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Chapter 12 - 11. El jardín Senn

Amanda estaba demasiado cansada, estaba empezando a pensar que todo le superaba y que quizás había sido una mala idea ir a Scanya. Se sentía muy desgraciada.

—¿Estas bien?— dijo una voz de mujer que hizo que Amanda se sobresaltara, ya que ella pensaba que no había nadie cerca.

Amanda levantó la cabeza y se encontró con unos grandes y preciosos ojos azules, era su madre, Myriam. Vestía con un largo vestido blanco, estaba preciosa con él puesto. No se esperaba verla tan de cerca. Amanda, desde que había llegado a Scanya, paseaba todas las tardes cerca de la hermandad Senn para poder ver a su madre aunque fuera en la distancia, pero ningún día había tenido suerte, hasta ese preciso momento. Amanda se quedó mirándola pero no sabía que decirle, se le pasaron todos los males en ese instante, estaba muy feliz y emocionada de ver a su madre.

— Eres… Amanda, ¿verdad?— preguntó Myriam y Amanda asintió con la cabeza—.¿Puedo ayudarte en algo?

— Nadie puede ayudarme, pero gracias, de verdad.

— Bueno, puedes hablar conmigo, si quieres, quizás si pueda ayudarte…— dijo Myriam a la vez que se sentaba al lado de Amanda.

— Se han enfadado mis compañeros conmigo y no sé por qué…

Amanda le explicó lo que había ocurrido, sin mencionar el enfado exagerado de Axel. La cara de Myriam se ensombreció cuando Amanda mencionó a los lobos de colmillo. Se quedó callada un buen rato y Amanda pensó que quizás había metido la pata hablándole del tema, temía que Myriam reaccionara igual que los demás.

— Seguro que se les pasará…— dijo Myriam, a la vez que se levantaba y parecía dispuesta a irse.

— ¡Por favor, cuéntamelo!— le suplicó Amanda a la vez que se levantaba e iba tras Myriam—. No sé qué ocurre con esos animales, pero sé que pasa algo que nadie me ha dicho…

— Lo siento, no puedo decírtelo…

— ¿Por qué no puedes decírmelo?

— Yo no soy quien… no puedo, lo siento.

— ¿Tiene que ver con mis padres?— preguntó Amanda y Myriam asintió—. No hablo con ellos, no sé dónde están y seguro que no me van a contar nada… ¡Por favor, Myriam!

— Esta bien, pero lo que te voy a contar no te va a gustar…— le advirtió Myriam—. Imagino que sabrás lo que le ocurrió a mi hija…

— Algo me han contado…

— Estuvimos dos años buscando a Aria, no dejamos ni un solo día de buscarla. Hasta que un día, recibimos un vídeo que nos había enviado la Orden. En ese vídeo aparecía mi pequeña…— decía Myriam con voz entrecortada— estaba en un bosque, al lado de un rio. Estaba tan mayor y tan guapa. En esas imágenes unos lobos de la orden se abalanzaban sobre ella y caían al río, ella estaba tan asustada, no paraba de llorar. Buscamos con ayuda de las autoridades mágicas a Aria por ese río, pero solo pudimos encontrar sus restos. Lo poco que dejaron de ella esos animales. Mi hija murió aquel día en ese lugar, de la peor manera posible, tuvo una muerte horrible, mi pobre niña…

Amanda estaba horrorizada por las palabras que acababa de escuchar. Tenía una cicatriz en el brazo de aquel día, lo recordaba perfectamente. Lo que nadie sabía es que Haro impidió que los lobos la mataran, en cuanto la niña cayó al río, él utilizó su magia para sacarla del río sana y salva. Haro siempre la defendía, si no fuera por él, ella habría muerto a manos de Hesme hace tiempo. Estaba segura de que todo había sido un plan ideado por Hesme, para hacer daño a sus padres. Les había hecho creer que había muerto de una forma tan horrible sólo para hacerlos sufrir durante tantos años. Amanda quería decirle a su madre que no había muerto de esa manera, deseaba acabar con su sufrimiento, pero no podía decirle nada porque corría el riesgo de que descubriera la verdad y que se activara la maldición.

— No lo sabía, es horrible, lo lamento tanto…— dijo Amanda con un nudo en la garganta—. Con razón Axel me odia…

— ¿Axel te ha dicho algo?

— No, no, es solo que se nota que le caigo mal y ahora entiendo bien el por qué, yo también me odiaría en su lugar…

— Siento lo que te hizo en la ceremonia, fue muy infantil por su parte— dijo Myriam y Amanda asintió.

— Oye ¿Cómo es la hermandad Senn?— preguntó Amanda para cambiar de tema—. Tengo mucha curiosidad, me parece fascinante el poder Senn.

— Ven, te enseñaré la hermandad, si quieres.

Amanda asintió, estaba deseando ver la hermandad Senn, siempre había querido pertenecer a esa hermandad, como su madre. Myriam se colocó frente al lago, extendió los brazos y de debajo del agua surgió un puente de piedra que llevaba directamente a la puerta del edificio Senn. Ambas atravesaron el puente hasta llegar a la puerta. Era un edificio bastante más pequeño que el Heam y el Dagma. Era muy pintoresco, la fachada era de color blanco y estaba rodeada por muchas enredaderas y plantas con flores, era un edificio precioso.

Myriam entró en el edificio y Amanda la siguió hasta el interior del lugar. Lo que vio no se parecía en nada a las otras dos hermandades, ni a nada que hubiera visto antes. La hermandad era una especie de jardín gigante, lleno de árboles y plantas enormes y muchos animales de gran tamaño. Había un árbol enorme, el más grande de todos, en el cual había pequeñas cabañas repartidas por toda la parte baja del árbol, eran las habitaciones de los alumnos y profesores de la hermandad Senn. Se veía el cielo azul totalmente despejado y un sol resplandeciente.

— ¿Cómo es posible que estemos al aire libre, si acabamos de entrar en el edificio?—preguntó Amanda, que estaba impresionada por el lugar— ¿Y como es tan grande este lugar, si el edificio es tan pequeño?

— Es por la magia, Amanda. Cuando entramos por la puerta nos transportamos a este lugar. El jardín no está en Scanya, ni se puede llegar a él desde ningún otro sitio, solamente entrando por la puerta de la hermandad Senn.

Se acercaron a donde se encontraba ese gran árbol, lo rodearon y detrás de él había una gran cascada de agua que se comunicaba con un gran lago, el agua era pura y cristalina. Sobre el lago había una mujer, parecía estar meditando.

— Hola Reyna, traigo a una invitada— le dijo Myriam y la mujer se levantó y se dio la vuelta.

Era una mujer mayor, muy blanca de piel, de pelo largo y color rubio platino, que vestía con un largo vestido blanco, al igual que Myriam. La mujer se acercó a ellas y Amanda pudo verla bien. Los rasgos de su cara eran muy suaves, aunque tenía unas pocas arrugas y sus ojos, le sonaban de haberlos visto antes, eran muy grandes, de un color azul grisáceo precioso. Le impactaron sus orejas, eran muy puntiagudas, no eran como las de los humanos.

— Amanda, te presento a Reyna, es la directora de la hermandad Senn— dijo Myriam y la directora de la hermandad le sonrió amigablemente.

— ¿Eres…eres una elfa de verdad?— preguntó Amanda, quien estaba atónita.

— Si pequeña— dijo Reyna riéndose—. Y tú eres Amanda Yuna, ¿verdad?

— Si, soy yo, encantada de conocerla.

Reyna tenía una voz muy dulce, Amanda no la conocía, pero le parecía que era alguien con muy buen corazón, le transmitía esa sensación. Escucharon a alguien que se acercaba hacia ellas, Amanda se giró y vio a Peter, estaba guapísimo vestido con un pantalón y camisa de color blanco.

— Abuela, ya he terminado la tarea que me habías encomendado— dijo Peter, dirigiéndose a Reyna.

Amanda estaba impactada al descubrir que Peter era un elfo, aunque él no tenía las orejas puntiagudas como Reyna, eso le extrañaba. Se había puesto muy nerviosa al verlo, le empezaron a sudar las manos, siempre le sudaban cuando estaba nerviosa. Estaba muy avergonzada por lo que ocurrió el día que lo conoció, en la cafetería de la hermandad Heam, desde entonces, siempre evitaba cruzarse con él porque le daba mucha vergüenza verlo.

— Amanda, este es mi nieto, Peter.

— Hola Amanda— dijo Peter mirándola muy serio, a la vez que le extendía la mano en modo de saludo—. Encantado de conocerte.

— Lo mismo digo— dijo Amanda, extrañada porque ya se conocían. Ella extendió también la mano y estrecho la de Peter en modo de saludo.

Peter empezó a poner cara de asco, Amanda recordó que llevaba las manos muy sudadas por los nervios y empezó a ponerse muy colorada. Soltó la mano de Peter rápidamente y él se fue intentando limpiarse la mano en el pantalón de su traje. Era la segunda vez que hablaba con él y, también, la segunda vez que hacía el mayor ridículo de su vida.

Myriam y Reyna se reían sin hacer ruido, estaba claro que se habían dado cuenta de lo que acababa de ocurrir. Además, Amanda estaba muy graciosa con la cara tan colorada, hasta las orejas se le habían puesto rojas.

— ¿Te sudan las manos?— le preguntó Myriam—. Te daré un remedio para ese problema, a mi hijo también le pasa y preparo un remedio natural que le va muy bien para ese problema.

— Es muy guapo mi nieto, ¿verdad?— dijo Reyna con una sonrisa pícara.

— Si…es bastante guapo— dijo Amanda muy avergonzada—. Debería irme ya, gracias por invitarme a ver la hermandad, es maravillosa.

— Antes de irte, me gustaría hablar contigo, Amanda— dijo Reyna, a la vez que le hacía señales con la mano para que le siguiera.

Amanda se despidió de Myriam y siguió a Reyna, no sabía que querría decirle la directora de los Senn, pero estaba muy intrigada.