En la entrada de la sala común de Gryffindor, Ginny esperaba frente al retrato de la Dama Gorda, observando con paciencia a que alguien entrara y saliera. Después de unos 15 minutos, finalmente se abrió el retrato, y Dean Thomas salió.
"Necesito ver a mi hermano," dijo Ginny con un tono serio, quizás incluso intimidante, antes de entrar directamente, sin esperar respuesta.
Dean se quedó sorprendido y confundido, pero todo ocurrió demasiado rápido como para reaccionar. Dentro de la sala común, algunos Gryffindors alzaron las cejas al ver una prenda verde cruzar el umbral de su territorio, aunque la intriga se disipó al notar el distintivo cabello rojo de Ginny. Los Weasley, después de todo, eran prácticamente huella imborrable dentro de Gryffindor: Bill, Charlie, los gemelos... todos habían sido figuras destacadas. Así que, aunque poco habitual, la presencia de Ginny no generó mucho alboroto cuando se supo que estaba buscando a sus hermanos.
Después de preguntar aquí y allá, descubrió dónde estaba su objetivo. Le pidió a uno de los estudiantes que lo llamara mientras esperaba en la sala común. Observó cómo un grupo de alumnos mayores que gritaban algo sobre precios por prendas era rodeado por estudiantes más jóvenes; aparentemente, un comercio improvisado relacionado con disfraces.
Preguntando un poco aqui y alla, supo done estaba su objetivo, y le pidio a alguien que lo llamara. Espero un rato en la sala comun vineod como algunos alumnos mayores estaba reuniedos y siendo rodeado por otros alumnos de años menortes, gritando algo sobre un precio por prenda o algo asi.
No pasó mucho tiempo antes de que Ron bajara, seguido por Harry. Ambos parecían ocupados y algo alterados. Ron, en particular, estaba de mal humor; estaba desesperado por conseguir un disfraz para la próxima fiesta, pues no creía que su hermano le dejara entrar sin uno, ni por ser hermanos, pero no tenía dinero para pagar una transfiguración realizada por los mayores. Su orgullo le impedía recurrir a Percy o a los gemelos, aunque sabía que ellos serían su último recurso. Claro, si pedía ayuda a Fred y George, seguramente tendría que pagar un precio que lamentaría más tarde.
"¿Qué quieres, Ginny?" preguntó Ron, con tono molesto. "No deberías estar en la sala común de otras casas."
"Hola, Harry," saludó Ginny, ignorando a su hermano y centrándose en su verdadero objetivo. "¿Tienes tiempo para hablar?"
"Eh... sí, supongo," respondió Harry, desconcertado por la inesperada interacción.
"Ginny, estamos ocupados..." Ron trató de interrumpir, molesto por la distracción. Necesitaba la ayuda de Harry para resolver su dilema del disfraz.
Ginny, visiblemente harta, metió la mano en su bolsillo, sacando un puñado de monedas cobrizas y plateadas, y las empujó en las manos de su hermano.
"Aquí tienes. Ahora, ¿podrías dejarnos un momento a solas? Necesito hablar con Harry."(Ginny)
Ron miró las monedas en su mano, sorprendido. Ginny sabía que él había estado observando con envidia a los estudiantes que negociaban sus disfraces con los mayores, y esta era su forma de deshacerse de él. Tras un breve momento de duda, Ron sonrió ampliamente.
"Gracias, Ginny. Harry, te dejo con ella. ¡Tengo que conseguir un disfraz!" Y, con esa sonrisa en el rostro, se alejó rápidamente hacia el bullicio. Tal vez su alegría desaparecería si supiera que el dinero que Ginny le dio era apenas un sobrante para ella, quien, gracias a Red, vivía prácticamente como una mujercita rica.
"Harry, ¿hay alguien más en tu dormitorio?" preguntó Ginny en voz baja.
"No... todos están aquí," respondió Harry, señalando al grupo de estudiantes reunidos en un rincón, ahora también con Ron incluido.
"Bien. Vamos," dijo Ginny con firmeza, tomando a Harry de la mano y llevándolo hacia los dormitorios. No tenía idea de dónde estaban exactamente, pero solo quería alejarse de la multitud.
Algunos estudiantes vieron la escena y lanzaron silbidos burlones mientras ambos subían. En el pasado, los hermanos de Ginny habían mencionado en tono de broma que ella estaba obsesionada con Harry, lo que fácilmente llevaría a pensar ciertas cosas por lo que se acaba de ver. Sin embargo, los espectadores no podían estar más equivocados en cuanto a la "suerte" del niño que sobrevivió.
Ginny, guiada por Harry —aunque en realidad era ella quien lo arrastraba con determinación—, llegó al dormitorio de los chicos. Una vez dentro, cerró la puerta detrás de ellos, asegurándose de que quedaran completamente solos. El dormitorio tenía varios detalles que podían llamar la atención, pero Ginny no estaba allí para analizar las particularidades de un espacio habitado por adolescentes. Tenía asuntos más urgentes en mente.
"He oído que tienes una capa de invisibilidad, una muy buena" comenzó Ginny con una expresión seria e intimidante, aún más intensa que antes.
Harry parpadeó, cada vez más desconcertado. Ser arrastrado hasta aquí, el tono de Ginny y su actitud... todo era inusual. Sin embargo, confiaba en los Weasley, así que decidió cooperar.
"Sí," respondió lentamente.
"Necesito que me la prestes hasta mañana," dijo Ginny, sin perder su firmeza.
"¿Qué?" preguntó Harry, ahora completamente confundido.
"Que me la prestes. Si necesitas dinero o algo, te lo daré, pero la necesito hoy mismo. Es urgente." Su tono era frío, monótono, y su semblante no mostraba ninguna intención de negociar.
"Eh... claro," respondió Harry, con cierta vacilación. No le gustaba la idea de prestar la capa, especialmente porque era una reliquia de su padre. Pero la mirada de Ginny era... diferente. Algo le decía que un "no" no era una opción. Además, era una Weasley; si había alguien en quien podía confiar, era en ellos. Ya lo había hecho el año pasado con Red, así que, ¿por qué no ahora?
Harry se dirigió a su baúl, revolviendo entre sus cosas hasta encontrar la capa. Aunque algo reticente, la entregó a Ginny, quien la tomó con firmeza. Estudió la textura del tejido y luego la probó, cubriendo su brazo para ver el efecto. Finalmente, se envolvió completamente, observando cómo desaparecía ante sus propios ojos. Asintió satisfecha, quitándosela para doblarla cuidadosamente y guardarla en su bolso, ocultándola con precisión.
"Bien. Gracias," dijo Ginny con seriedad, antes de fijar sus ojos frios como la muerte en Harry con una intensidad que lo puso en alerta. "Pero tengo que advertirte algo."
"¿Advertirme?" preguntó Harry, todavía confundido.
"Nadie, y digo nadie, debe saber que me la prestaste. Mucho menos mis hermanos." Su tono era frío y cortante, y su mirada tenía un brillo inquietante que atravesaba a Harry como un cuchillo.
"¿Eh... está bien?" respondió Harry, incómodo.
"¡Lo digo en serio!" exclamó Ginny de repente, sacando su varita con una rapidez asombrosa. Antes de que Harry pudiera reaccionar, la punta de la varita ya estaba contra su cuello, obligándolo a levantar la barbilla. "¡Nadie lo sabrá! Y si alguien lo descubre, tendrás que preocuparte por algo más que una cicatriz en la frente, ¿me entiendes?" Su voz era grave, su tono amenazante, y sus ojos mostraban una indiferencia a la vida aterradora.
"¡Sí! ¡Entendido!" exclamó Harry, asustado como pocas veces en su vida. El miedo se apoderó de él, completamente seguro de que Ginny iba a hacerle algo horrible.
Sin decir más, Ginny guardó su varita, se dio la vuelta y salió rápidamente del dormitorio. Su andar era veloz, pero discreto, dejando atrás a un Harry que se desplomó sobre la cama, sosteniéndose el cuello con una mano mientras el sudor frío recorría su frente. No tenía idea de cómo reaccionar o qué hacer ante lo que acababa de ocurrir.
...
Aunque más complicado de lo que había planeado y en una escala mucho mayor, la fiesta estaba resultando ser algo bueno.
La guarida, por primera vez, había admitido a estudiantes varones además de mí, y lo hizo a gran escala. Para ello, antes de que comenzara la fiesta, me aseguré de cerrar cuidadosamente las áreas donde no quería que nadie entrara, dejando únicamente disponible la sala principal. Esta sala, por cierto, estaba bellamente decorada, lista para recibir a todos los invitados.
Lo mejor de haber invitado a todo Hogwarts a la fiesta fue, sin duda, los disfraces. No hubo mucho tiempo para prepararlos, así que la mayoría improvisó, lo que resultó en una variedad sorprendente. Eso sí, debo admitir que este evento fue una pequeña mina de oro para algunos alumnos mayores, quienes, con algo de ingenio, comenzaron a cobrar unas cuantas monedas por transfigurar disfraces de último momento.
Me aposté en la puerta para recibir a los invitados, y no faltaron las risas y las sorpresas. Las chicas, por lo general, no tenían problema alguno: simplemente entraban, elegían algo del vestuario que había preparado especialmente para esta noche, y listo. Gasté un poco de dinero en el mercader para abastecerlo con disfraces bonitos, y debo decir que valió cada moneda. Los trajes eran impresionantes, y al ser lucidos por chicas igualmente hermosas, el resultado era aún mejor. Por un momento me pregunté si había sido una buena idea abrir la fiesta a todos y no monopolizar para mí a todas estas chicas encantadoras.
Por otro lado, estaban los chicos. Sus disfraces, en su mayoría, resultaban más graciosos que impresionantes. Algunos lograron resultados decentes, pero muchos otros... bueno, fueron tristemente creativos. Quienes tenían habilidades mágicas hicieron cosas bastante interesantes en poco tiempo; sin embargo, los demás recurrieron a lo que pudieron. Entre los más memorables, había una momia que parecía más un paciente con quemaduras graves, un "inferi" que parecía un vagabundo, y un chico que simplemente se puso algo en la frente, se vistió de blanco y dijo ser un unicornio.
Después llegaron los profesores, a quienes recibí con la mayor cortesía. Muchos de ellos lucían disfraces bastante elaborados, y no escatimé en cumplidos por sus atuendos. A su vez, me saludaron amablemente y me felicitaron por la organización de la fiesta. No puedo negar que esas palabras de agradecimiento, viniendo de ellos, me hicieron sentir bastante orgulloso.
Sprout fue bastante creativa, disfrazándose como una dríade. De su ropa brotaban enredaderas floreadas y otras plantas que la rodeaban. Si tuviera una mejor figura, quizás mi mirada habría tenido dificultades para apartarse de su atuendo. Me pregunto si debería ayudarla a recuperar su antiguo esplendor...
Aurora Sinistra, profesora de Astronomía, lucía un vestido que parecía estar compuesto por un cielo estrellado. Era elegante y hermoso, y sospecho que más que un disfraz, era un vestido formal reutilizado para la ocasión. Pero, sinceramente, le quedaba espectacular.
Charity Burbage, profesora de Estudios Muggles, llevaba un atuendo muggle femenino de hace unas décadas. Fue un detalle divertido y temático, aunque sencillo.
Hagrid, como siempre, se robó algunas risas con su disfraz de Santa Claus, un atuendo que, según nos dijo, descubrió por accidente hace años. Su barba estaba teñida de blanco, y llevaba un gorro y ropa navideña de color verde, que además era ideal para el frío de la noche. Complementó su disfraz con un saco al hombro. Aunque, para nuestra desgracia, los conocedores pronto descubrimos que ese saco no era parte del disfraz, sino su forma de traer los temidos pastelillos de roca como aportación a la comida de la fiesta.
Flitwick optó por algo sencillo, un disfraz de sátiro. Llevaba unos pequeños cuernos en la cabeza, una cola que salía de sus pantalones, y había encantado sus pies para que sonaran como pezuñas al caminar. Ingenioso y efectivo.
Lockhart, fiel a su estilo extravagante, apareció vestido como un hada masculina. Su atuendo era colorido, brillante y exagerado, justo como él. Aprovechó la ocasión para mencionar sus múltiples invitaciones a fiestas, pero decidí ignorar su comentario y seguir con mis asuntos.
McGonagall... bueno, admito que le envié un traje de gatúbela, quizás demasiado atrevido. Quería verla con el cuero ajustado, los tacones de aguja y el maquillaje felino. Sin embargo, ella solo usó las orejas y la cola, dejando el resto del traje de lado. Me lanzó una mirada severa antes de entrar, y aunque fue una verdadera lástima, sigo creyendo que con un pequeño esfuerzo podría deslumbrar con su elegancia, a pesar de sus años.
Snape, como era de esperarse, entró vestido con su atuendo habitual y una expresión que dejaba claro que estaba allí contra su voluntad. Ni siquiera intentó disimularlo.
Otros miembros del personal también aportaron a la atmósfera festiva: Septima Vector estaba disfrazada de banshee; Kettleburn, de quimera; y Filch llevaba sobre la cabeza un de disco mordedor con colmillos como sombrero, mientras que la Señora Norris lucía una bufanda pintada con cascabeles para complementar. Cada uno aportó su toque único, aunque algunos más acertados que otros.
Seguí recibiendo invitados hasta que llegó el último al que esperaba recibir personalmente: el director. Después de esto, tendría que ocuparme de mantener la fiesta en orden y asegurarme de que el espectáculo se desarrollara como estaba planeado.
"Buenas tardes, señor Weasley" dijo el sonriente director, apoyándose en un bastón. "Gracias por el disfraz de Merlín; me queda bastante bien y me ha ahorrado el trabajo de conseguir uno." Mientras hablaba, exhibía orgulloso su túnica y sombrero grises, que yo mismo había enviado para esta ocasión.
Tuve que contener la risa y limitarme a asentir con cortesía, aparentando ser lo más amable posible. Ese no era un disfraz de Merlín, aunque su confusión era comprensible. La verdad es que llevaba un disfraz de Gandalf, uno que solo un anciano con una barba tan majestuosa como la de Dumbledore podía lucir a la perfección.
Tras darle paso, me fui de la puerta y me prepare para dar inicio oficialmente a la fiesta. Ahora comenzaba la verdadera diversión.
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