas y cenas directamente a su oficina, asegurándose de que no pasara un solo día sin comer bien. No solo eso, también enviaba regalos con frecuencia. A veces eran flores, tazas con frases como "La mujer más justa de todas" o "Amelia: Belleza y poder", e incluso en una ocasión llegó una majestuosa corona de flores acompañada de un sillón digno de una reina. Aunque Amelia lo regañó por este último gesto, logrando que redujera el tamaño de los obsequios, no consiguió detener del todo las pequeñas muestras de afecto. Las flores y la comida siguieron llegando sin pausa.

El Ministerio entero estaba lleno de rumores sobre el misterioso admirador de Madam Bones. Aunque nadie se atrevía a mencionarlo frente a ella por miedo a las consecuencias, todos hablaban de ello a sus espaldas. Amelia, por supuesto, notaba el murmullo y no podía evitar enfadarse. Pero, paradójicamente, sus empleados disfrutaban de la situación. En muchas ocasiones, Amelia no se comía todo lo que llegaba y repartía el resto entre sus subordinados. Y cuando ella no estaba en la oficina, la comida terminaba siendo un festín para los empleados.

La comida provenía de los prestigiosos Dragones de Albion, conocidos no solo por su magia culinaria sino también por lo caro que podian llegar a ser algunos de ellos. Algunos de los manjares que llegaban a la oficina ni siquiera estaban disponibles para el público en general. Aunque nadie sabía quién estaba tratando de conquistar a Amelia —ni siquiera si era un hombre o una mujer—, todos estaban de acuerdo en que esa persona tenía valor... y bastante dinero. Los empleados, por su parte, levantaban el pulgar en señal de aprobación cada vez que llegaba un nuevo paquete, porque ¿quién podría quejarse de recibir comida cara gratis?

...

Me encontraba en el [feudo], trabajando una vez más en los experimentos que llevaba a cabo en el sótano de una de las casas. Aunque como Tenebrius o Red debía atender otros asuntos en diversos lugares, aquí siempre había un clon mío dedicado exclusivamente a esta investigación.

Si alguien bajara a este sótano y viera lo que allí ocurría, lo primero que le vendría a la mente sería una película de terror. El ambiente era opresivo: un lugar oscuro con paredes de piedra y sin ventanas, que solo intensificaban la sensación de claustrofobia. Había varias mesas llenas de pociones, artefactos mágicos, herramientas y materiales. Pero lo que realmente causaría escalofríos a cualquier intruso era lo que se encontraba en el centro de la habitación.

"Tess... mataremosss... humanossss..."

"Noss comeremosss... tu carness..."

"Te... destruiremossss..."

Múltiples voces femeninas resonaban por el sótano. Eran ásperas, monstruosas, y hablaban de forma incoherente, como si estuvieran atrapadas en una mezcla de agonía y rabia. Todas esas voces iban dirigidas a mí, mientras anotaba meticulosamente los avances de mi investigación en un cuaderno.

"Cállense" Dije, sin apartar la vista de mis notas, concentrado en documentar cada detalle importante.

Cuando terminé, me levanté y me acerqué al centro de la habitación. Miré a mi alrededor, evaluando el progreso de mi trabajo y lo que ahora era el núcleo de mi investigación. Llegar hasta este punto no había sido fácil; los recursos, la energía y el tiempo invertidos habían sido colosales. Pero no me arrepentía. Todo esto lo hacía por mis hijos.

En el centro de la sala, varios marcos metálicos grandes estaban dispuestos en círculo. Sus centros estaban cruzados por redes metálicas que brillaban con un leve resplandor mágico. Lo verdaderamente inquietante no eran los marcos, sino las mujeres que estaban atadas a ellos. No eran particularmente atractivas, pero todas mostraban un aspecto juvenil y lleno de vitalidad, o al menos lo hubieran mostrado de no ser por el constante forcejeo y los movimientos erráticos que hacían.

"¡Libéranos!" gritó una de ellas con un tono chillón y desgarrador.

"¡Quítanos esta carne... devuélvenos!" chilló otra, con una voz quebrada y furiosa.

"¡Te mataremos!" añadió una tercera, aunque sus movimientos eran tan torpes que parecía no saber cómo ejercer fuerza alguna.

"Cállense. Deberían estar agradecidas de ser las que sobrevivieron" respondí con frialdad, recordando la larga lista de experimentos fallidos que habían precedido a este momento.

Entonces, una de las mujeres, aparentemente más calmada o simplemente agotada, preguntó:

"¿Qué quieres?"

"Investigar algunas cosas antes de tomar decisiones importantes" dije mientras me acercaba a cada una de ellas, evaluándolas con cuidado.

Cuando intentaron atacarme, mantuve una distancia prudente. Sus intentos eran inútiles, pero no dejaban de ser molestos. Extendí mi mano hacia sus vientres, utilizando mi magia de sangre para estimular ciertas partes de sus cuerpos. Este proceso requería precisión y paciencia, y me tomó algo de tiempo completarlo con cada una.

Finalmente, terminé. Retrocedí y observé los resultados.

"Bien, creo que es suficiente por ahora. Esperemos que todo salga bien. No quiero seguir desperdiciando acromántulas... no son infinitas" suspiré, agotado pero decidido a seguir adelante con mis planes.

Esas no eran realmente mujeres humanas, o al menos, no lo habían sido durante mucho tiempo. En este laboratorio improvisado, había traído repetidamente acromántulas, intentando llevar a cabo la compleja transfiguración humana. Transformar cualquier cosa en un humano era una tarea extremadamente difícil, reservada para los más hábiles en el arte de la magia. Pero transformar una criatura consciente y con resistencia mágica, como un animal mágico, era aún peor. Convertir acromántulas en humanas fue un desafío que superó incluso mis expectativas más pesimistas.

El proceso requirió enormes reservas de magia, que solo fueron posibles gracias al uso de magia de sangre como potenciador, además de rituales y una considerable cantidad de recursos consumibles. También fue necesario un trabajo meticuloso y un estudio anatómico exhaustivo. Hubo numerosos fracasos; muchas arañas terminaron siendo desechadas antes de lograr especímenes que sobrevivieran al cambio y fueran lo suficientemente estables.

Era hora de continuar con el experimento. El clon que había estado trabajando aquí se disolvió en un charco de sangre, y mi cuerpo real entró por la puerta mientras me desvestía. Sí, era ese tipo de experimento.

Tenía una mezcla de curiosidad y temor sobre mi habilidad para modificar a mis hijos. No podía arriesgarme a usar mis habilidades de edición directamente en Gemma antes de estar completamente seguro de los efectos. Este experimento serviría para ganar esa seguridad. Mi plan era reproducirme con estos sujetos experimentales y poner a prueba mi capacidad antes de aplicarla a Gemma. Si algo salía mal al modificar un feto, no podía permitir que ella sufriera las consecuencias.

Claro, habría sido más rápido y barato hacerlo directamente con mujeres humanas. Sin embargo, secuestrar, violar y experimentar con ellas no era una opción, especialmente ahora que estaba aprendiendo a controlar la bondad de Elise que se había implantado en mi interior. Por eso decidí optar por el camino más difícil: utilizar a mis viejas enemigas, esas acromántulas sedientas de sangre, para este propósito.

Sabía que las probabilidades de éxito eran ínfimas. Intentar reproducirme con una araña gigante inteligente parecía un disparate, pero había rituales y métodos para mejorar mis posibilidades. También sabía que, de ser posible, podría haberlo hecho directamente con sus cuerpos aracnoides, lo cual habría simplificado todo. Pero desconocía por completo su anatomía reproductiva. No sabía si todo encajaría o si mis nadadores siquiera llegarían al lugar indicado. Por eso decidí transformarlas en humanas. Además, debo admitir que la idea de excitarme con una araña devorahombres era... difícil. No imposible, pero sí difícil.

Las arañas ahora humanizadas no entendían por qué me desvestía. Seguían gritándome y amenazándome, al menos hasta que comencé mi trabajo...

...

Andra me esperaba fuera del sótano con un vaso de jugo para hidratarme y una expresión difícil de descifrar mientras miraba hacia la puerta. No fue mi momento más digno, pero cumplí mi cometido.

Para quitarme el "sabor arcanido metafórico" de la experiencia, busqué refugio en los pechos de varias de mis chicas. Ellas no entendieron mi necesidad de desahogo, y tampoco se los expliqué, pero lo disfrutaron, y yo logré liberarme del peso psicológico.

Al día siguiente regresé al sótano, esta vez con mi cuerpo real, y repetí el procedimiento. La tercera vez confirmé los resultados: podía usar mis habilidades de edición en cada una de ellas.

Estaba feliz, aunque incómodo. Pero feliz, al fin y al cabo. Ahora venía la segunda parte del experimento: editar a los futuros híbridos Red-Araña de diferentes formas para observar los cambios tanto en ellos como en sus madres. Era curioso cómo, además de las opciones ya vistas con Gemma, la raza [Araña] aparecía ahora entre las disponibles. Hice algunos ajustes aquí y allá antes de dar por concluido este paso.

Las acromántulas humanizadas fueron liberadas de sus ataduras, aunque no completamente. Las trasladé a un lugar más espacioso y cómodo donde pudieran engendrar con mayor facilidad. Seguían siendo prisioneras y estaban bajo estricta vigilancia. Su transfiguración duró un tiempo más antes de revertirse a su forma original, lo que dificultó ciertas investigaciones que quería hacer, pero lo acepté. A pesar de su enojo, no podían negar las nuevas vidas que estaban por venir.

Las arañas crearon sacos de seda para sus huevos. Cada una colocó un único huevo, algo extremadamente raro para su especie. Además, esos huevos ya estaban fertilizados, algo que tampoco era normal en ellas. Aunque muchas cosas parecían salirse de lo común, los huevos —bastante grandes— ya estaban depositados. Solo quedaba esperar.

Sin embargo, yo no era precisamente paciente. Queriendo resultados más rápidos, utilicé magia de sangre para nutrir los huevos directamente, acelerando su desarrollo. Les proporcioné todo lo necesario para garantizar su crecimiento y, con ello, acorté significativamente el tiempo de espera.

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