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Chapter 15 - Capítulo XIV: Reconciliación y Confrontación

Tras la llegada del arcángel mensajero al lugar, el ambiente quedó en un silencio total, que demostraba cuánta tensión había en el aire. De momento nadie volvió a decir una sola palabra, desde que San Gabriel amenazó a los dioses nórdicos si alguno intentaba lastimar a Brigit, Morrigan y Wadjet. Sin embargo uno ya decidió romper el silencio.

—San... Ga... briel —dijo Odín con lentitud y frialdad, denotando una creciente furia.

—Hola... Odín... —dijo San Gabriel con un semblante serio y denotando una intensa hostilidad en su mirada.

—Sabes algo... estrellita parlanchina.... desde el inicio de los tiempos, un ser superior a mirado desde arriba, mientras que el ser inferior lo ha hecho desde abajo. Por lo tanto, un amo, un rey, una deidad y un padre, siempre ha mirado desde arriba a los esclavos, plebeyos, mortales e hijos. Y como tal, yo que soy un amo, un rey, un dios y un padre, siempre he mirado a todos desde arriba, y todos me han mirado siempre desde abajo. Aunque también acepto que me miren de frente, solo si lo permito. Pero lo que jamás permitiré, ni toleraré, es que alguien me mire desde arriba, como ahora lo estás haciendo tú.

»Como sabrás, el único ser que lo ha hecho, es el gran dios Shiva. Y como bien sabes él, junto con Vishnu y Brahma, es uno de los dioses más poderosos de todo el cosmos; comparable incluso a un Primordial antiguo. Por lo que faltarle el respeto, o tan siquiera hacerle enojar un poco, es igual a desaparecer, sin oportunidad de reencarnar. Y por supuesto yo no puedo darme el lujo de desaparecer ahora. Pero aun así, jamás he mirado a otro desde abajo, como ahora lo estoy haciendo. Y esto no me gusta... no me gusta para nada.

Con esa declaración, el arcángel mensajero solo se mantuvo mirándolo en silencio durante algunos segundos, hasta que, tras una pequeña risa, decidió responder.

—Con que seres superiores e inferiores ¿eh? —decía San Gabriel cerrando los ojos, ahora con tono animado y jovial—. Yo jamás he considerado a alguien inferior a mí. Mis padres tampoco consideraron a alguien, ni mucho menos a mis hermanos y a mí, como inferiores. De hecho, como diría Morrigan, esas palabras ni siquiera están en mi diccionario... Pero...

En cuanto él dice eso último abrió los párpados, denotando otra vez esa increíble hostilidad en sus feroces ojos de iris naranja y pupila blanca resplandeciente, como jamás se ha visto hasta ahora, y que hasta un demonio temblaría de miedo.

—Estoy acostumbrado a que las escorias me miren desde abajo —decía San Gabriel, ahora con lastima y severidad—. Sé cuánto dolor y sufrimiento les has causado a los mortales no-humanos de este Territorio, como los gigantes, siempre para beneficiarte a ti mismo y consentir solo a los humanos, igual que una escoria racista como lo es mi sobrino-nieto malcriado, Zeus. Tal como me dijeron Rudra y Tyr: desde que te obsesionaste con el conocimiento, ahora tu única verdad es la superioridad. Y por más que robes, mates, tergiverses y controles, jamás alcanzarás la verdad. Porque ahora de amo, rey, padre y dios, solo tienes el título, Odín.

Todos pierden el aliento al quedar en total shock por las palabras del arcángel mensajero, estando frente al mismísimo Rey de los Dioses Nórdicos Æsir. Sobretodo Brigit, Morrigan y Wadjet, quienes en todo el tiempo que llevaban viviendo junto a él, aunque sabían lo insultante que puede ser su sinceridad pura, jamás pensaron que él le diría a alguien su verdad de esa forma tan cruda y sincera, igual que un adulto criticando las malas acciones de un niño revoltoso.

No obstante, sin lugar a dudas, el más afectado fue el mismo Odín; ya que estaba en un estado de parálisis, el cual duró cinco segundos, en los que las palabras del arcángel se repetían una y otra vez en su cabeza. Y pasado esos segundos, perdió por completo la poca razón y paciencia que le quedaba. Acto seguido su único ojo se tornó de un azul brillante por completo, y con una velocidad que rozaba la barrera del sonido, movió su lanza con toda la intención de apuñalar el rostro de San Gabriel.

Pero como si las palabras del arcángel no fueran suficientes para sorprender a los dioses nórdicos, estos ganaron un nuevo nivel de sorpresa e incredulidad, cuando la legendaria lanza Gungnir fue detenida con una facilidad absurda, por la mano izquierda de San Gabriel, luego de que éste último la sujetase por la parte metálica, a pocos centímetros de que el filo llegará a su rostro.

Tal hazaña fue impresionante, dado a que la fuerza ejercida en la lanza fue tan grande, que al detenerse su camino hacia su objetivo, provocó un golpe de viento que estremeció gran parte de la zona derecha, y redujo a pedazos la cima de una montaña cercana. Sin embargo Odín no se detuvo; con la misma velocidad ejecutó un poderoso izquierdazo, logrando solo golpear el aire en vez del rostro del arcángel, debido a que éste último desapareció de su vista, y reapareció al instante en frente de Brigit, Morrigan y Wadjet, listo para regañarlas.

—¡Me voy por tres horas y casi destruyen mi casa! ¡Me voy por un día entero y destruyen medio Territorio Mortal! ¡¿Es que acaso debo estar pegado a ustedes las veinticuatro horas del día para evitar que destruyan todo el cosmos?! —exclamó San Gabriel tan furioso como nunca lo estuvo frente al trío de diosas.

—¡Pero si toda la maldita culpa la tienes tú por irte a quien sabe dónde sin siquiera decirnos nada ángel imbécil!

—¡Exacto! ¡Tú tienes la culpa maldito pajarraco-estrella por irte de esta forma sin mi permiso y sin mí!

—¡Lo que hiciste estuvo muy mal! ¡No tienes idea de lo preocupada que estuve por ti!

Exclamaron con la furia de mil tormentas Morrigan, Wadjet y Brigit respectivamente, creando una escena dramática que dejó confundidos y perplejos a los dioses nórdicos, mientras que a las valquirias las hizo intrigó tanto que quisieron escuchar más de ese dramón familiar.

—¡¿Acaso no saben lo que es "viaje espiritual y solitario de auto reflexión para encontrar la paz interior"?! ¡Porque en serio necesitaba encontrar mi paz interna! —explicó San Gabriel todavía descargando toda su frustración contenida.

—¡¿Por qué estás hablando como Buda II?! ¡¿Fueron esos extraños pergaminos que te dio Sun Wukong?! ¡Porque si es así los quemaré para que no vuelvas a desaparecer de esta forma! —exclamó Brigit una vez más en su característico estado de furia flameante máxima.

—¡Además si necesitabas descansar solo tenias que decírnoslo estúpida estrella asexual! —exclamó Wadjet tan enojada que ahora parecía una hermana mayor regañando a su pequeño hermano revoltoso, lo cual era irónico dada las discusiones anteriores entre ella y el arcángel mensajero.

—¡Así es! —agregó Morrigan con igual furia—. ¡Entendemos que el cuerpo físico de un ángel tiene sus límites! ¡No debe ser sencillo satisfacer a tres diosas cada noche, cada hora del baño y cada...!

—¡Morrigan por favor no empieces con tus comentarios sexuales! ¡Estamos en medio de un montón de desconocidos y probablemente hay niños presentes! —la interrumpe San Gabriel harto, además de extremadamente avergonzado, de los comentarios eróticos y desvergonzados de la diosa cuervo.

Tal como le habían sugerido antes, el arcángel mensajero por fin estaba encarando a sus compañeras diosas; después de más de un mes al fin se había armado de valor para desafiarlas. Pero resolver todo con otra discusión no era lo indicado, y eso él lo sabía, por lo que, justo cuando el trío de diosas iba a volver a regañarlo, éste decidió sincerarse por completo.

—Pero... las tres tienen razón —dijo San Gabriel teniendo ahora un tono serio y decaído, que dejó en silencio a Brigit, Morrigan y Wadjet.

"... ¿Qué?", fue lo que pensaron las tres diosas al mismo tiempo, al ver el repentino cambio de actitud del arcángel y que éste les diera la razón.

—La culpa fue mía —proseguía San Gabriel con la mirada al suelo y los hombros decaídos—. Debí decirles que necesitaba descansar, porque todo esto me agobia. Resolver sus discusiones, evitar sus peleas y satisfacer sus necesidades. Pero sobre todo, no dejaba de sentirme muy mal por estar unido con las tres. Aunque ustedes aceptaron esta loca Unión Eterna, yo no. Yo solo quería y me conformaba con una compañera reproductora. Pero por culpa de todas esas estupideces sobre leyes y acuerdos de paz, fui obligado a estar unido con ustedes tres. Y eso me hace sentir muy mal.

El trío de diosas escuchaba con atención cada palabra del deprimido arcángel; cada una de esas palabras liberaba tanta angustia y vergüenza, que de cierta forma, les produjo cierta lástima a cada diosa, y era entendible.

Después de un largo tiempo viviendo juntos, las tres diosas ya habían comenzado a entablar una especie de vínculo con él. Mientras que en el caso de Brigit era amor puro, en el de Wadjet ésta lo consideraba más una pareja sexual y compañero, con el que viajaba y se divertiría como jamás lo ha hecho en la vida. Y en el caso de Morrigan, aunque seguía considerándolo un simple objeto para saciar su lujuria, también le consideraba un buen compañero; el tipo de persona con el que podía charlar de diversos temas en común y divertirse un poco.

Y entonces con el pasar de los días, ese vínculo produjo un cambio significativo en cada diosa, que fortaleció ese vínculo junto con los sentimientos de cada una hacia el arcángel mensajero. Ya que, del mismo modo en que San Gabriel tuvo una conexión emocional con ellas, éstas a su vez lo tuvieron con él, aunque eso es algo que se explicará más adelante.

—Sin embargo... —continuaba San Gabriel, levantando la cabeza y enderezando los hombros, con un renovado estado de ánimo que inspiraba alegría, y lo demostraba con su sonrisa genuina—, aunque ustedes tres sean un dolor de cabeza, y yo me sienta mal por tener que estar unido a ustedes, ahora son parte de mi familia. Y como tal, su felicidad es importante. Y si de verdad aceptan esta estupidez de tener que estar unidas a mí, entonces, yo tratare de ser feliz por ustedes, para seguir dándoles esa felicidad que necesitan. Lucharé para que nosotros cuatro alcancemos juntos la paz, como familia.

—¿En dónde demonios estabas para que ahora digas tantos disparates? —comentó Wadjet arqueando una ceja, estupefacta por el discurso cursi del arcángel. Pero luego cambia a una expresión divertida mientras pone una mano en su cadera. —¡Je, je, je! Tranquilo es broma, lo entendemos en serio. —Wadjet desvía la mirada a otro lado con el ceño fruncido, además de denotar una vergüenza—. La verdad, es que estábamos buscándote para... disculparnos por todo. Al menos Brigit y yo, porque no creo que la señora cuervo gruñona quiera disculparse. Pero, con toda la sinceridad del multiverso, yo... yo... lo... si... en... to.

—... ¿Qué? —preguntó San Gabriel, ahora también estupefacto de lo que trataba de decir la diosa egipcia, quien denotaba una inmensa y notable vergüenza, tanto en sus gestos como en su tono. Sin embargo con la pregunta del arcángel, la doncella egipcia tuvo un repentino arrebato furioso e infantil.

—¡Que lo siento! —repitió Wadjet dirigiéndole la mirada y mostrándose aún más avergonzada y furiosa al grado de tener las mejillas sonrojadas—. ¡Sí! ¡Ya lo dije! ¡Me disculpo por ser un dolor de cabeza para ti! ¡Así que alégrate de una maldita vez y siéntete orgulloso, porque eres el primer miserable ser en la existencia al que le pido perdón! —dicho esto, Wadjet vuelve a mirar en otra dirección, manteniendo su postura de señora de alta alcurnia.

—Bueno... eso ya es un gran avance para ti —respondió San Gabriel con una sonrisa incrédula, todavía estupefacto de lo que escuchaba por parte de Wadjet.

La diosa egipcia no respondió al comentario del arcángel; solo cierro los ojos con disgusto y dio un pequeño suspiro molesto. Pero luego vuelve abrir los ojos al sorprenderse por algo inesperado; sintió una mano caer sobre su cabeza. Y cuando vuelve a dirigirle la mirada a su compañero angelical, se da cuenta de que él se le acercó para acariciarla.

—Pero por favor no te disculpes así en público. No es bueno para tu buena imagen, mi querida Guardiana de los Faraones, diosa Wadjet —decía San Gabriel de forma respetuosa, sincera y cariñosa, mientras sonreía con inocencia y acariciaba la suave cabeza de Wadjet de un modo tierno—. Y si quieres, algún día podríamos visitar los templos del Territorio Hindú y Chino. Así podría enseñarte la belleza de otros territorios mortales, y tal vez así también pueda enseñarte mejor sobre humildad.

—Me ofende un poco. Pero será un placer viajar contigo, querido Ángel de la Divinidad, San Gabriel —respondió Wadjet, para la sorpresa del arcángel con igual respeto—. Antes íbamos a donde yo quería, pero ahora me apetece ir a donde tú quieras. Después de todo contigo jamás me aburro. ¡Je, je, je!

Por primera vez la doncella egipcia mostraba una sonrisa, que no desprendía aires de superioridad ni orgullo, sino amabilidad y aprecio genuino. Y sus ojos irradiaban con una dulzura real, que casi parecía un sentimiento amoroso; incluso ella le permitía a él que la acariciara, una acción que semanas atrás no hubiese permitido de ningún modo.

Sin duda era un momento bastante relajante y conmovedor para ambos. No obstante duró muy poco —para la molestia interna de Wadjet—, debido a que San Gabriel recibió un inesperado abrazo fuerte a un punto exagerado, por parte de la Diosa Celta del Fuego.

—¡Lo que digas! ¡Yo también lamento todo el estrés y todos los problemas que te cause! ¡Pero por favor no vuelvas a irte así! —decía Brigit al borde de las lágrimas y aumentando la fuerza de su abrazo, como si temiera que el arcángel se fuera otra vez—. Por un momento... creí que te irías... igual que...

—Recuerda que prometí que jamás te abandonaría, ni mucho menos te reemplazaría. Solo quería descansar un tiempo, eso es todo —le interrumpió San Gabriel con bastante pena, aunque no logra calmarla lo suficiente, ya que ella seguía abrazándolo con una descomunal fuerza—. ¡Y por favor suéltame que me estas lastimando!

—¡Lo siento! ¡Perdoname! —se disculpó Brigit apenada y avergonzada, al mismo en que lo soltaba con tal brusquedad, que las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de la druida pelirroja.

—No llores por favor. Me estás haciendo sentir aún más mal que antes —pidió San Gabriel sujetándose el torso, adolorido por el fuerte abrazo, y ahora también volviendo a sentirse como una persona terrible, pero de todas formas intenta sonreír para animar a la druida pelirroja—. Sonríe, porque siempre estaré cuando me necesites, Brigit.

Dicho eso el arcángel mensajero se acerca a Brigit y con las manos le limpia las lágrimas, logrando que ella por fin se alegrará, y mostrará esa hermosa y radiante sonrisa, capaz de iluminar el más amargo y oscuro día de cualquiera, tal como lo estaba haciendo con el arcángel, al grado de hacerle olvidar todo el estrés de los días anteriores. Para él, esa sonrisa hacía que cualquier sufrimiento valiera la pena.

—Así está mejor. ¡Esa sonrisa me llena de alegría! —dijo San Gabriel feliz de verla sonreír. Entonces se gira para ver a la reina fantasma, quien no parecía tener ni un solo interés en querer disculparse.

—¿Esta es la parte cliché donde digo algo súper dramático y luego pido disculpas? —pregunto Morrigan de forma sarcástica, cruzándose de brazos y teniendo un tono molesto—. ¡Porque de ninguna manera creas que yo...!

La reina fantasma no pudo terminar su queja al quedar en shock por una acción que la tomó desprevenida; había recibido un inesperado abrazo lleno de cariño y melosidad, por parte del arcángel mensajero, lo cual a Morrigan le repugno y avergonzó a niveles nunca antes vistos.

—¡¿Qué estás haciendo estúpido ángel imbécil?! —exclamó Morrigan con su tono lúgubre y lleno de ira, mientras intentaba despegarse de su compañero angelical, casi como lo haría una adolescente rebelde que rechaza las muestras de afecto de su familia, algo que no estaba muy lejos de la realidad.

A la reina fantasma nada le avergonzaba más, que el recibir cualquier tipo de cariño; prefería más el rechazo, el disgusto, el miedo e incluso el odio, como tan acostumbrada estaba a recibir, que cualquier muestra de afecto. Y tener que recibir tal acto cariñoso por parte de alguien, que a los ojos de ella le ha tenido inmenso miedo, le avergonzaba; sobretodo ahora que estaban en público.

—Está bien —decía San Gabriel, mostrando una amistosa sonrisa, y aumentando un poco la fuerza en su abrazo para que la reina fantasma lo escuchara—. Por supuesto que no esperaba que dijeras algo dramático; eso es muy típico de ti. Y de una enfermiza y loca manera, este lado malo tuyo te queda mejor, y nunca podría imaginarte de otra forma. Después de todo, tú y yo, somos opuestos, y alguien me dijo una vez que nada funciona mejor que los opuestos.

Con cada palabra que San Gabriel decía, Morrigan pasó de estar en extremo avergonzada y furiosa, a estar más confundida que molesta, e incluso incrédula de lo que escuchaba; le pareció una total locura. Pero aun así ella había empezado a desistir en su intento de separarse del arcángel mensajero a la fuerza, solo para escuchar lo que él tenía que decir.

—Y pese a que todavía me das un poco de miedo, ahora que te conozco mejor puedo decir que no eres tan mala en realidad. De hecho, hasta podríamos llevarnos muy bien. Por eso, en vez de miedo, disgusto, rechazo u odio, como casi siempre recibes, te daré algo que muy pocos te dan. Y puedes rechazarlo como lo estás haciendo ahora. Pero aun así, te daré todo lo bueno que puedo ofrecer con mi corazón, porque ahora somos familia, Morrigan.

—Je, je, je. Como dijo Wadjet, ahora dices muchos disparates, angelito tonto —respondió Morrigan sonriendo de forma sarcástica. Y de pronto sus ojos rojos se tornan de un brillante azul, que denotaba la indescriptible felicidad que sentía en realidad.

Mientras sucedía toda esta escena conmovedora, los dioses nórdicos que presenciaban lo que sucedía estaban en absoluto confundidos, al no entender por completo el contexto de lo que sucedía, más allá de que era una especie de "discusión familiar". Pero en el caso de las Valquirias eran otra historia: comenzaron a llorar de modo dramático.

—¡¿Se puede saber por qué están llorando?!

Exclamó con furia una hermosa mujer madura, que parecía rondar cerca de los 35 años. Como todo nórdico su piel era clara y como la mayoría era rubia. Aunque su cabello era de un amarillo casi blanquecino; además era rizado y largo hasta por debajo de los hombros, y tenía un par de trenzas detrás de la cabeza. De ojos azules y constitución bastante atlética, dando a entender que se ejercitaba. Portaba un conjunto completo de armadura ligera nórdica, pero sin casco. No obstante toda su armadura tenía grietas, algunos desgarres y fisuras, al igual que todas las Valquirias, como si hubieran estado en una reciente batalla brutal.

Ella era la Diosa Nórdica de la Tribu de los Vanir; líder de los mismos y del ejército de las Valquirias; alabada por los humanos bajo su apodo "Frigg" (Amada), y conocida por todos los inmortales bajo su verdadero nombre, Freyja.

—Lo siento señora... es que... ¡es tan hermoso! —respondió una joven Valquiria, llorando sin parar al ver lo que para ella y sus compañeras era una hermosa escena de reconciliación.

No obstante para varios de los dioses nórdicos era un momento de novela dramática, que ya los aburrió bastante, por lo que uno decidió entrometerse para cortar el momento de cursilería e ir directo a la acción.

—Está bien, está bien. Muy bonito y todo. Lo admito —decía Thor aburrido y molesto, al mismo que daba un paso al frente—. Pero les recuerdo que estamos en medio de un asunto complicado, que implica guerra. Y supongo que tú, chico-estrella, estás dispuesto a asumir la responsabilidad de todo el caos que causaron tus esposas en nuestro territorio de Midgard.

—Por supuesto que sí —afirmo San Gabriel cambiando a una actitud seria en un instante. Luego dejó de abrazar a Morrigan (para la enorme molestia de ella, al grado de hacerla volver a tener los ojos rojos), y se dio la vuelta para encarar a los inmortales nórdicos.

—Escucha lucecita con aparente cerebro —dijo Odín, otra vez con consciencia, pero todavía muy molesto—. Es cierto que ahora mismo nuestros Panteones están en paz, por la boda de la hija de Loki con tu hermano menor. Sin embargo, no estamos en paz con ninguno de los Panteones de ellas. Por lo tanto, lo mejor que puedes hacer, es dejar que sean juzgadas como dicta nuestra ley y la Ley de los Panteones. Si haces eso, perdonare tu grave ofensa, y no romperemos nuestro acuerdo.

—Ley de Panteones, ley de esto, ley de aquello. Escucha Odín ellas no causaron problemas en alguno de los otros reinos de Yggdrasil. Por lo que puedo ver, aunque destruyeron gran parte del Territorio Nórdico, nadie murió. Y toda esta destrucción es algo fácil de arreglar para ustedes. ¿Por qué no mejor lo dejas pasar por hoy? No volverá suceder. Lo prometo —trataba de razonar San Gabriel con suma seriedad y cansado de tantas leyes.

—La mitad de nuestro territorio, puede ser. Pero cabe recalcar, que ellas atacaron primero. Ellas son diosas extranjeras, y sus Panteones no tienen ningún acuerdo de paz con nosotros. Pero sobretodo eso, nuestros humanos de Midgard han sufrido bastante con este desastre. Han perdido sus aldeas, sus cultivos y tendrán que empezar de nuevo. Todo por culpa de ellas. Esto es un crimen que no puede quedar sin castigo, y que los humanos no toleraran que alguien no sea castigado o culpable; ya conoces su manía de querer siempre culpar a alguien. Si no me crees, ¿Por qué no se los preguntas?

El Rey Æsir echa un breve vistazo a su alrededor, y junto con los demás ve que se estaban acercando a la escena humanos nórdicos, quienes habían escuchado todo lo que dijo Odín, y sin dudar estuvieron de acuerdo con él. Uno a uno, todos los humanos nórdicos se reunieron en una multitud enfurecida, que exigía castigo para las extranjeras que destruyeron sus hogares.

—¡El Padre Supremo tiene razón!

—¡Castigo para esos monstruos!

—¡Perdí mi hogar por culpa de esas extranjeras!

—¡Nuestra aldea está arruinada! ¡Ellas deben pagar por ello!

—¡Castigo, castigo, castigo!

Exigían todos y cada vez se unían más humanos a la escena, formando un circulo alrededor de los inmortales. Y al igual que el resto, los recién llegados también exigían castigo para las tres diosas responsables toda de la destrucción. La situación se había vuelto muy preocupante.

—Qué tipo de castigos... pueden recibir... Odín —dijo San Gabriel, denotando verdadero desagrado con lo que podría escuchar.

—Me temo que no muy piadosos dado la opinión del público; será hasta tortuoso. Por parte de mi hijo Tyr, que sé cuán amigo tuyo es, deberías de conocer nuestras costumbres —respondió Odín, sonriendo de forma cruel—. Y las Valquirias no toleraran la ofensa que les dieron. Es posible que ellas mismas sean quienes lleven a cabo los castigos, como venganza. Pero es esto o una guerra entre nuestros Panteones. No tienes más elección. Incluso si solo tú te rehúsas a que sean castigadas, nuestro territorio también se interpondrá en tu camino, y tú jamás lastimarías a los mortales. Entonces, ¿Cuál es tu respuesta?

Ante la pregunta definitiva, San Gabriel se cruzó de brazos y bajó la mirada, sin pronunciar ni una sola palabra. Mientras tanto Brigit, Morrigan y Wadjet estaban molestas por la situación y preocupadas por lo que va a ocurrir; no por ellas, sino por el problema en el que habían metido al arcángel mensajero. Aunque les disgustaba admitirlo, no podían negar que Odín tenía razón; ellas iniciaron la pelea, por lo tanto, era razonable que recibieran un castigo por ello.

Además lo menos que querían ahora era que se desatara otra Guerra de Panteones; ya le habían causado suficiente problemas a San Gabriel. Sin embargo antes de que alguna pudiera decir algo, el arcángel mensajero dio un fuerte aplauso, provocando un poderoso estruendo que hizo callar el abucheo de los humanos molestos y sorprendió al resto.

—Brigit, Morrigan y Wadjet, ahora son parte de mi familia. Y todo lo que hagan esta bajo mi responsabilidad. Pero si toda Asgard exige ver sufrir a alguien de mi familia, ¡entonces destruiré toda Asgard! —decía San Gabriel, ahora con una expresión furiosa y denotando una increíble autoridad—. Y sí toda la tierra se interpone en mi camino, ¡entonces dividiré la tierra! ¡Enfrentare y golpearé a todo aquel que quiera lastimar a mi familia!

Aquella declaración dejo en completo shock a las Valquirias, a los humanos, a los Æsirs e inclusive a Brigit, Morrigan y Wadjet. Era algo que todos no esperaban para nada, ni siquiera el mismo Odín, quien quedó tan sorprendido que se había puesto a pensar en que si el arcángel era demasiado valiente o demasiado tonto, como para decir tan grandes palabras con implicaciones de incalculable magnitud; no sabía qué decir ante eso.

Pero cierto Æsir comenzó a reírse.

—¡Ja, ja, ja! ¡Debo reconocerlo! ¡Para ser solo una estrella mensajera que habla, tienes un valor extraordinario al desafiar toda Asgard! —decía Thor divertido del dramatismo de la escena, y luego señala al arcángel con el dedo índice izquierdo—. Si estás tan dispuesto a asumir la responsabilidad, ¡entonces el que será castigado vas a ser tú en lugar de ellas! Pero por suerte para ti, soy sentimental. Ese momento entre ustedes y está declaración de guerra me conmovió, en serio. Así que te daré una oportunidad para resolverlo... ¡a la antigua!

Tras decir aquella sorpresa, Thor hizo una pausa para tomar su martillo con su mano derecha. Después la alzó de forma desafiante hacia el arcángel, a la vez que empezaban a escucharse truenos en el cielo.

—¡Lo resolveremos con una épica, sagrada y tradicional Batalla de Inmortales! —prosiguió Thor con su declaración, esta vez esbozando una gran sonrisa que demostraba cuan enloquecido estaba por pelear.

—Aceptaré; si con esto las dejan libres, entonces lucharé contra todos ustedes ahora mismo si hace falta —contestó San Gabriel sin ninguna señal de vacilación, duda o temor.

—¡¡¡¿Qué?!!! —exclamaron Brigit, Morrigan y Wadjet al mismo tiempo impactadas de escuchar lo que dijo el arcángel mensajero.

—Está bien hacer un poco de ejercicio de vez en cuando. Y según Rudra, es bueno para liberar el estrés acumulado —decía San Gabriel girándose para ver a sus compañeras diosas, con una actitud bastante despreocupada.

"Es mi imaginación... ¿O esa estrella parlante ha estado mencionando a Rudra?", pensaba Freyja, luchando por contener sus nervios internos y mantener su compostura, al recordar aquel salvaje, honorable y poderoso dios pelirrojo del Panteón Hindú, cuya historia y nombre hace temblar de miedo los pasillos de Asgard y el mismo Olimpo.

—¡Ja, ja, ja! ¡Es de admirar tu valor niño-estrella! Muy digno de un verdadero hombre —elogiaba Thor con desbordante orgullo—. Como muestra de respeto a tu increíble coraje y para hacerlo más divertido, te daré un poco de ventaja: lucharas contra nosotros uno a uno. ¡Y el primero seré yo! —dicho eso, él señala a su propia izquierda con el pulgar de su otra mano—. Por allá hay una zona despejada y sin aldeas, y tras la destrucción que causaron tus esposas está libre de criaturas. Así que será un buen sitio para llevar a cabo una breve lucha; porque será muy corta.

—Estoy de acuerdo, si es que tu padre y el resto también lo están —dijo San Gabriel volviendo a centrar la atención en los inmortales nórdicos.

—¡Je, je, je, por mi parte está bien! —contestó Baldur cruzándose de brazos, y mostrando una sonrisa que apenas podía ocultar su emoción interna por pelear.

—Yo tampoco tengo objeción —agregó Odín con una sonrisa vanidosa—. De hecho, este trato me parece más que excelente —Odín levanta la mano izquierda a la altura del rostro y la cierra en un fuerte puño, como si quisiera aplastar algo—. Será mucho más placentero verte gritar de agonía. Lucharás solo con nosotros. Mi hijo Thor será el primero, y el resto elegirá su orden. Si nos derrotas a todos, te dejaremos marchar en paz junto a tus esposas —dicho esto, Odín señala al arcángel con la mano izquierda—. Pero si pierdes, el que pagará las consecuencias ¡serás tú! ¡Y esta vez ese monstruo al que llamas "madre" no está aquí para salvarte!

—Acepto el trato —dijo San Gabriel frunciendo el ceño y volviendo a tener una mirada hostil aunque esta vez, con un raro brillo flameante en sus ojos—. Y te pido por favor, que no vuelvas a hablar así de mi madre... o lo lamentarás mucho.