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Chapter 8 - 7. La cueva de los acuosos

—   No, no me parece una buena idea, Áxel— dijo Mary después de escuchar el plan que Áxel tenía en mente—. No quiero entrar ahí. ¡No, no pienso entrar ahí he dicho!

—   Mary, no es para tanto. ¿Qué asco pueden darte unas pocas babas de molusco? —Dijo Víctor, quien siempre se metía con Mary, riéndose.

—   Tú estarás bien ahí dentro con los de tu especie ¡baboso!

—   ¿Baboso yo?

—   Si tú estás todo el día babeando con cualquier chica que ves, eres de lo peor…

—   ¡Basta ya chicos! ¿No podéis llevaros bien por una vez?— dijo Axel ya exasperado de oírlos siempre discutir a ambos.

Mary y Víctor siempre estaban así como el perro y el gato. Se conocían de toda la vida porque sus padres eran grandes amigos y prácticamente se habían criado juntos, pero tenían una gran rivalidad entre ambos desde siempre y eso les hacía discutir por todo.

Los tres se dirigían a una cueva subterránea situada detrás del edificio Senn, llamada la cueva de los acuosos. Allí vivían todo tipo de moluscos y criaturas viscosas, pero no unos moluscos corrientes, sino que eran de un tamaño gigante y además desprendían gran cantidad de pegajosas babas. Áxel quería coger todas las babas que pudiesen de allí y bañar a Amanda Yuna con ellas en la ceremonia de inicio. En su mente se imaginaba a una chica de aspecto monstruoso llena de babas completamente, y ella intentaba dar unos pasos pero las babas ya secas actuaban como pegamento y no le permitían moverse, eso a Áxel le causaba mucha gracia cada vez que lo pensaba.

—   ¿Vais a entrar conmigo?— preguntó Áxel una vez que llegaron a la entrada de la cueva.

—   ¡Cuenta conmigo! — dijo Víctor entusiasmado.

—   ¿Y tú Mary, entras con nosotros?

—   Esta bien…— dijo Mary desganada—. ¡Pero no pienso andar por allí! Hay muchos charcos y pozos, sería mejor que entrásemos volando.

Áxel asintió complacido, sólo conocía a Mary y Víctor desde hacía un año pero se habían convertido en amigos inseparables, junto a su otro amigo Peter, que también era uno de sus mejores amigos allí en Scanya. Se sentía muy afortunado de tener unos amigos así, que siempre le apoyaban y en los que siempre podía confiar para todo.

—   Esta bien ¡No os preocupéis!— dijo Áxel quien había tenido una idea—. Usaré mi habilidad Dagma y Senn para comunicarme telepáticamente con algún animal volador del jardín de las Senn.

—   ¡Yo te ayudo Áxel! También tengo el poder Dagma, ya lo sabes— dijo Víctor.

—   ¿Estáis seguros de que podréis hacerlo?— preguntó Mary no muy convencida del plan—. A penas habéis practicado la comunicación con animales, eso se hace en segundo…

—   Claro que podemos, mujer de poca fe…¿Tan poco confías en nosotros?- le dijo Víctor burlándose, a lo que ella respondió poniendo los ojos en blanco y negando con la cabeza.

Áxel y Víctor cerraron los ojos y se concentraron para intentar comunicarse con algún animal del jardín Senn. Ese jardín era un lugar mágico que estaba escondido dentro de la hermandad Senn. El jardín era un lugar enorme, repleto de muchas especies de animales diferentes, pero no animales normales, sino animales gigantescos, mucho más grandes que cualquier animal corriente.

En ese momento, oyeron un revoloteó acercándose, eran tres animales voladores que hacían un ruido de aleteo bastante desagradable y ruidoso. Eran tres grandes insectos de cuerpo alargado, alas transparentes y ojos saltones.

—   ¿De verdad, esto es en serio? ¿De todos los animales que hay en el mundo, vais y os comunicáis con tres libélulas?— gritó Mary bastante alterada.

—   Bueno querías volar y las libélulas vuelan, así que…

—   Me refería a algún ave, no a insectos…

—   Mary, por favor, se que no es lo que querías, pero tenemos que entrar ya en la cueva, se nos acaba el tiempo…—le suplicó Áxel.

—   Esta bien, lo haré, pero somos demasiado grandes para las libélulas, no podrán con nuestro peso…— dijo Mary pensativa—. Tendremos que lanzar un hechizo Tamaxmus.

—   Eso no se me da demasiado bien y a Áxel está claro que tampoco —dijo Víctor.

—   Yo lo haré—dijo Mary decidida, a la vez que se colocaba enfrente de las libélulas y hacia una especie de círculos con sus manos— ¡Tamaxmus!

En ese momento, salieron unas luces de sus manos que se dirigieron hacia las libélulas y, de repente, empezaron a aumentar de tamaño hasta tener el adecuado para que Mary, Áxel y Víctor pudieran montarse sobre ellas.

Áxel y Víctor estuvieron intentando comunicarse con las libélulas para que los llevarán al interior de la cueva y pareció funcionar. Los tres insectos bajaron a la altura del suelo y se quedaron quietos para que los tres chicos pudieran montarse sobre ellos.

Entonces, entraron en la cueva. Era un lugar oscuro y húmedo en el que olía muy raro. Conforme se adentraban en aquel lugar, más húmedo y cargado estaba el ambiente. Vieron muchos tipos de moluscos por todo el camino que recorrieron mientras se adentraban en la cueva. Llevaban un buen tramo recorrido cuando empezaron a notar que les caían unas gotas de algo líquido y pegajoso encima de ellos.

—   ¡Cuidado chicos, son plantas salpicadoras!— gritó Áxel.

Las plantas salpicadoras eran unas plantas subterráneas con una flor de color verde que expulsaban un líquido muy pegajoso y apestoso que salían de ellas en forma de chorro. Justamente pasaban por una superficie llena de esas flores y tendrían que tener cuidado de no ser rociados directamente con uno de los chorros de ese líquido, o corrían el riesgo de quedarse pegados. Además, el olor pestilente que desprendía ese líquido no seria fácil de quitárselo de encima.

Esquivaron los chorros de ese pegajoso líquido como pudieron hasta que, por fin, consiguieron alejarse de aquellas plantas. Seguían adentrándose en la cueva hasta que empezaron a oír unos ruidos roncos que se les hacían muy familiares.

—   ¿Qué ruido es ese?— preguntó Mary preocupada.

—   ¡Ah, no te preocupes!— dijo Víctor alegremente—. Sólo son sapos, este sitio está lleno de ellos, pero son inofensivos.

—   ¿Qué?— gritó Mary— ¿Acaso no comen insectos esos sapos?

—   Imagino que sí, como todos…

—   ¿Y las libélulas en las que vamos montados no son insectos?

—   Bueno sí… quizás tengamos suerte y no nos encontremos a ninguno, parecen oírse bastante alejados de aquí.

—   ¡Aquí hay un gran pozo!— gritó Áxel—. Estamos de suerte, es líquido de las plantas salpicadoras, con esto tendremos suficiente para bañar a la hija de los Yuna toda entera.

Estaban seguros de que era líquido de las plantas salpicadoras porque desprendía un olor insoportable. Los tres tuvieron que apartarse y taparse la nariz, tenían que darse prisa para salir de allí porque no podrían aguantar mucho más tiempo ese olor tan repulsivo.

—   ¿Y cómo piensas llevarte todo eso?— preguntó Mary.

—   Con un hechizo…¡Lévitus!— gritó Áxel a la vez que hacía formas circulares con una mano, ya que la otra la utilizaba para taponar su nariz, y todo el líquido de aquel pozo comenzó a elevarse.

—   Bueno supongo que ya nos podemos ir— dijo Mary aliviada y con muchas ganas de salir de aquel apestoso lugar.

En ese momento, empezaron a oír los ruidos del croar de los sapos, que parecían escucharse cada vez más cerca de ellos. Áxel indicó a las libélulas que ya se podían ir hacia la salida de la cueva, pero no pudieron ir muy lejos. Pronto empezaron a llover largas lenguas de sapos hacia ellos, que ansiaban comerse a las grandes libélulas.

Áxel indicó a las libélulas que volasen lo más rápido que pudieran a la vez que guiaba a la gran cantidad de baba flotando tras ellos. Cuando llegaban a las flores salpicadoras un chorro de ese pegajoso líquido de una de las flores le dio justamente a la libélula que llevaba a Mary y ambas cayeron al suelo y se quedaron pegadas en aquella superficie. Los sapos cada vez estaban más cerca, Víctor descendió con su libélula rápidamente hasta llegar a donde estaba Mary y pudo salvarla justo un segundo antes de que varias lenguas de sapo se llevaran a la libélula que había llevado a Mary.

Finalmente lograron salir de la cueva. Mary estaba muy enfadada y asqueada llena de aquellas pegajosas babas y con el pestilente olor que dejaban aquellas flores.

—   ¡No pienso volver a entrar en ese sitio nunca más!— gritó Mary cabreada— ¿Por qué os haría caso? ¡Esto es asqueroso!

—   Para que luego digas que no hay nada que te dé más asco que yo— le dijo Víctor burlándose.

—   ¿Más asco que tú?— dijo Mary mientras ponía cara pensativa—. No, no hay nada que me dé más asco…

Los tres se echaron a reír, Víctor y Mary siempre estaban peleando, pero había veces que tenían bastante gracia sus absurdas discusiones.

—   Bueno creo que ya es hora de irnos a la ceremonia, pero no podemos dejar los insectos con ese tamaño…

—   Tienes razón Axel… ¡Taminmus!— gritó Mary a la vez que hacía gestos circulares con las manos y tras salir una luz de sus manos, las libélulas volvieron a su tamaño normal.

—   Yo voy a lavarme chicos, a ver si puedo quitarme todo este líquido de encima y está peste…

—   De acuerdo, nosotros vamos a la ceremonia, a dejar colocado encima del altar este regalito para nuestra amiga Yuna.

Mary fue a lavarse, mientras Áxel y Víctor fueron a dejar esa gran cantidad de líquido transparente y pegajoso encima del altar de tal manera que, cuando la hija de los Yuna subiera al escenario, Áxel anularía el hechizo Lévitus y todas esas babas la mojarían toda entera delante de todos. Sería una ceremonia memorable.