- ¡Eduardo! -grito Samara. Ella no tuvo mas remedio que impedir a su hijo seguir con esto. -Él es tu…
- ¡Mi madre es de mi padrino! ¡ya ha dicho que se casara con ella! Y desde que era pequeño, cuando estaba enferme, siempre era mi padrino quien la cuidaba. Cuando necesitaba compañía, mi padrino estuvo a su lado. ¡Mama, no puedes abandonar a mi padrino! -dijo el niño. Parecía que Eduardo ya sabia lo que su madre iba a decir. Antes de que ella pudiera hablar, ya había dicho estas palabras.
Álvaro se esforzó mucho para poder quedarse con Samara, pero no esperaba que la persona que lo detuviera fuera su propio hijo y dijo:
-No importa lo bueno que sea tu padrino, ¡Solo es tu padrino! ¿entiendes lo que significa eso? ¡No tenéis lazos de sangre! -Álvaro no quería discutir con su hijo, pero ya no podía controlarse.
Carlos era un hombre sobresaliente. Durante los cinco años, había asumido su responsabilidad, como el guardián de su esposa e hijos. Esto hizo que Álvaro se sintiera infeliz. Cuando encontró que su hijo apoyaba a aquel hombre, Álvaro se sintió decepcionado.
Cuando Eduardo escucho sus palabras, grito enfadado:
- ¡No me importa! Lo considero mi padre.
- ¡Eduardo! -grito el hombre.
-Álvaro, ¡no te tengo miedo! Simplemente no me gusta que estes con mi madre. ¡Eres un hombre malo, no quiero verte! -dijo el niño. Eduardo raras veces se comportaba caprichosamente. Después de que termino de hablar, sus ojos se pusieron rojos y las lágrimas cayeron por sus mejillas.
Samara se entristeció y dijo:
-Eduardo, escúchame. Carlos y yo, solo somos amigos.
- ¡No es verdad! ¡Mama, has cambiado! -Eduardo grito y salió de la habitación.
- ¡Eduardo! -llamo la mujer. Ella se preocupó y miro a Adriano y Álvaro.
Álvaro susurro:
-Date prisa y síguelo con los guardaespaldas. No te preocupes, es un niño. No voy a discutir con él.
-Álvaro, dale tiempo. Después de todo, desde que nació hasta ahora siempre ha tomado a Carlos como su padre. -contesto ella.
Las palabras de Samara decepcionaron mucho a Álvaro. Pero no sabia que decir. En aquel entonces, si no hubiera insistido en dejar que Samara se marchara, no se habrían producido tantos problemas.
-Ve, lo entiendo. Cuida de él. -respondió Álvaro y dio una sonrisa amarga, sintiéndose angustiado.
Sin perder mas tiempo, la mujer rápidamente salió corriendo. Adriano se quedó aturdido al ver esta escena. Nunca se había atrevido a hablar con su padre de esta manera, no pensaba que Eduardo la trataba así. Adriano admiraba mucho lo que había hecho su hermano, pero de repente encontró que su padre lo estaba mirando.
- ¿Papa? -dijo el niño y dio un paso hacia atrás con mucho miedo. No sería capaz de soportar la ira de Álvaro solo.
Al ver que Adriano era tan tímido, Álvaro se sintió incomodo. En los últimos años había sido estricto con el niño. El motivo era porque quería que Adriano tomara el cargo de el en el futuro, pero no se había imaginado que el niño le tendría miedo. Si el niño fuera tan atrevido como Eduardo, no sabría qué hacer.
- ¡Ven aquí! -Álvaro le dijo haciendo una señal.
- ¿Puedo quedarme aquí? -dijo Adriano en voz baja.
-Ven aquí, solo quiero hablar contigo. -contesto Álvaro sintiendo que las acciones de su hijo eran muy agradables.
Adriano se acercó lentamente, con miedo de que Álvaro lo regañara, pero al pensar en Eduardo, dijo audazmente:
-Papa, Eduardo no quería contradecirte. Es que se preocupa demasiado por su madre.
- ¿Lo apoyas? Eres mayor que él. -dijo Álvaro sonriendo y tocándole la cabeza. Afortunadamente, este chico era bueno, no como Rebeca.
Raras veces Álvaro trataba a Adriano con tanta cordialidad. Al sentir la calidez que le daba su padre, inmediatamente se subió a la cama de su padre y se acostó sobre él, luego lo miro parpadeando y pregunto:
-Papa, ¿tú también quieres a Eduardo?
- ¿Y tú? -contesto él.
Adriano asintió inmediatamente.
- ¡Si! Eso es raro. Me gusta ser su amigo. ¡Es increíble! ¡tiene la misma edad que yo, pero es capaz de diseñar juegos! Y conoce muy bien como funcionan los ordenadores. No creo que no haya algo que el no sepa. Aunque siempre dice que soy tonto, no estoy enfadado. Me gusta estar con él. -dijo el niño.
Al escuchar el elogio generoso, Álvaro sonrió y dijo:
- ¿Quieres que sea tu hermano?
-Ya somos hermanos. -Adriano se palmeo el pecho con orgullo. Estaba especialmente feliz.
Álvaro lo abrazo y susurro:
-Quiero que Samara y tu hermano vivan con nosotros. Como tú, algún día me llamara papa. Tú también puedes llamar mama a Samara, ¿de acuerdo?
El chico se quedó aturdido y pregunto:
-Tengo madre, pero ¿Por qué llamar a Samara mama?
Álvaro respondió:
- ¡Porque así seremos una familia!
Las palabras del hombre hicieron que el chico se sintiera algo confuso y dijo:
- ¿Y qué hay de mi madre?
Álvaro se puso serio. El niño todavía era pequeño y había vivido con Rebeca desde la infancia. Naturalmente, amaba a su madre. Álvaro no sabía cómo explicarle la relación que tenía con Rebeca.
-Tu madre tendrá su propia vida. No quiero que te olvides de ella. ¿No es bueno que otra persona también te cuide y te ame?
Adriano inclino la cabeza y pensó por un momento, luego sonrió y dijo:
-Eso es verdad. Samara cocina muy bien. Si la llamo mama, ¿me preparara su deliciosa comida todos los días?
Al escuchar sus palabras, Álvaro se rio.
-Pequeño comilón.
-Claro. Comer me hace feliz. Pero papa, ¿crees que Eduardo se convertirá en nuestro familiar? Míralo, parece que no le caes bien. -dijo el niño.
Álvaro contesto:
- ¿Quieres que Eduardo sea tu verdadero hermano? -el hombre tenía una sensación rara. Estaba aprovechándose del niño para conseguir lo que quería. Pero al pensar en la actitud que tenía Eduardo hacia él, se sintió dolido. Era su propio hijo.
Adriano dijo de inmediato:
- ¡Si! Papa no te preocupes. ¡Seguramente Eduardo se convertirá en mi hermano y vivirá con nosotros!
- ¡Qué bonito eres! -Álvaro felizmente le toco la cabeza.
Adriano sentía que las acciones de su padre eran diferentes a las de antes, actuaba con mas cordialidad. Se apoyo en su cuerpo y susurro:
- ¡Papa, te quiero mucho!
-Yo también. independientemente de si Eduardo venga a vivir con nosotros, para mí, eres tan importante como el. -dijo el hombre.
El chico no entendió sus palabras, pero sonrió con satisfacción. Acababa de comer y tenía sueño, así que se quedo dormido al lado de Álvaro.
Por otro lado, Eduardo se fue corriendo enfadado, pero no salió directamente. En cambio, se escondió en el pasillo. Pensó que su madre iría tras él, pero no. El niño se sintió dolido. En el pasado cuando estaba con su padrino, no importaba lo que hiciera su padrino, Samara siempre se preocupaba por él y por Laura.
Ahora ella ni siquiera lo buscaba. Sus ojos se pusieron rojos. Sintió que Álvaro le había robado a su madre, así que se dio la vuelta y camino hacia el patio trasero.
Cuando Samara salió, ya no pudo verlo. Un guardaespaldas vio su expresión ansiosa y le dijo rápidamente:
-Señorita, no se preocupe. La ayudaremos.
-Bueno, separémonos y busquemos con atención. -dijo la mujer. Ella fue la primera en correr hacia fuera.
Había mucho tráfico y ella tenía mucho miedo.
Después de que Eduardo llegara al patio trasero del hospital, se escondió bajo un árbol. Se sentía cada vez mas triste, saco el teléfono y llamo a Carlos.
- ¡Padrino! -grito el niño. Al escuchar la voz de Carlos, el niño lloro.
Carlos estaba preocupado, rápidamente dejo el documento que había en su mano y pregunto ansiosamente:
-Eduardo, ¿Qué ha pasado? ¿Dónde esta tu madre? ¿Por qué estas llorando?
El niño respondió:
- ¡Padrino, mama ya no me quiere! ¡Me ha abandonado!
Al escuchar esto, Carlos se puso aún más ansioso y pregunto:
-Hijo mío, ¿Qué pasa? ¿has discutido con tu madre?
-Padrino, date prisa y ven. Si no vienes, mi madre se marchará con él. -Eduardo estaba llorando.
Al escuchar esto, Carlos se aturdió. Naturalmente sabia porque Samara había vuelto. También había pensado en la posibilidad de que se reconciliara con Álvaro. Pero parecía que todavía era temprano. Carlos no lo entendía, pero estaba un poco preocupado. Si esto era verdad, no estaba seguro de poder dejar la relación que tenia con Samara fácilmente. Se aturdió otra vez.
Eduardo no había escuchado la respuesta de Carlos. Inmediatamente dejo de llorar y pregunto:
-Padrino, ¿me escuchas?
-Claro. -dijo el hombre y se puso atento de inmediato. -Eduardo, todavía eres joven. No puedo explicarte esto, pero tienes que saber que tu madre siempre te amara profundamente. No importa lo que pase, no discutas con ella, ¿de acuerdo? Lleva una vida muy dura.
Al oír esto, Eduardo dijo avergonzado:
-Lo se. Padrino, volveré y le pediré perdón a mama. Pero… -Antes de que pudiera terminar, un grito se escucho y la llamada fue colgada.