Chereads / Harry Potter: Red Weasley El Extraño Mago Rojo / Chapter 227 - 223) Investigación sobre Trasladores Ilegales

Chapter 227 - 223) Investigación sobre Trasladores Ilegales

"¡Quiero a todos los que hayan venido con Valiz aquí, ahora mismo!" gritó Moody, con tono amenazador. "¡No me hagan ir a buscarlos yo mismo!"

Varios aurores se miraron entre sí, inquietos. Finalmente, algunos de ellos caminaron hacia Moody, cabizbajos. Pronto, tres personas estaban de pie frente a él.

"¿Son todos ustedes?" preguntó, su ojo mágico moviéndose entre ellos y los demás presentes.

"Bueno..." murmuró uno, mirando al grupo de aurores heridos en el suelo, que sus compañeros atendían de manera provisional. "Éramos diez..."

Moody resopló, irritado, mirando el estado de los heridos, y luego me lanzó una mirada de reproche. Me encogí de hombros, aún concentrado en atender a Tonks, que ya estaba medianamente bien, aunque se había quedado dormida en mis brazos.

"No importa. Más les vale explicarme bajo qué permiso acompañaron a Valiz a un arresto que ni siquiera estaba debidamente autorizado," exigió Moody.

Los aurores intercambiaron miradas nerviosas, desviándolas hacia algunos de los acompañantes de Valiz que no eran aurores y que, en ese momento, se encontraban cerca del séquito del Ministro de Magia. Al ver que el Ministro los miraba fijamente, palidecieron, conscientes de que no podían decir la verdad sin poner en peligro sus propias vidas.

"Fue un... descuido," dijo uno de ellos con voz tensa. "Nuestro error."

"¡Cállense!" espetó Moody, irritado. Alguien como él podía notar fácilmente hacia dónde habían dirigido sus miradas; sabía lo complicado de la situación y que sus hombres no eran responsables directos. "Todos ustedes, lleven a sus compañeros heridos a San Mungo. Al llegar, soliciten medimagos que puedan venir aquí para atender a quienes no puedan ser trasladados," ordenó con firmeza.

"No pueden dejar que se vayan," intervino Fudge, irritado. "Primero deben arrestar a ese criminal," dijo, señalándome.

"No me toques las narices, Fudge," respondió Moody, perdiendo la paciencia y hablándole de forma vulgar e irrespetuosa. "Mis hombres vinieron aquí siguiendo órdenes de alguien que ni siquiera tiene la autoridad para darlas. ¿Quieres arrestar a la víctima? ¿Quieres dañar aún más la reputación del Ministerio?" Habló en voz alta para que todos los civiles lo oyeran, dejando claro que estaba harto de Fudge y sus juegos políticos.

"Tú..." Fudge se quedó sin palabras, molesto, imaginando que en cuanto volviera al Ministerio buscaría despedir a Alastor. Hacía tiempo que pensaba en ello, pues consideraba que el viejo auror era demasiado paranoico y que su actitud afectaba a todos los demás, como cuando atacaba a cualquiera que hablaba en voz alta cerca de él. "No importa por qué vinieron. Mira a tu alrededor, ¿de verdad crees que puede salir impune después de causar tantos heridos?"

"Fue todo en legítima defensa," añadí con firmeza.

"Patrañas," replicó Umbridge con desdén.

"Nadie murió," aclaré. "Solo me defendí cuando me atacaron, incluso siendo superado en número varias veces. No tenía otra opción. Personal del Ministerio apareció de la nada y atacó sin compasión; no podía quedarme quieto y morir. Mi compañera resultó herida en todo esto, no somos más que víctimas atacadas sin piedad por un grupo grande y poderoso. Estábamos indefensos." Al decir esto, los presentes me miraron, incrédulos, observando el caos que se extendía por el campo de batalla sin aceptar en lo mas mínimo que estuviéramos 'indefensos'. "Incluso cuando solicité un alto el fuego, ellos no se detuvieron, porque el Ministro no lo autorizó. No me quedó otra opción que luchar por mi vida. Todos los heridos fueron accidentales," dije en voz alta para que todos pudieran escuchar, lanzando otra pulla hacia Fudge. "Aquí tenemos a la directora del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica; ella podrá decirme si mi autodefensa fue legítima," señalé a Amelia.

Amelia frunció el ceño y se le marcaron las venas en la frente al escucharme. Sabía que tenía una habilidad especial para meterme en problemas, aunque también comprendía que no era del todo mi culpa. Como Alastor, podía deducir la verdad de la situación. Solo pudo suspirar, resignada, y tratar de ayudarme una vez más.

"Bajo nuestras leyes, se aplicó realmente la legítima defensa. No hubo muertos; una vez incapacitado un auror, se lo dejó a un lado, y no se ha evidenciado intención alguna de rematar a ninguno, salvo por el daño de área propio del combate," dijo Amelia, aliviada de haber llegado y de haber podido verificar los hechos tras el cese de la pelea. Si hubiera sido distinto, habría tenido que mentir, pero afortunadamente todo había ocurrido como dije. "Sin embargo, debido a la cantidad de heridos, el señor Akaichi deberá hacer una visita al Ministerio para declarar después de que se consulte a los testigos," añadió, dándome una firme mirada.

"Con gusto lo haré, siempre que se sigan los procedimientos adecuados," respondí sonriente, a lo cual Amelia ponía los ojos en blanco.

Fudge estaba que echaba humo, al igual que sus seguidores. Sentía que su autoridad había sido desafiada por todos, y no solo no había conseguido nada aquí, sino que su reputación parecía haber sido manchada y pisoteada. Acumulaba rencor tanto hacia Alastor como hacia Amelia, aunque esta última era mucho más difícil de confrontar.

"¿Qué están esperando? ¡Llévense a sus compañeros al hospital!" ordenó Moody a los aurores, que presenciaban la vergüenza de Fudge y la mirada asesina que les dirigía a algunos. "Y asegúrense de informarles a los inconscientes, cuando se recuperen, que el entrenamiento se triplicará. ¡No puedo creer que dos personas que ni siquiera son aurores y no terminaron Hogwarts vencieran a casi un centenar de ustedes! ¡Decepción!"

Estas últimas palabras parecieron herir aún más a los presentes, quienes sabían que los días venideros no serían nada agradables.

La gente comenzó a dispersarse poco a poco, pero algunos permanecieron en el lugar, especialmente por la insistencia de Fudge en que debía investigárseme por el tema de los trasladores ilegales. Su séquito también respaldó su demanda; aquellos que lo acompañaban eran nobles y dirigentes de grandes negocios en el mundo mágico. No eran tontos; ya habían investigado mi negocio y sabían que mi éxito podía afectar el suyo. Temían perder parte de sus monopolios débiles debido a los precios accesibles de mis productos, especialmente las plantas mágicas enlatadas. Aunque notaron la perdida de calidad de esta al enlatarse, aun era peligroso el precio al que vendía tanta cantidad. Ahora buscaban alguna manera de obstaculizar o adueñarse de mi negocio.

Fudge, consciente de los intereses de esas personas, no había tenido problemas en ayudarles en mi contra. Yo era un antiguo héroe que alguna vez le había robado protagonismo, y luego me convertí en un "criminal" al que no pudo mandar a Azkaban. No era precisamente su persona favorita, pero después de lo ocurrido hoy, su desprecio hacia mí había crecido en auténtico odio. Sin poder atacarme abiertamente, solo podía aprovechar la situación.

"Debemos investigar el tema de los trasladores ilegales. Ya que estamos aquí, deberíamos corroborarlo y averiguar qué causó tanto alboroto," dijo Fudge, señalando a los pocos aurores que aún estaban en condiciones de seguirle. No olvidó, por supuesto, saludar respetuosamente a Dumbledore y disculparse por no poder atenderlo, ofreciéndole invitarle algo en su oficina una vez terminado el asunto. Su objetivo principal en ese momento era encontrarme problemas.

"Podrían venir a tomar algo a mi tienda," ofrecí con una sonrisa burlona. "Profesor Dumbledore, puedo darle un servicio gratis mientras se realiza la investigación."

Fudge estaba a punto de gritarme por ofrecer tal cosa, pero en ese momento escuchó la respuesta de Dumbledore y tuvo que tragarse sus palabras.

"Eso sería agradable," respondió el anciano.

Fudge gruñó internamente, pero había mucha gente presente y no podía oponerse tan abiertamente a las palabras de Dumbledore sin dañar aún más su imagen. Así que no le quedó más remedio que aceptar y seguirnos hacia mi negocio.

Varias personas me siguieron; algunos, como Dumbledore, actuaban con naturalidad, mientras que otros, como Amelia y los aurores que quedaron, lucían cansados e incómodos. Luego estaba Fudge y su séquito, quienes parecían tener un palo metido en el trasero cada vez que me miraban.

Al entrar, vimos a mis empleadas, que intentaban, sin mucho éxito, atender a sus compañeras heridas. Aunque ellas estuvieron alejadas del centro de la lucha, también sufrieron algunas heridas. La mayoría se recuperaría con hechizos simples, pero algunas estaban más afectadas y decidí intervenir.

"Enervate," lancé un hechizo a una de las chicas inconscientes. Luego, observé a la que parecía más herida y comencé a recitar con amplios movimientos de mi varita: "Boreas, pnoe oxeia, apallaxon me tēs nosou. Ō Hēlie, phōs lampron, thermanthēti ta osta mou. Ō dendron hieron, rizai bathies, dos sarki trophēn."

La chica se cubrió con una suave luz que cambió de color: primero un celeste grisáceo, luego amarillento, y finalmente verde. Era un hechizo de recuperación integral; no muy fuerte, pero suficiente para estabilizar cualquier problema que pudiera tener.

"Lleven a sus compañeras al hospital," les dije a las más sanas. "Tómense unos días libres y avísenle al otro grupo que tendrán que hacer horas extras."

"No pueden irse, están bajo investigación," dijo uno de los nobles detrás de Fudge.

"¿Ustedes pueden atender a sus heridos, pero yo no?" respondí, mirándolos con una clara intención hostil. No fui el único; Amelia, Moody y Dumbledore también miraron a Fudge y a su gente con desaprobación.

Fudge no tuvo más opción que aceptar enviar a las chicas al hospital. En otras circunstancias, habría usado esto como medio de presión en mi contra, pero con la presencia de Dumbledore no podía actuar tan abiertamente.

"Llévenlas, pero deberán presentarse en el Ministerio para declarar," dijo Fudge.

Las chicas se fueron, y el resto comenzó a acomodarse en el lugar. Dumbledore fue el mas confiado y buscó una mesa, mientras que yo ofrecía un asiento a Amelia y Alastor, aunque este último prefirió quedarse de pie junto a los aurores, cumpliendo con su trabajo. Fudge y sus acompañantes no recibieron el mismo trato cordial, y quienes quisieron sentarse tuvieron que buscar su propio lugar.

La investigación comenzó con Umbridge, quien tomó los documentos de uno de los aurores y empezó a leer en tono burocrático la lista de acusaciones en mi contra, mencionando cada hora, lugar y persona involucrada. Su voz irritante hacía que todo fuera mucho menos tolerable.

"Soy inocente," repetí. "No poseo trasladores en este negocio."

"Según la declaración de un testigo, hace unos días usted dijo explícitamente que tenía un…" buscó entre los papeles, "…un tablón para encargos. El cual, según se dijo, funciona como un traslador hacia el lugar de dichos encargos," dijo, mirándome con la barbilla en alto, como si me despreciara.

"Pues su testigo tiene muy mala memoria. Estoy seguro de que lo que dije fue algo como, 'Este tablón de misiones funciona como un traslador hacia el lugar donde se llevan a cabo.'"

"¡Ajá, entonces confirma que posee un traslador que no ha sido aprobado por el Ministerio!" saltó, con una extraña alegría maliciosa.

"No parece usted muy lista. Dije que 'funciona como un traslador,' no que lo sea."

"¡Insolente!" gritó, molesta. "Entonces yo también podría decir que tengo un palo que funciona como una varita, pero no es una varita," se burló de mis palabras.

"No creo que a Ollivander le parezca agradable lo que dice de sus productos," dije, sonriendo. "Pero lo que digo es verdad, no tengo ningún traslador."

"¿Cuál es el objeto en cuestión?" preguntó Amelia, queriendo poner fin a la discusión con la cara de sapo.

"Es ese tablón de allí. Pueden revisarlo si quieren," señalé antes de ir a la cocina a buscar algo de comida para mis invitados, con una actitud completamente natural, que molestaba a más de uno.

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2do Capítulo Adicional

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