El lugar conocido como "Los Dragones de Albion" estaba más animado de lo habitual. Las misiones fueron llamativas y, aunque se agotaron pronto, la afluencia de personas no cesó. Algunos visitantes se quedaron luego de presenciar el espectáculo, mientras otros llegaron atraídos por los rumores que se esparcieron; sin embargo, ya no había misiones disponibles.
Tonks apareció poco después, con un aspecto algo desaliñado, un aire de quien apenas ha salido del sueño y un andar incómodo. Su presencia llamó la atención de los presentes, en especial de aquellos que ya la conocían. Su apariencia provocó algunos murmullos y burlas, pero ella estaba demasiado concentrada en llegar a su puesto, probablemente con la intención de tomar una siesta sobre el mostrador.
"Vaya, parece que alguien tuvo una noche complicada," se burló uno de los clientes, en un tono lo suficientemente alto para que ella lo escuchara.
Tonks, sin detenerse, se dirigió a su mostrador. Pero lejos de ignorar el comentario, respondió con una actitud despreocupada y una sonrisa indiferente pero levemnte burlona.
"Perdona mi aspecto," dijo mientras levantaba la mano y le mostraba el dedo medio. "Anoche, mi hombre me me cogio como la perra que soy toda la noche, y me llenó el coño con mas leche de la que tu podras producir en toda tu vida, aunque te convirtieras en una vaca." Con eso, continuó su camino hasta su asiento.
Ya sentada, soltó un suspiro de alivio al desplomarse sobre la mesa, como si estuviera al borde de quedarse dormida. No pude evitar reír ante la escena, y el cliente que había lanzado el comentario parecía molesto por la respuesta recibida mientras que otros se burlaban de él. Para otros jefes, algo así podría considerarse muy poco profesional, pero a mí no me importaba. Tonks es, al fin y al cabo, mi Tonks, y nada esta por sobre ella.
Es cierto que, desde que regresamos de esos dos años en Troya, ella ha cambiado mucho. Situaciones como esta ya no le afectan, y responde con comentarios afilados sin temor a las consecuencias. Su confianza ha crecido, al punto de haber perdido cualquier rastro de vergüenza y timidez, aunque nunca fue la persona más recatada en un principio.
Nuestra intimidad también se volvió algo de dominio público gracias a ella. Después de esos años con orgias y otras locuras, ella habla de nuestras vida sexual con naturalidad, como lo hacía en ese momento con un grupo de brujas que se le acercaron para charlar. Tonks, aunque cansada, parecía disfrutar contándoles detalles con toda franqueza, incluso creo haberla visto levantar su túnica para mostrar el mal estado de su coño por el sobre exceso de sexo, provocando miradas de envidia entre sus oyentes, que de vez en cuando se dirigían también hacia mí.
Algunos otros clientes, además de hablar con ella, también intentaron entablar conversación conmigo. Me preguntaban sobre las misiones, sobre el negocio, la vida, y cuál era el "secreto" para dejar a Tonks en ese estado demacrado. Sin embargo, yo no tenía tanto tiempo para socializar, ya que, en su 'descanso', debía ocuparme de gran parte del trabajo junto con las nuevas empleadas.
En conclusión, el negocio fue un éxito, y la atmósfera estuvo más animada que nunca, pero sin estar tan atareados como al principio, en gran parte gracias a las nuevas incorporaciones del negocio.
...
El día después de haber instalado el tablón de misiones, el negocio tuvo una mañana mucho más concurrida que en jornadas anteriores. Los rumores se habían esparcido rápidamente, y muchas personas querían probar esta nueva atracción. Sin embargo, la cantidad de misiones era limitada, y, tras dos horas de haber abierto, ya no quedaba ninguna disponible. Aquellos que llegaron después se sintieron decepcionados y pidieron que aumentara el número de misiones. Aunque también hubiera querido ofrecer más, no tenía suficientes monedas de cristal para ello.
Así fue durante varios días; algunos más tranquilos que otros, pero la afluencia de clientes seguía creciendo a medida que se corría la voz sobre la posibilidad de ganar dinero con las misiones. Incluso empecé a notar la presencia de seres no humanos en horas de baja actividad: goblins, semigoblins, semigigantes como Hagrid, e incluso llegué a ver a un medio vampiro.
Todos parecían algo indecisos al entrar, como si dudaran de si este lugar sería diferente a los demás. Los otros clientes los miraban con desagrado, pero yo me encargaba de tratarlos con la misma cordialidad que a cualquier otro, lo que alivió claramente la tensión en el ambiente. Los semihumanos no son bien recibidos en muchos lugares, y me interesaba que sintieran que en mi establecimiento podían ser aceptados sin prejuicios. Esto era lo que los llevó a volver, un lugar como los pocos que los aceptaban con el mismo respeto y dignidad que a los demás.
No diré que todos mis otros clientes estaban contentos, y sí, algunos decidieron dejar de venir. Pero no me importaba. Quería que mi negocio fuera un lugar inclusivo para todos, aunque también me aseguraba de mantener el orden. Cualquier conflicto que sobrepasara ciertos límites lo resolvía rápidamente, y, en ocasiones, de forma contundente. Esto hizo que otro sector de la clientela también se alejara, pero las reglas que impuse en este lugar era una prioridad para mí.
El negocio estaba atravesando constantes altibajos. A esto se sumó otro problema: el Ministerio de Magia. Como Amelia me había advertido, sus inspectores comenzaron a aparecer en varias ocasiones, intentando encontrar algún error o infracción. Pero estaba bien preparado. Gracias a Amelia, tenía toda la documentación en orden, y, con algunos consejos de Moody, también estaba listo para enfrentar cualquier maniobra o artimaña que pudieran emplear contra mí.
Así que poco pudieron hacer. Yo era una molestia para el Ministerio. Mi negocio era próspero y con mucho potencial, y ellos querían una parte, especialmente por ser un local manejado por alguien relativamente desconocido en los círculos de poder. Al no contar con grandes respaldos, pensaron que sería fácil hacerme a un lado y tomar control del negocio para quedarse con los beneficios. Sin embargo, nunca lograron nada concreto... hasta que vinieron ahora, poco después de haber instalado el tablón de misiones.
Hoy, algunos aurores llegaron al negocio, liderados por un hombre que no reconocía, pero cuya actitud me resultaba demasiado familiar a esos aritocratas o lideres petulantes. Entraron al establecimiento con un aire de arrogancia que me disgustó de inmediato, aunque no pensaba iniciar un conflicto... aún.
"¿Tenebrius Akaichi?" gritó el lider del grupo de aurores en medio del negocio, haciendo que todos los presentes se volvieran hacia nosotros.
"Aquí," respondí levantando la mano con un tono molesto por su manera de dirigirse a mí.
"Tenebrius Akaichi, se le acusa de uso ilegal de trasladores," declaró mientras sacaba un pergamino y lo extendía frente a mí.
"Entiendo," asentí.
"¿Entonces confiesa?" Dijo con severidad.
"No, solo dije que entiendo la acusación. Soy inocente," respondí con calma.
"Aun así, tendrá que acompañarnos," insistió, visiblemente molesto.
"Lo siento, pero eso no será posible," le respondí.
"¿Se está resistiendo al arresto?" dijo, chasqueando los dedos y señalándome, mientras los aurores tras él apretaban sus varitas con firmeza.
"Sí y no. Verá, lo que usted está intentando hacer es un arresto ilegal, o algo así," dije sin emoción.
"¡Arréstenlo!" gritó el jefe, sin notar que los aurores a sus espaldas mostraban señales de duda e incluso algo de miedo. No todos me conocían personalmente, pero muchos habían oído hablar de mí. Moody era famoso por regañar y avergonzar a los novatos, y solía usarme a mí o a Tonks como ejemplos de conducta.
"No creo que quieran hacer eso," dije, sosteniendo mi varita y golpeándola suavemente contra la palma de mi mano.
Mi actitud parecía irritarlo aún más, como si lo tomara como una ofensa... lo cual, en parte, era cierto.
"¡Stupefy!" gritó, sacando su varita y lanzando un hechizo en mi dirección.
"Protego," susurré, moviendo mi varita con un movimiento preciso. Un escudo invisible se materializó frente a mí, desviando su hechizo mientras le dedicaba una sonrisa escalofriante.
Los otros cuatro aurores detrás de él se pusieron nerviosos al ver lo que acababa de hacer, levantando rápidamente sus varitas, listos para atacarme también. Pero no llegaron a hacerlo, porque una luz cayó entre ellos, causando una explosión que los lanzó en todas direcciones. Miré hacia el mostrador, donde Tonks estaba con su varita extendida y una mirada fría y decidida, la misma que solía tener en el campo de batalla.
El lugar se volvió caótico, con los clientes intentando huir. Sin embargo, aquellos cuatro aurores no eran los únicos que habían venido; había más afuera, y se cruzaron con las personas que intentaban escapar. También noté que el líder, quien me había atacado primero, había desaparecido, usando Aparición.
Sin prestarle mucha atención, moví mi varita hacia una mesa, haciéndola levitar y lanzándola hacia la entrada, donde los nuevos aurores se preparaban para ingresar. Uno de ellos levantó rápidamente un escudo, deteniendo el impacto de la mesa, pero Tonks apuntó al suelo bajo sus pies, convirtiéndolo en un lodazal. Al ver a los aurores perder el equilibrio en el terreno fangoso, apunté mi varita y conjuré:
"Hōs aris patássei bíē."
Un enorme y poderoso golpe de fuerza salió de mi varita, impactando contra los aurores. Sin un escudo estable, la fuerza los disparó fuera del negocio. Era un hechizo que aprendí en Troya, diseñado para abrir a golpes las enormes puertas de las ciudades amuralladas, mucho más potente que un Flipendo o Depulso.
Los aurores que cayeron afuera estaban en mal estado, algunos con huesos rotos por el impacto, mientras que los que seguían dentro eran abatidos por Tonks. No los estaba matando, aunque quizá por poco. Tuve que recordarle que ya no estábamos en guerra para que no se excediera. Intentaron levantarse y defenderse, pero nuestras reacciones eran más rápidas. Pronto quedaron encadenados, noqueados o incapacitados, y uno por uno los arrojamos fuera del negocio.
Los clientes que aún permanecían en la tienda estaban aterrados, excepto por algunos semihumanos que parecían emocionados ante lo que habían presenciado. Ignoré a los que salían huyendo mientras caminaba hacia la salida para contemplar los resultados de nuestros actos, seguido por Tonks y un par de mujeres lobo que habían tomado sus varitas y me seguían de cerca. No eran especialmente combativas, pero yo les había dado a ellas y a su gente una oportunidad de vivir con dignidad, a diferencia del trato inhumano que recibían antes. Aunque no les gustaba pelear, estarían a mi lado si era necesario, para proteger su hogar y su futuro.
Al salir, vimos a los aurores tirados en el suelo; algunos se quejaban del dolor mientras otros intentaban arrastrarse hacia sus varitas. La escena era lamentable, pero inevitable. La gente que pasaba por allí miraba con mezcla de curiosidad y miedo, señalándonos a mí y a los aurores, lo cual empezó a atraer la atención de toda la zona. Sin embargo, el murmullo se interrumpió cuando varias figuras aparecieron de repente, materializándose por Aparición alrededor de mi negocio. Eran más aurores, todos con sus varitas apuntándome. Entre ellos, vi al hombre que había escapado antes; evidentemente, había vuelto con refuerzos.
El hombre gritó algo, y todos los aurores presentes dispararon sus hechizos contra mí sin dudar, ignorando a sus compañeros caídos.
"¡Protego Totalum!" Con rapidez, quizás incluso más rápido que ellos que atacaron primero, levanté una barrera alrededor de la fachada de mi negocio. Un instante después, Tonks reforzó el hechizo, y las licántropas que sabían hacerlo se unieron también.
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