Chereads / Harry Potter: Red Weasley El Extraño Mago Rojo / Chapter 226 - 222) Gran Batalla en el Callejón Diagón

Chapter 226 - 222) Gran Batalla en el Callejón Diagón

Los hechizos fueron bloqueados o repelidos, aunque mantener la barrera con tantos ataques nos exigía bastante. Aun así, logramos salir ilesos antes de disiparla, ya que consumiría demasiada energía si la manteníamos activada por mucho tiempo.

"No creo que quieran seguir con esto. No beneficiará a nadie," dije en voz alta, para que todos pudieran escucharme.

"¡Detengan a ese loco, ha atacado a personal del Ministerio!" gritó el irritante hombre a los aurores, acompañado por otros individuos que, a juzgar por sus vestimentas, no eran aurores.

Reconocí varios rostros conocidos entre ellos, algunos de los cuales parecían dudar ante sus órdenes. Sin embargo, las órdenes eran órdenes. Los aurores miraron a sus compañeros heridos en el suelo y, sin cuestionar si éramos culpables o inocentes, levantaron sus varitas contra nosotros.

"Parece que esto no terminará pacíficamente. ¿Lista para una gran jugada, mi amor?" Le sonreí a Tonks.

"Esto va a ser demasiado fácil," respondió Tonks con confianza. Aunque sabía que sería difícil por su número, no mostraba el menor temor.

"Bien, chicas, ustedes quédense adentro. Si quieren ayudar, ataquen desde las ventanas. Y no quiero muertos, ni de su lado ni del mío," dije a las mujeres lobo, mientras estiraba mis hombros y muñecas.

"¡Ríndanse!" exigió uno de los aurores, quien parecía ser un verdadero líder, no como los otros.

"Lo siento, pero tengo que defenderme cuando me atacan," respondí, inclinándome ligeramente en un gesto teatral mientras susurraba suavemente: "Nebulus."

La niebla se expandió rápidamente desde mi posición, cubriendo el área. Los aurores reaccionaron al instante, lanzando hechizos contra la bruma, mientras algunos intentaban disiparla. Los rayos de sus hechizos atravesaban el humo sin obtener respuesta, aumentando su ansiedad. Aunque no podía mostrar con Tenebrios una de mis mayores fortalezas, la magia de sangre, para no revelar mi identidad, eso no me impedía potenciar mis hechizos con ella, logrando que la niebla se mantuviera firme.

Los aurores detuvieron su ataque, esperando alguna señal, listos para defenderse o reanudar el combate. Todos miraban la entrada de mi tienda, aún envuelta en niebla, confiando en que su ataque hubiera surtido efecto. Entonces escucharon una leve voz que pronunciaba palabras. Aunque sonaba suave, llevaba consigo un aura aterradora.

"Sfyrí mou hē mageía ákmon dè hē gē: seismós."(Tenebrius)

La voz débil y resonante los hizo reaccionar; comenzaron a atacar de nuevo en un intento preventivo, pero en el momento en que terminé el conjuro y apunté mi varita al suelo, todos perdieron de vista su objetivo. Una onda de impacto se extendió por el suelo, haciéndolo temblar y lanzándolos a todos varios centímetros en el aire, logrando que muchos cayeran al suelo.

Fue en ese instante que la cohesión de los aurores se quebró, y desde la niebla emergieron varios hechizos hacia ellos.

"Incarcerus."

"Petrificus Totalus."

"Stupefy."

"Depulso."

Varios de los aurores, vulnerables por la sorpresa y la confusión, fueron incapacitados antes de que la mayoría pudiera recomponerse y reanudar la batalla.

Dos figuras se movían a través de la niebla, ya casi disipada, avanzando entre los aurores.

"Muéstrenme si son dignos de enfrentarse a mí," grité, llamando su atención y convirtiéndome en un blanco evidente.

Una serie de hechizos fue dirigida hacia mí, pero los esquivé rápidamente mientras levantaba una barrera de protección, sonriendo, ya que no era yo de quien debían preocuparse. Solo era una distracción. Tonks, quien había adoptado la apariencia de uno de los aurores caídos dentro de la tienda, se infiltró en una posición central entre varios de ellos y, entonces, levantó su varita.

"Metéora sidera bréchei" conjuró. El polvo del suelo comenzó a elevarse en torno a la punta de su varita y se transformó en astillas de metal que explotaron con fuerza en todas direcciones.

La explosión de astillas fue devastadora para los aurores cercanos, quienes fueron golpeados y lanzados hacia atrás contra sus compañeros. Este era un hechizo excelente contra grandes grupos, aunque también peligroso para aliados, ya que no distinguía entre enemigos y amigos y lanzarlo sin que tus compañeros sean consientes de eso era un gran error.

Aprovechando la distracción creada por el ataque de Tonks, reanudé el ataque, lanzando una ola de fuego hacia ellos antes de moverme a otra posición para seguir atacando. Tonks y yo teníamos una excelente coordinación tácita, y fácilmente nos reunimos y retrocedimos hacia el negocio. Allí continuamos defendiendo y atacando, ella cubriéndome mientras yo preparaba otro de nuestros hechizos bélicos a gran escala, listos para seguir combatiendo en conjunto.

Esos hechizos que aprendimos en la guerra resultaban ahora bastante útiles, enfrentándonos a grandes números. Sin embargo, sus deficiencias eran evidentes, así como las razones por las que no perduraron hasta nuestros días. Eran largos y tediosos, tanto en los movimientos de varita como en la conjuración, además de requerir un alto consumo de energía. Si no fuera porque estaba usando mi magia de sangre como un sustituto de magia y contaba con una reserva mucho mayor que la de los magos comunes, no podría mantener este ritmo. Por eso, era yo quien principalmente los utilizaba, mientras que Tonks se enfocaba en los hechizos actuales la mayor parte del tiempo.

La intensidad de nuestra lucha atrajo demasiada atención y pronto llegaron más aurores y otros individuos. La presión sobre nosotros creció, pero en lugar de detenernos, nos impulsaba a usar magia cada vez más poderosa, aunque peligrosa. Tonks y yo nos volvíamos más salvajes, con heridas visibles en nuestros cuerpos, pero aún luchando. Creo que ver las heridas en el cuerpo de Tonks me hacía perder la razón cada vez más, activando la [Ira] involuntariamente.

"Que el manto de Atón me cubra, sus llamas purificarán a los impuros; el fuego divino quemará esta tierra" conjuré, pronunciando un hechizo de origen egipcio, uno de los pocos que había aprendido. Era como una versión arcaica del Protego Diabólica, aunque las llamas tenían un color más natural, quizás mas amarillento, y el fuego me rodeaba como un manto, haciéndome parecer envuelto en llamas. De hecho, creo que este hechizo probablemente derivaba de una versión aún más antigua centrada en el fuego de Ra.

Cubierto de fuego y con una figura aterradora y casi sagrada formándose sobre mí, me convertí en un blanco aún más visible. Con movimientos de varita, lanzaba lenguas de fuego que se extendían, quemando a varios enemigos. La lucha se volvía cada vez más brutal; aunque mi movilidad era menor, causaba mucho más daño.

En medio de todo esto, no me di cuenta de que varios conocidos habían llegado, atraídos por el alboroto. Principalmente Fudge, quien apareció con más hombres y ordenó que me detuvieran. Sin embargo, también apareció Moody, con una expresión llena de rabia.

"¡Chico! ¿Te has vuelto loco? ¿Qué estás haciendo?" gritó el anciano paranoico desde la distancia.

"¡Hola, Moody!" respondí, sin dejar de lanzar fuego sobre los aurores. "Solo estoy acabando con una insurrección."

"¡¿Qué insurrección?!" preguntó, entre furioso y confundido.

"Esta. ¿No ves? ¡Nos están atacando!" respondí, algo agitado mientras esquivaba y quemaba los ataques que me lanzaban.

"¡DETENTE YA!" gritó Moody, sacando su varita.

"¡Tenebrius, detente!" gritó Amelia, quien también había llegado.

"Lo siento, pero no puedo. Hay mucha gente aquí que quiere matarme, y si les doy la oportunidad, lo harán. No puedo detenerme hasta que ellos se detengan," respondí.

"¡Paren todos!" ordenó Moody. "¡Bajen sus varitas!" creyendo que yo me detendría si los demás lo hacían, para intentar descubrir qué estaba ocurriendo.

"¡Sigan atacando! No deben darle oportunidad de escapar," gritó Fudge.

"¡Ministro!" se volvió Moody, molesto. "¿Qué está haciendo?"

"No debemos dejar que este criminal se salga con la suya; debemos acabarlo," respondió Fudge, ordenando continuar el ataque.

"Detenga esta pelea," exigió Moody, irritado, especialmente al ver la cantidad de heridos entre sus hombres.

"Ministro, debe detener esto," dijo también Amelia.

"No puedo hacerlo. Esta persona es un criminal muy peligroso; mire lo que ha causado. Debe ser detenido ahora mismo, sin darle ninguna oportunidad de escapar" insistió Fudge, desde una posición segura, protegido tras la fuerza de combate.

"¡FINITE INCANTATEM!" se escuchó una voz poderosa, y una onda de magia recorrió el lugar, deteniendo todos los hechizos, incluyendo mi manto de Atenatón, aunque con cierta dificultad.

Todos se detuvieron, reconociendo esa voz y girándose hacia su dueño. Dumbledore, con la varita de la muerte en mano, acababa de lanzar un hechizo a gran escala y ahora avanzaba lentamente hacia el centro de la escena. Nadie alzó sus varitas, ni siquiera yo; el lugar volvió a una calma repentina que aproveché para ver el estado de Tonks.

La abracé, notando su debilidad y su piel pálida, con sangre fluyendo de uno de sus costados. Rápidamente, empecé a usar hechizos y pociones para sanarla, junto con mi magia de sangre para curar sus heridas, que eran difíciles de tratar por la influencia mágica.

"¡Dumbledore!" exclamó Fudge, sorprendido. "Qué bueno que has llegado; ahora no tenemos de qué preocuparnos. ¡Detén a ese loco! Debe ir a Azkaban por todo lo que ha causado," gritó altivamente, señalándome. Pero Dumbledore no respondió; solo observaba los resultados de la batalla.

"¿Qué demonios está pasando aquí, chico?" me gritó Moody, acercándose con su inconfundible pata de palo resonando en cada paso.

"Como dije, detuve una insurrección del Ministerio. Hay rebeldes," respondí con firmeza.

"Delirios. No hay ninguna insurrección, solo él atacando a nuestro personal," replicó Umbridge, apareciendo detrás de Fudge. "Claramente está loco, debe ser detenido."

"Explícate, chico. Y más te vale que sea una buena explicación," dijo Moody, apuntándome con su varita, no para lanzar un hechizo, sino como una advertencia.

"Es tal como lo digo. El Ministerio alberga rebeldes peligrosos, están causando caos," repetí en voz alta, lo suficiente para que los civiles cercanos escucharan. "Vinieron a mi negocio, intentando arrestarme sin razón alguna."

"¿Arrestarte?" preguntó Amelia, acercándose con una mirada preocupada pero desconfiada, observando los heridos. Parecía querer conocer la verdad, sin querer creer que yo fuese un psicópata o algo peor; ella deseaba confiar en mí como siempre.

"Claramente merece ser arrestado," gritó Fudge, ansioso. "Mira todo lo que ha causado. Cualquier crimen que hayas cometido queda empequeñecido por la resistencia y el daño que provocaste. ¡Arrestenlo!"

"¡Alto!" ordenó Moody, deteniendo a sus hombres sin importarle molestar a Fudge. "¿Por qué te estaban arrestando?"

"Porque querían y podían," respondí. "Vinieron con la excusa de que estaba acusado de uso ilegal de trasladores e intentaron arrestarme. Pero no soy idiota. Trabajé como auror temporal en el Ministerio el tiempo suficiente para conocer el procedimiento. Esas acusaciones sin pruebas implican una citación y, luego, una investigación. No pueden arrestarme directamente sin la aprobación del jefe de los aurores, tu, o del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, Amelia. Sabía bien que si se tratara de un arresto legítimo, habrías venido tú mismo. Esto claramente no era así, y por eso lo llamo insurrección: personal del Ministerio quebrantando sus propias leyes."

"¡Calumnias!" gritó Umbridge, mirándome con desprecio. "Claramente intentas librarte de tus actos criminales. No tienes pruebas de lo que dices. Atacaste a nuestro personal, y ahora buscas justificativos para cubrir tus crímenes. ¿De qué otra manera explicas tantos heridos?"

La gente observó los destrozos a su alrededor, volviéndose hacia mí con miradas acusatorias. Pero entonces saqué un pergamino y se lo entregué a Moody. Era el mismo que el imbécil que me enfrentó al principio me mostró y dejó caer cuando Tonks provocó esa explosión.

"Aquí tienes las pruebas." Dije entregando el pergamino.

Moody tomó el pergamino y comenzó a leer, su expresión volviéndose cada vez más severa.

"¡¿Quién aprobó esto?!" gritó, indignado. "¡Esta orden de arresto no pasó por mí! ¡¿Quién lo aprobó?! ¡¿Quién dio esta orden?!" exclamó, buscando al culpable que se atrevió a ignorar su autoridad.

"El que lo trajo fue... ese de ahí," señalé a un hombre en el suelo, respirando con dificultad y con medio rostro quemado.

Moody se acercó a él y lo reconoció, su confusión visible entre la ira.

"¿Valiz? Él ni siquiera pertenece al departamento de trasladores... ni siquiera a los aurores o departamento de aplicación de la ley" murmuró, mirándome con dudas.

"Fue él quien vino a mí. Si quieres, puedo señalar a los que lo acompañaron para que los interroguen. También tengo varios testigos visuales de que él lideraba a los aurores y que fue el primero en atacar. Yo solo me defendí. Por eso digo que hay rebeldes infiltrados en el Ministerio, usando su poder para atacar pequeños negocios honestos como el mío, quién sabe por qué. Incluso puede que la mente maestra ocupe un alto cargo en el Ministerio," dije tranquilamente, mientras Fudge empezaba a sudar nerviosamente.

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1er Capítulo Adicional

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