Shikadai había estado revisando sus últimos casos en los que estuvo trabajando antes de la aparición de Nahuel y el regreso de Boris. Tenía que ponerse al día con todo ya que estaba muy atrasado.
Investigaba detalles, algo que le dé indicios a cerca del club nocturno de donde Inojin se hubo escapado. Pero, luego de cinco días de investigar, no pudo encontrar nada de nada. En apariencia todo era legal y estaba en regla.
Pero ese rubio que permanecía oculto en su departamento, en verdad estaba aterrado y no paraba de repetir su historia. Aunque ese club tenía bailarines y bailarinas que trabajaban allí por voluntad propia cambiando las perspectivas de todo.
Shikadai sabía que aquello era un caso perdido y que incluso se arrepentiría de gastar su tiempo y energía en ello. Pero considerando que iba a suicidarse, no encontraba nada más interesante que hacer.
Esa tarde estaba en su oficina indagando sobre sus casos anteriores, debido a que no se creía que la repentina llegada de Inojin a su departamento era casual. Como abogado, intuía que había algo oculto, algo o alguien detrás de ese asustado rubio.
Tras haber pasado tres horas y media de intensa busqueda estaba como al principio. Sin nada de nada. Se recostó en su sillón y respiró profundo. Se sentía un tonto.
Quizás deba arrojar a éste desconocido a la calle, posiblemente me esté mintiendo en todo, pero de ser así ¿por qué yo? ¿Qué busca de mí Inojin?
Frunció el ceño ya que quizás a quien deba investigar era al propio Inojin. Y eso haría.
Comenzaría con sus huellas digitales. Podía pedirle a su padre un favor. Se incorporó y salió de su despacho. No obstante recordó que sus padres estaban de viaje, aquello cambiaba sus planes al completo. Sonrió al recordar que estaba solo.
Siempre estuve solo, únicamente cuando solía salir con Boris había podido contar con el apoyo de alguien. Y luego fue con Nahuel, con quien me sentí acompañado otra vez.
Una vez dentro de su auto, Shikadai se sintió sin ánimos de nada. Apoyó la cabeza en el asiento del conductor mirando a las parejas pasar tomados de las manos o abrazados. La angustia por la muerte de Nahuel lo invadió con mayor fuerza que antes.
Se apoyó sobre el volante del auto cruzando los brazos y empezó a llorar. Otra vez.
- ¿Por qué lo hiciste Nahuel? Maldita sea ¿qué se supone que deba hacer ahora sin tí? Fuíste un verdadero idiota.
Shikadai no supo cuánto tiempo pasó allí lamentándose de sí mismo y preguntándole a Nahuel por qué lo protegió si en estos momentos lo que más deseaba era estar muerto.
Cuando se pudo calmar se quitó las lágrimas y puso en marcha el auto para dirigirse a casa.
Quería desaparecer de éste mundo que no le presentaba nada interesante como para elegir quedarse en él. Ni siquiera la repentina llegada de Inojin.
Sintiendose peor que la oscuridad misma llegó a casa donde fue recibido por Inojin quien limpió todo el departamento y en esos momentos se disponía a preparar la merienda.
Shikadai se sombró y pese a sí mismo se sintió renovado al percibir el calor del hogar. No era lo mismo llegar nun lugar vacío, sin vida que ser recibido por alguien.
El pelinegro observó al rubio con detenimiento detectando un intenso dolor en lo más profundo de su ser, pero a diferencia de él, ese rubio era en extremo fuerte ya que anhelaba vivir aunque se encuentre atrapado en la más absoluta desesperación.
- Inojin....gracias - dijo Shikadai
- ¿Por qué me agradeces? Soy yo quien debería agradecerte todo el tiempo por permitir quedarme aquí.
Shikadai miró el tatuaje de una rosa roja que Inojin tenía en su brazo izquierdo. El rubio se percató de ello e inmediatamente se lo cubrió bajandose la manga. Su dolor se reflejaba en su pálido y blanco rostro.
Aquello le acababa de probar a Shikadai que el rubio decía la verdad, había estado en el club nocturno La Rosa Roja. Todos sus empleados teníán ese tatuaje.
- Puedes quedarte el tiempo que quieras Inojin.
- Ayúdame....por favor
- Debes contarme todo si es que deseas mi ayuda.
- Ellos me secuestraron
-¿Cuándo?
- Hace tres años y medio.
- ¿Te llevaron a ese lugar?
- Si, allí me drogaban y....y....me obligaban a prostituirme....dios mío.
-¿Tienes familia Inojin?
- Mis padres pero están muertos. Así que no, ya no tengo a nadie.
- ¿Cómo sabes que murieron?
- Cuando escapé lo primero que hice fue ir a casa pero....encontré a desconocidos viviendo allí. Me dijeron que los anteriores dueños murieron.
Shikadai observó la desazón del rubio quien se sujetaba el brazo donde tenía el infernal tatuaje con dolor. Tenía que indagar más a fondo en ese asunto, pero había algo en Inojin que lo atraía impidiéndole darle la espalda.
Suspiró profundo y lo abrazó sorprendiendo a ambos, a Inojin mismo y a él. El rubio le correspondió el abrazo y empezó a llorar amargamente en su regazo.
En verdad estaba desvastado. Shikadai sin pronunciar palabra alguna se limitó a abrazarlo con intensidad. Fuera empezaba a nevar.