Hace años, en el aquel entonces calmado pueblo de Ikaruga, habitaban en una casona conocida del lugar la familia Tsushiya, quienes eran reconocidos en el pueblo por sus cosechas abundantes de soja tras el paso de muchas generaciones, era una familia que lo tenía todo pero que jamás le faltó humildad. El último heredero del linaje se casó con una hermosa mujer a la cual conoció en el pueblo. Todo era perfecto en ese entonces, ellos vivían del trabajo arduo y de la vida sencilla incluso con abundantes riquezas, pero todo eso cambiaría cuando estos tuviesen a su primera y única hija, a la cual llamaron Kiyoko.
La niña era la viva imagen de su padre, tanto en su piel pálida y su cabello negro, las facciones de su rostro parecían ser sacada de la misma belleza de su madre, pero lo más inexplicable de su apariencia eran sus ojos, pues tenían un particular color rojo carmesí. Sus padres la amaban, eran una familia totalmente completa, pero, aun así, no faltaban las malas lenguas que decían que la pobre criatura había sido maldecida por aquellos ojos y que no era digna de portar su propio nombre.
Al cumplir 3 años, la niña recibió un regalo de su madre; un peluche particularmente de lino, con ojos de botón, dando la apariencia de un tierno akuma. No sabían de dónde había salido, ni de dónde provenía antes de llegar a las manos de la señora Tsushiya, pero desde su llegada a esa casa, la pequeña ya no sería la misma. Pasaron los meses y no soltaba el muñeco en todo el día, eran amigos cercanos, sus padres pensaron que a esa edad era normal ver a la niña hablar como si nada con un juguete, pues todo era parte de su imaginación, hasta que la pequeña toma por nombre al peluche como "Kokuma"(黒魔), no porque lo habría inventado, sino porque el así quería ser llamado.
Transcurrieron los años y las cosas no mejoraban, la niña tenía pesadilla en las noches y de a poco fue notandose mucho más la falta de sueño en ella, sus padres decidieron llevar un médico local, quien simplemente les dijo que su hija sufría un tipo de demencia, parecido a la esquizofrenia y no encontró nada mejor que darle calmantes, aun así, nunca surtieron efecto. La muchacha ya tenía 8 años y no salía de casa, no convivía con la gente, sus padres contrataron un tutor especial que le ayudara a estudiar en casa para que así nadie viera que su hija estaba enferma, lo único que tenía de total consuelo era esa pequeña figura rellena de algodón, el cual siempre le recordaría que ella no estaba loca ni demente, si no que ellos eran los ilusos, llenando la de pesadillas, mostrándole "su mundo" y como sería si estuviese ella dentro.
Todo seguía igual, siempre pretendiendo una vida normal, mintiendo a la gente de lo que realmente pasaba, hasta que cierto día, en el día festival Onioi , se escuchó el rumor de la fatídica muerte de casi toda la familia Tsushiya, los cuales los únicos sobrevivientes con heridas leves fueron los dueños de la casona y su ya adolescente hija de 15 años Kiyoko. Desde ese entonces, nunca más se les vio fuera, mandaban a sus criados a realizar las compras o diversas tareas, algunos los dieron por muertos, otros dicen que la familia estaba maldita, sobre todo por traer al mundo una engendra de ojos rojos, pero todos sabemos que la gente solo sabe hablar inconscientemente.
Pasaron 3 años desde entonces, yo apenas tenía 19 años, estaba en el camino de ser un monje del templo Hõryū-ji, siempre trataba de aprender más de la humanidad y de la gente, ayudando a quien más se pudiera, tratando de sanar almas en desdicha. Como era de esperarse, todos los rumores de los Tsushiya eran algo de que hablar, y como la mayoría del pueblo trabajaban en sus tierras, era de lo único que se debatía. Un día, cuando me encargaba de limpiar la entrada del templo, vi que una mujer tapada hasta lo más mínimo de la cara subía en dirección a la puerta, se veía débil y frágil, como si estuviese cansada, pero no podía ver nada en su rostro para poder confirmarlo.
Cuando entró al edificio, sentí algo en mis entrañas, como si su llanto interior hubiese llegado muy dentro de mí, sentí el sufrimiento de años en unos pocos segundos, tanto así que se me calló la escoba de las manos. Temblando trate de levantar aquel objeto para seguir con mis actividades hasta que el señor Kitakase, mi mentor y guía espiritual, me llamo al salón principal para tener una pequeña charla conmigo.
Al momento de entrar a aquella habitación, vi ambas figuras, las cuales me miraban serenamente, la mujer con su rostro descubierto, pálida como un copo de nieve y una mirada melancólica que no quitaba su belleza. -Kazuki, ella es la señora Tsushiya, ha venido a hablar conmigo para pedirnos ayuda con su familia- veo como aquel anciano templado trata de encomendarme a lo que sería la misión más crucial de mi vida -Ellos están en una situación demasiado delicada y he decidido llevarte a cargo de esta familia, te dirán más detalles de su problema, pero necesito que te hagas cargo como representante del templo- quede sin habla por un segundo, no por la impresión, sino porque algo dentro de mí que golpeaba mi estómago queriendo expulsar un llanto inmensurable, un llanto que no era mío, un llanto de súplica.
Accedí sin titubear, no porque fuese mi deber, sino porque esa fuerza de responder a las súplicas de aquella familia fue más fuerte que mi propia voluntad. —Está decidido entonces—Hablo de nuevo el ancestro sujeto que se encontraba con nosotros en esa habitación —Kazuki es el monje en preparación con el alma más pura, sé que podrá ayudarlos de alguna forma— esto se lo dijo a la mujer desolada que estaba a un lado de nosotros, la cual asintió severamente tras soltar un ligero y casi silencioso "gracias" que se fue volando en el aire cual pluma se tratase.
Camino a nuestro destino, la mujer venía en total silencio tan desesperante como la venida de un nuevo amanecer, lo cual me hacía sentir inquieto y sumamente preocupado, pero no decidí articular palabra al respecto, no quería hacerla sentir incómoda. No sabía que me deparaba la vida en ese entonces, pero algo en mi predecía que iba a cambiar por completo.
Llegamos a la casona de los Tsushiya, al entrar a la enorme sala todo parecía lúgubre y opaco, como si ese lugar no tuviese vida o esperanza alguna, al anunciar su llegada, la señora de la casa llamó a su ama de llaves para que me mostrara mi habitación temporal, la cual se ubicaba al fondo del pasillo. Platicando con ella me fui dando cuenta que hasta la servidumbre notaba signos de haber estado cansados por varios años y cada vez que preguntaba por algún avistamiento inusual en la casona, trataba de cambiar de tema, lo cual me parecía extraño.
No tuve más remedio que desempacar mis cosas e instalarme en mi nueva habitación, no sabía si estaba listo para todo lo que me correspondía hacer, no sabía que tenía que hacer tampoco exactamente pero no me quedaba más que averiguarlo por mí mismo. Fui en busca de los Tsushiya por cada habitación, no sabía dónde exactamente estaban, hasta que encontre una particularmente con el kanji 危険(peligro) en la puerta. Al acercarme sentí una presencia pesada en el ambiente, como si fuese una combinación de desesperación y demencia, lo cual casi hace que vomite por el revolvimiento de estómago, sin pensarlo mucho abrir un poco la puerta, avistando una habitación oscura con un suelo descuidado y lleno de zarpazos marcados en el.
—あなたは光の神ですか? (¿Eres tu el dios de la luz?)— escuche tenuementela voz de una niña, para encontrarme con unos ojos carmesí intensos, como el color de la sangre.