"Bueno, creo que debo irme. Todavía tengo que convencer a Sprout para que no le diga nada a mis padres. Gracias por no hacerlo, por cierto."
"¡¿Quién dijo que no lo haría?! ¡Ahora, de hecho, tengo más razones para hacerlo!" Su voz destilaba resentimiento profundo e intenso, aunque menos que antes. Había logrado calmarla un poco y minimizar el daño, pero el malestar seguía latente.
"¿Las fotos de lo que hicimos?" pregunté, mientras sacaba de mi bolsillo un puñado de fotografías animadas gracias a la poción reveladora. Mostré una de ellas con cierto dramatismo.
"¿las fotos sobre lo que hicimos?" Dije entregando algunas fotos que se les aplico la pocion reveladora, haciéndolas moviles. Un clon invisible, equipado con una cámara, registró fotográficamente todo lo acontecido, de principio a fin.
Su rostro pasó de la incredulidad al horror en cuestión de segundos. No podía creer lo que veía. Esas imágenes no eran solo un recuerdo, eran un recordatorio de lo que había sucedido y, peor aún, de lo premeditado que podía parecer mi plan.
Con furia renovada, desgarro todas las fotos en su mano. Tomó su varita de la mesa, agitándola con un movimiento seco, y los pedazos comenzaron a arder hasta quedar en cenizas.
"Si quiere más copias, tendrá que pedirlas con antelación..." solté, mirando los trozos ardiente y luego observando cómo su sorpresa se transformaba en un tic furioso en el ojo.
"¡¿CÓMO...?!" gritó, con la voz temblando de ira, sin poder terminar su frase, que era un cuestionamiento tanto a mis acciones como a la situación en general.
"Le dije: no puedo perder a mi familia ahora. Estas fotos son mi seguro. Puede castigarme como quiera, pero mi familia no debe saber nada. Piénselo. Hoy les avisa, y mañana estas fotos están en la portada de todos los periódicos mágicos de mundo" Mi tono era calmado, pero lo suficientemente firme como para que entendiera que no era una simple advertencia.
"¡FUERA!" Me señaló con su varita, la ira desbordándose en su rostro, conteniéndose para no cometer homicidio.
Me giré lentamente, confiando en que no me lanzaría un hechizo por la espalda, y caminé hacia la puerta. Escuché cómo se desplomaba en su sillón con un suspiro pesado. Justo cuando mi mano alcanzaba la manija, su voz volvió a sonar, esta vez cargada de cansancio y amenaza.
"Los rumores deben terminarpara mañana o tendra que publicar esas fotos" Su voz sonaba cansada, rendida, pero al mismo tiempo, tan amenazadora como lo fue la mía, o quizás mas.
"Lo haré," asentí, sin darme vuelta. "Y no se preocupe, no pasó nada que realmente nos hiciera daño. Es una gran profesora y fue un honor para mí. No se castigue demasiado... Las fotos se las daré cuando me gradúe."
No alcancé a terminar la frase antes de que un libro volara en mi dirección. Logré esquivarlo y salí rápidamente de la habitación, cerrando la puerta tras de mí.
...
De allí me dirigí directamente a ver a la profesora Sprout, donde no ocurrio nada tan complicado. Por suerte, su carácter era mucho más compasivo y considerado. Tras explicarle que Minerva ya había acordado no decir nada, no puso demasiado problema en aceptar lo mismo.
Eso sí, la charla no fue precisamente corta. Me tocó escuchar un sermón que se sintió más maternal que profesoral, lleno de consejos sobre el sexo, el abuso de sustancias y otros temas. Pero hice lo mejor que pude para tranquilizarla, asegurándole que todo estaba bajo control y que lo ocurrido había sido un accidente. Finalmente, logré que aceptara no mencionar el tema de nuevo, ni siquiera con la profesora McGonagall, que fue algo que todos decidimos.
...
Durante la noche, el Gran Comedor estaba repleto, como siempre a la hora de cenar. Mis ojos se posaron en la mesa de los profesores, donde la profesora McGonagall revolvía su comida con una mirada perdida. Parecía un cadáver andante, completamente callada, lo que claramente preocupaba tanto a sus colegas como al director.
Me sentía un poco culpable por todo aquello. Quizá debería compensarla en el futuro, pensé. Pero eso sería para otro día. Ahora, había otros asuntos que atender.
Me levanté de mi asiento y me subí a la mesa, llamando la atención de todos con un par de fuertes carraspeos amplificados por un hechizo Sonorus.
"¡Cof! ¡Cof!"
El bullicio se detuvo al instante, y todos giraron hacia mí con miradas curiosas.
"Hola, hola, ¿me escuchan?" dije, asegurándome de que el hechizo funcionara y que todos en el comedor me prestaran atención. Las caras de desconcierto me daban la bienvenida, así que seguí: "Hola a todos, soy Red Weasley, por si hay algún despistado que aún no me conoce... aunque lo dudo, claro." Dije, sintiéndome un poco Lockhart
Los murmullos comenzaron a surgir entre los estudiantes, mientras susurros cruzaban las mesas como ráfagas de viento.
"Supongo que ya habrán escuchado los rumores... sobre mí y ciertas profesoras en la enfermería." Mi tono despreocupado hizo que los cuchicheos se intensificaran, y noté cómo McGonagall y Sprout se tensaban en sus asientos. McGonagall, en particular, parecía a punto de estallar en furia o llanto. "Y solo debo decir que... es cierto."
El silencio fue tan absoluto que se habría podido escuchar caer una pluma. Creo que incluso oí cómo McGonagall rompía su tenedor en dos con su mano. No quise dejar pasar mucho tiempo, no quería que empezara a llorar allí mismo.
"Y no solo con ellas," continué, fingiendo un aire conspirativo. "También con los demás profesores. ¿Aurora Sinistra? Claro que sí. ¿Flitwick? Por supuesto. ¿Hooch? Obvio. ¿Snape? Bueno, ¿cómo creen que mantengo mis buenas notas? ¡Incluso me acosté con el director para que me dejara organizar la fiesta de Halloween!" Hice una pausa teatral, señalando con un dedo acusador. "¡Todos se burlan, pero bien que disfrutan del sacrificio de mi cuerpo!"
El comedor entero explotó en un revuelo de exclamaciones y murmullos. Las expresiones de los estudiantes iban desde la incredulidad hasta la carcajada contenida, mientras los profesores me miraban con una mezcla de horror y estupefacción.
"¡Oh, vamos! ¿En serio creen eso?" exclamé con fingido desprecio, mirando a todos con desdén. "¿Pensaron que hablaba en serio? ¿Qué les pasa? ¿Son ciegos o simplemente estúpidos? ¡¿Me creyeron cuando dije que tenía sexo con Snape?! Nadie está tan enfermo."
Ese comentario arrancó carcajadas de las mesas de estudiantes, aunque no tanto de Snape, cuya mirada asesina podía sentirse desde la distancia.
"Todo son patrañas," continué, alzando los brazos en un gesto dramático. "Y al que diga lo contrario, puede morderme el trasero... bueno, como dije antes, solo chicas." Hice una pausa para recalcar la burla. "No, no tengo relaciones con ningún profesor. Así que dejen de decir estupideces. Tengo una hermosa novia, a la que no engañaría por mejores notas... al menos no sin conseguir también buenas para ella."
Las risas en las mesas aumentaron, mientras Hermione, desde su asiento, estaba roja como un tomate. Era evidente que se contenía con todas sus fuerzas para no lanzarme algo a la cabeza y obligarme a sentarme de una vez.
"¿Pero y lo que pasó en la enfermería...?" preguntó una voz que apenas se distinguía entre el murmullo general.
Al estar atento, pude identificarla fácilmente. Allí estaba, la chica que probablemente había iniciado todo este lío.
"Ah, tú eres la que estaba en la camilla al lado de la mía, ¿verdad?" dije, señalándola con un dedo. La chica se sobresaltó al darse cuenta de que la había notado, y más aún cuando todas las miradas se clavaron en ella. Asintió tímidamente. "¿La que parecía estar delirando despierta?"
"¡¿Qué?! ¡Yo no...!" respondió rápidamente, alzando las manos en defensa.
"Está bien, tranquila, no es un insulto ni nada parecido." Intenté calmarla con un gesto conciliador. "Pero creo que sé por qué piensas que viste lo que viste."
Miré al resto del comedor, aprovechando el drama para captar la atención de todos.
"Lo entiendo, mi fiesta fue legendaria. Demasiado, diría yo. Tanto que mandó a varias personas a la enfermería." Las risas tímidas comenzaron a surgir entre las mesas. "No es raro que alguien haya metido alcohol sin que nos diéramos cuenta, y tampoco sería la primera vez que alguien confundiera vasos y terminara... bueno, un poquito afectado. Lo suficiente como para acabar en la enfermería."
"Pero yo fui porque me lastimé la rodilla..." dijo la chica, intentando justificarse, aunque claramente intimidada por las miradas.
"Claro, claro. Pero ahí, en tu estado... ¿qué viste exactamente?" Continué con una sonrisa burlona. "Porque, según los rumores, parece que soy un cascarón vacío lleno de... bueno, ya saben. Además de que, aparentemente, hago tríos en la enfermería. ¿De verdad crees que eso fue lo que pasó?"
La chica parecía empezar a dudar de sus propias palabras.
"Tranquila, no te juzgo. Es normal soñar despierta y confundir la realidad. Que no se diga que nunca he intentado comerme mi almohada o que me he enfadado con alguien por un sueño." El tono autodespectivo y burlón arrancó más risas entre los estudiantes.
"Yo no... yo..." balbuceó la chica, claramente desconcertada.
"Está bien," dije, levantando las manos en señal de rendición. "Para que nadie se quede frustrado, atacado o sin respuestas, les diré la verdad. Lo que pasó esa noche... sí, fui a la enfermería con nuestras queridas profesoras, pero no por lo que ustedes piensan."
Hice una pausa dramática, observando cómo todos se inclinaban hacia adelante, expectantes.
"Verán, me quedé limpiando la guarida después de la fiesta. Entre las cosas que recogí, había algunos productos que no se usaron... y bueno, no voy a entrar en detalles, pero algo explotó. Terminé en la horrible situación de tener una aguja atravesando mi pene."
Un silencio sepulcral llenó el comedor. La mayoría de los chicos se retorcieron en sus asientos, cruzando las piernas con expresiones de puro horror.
"Sí, un accidente trágico," continué con solemnidad. "Y las profesoras, viéndome caminar como un pingüino para no empeorar las cosas, me acompañaron a la enfermería en un acto de absoluta bondad."
Los murmullos empezaron a resurgir, con miradas cruzándose entre los estudiantes y los profesores. McGonagall y Sprout sabían perfectamente que estaba mintiendo, pero ninguna dijo nada. McGonagall parecía menos dolida, quizás incluso agradecida por mi esfuerzo, y Sprout parecía sinceramente conmovida por mi sacrificio.
"Si alguien se lo pregunta, sí, ahora estoy bien." Alcé la voz con orgullo. "Madam Pomfrey es una verdadera artista de la reconstrucción genital. De hecho, ahora se ve mucho más grande y hermoso."
Una risa incómoda recorrió las mesas, mientras yo miraba a los demás chicos con una expresión altiva.
"Así que ya saben, dejen de inventarse rumores raros sobre nuestras queridas profesoras. Por Merlín, son las mejores personas. Tenemos la suerte de tenerlas como maestras. ¡Y si algo como eso fuera a pasar, al menos esperen a que nos graduemos! Si Hermione llega a romperme el corazón para entonces... bueno, quizá sí podría consolarme en los brazos de alguna de ellas."
Las carcajadas estallaron, aunque Hermione, roja como un tomate, me fulminaba con la mirada. No me quedó más remedio que sentarme para evitar que me lanzara algo a la cabeza.
El comedor recuperó su ambiente animado, y tras mi discurso, ya nadie parecía tomarse en serio el rumor, ni siquiera quienes querían creerlo. Mi misión estaba cumplida.
Sin embargo, las cosas no se calmaron del todo. Durante la semana siguiente, la profesora McGonagall no asistió a sus clases y se mantuvo encerrada en su despacho. Sus colegas estaban preocupados, pero nadie pudo sacarle información sobre lo ocurrido. Quienes lograron hablar con ella notaron que no estaba bien.
En secreto, yo me aseguré de que no le faltara nada. Le envié desayunos, almuerzos y cenas con notas de ánimo incluidas. No me atreví a enfrentarla directamente, pero esperaba que esos pequeños gestos pudieran ayudarla a recuperarse.
---///---
patreon.com/Lunariuz