En cuanto sales de la ducha vuelves a tu dormitorio y Elena te lanza un vestido negro que ha sacado de tu armario.
—Ponte este —dice ella—. Es precioso.
—¿Un vestido? Pero no me pongo un vestido desde el día de la fiesta de graduación del fin de la carrera ...
—Pues ha llegado el momento de que vuelvas a hacerlo.
—No estoy segura —dices—. A Juan no le gustaba mucho que otros hombres me miraran por ponerme un vestido. ¡Y este es demasiado sexy!
—¡Menudo machista! —exclama Elena muy disgustada—. Ya no estás con Juan, —continúa diciendo, y tú suspiras derrotada —y con el cuerpo tan bonito que tienes, ¿no lo vas a lucir?
Elena te pasa el vestido por la cabeza y, en cuanto colocas los brazos en los tirantes, te lo ajusta y te sube la cremallera que está en la espalda.
—Pero ¿sin sujetador?
—Con el trabajo tan increíble que han hecho los cirujanos con tus pechos, lo último que debe preocuparte es el sujetador.
Elena te sienta en la silla de tu tocador, de espaldas al espejo, y te cepilla el pelo.
—Ya verás, te voy a dejar preciosa —dice trasteando entre todos tus utensilios de maquillaje…
…
...
Ya estáis subiendo por el ascensor del edificio donde vive Andrés.
—Esta noche, buena cena con buen vino —dice Elena levantando la bolsa que trae en la mano, en la que lleva dos botellas de vino tinto—. Esto sí que sube el ánimo.
Te encoges de hombros y te giras de nuevo para poder mirarte en el espejo. Te has mirado en cada espejo, escaparate o superficie reflectante que has encontrado desde tu casa hasta aquí, pues no estás del todo segura con tu look.
—Hija, que vas a desgastar el espejo —dice Elena riendo—. ¡Estás increíble!
—¿Tú crees?
—No lo creo, lo sé. Ahora lo verás.
Elena llama al timbre y abre la puerta un chico que ronda la treintena. Es alto, moreno y tiene los ojos azules. La camiseta que lleva es tan ajustada que permite apreciar todos los músculos que tiene debajo.
—Elena, justo a tiempo, como siempre —dice sonriente—. ¿Y tú eres?
—Ella es Jacqueline, mi mejor amiga desde que eramos unas pequeñas renacuajas —te presenta Elena.
Andy coge tu mano y, en un gesto teatral, hace una rerverencia.
—Bienbenida a mi hogar, los amigos de mis amigos...
—Andy —dice Elena— ¿crees que Jacqueline está buena?
—¡Elena! —dices muy escandalizada. Estás muerta de la verguenza.
—Sabes que yo...Que mi novia me… —tartamudea Andrés muy nervioso.
—Su novio acaba de dejarla —le interrumpe Elena—.
—Oh, en ese caso... —dice Andy—. Sí, estás cañón.
Te ruborizas, todavía un poco avergonzada, pero te sientes realmente bien con su respuesta. Tu amiga a veces te pone en situaciones un poco comprometidas, pero la verdad es que ella es única para hacer que suba tu autoestima. Ahora ya sabes lo que quería decir con el ''ahora lo verás'' que te ha soltado antes de llamar al timbre. Elena no da una puntada sin hilo.
Andrés os hace pasar y, mientras él pone el vino en la nevera, os quitáis los abrigos y los bolsos, y lo colgáis todo en el perchero de la entrada.
—¿Ese es Andy? —preguntas susurrando—. ¡Pero qué bombón!
—Pues cuando le conoces es aún mejor Jacqueline.
Andrés os hace pasar al salón y os invita a sentaros. Charláis durante una media hora, y os contáis vuestras profesiones, que son la misma, los lugares dónde habeis estudiado, los logros laborales...
—He preparado unos aperitivos —dice Andrés—. ¡Qué bien que te hayas traído a Jacqueline, así no sobrarán demasiados! Serviros una copa de vino, que ya estará bien frío, mientras yo voy a la cocina a buscar las bandejas.
—Es un as en la cocina —susurra Elena—. Y ¿ves como no le ha importado nada que vinieras?
—Sí, eso me deja más tranquila...—dices.
Andrés llega con una bandeja de aperitivos y tienen todos una pinta estupenda. Tomas uno de la bandeja y lo pruebas.
—¡Guau! ¿Qué llevan ? —preguntas asombrada.
—Pues son unos biscotes de pan con una rodajita de queso de rulo de cabra, una cucharadita de confitura de pimientos morrones rojos y un poco de orégano espolvoreado por encima —dice Andrés— ¿te gustan?
—Mmmm, están deliciosos —dices comiéndote otro— y con el vino tinto combinan a la perfección.
—Te dije que era un as en la cocina —dice Elena.
—Vamos, vamos —dice Andrés agitando la mano —que no es para tanto.
—No seas modesto —dice Elena —sé de muy buena tinta que la confitura de pimientos morrones la has hecho tú mismo.
—Bueno, eso no tiene ningún mérito —dice Andrés encogiéndose de hombros.
—¿Qué? ¿Que no tiene mérito? —dice Elena —¡Yo no sé hacer ni mermelada!
—¿Has estudiado cocina además de ginecología y obstetricia? —preguntas. Si aparte de los seis años de medicina y los cuatro años de especialización de la carrera ha estudiado cocina, sin duda alguna tendrá más años de los que habías pensado en un principio.
—¡Qué va! —dice Andrés y te das cuenta de que, después de todo, no habías errado el tiro con respecto a la edad que puede tener—. Veo vídeo tutoriales en Youtube, el programa de Karlos Arguiñano, Torres en la cocina, cocina con Bruno, escuela de cocina, canal cocina, Chefs del…
—Vamos, que se traga todos los documentales de cocina habidos y por haber —dice Elena y los tres os reís—. La verdad es que le gusta mucho cocinar y lo practica todo lo que puede.
—Pues sí, para mí es mucho mejor que un buen vino —dice Andy levantando la copa.
—Seguro que no es mejor que éste vino —dice Elena haciendo lo propio.
El sabor de los aperitivos junto con el vino tinto es embriagador y, durante un rato, tanto Elena como tú os deshaceis en cumplidos. Tienes que reconocer que Elena tenía razón: nada sube el ánimo como una buena copa de vino tinto y una cena con buenos amigos.
Llevas tanto tiempo riéndote y pasándolo bien que hace un par de horas que has dejado de pensar en Juan. Al menos esta noche el dolor está siendo bastante más llevadero.
Ya casi os habéis acabado la segunda botella de vino y necesitas ir al baño. Te da un poco de vergüenza preguntar porque no conoces la casa y no sabes si a Andrés le molestará que lo utilices. Por suerte, él se va a buscar más vino de su propia reserva, por lo que aprovechas para preguntar a Elena por su ubicación.
—¿En serio? ¿Llevas aquí algo más de dos horas y te da vergüenza preguntarme dónde está el baño? —pregunta Andrés que te ha oído y ahora Elena y él se están riendo. Ahora sí que estás pasando vergüenza.
Finalmente Andy te indica dónde está el baño y se va a buscar el vino. Te vas mientras ambos se siguen riendo.
Una vez en el baño haces pis y, al terminar, te dispones a usar el papel higiénico. ¡Justo en ese momento te das cuenta de que el rollo está vacío! Por suerte, recuerdas que siempre llevas un paquete de papel higiénico húmedo de emergencia en el bolso pero, ¡qué desastre! El bolso está en el perchero de la entrada, justo debajo de tu abrigo que tiene su correspondiente paquete de pañuelos en el bolsillo.
Te da tanta vergüenza preguntar dónde está el papel higiénico después de lo que se han reído Elena y Andrés por no querer preguntar por el baño, que abres el armarito del lavabo con mucho cuidado de que no suene para buscarlo. Te sientes como una intrusa, pues desde niña te han enseñado a no fisgar en casa de nadie y a tí no te gusta cotillear en los armarios de los demás, pero como se trata de una emergencia…
Vas abriendo puertas y cajones hasta que lo encuentras. Al ir a sacar el rollo de papel higiénico tiras sin querer de una pequeña toalla que se te ha quedado enganchada en el dedo.
¡Ahora te sientes mucho más intrusa todavía! Rápidamente la doblas para volver a ponerla en su lugar, pero al ir a colocarla…
No te puedes creer lo que encuentras dentro del armario. Aquello que estaba escondiendo la toalla…
¡La toalla estaba tapando ni más ni menos que una vagina de silicona!