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The Griedal Academy: El bosque bestial

Trifauka
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Synopsis
En un mundo completamente nuevo, creado a partir de la vida de un dios, millones de años después nace Ephyra, que es parte del alma de ese dios. Esto provocará una gran serie de problemas para ella y sus compañeros del instituto de guerra más famoso del mundo. ¿Ephyra podrá sobrevivir y abstenerse? ¿O caerá a merced de sus oponentes?
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Chapter 1 - La chispa

"Antes de que el espacio existiera, antes de que hubiera algo, no había nada ¡No! Incluso mucho antes de la nada, cuando simplemente no existía algo…él apareció. Muchos lo llaman como el primer Universal, otros como un simple viajero pero otros creen en él como el Dios, aquel que creó todo, Uchu. El, un ser fuera de cualquier lógica y regla, creó a partir de nada toda la galaxia, pero no como la conocemos ahora, sino que solo era una gran mancha negra que recubría todo su entorno."

"A partir de su sangre creó a sus dos primeros hijos, el primero, un joven lleno de bondad, amabilidad y compasión, mientras que el otro, un ser puramente malicioso, frío y despiadado, de nombres Haidon y Raiden respectivamente. Haiden había sido bendecido con el poder de sanar, con una luz capaz de iluminarlo todo, un poder con el cual creó las estrellas y soles para así siempre iluminar a todos. Raiden, en cambio, obtuvo el regalo más simple, el poder de destruir, con su poder creo los agujeros negros, la muerte y el caos, para as-"

­—"Así poder generar la desesperanza a todos", ya me sé esa parte de memoria, Rudolf ¡Quiero escuchar solo la Guerra!

—Je…¿Cuándo dejarás de ser tan terca?

— ¡Cuándo sea grande! Ahora sigue con la historia Rudolf.

Ephyra era el nombre de la muchacha de tan solo 9 años, que se encontraba arropada en una cama, con las sábanas hasta el cuello y con abrasador fuego de la chimenea a unos pocos metros de distancia, destacando sé por un cabello anaranjado, con una tonalidad rojiza-amarillenta, más bien dicha, naranja. Con unas cejas que están en un punto medio de gruesas y finas, sin resaltar mucho, teniendo una tonalidad más amarronada que su cabello, y son perfectas para resaltar sus ojos, cuya tonalidad dorada hace que, a primera vista, se consideren bellos. Tales ojos van a juego con su cabello, pues dicha tonalidad en los iris los hace ver sé bien en contraste al naranja de su pelo. Una pequeña nariz puede verse en el centro de su rostro, a los lados de la cual se ven sus pómulos salpicados por las pecas, mientras que en sus labios veremos que el interior tiene un grosor más notable que el del superior, sin embargo, poseen una tonalidad pálida que los hace relativamente confundibles con su piel común, que es de un tono claro.

Rudolf, en cambio, es un adulto de unos 28 años, vistiendo un largo poncho marrón que cubría su cuerpo, era calvó y, si bien tenia una barba de color abedul que cubria todo su cuello hasta un poco más abajo de la altura de sus hombros, su calvicie era lo más destacable. Por otra parte el hombre posee unas manos especialmente gruesas y grandes, poseyendo entre sus palmas un libro, el mismo que, hasta hace unos momentos, le estaba contando a la chica.

"Tras el nacimiento del último hijo de Uchu, Dioricia, ocurriría el momento catalizador de la posterior batalla que definió nuestro presente, la primera y última creación en la cual participaron cada uno de los dioses. Uchu, siendo apoyado por sus hijos Raiden, Haiden, Mizaku (del viento), Irina (del agua), Hagata (de la tierra), Ateros (del fuego), Imai (La Fortaleza) y Dioricia (la guerra), fabricaron al único lugar capaz de albergar vida, la Tierra, empezando todos juntos a crear a cada uno de los seres vivos existentes."

"Sin embargo, en la creación de los humanos, fue donde los problemas comenzaron a aparecer. Los hermanos simplemente no se podían poner de acuerdo en cuanto a la forma, su aspecto y el tipo de razonamiento que tendrían. Eran tales las discusiones que, de no ser por Uchu, habría provocado la destrucción del planeta, más el padre de todo tomó la simple decisión de hacer que todas coexistieron entre sí, siendo la principal razón de la variedad de razas, los enanos, los humanos, los elfos, los theriomorpho, los demonios, ángeles, todos nacieron y nadie objeto."

"En tan solo 6 días todo ya estaba casi listo, más faltaba lo principal, un alma capaz de ayudarles con sus elecciones. Si bien cada una de las razas era capaz vivir, ninguno podía sobrevivir, eran seres incapaces de sentir algo. Esa falla en ellos corroía a los dioses, pues en su infinito poder no podían solucionar tal simple problema ¿Cómo era posible esto? ¿Qué les faltaba a los dioses por ver?"

"Uchu sabía lo que estaba pasando, más se tuvo que quedar callado, pues era consciente que si hablaba todo comenzaría a derrumbarse."

"Pero no había otra opción, entre más tiempo sus hijos pasaban preguntando sé cómo resolver el problema, menos tiempo le iba quedando a él. Terminando por ceder, reunió a los 8 dioses en el corazón de una estrella."

"Aunque hermanos, ninguno de ellos se llevaba especialmente bien con el otro, todos se odiaban, en menor o mayor medida, a nadie le agradaba estar con el otro, quizá esa fue una de las razones por las cuales fue que, cuando Uchu habló de cómo ellos deben de transformarse en almas, la mitad no aceptó. La simple idea de juntarse con sus hermanos la aborrecían, más la otra mitad les dijo que era lo que debían de hacer, que era la solución que su padre había hallado."

"Liderados por Raiden, una batalla encarnizada se llevó a cabo. Hermanos contra hermanos, dios contra dios, era tal su desagrado que, aunque muriesen, iban a hacer todo lo posible para no formar parte con ellos. Una guerra que duró horas, dejando a todos en un estado muy inferior a como anteriormente se encontraban y, aunque pareciera que había un bando vencedor, realmente no lo había. Uchu había sacrificado gran parte de su poder para cuando ellos estuvieran débiles, su cuerpo, su poder se dividió en almas, almas que se repartieron por todo el planeta… y fin."

­— ¡Ey! No mientas, no es final.

­— Si, pero a ti no te importa eso, solo querías escuchar esa parte ¿O me equivoco?

­— Cierto… oye Rudolf ¿Es cierta la historia?

Rudolf se termina por levantar de su asiento, cerrando el libro mientras miraba a Ephyra con algo de duda, los ojos del hombre estaban intentando evitar el contacto fijo con los de la contraria, pero, por más que lo intentara evitar, terminaría por mirar a la muchacha a los ojos, comenzando a inflar su pecho.

­— Si y no, nadie puede asegurarte que es cierta o falsa la historia. Lo que sí es un hecho es que existieron, tú posees un fragmento de alma de Uchu, por ejemplo, eres apodada como universal y déjame decirte que eso es muy raro. Por otro lado, yo poseo un fragmento de Ateros.

­— Mmm… ¡No entiendo! Si o no ¡Así de simple!

­— Ojalá fuera así de simple, pero no lo es… hmmm… pero para que lo entiendas, sí, es cierto, solo que algunas cosas no pasaron de esa forma.

­— Mmmm....está bien ¡Ah! Una co-.

­— No, no no, no.

El hombre, antes de que la muchacha siguiera hablando, taparía su boca con su diestra, a la vez que llevaba su mano izquierda al frente del rostro de la chica, comenzando a mover su dedo índice de un lado a otro, en señal de que no iban a seguir.

­— Es hora de dormir, mañana yo saldré temprano y, si me quieres ayudar, más te vale que tengas todas las energías necesarias pues no será para nada sencillo nuestro trabajo.

­— Bueno… ¿Al menos puedo-

­— No, a dormir.

Dicho eso, Rudolf apagó el fuego que iluminaba el interior de aquella humilde cabaña. No eran extremadamente pobres, sin embargo era notoria la falta monetaria. El suelo de madera que cada día se iba pudriendo más, se quebraba como cristal, dejando, a su vez, escapar un olor rancio que hacía llorar. La puerta que no paraba de rechinar y que apenas se mantenía en pie, las paredes de roble que, con un simple golpe, se destruía… pero, pese a todo, bajo aquel techo de paja y madera, ambos eran felices, o al menos en gran parte. Ah Ephyra no le importaba este hecho, menos a Rudolf, con tal de tener algo que comer cada día estos problemas se sobrellevaban.

Rudolf terminaría por arropar bien a la Ephyra, quien solo tomó las sábanas con fuerza y se arropaba ella misma. El hombre dejó escapar un suspiro ante la terquedad de la chica, pues por más que intentara ayudarla, esta se lo impedía, generando, seguido de esto, una pequeña risa por parte del mayor. Desordenó el cabello de la chica para, segundos más tarde, salir de su espacio, acostándose en su "cama", un trozo de madera rectangular con un colchón de lana sobre el mismo. Una vez sobre aquel colchón, estiró sus manos hasta alcanzar unas sábanas de lana, con las cuales se recubrió el cuerpo entero.

­— Oye Rudolf ¿Sigues despierto?

­— Duerme te.

­— Sabes, me preguntaba… ¿Tú crees que yo sea capaz de ser como él?

­— ¿Cómo quién?

­— Como él, ya sabes, Uchu.

­— Mmmm… dudo mucho que alguien pueda serlo.

­— Oh… ya ve-

­— Sin embargo… si te esfuerzas lo suficiente, puede que algún día lo seas e incluso lo superes, más eso solo depende de ti.

­— Je… gracias.

­— De nada, ahora duerme.

­— Bien, bien.

Y la noche siguió cayendo, eventualmente, tanto Ephyra como Rudolf terminaron por caer en un largo sueño, del cual ambos comenzaban a disfrutar en aquella noche a la luz de la luna...

≤ Varias horas más tarde ≥

­— Boaah!...Uf, buenos días Ephy-.

Rudolf había sido el primero en despertarse, las aves le habían interrumpido el sueño. Lo primero que hizo fue estirarse y dejar escapar un largo, a la par que fuerte, bostezo, alzando su vista hasta Ephyra, quien seguía durmiendo.

El enano no pudo evitar soltar unas cuantas carcajadas y regalarle una sonrisa, Ephyra, aquella chica que hace algunos años encontró en el mar, había crecido tanto que apenas y le podía seguir el paso cuando corría. Su mirada se quedaría detenida por algunos más en la joven, hasta que él supo que era hora de levantarse y seguir con la mañana, de esta manera se evitaría llegar tarde a la mina.

Se levantó de su cama, comenzando a vestirse de una buena vez, ya llegando a la mina se tendría que echar una ducha. Una vez vestido con su pantalón marrón, no grueso y resistente, junto con una polera que dejaba en vista sus brazos, comenzó a caminar hasta la "cocina". Unos cuantos trozos de madera y piedra formaban una mesa, junto con varias canastas de paja y un balde de hierro, con varias abolladuras.

Movió su diestra hasta el recipiente, tomando lo del borde para así levantarlo. Una vez en su mano, saldría por la puerta hacia el exterior, generando chirridos que, para fortuna de Rudolf, no hicieron despertar a la peli naranja.

Era un día nublado en aquel pequeño poblado en el que viven, las aves cantaban y revoloteaban por doquier, mientras que, a su vez, varias personas salían de sus casas. Algunos regaban las plantas, otros simplemente comenzaban a armar pequeños puestos y otros, como en el caso de Rudolf, se preparaban para minar.

­— ¡Buenos días Rudolf! ¿Qué tal la noche?

Le saludo un compañero de éste, quien tenía unas vestimentas iguales a las de él, con la única diferencia de que Rudolf llevaba unos zapatos gastados que lo cubrían del pasto, su compañero no.

­— No me quejo, pudo haber sido peor.

­— Supongo que estuvo bien.­

­— Supones bien…

­— Oye y ¿A dónde vas con ese balde?

­— Victor, sabes bien que estoy caminando hacia el arroyo "Ana Maria" ¿Crees que voy hacer con el balde?

­— Ey, ey, tranquilo lo pillo. Joder ¿Porque tan a la defensiba?

­— ¿Por qué en las mañanas yo estoy malas? ¿Quizá?

­— No, no, es algo más.

Rudolf no aguantó y dejó soltar un pesado suspiro, volviendo sus ojos blancos por unos pocos segundos por lo molesto que llegaba a ser su compañero. De cualquier modo, esto no evitó que el dúo llegará hasta aquel arroyo.

­— Oye Rudolf.

­— ¿Qué?

­— ¿Has leído las noticias? Parece que finalmente el alcalde nos subirá los ingresos a los mineros.

­— Tsk, por favor ¿Cuánto? ¿Dos almas de hierro?

­— No...4 de hierro.

­— ¿¡Y por eso te alegras!? Sigue siendo una miseria de dinero.

­— Si, pero mira el lado positivo, en vez de ganar 2 de hierro, vamos a ganar 6.

La idea de golpear con la cubeta a su compañero no sonaba tan mal en la cabeza de Rudolf, quien se abstendría y se limitaría a seguir con lo suyo, agachándo se para, ahora, comenzar a llenar el balde de agua.

Si bien ellos pertenecían a un pueblo, al de Camelot, un pequeño pueblo minero el cual se destaca bastante por ser uno de los principales exportadores de minerales. Aun asi, pese a esto, el suelo a los mineros seguía siendo muy bajo.

El par, tras llenar Rudolf el balde, se separaría, yéndo se Victor a la mina, mientras que Rudolf regresaba a la cabaña. El camino desde el arroyo hasta su hogar no era para nada largo, al contrario, apenas y le tomaba 10 minutos de ida, y otros 10 de vuelta. En su trayecto de vuelta, saludo a más de sus amigos y conocidos, siempre pendiente de no dejar caer alguna gota de agua.

Cuando estuvo finalmente en la entrada, dándo se cuenta que había dejado la puerta abierta, entró a la misma, fijándo se que aún Ephyra estaba tranquilamente durmiendo. Dio unos pasos hasta estar frente a esta, con la cubeta llena de agua, movió sus brazos y ¡Splach! Le echó toda el agua en cara, mojando la y despertando la en el proceso.

­— Buenos días, ya es hora de ir así que apurate.

­— ¿¡COMO QUE BUENOS DÍAS!? ¡Me acabas de echar agua encima!

­— Oh ¿Te diste cuenta tu sola?

­— ¡Agh! ¡Te odio!

­Ephyra, muy malhumorada, terminaría por levantarse de la cama, pisando con fuerza el suelo de madera, cosa que provocó un pequeño hoyo en la tabla. Aun así, no satisfecha, sacaría su pie y volvería a pisar con fuerza, aunque por fortuna ahora no se rompió.

Dando pisadas pronunciadas, llegó hasta el baúl, momento en el cual, al abrirlo con mucha brusquedad, Ephyra terminaría por romper los tablones que estaban a sus pies, haciendo que su ira se fuera agravando.

­— ¡¡¡Aah!!

­— Okey...te espero afuera, tienes 5 minutos.

­— ¡Bien!

Grito antes de que Rudolf saliera de aquella cabaña por la única entrada. Si bien no era primera vez que el hombre le hacía estas "bromas", sin lugar a duda le ponían de mal humor.

Sacando sus piernas de aquel agujero, siguió su camino hasta los pies de la cama, donde se hallaba su baúl. Un cofre hecho de metal y madera, algo oxidado pero que al menos seguía siendo útil. Soltando un pequeño y corto suspiro, terminaría por comenzar a quitar se la ropa mojada, dejando cada prenda en el piso.

Una vez ya estuviera ya con solo la ropa interior, abrió el baúl sin necesidad de alguna llave o algo así, debido a la falta de un candado. Sacando y colocando se cada prenda de ropa, terminará por quedarse con un vestido de tela negra, cuya falda muestra algunos botones que facilitan ponerse estas ropas. Sobre dichas prendas va una capa que es negra por fuera, mientras que por dentro posee un color azul marino. Junto al vestido unas botas y unos pantalones negros, siendo esta la prendra favorita de la enana, debido a que ella misma hizo esta prenda, a puro esfuerzo y cortes, que le pasaron factura, más ya no se notaba practicamente.

Ya lista, tomaría la mochila de carga. Con un paso más relajado y tranquilo, saldría de su hogar, viendo a Rudolf, quien le esperaba con una mirada que la inspeccionó de pies a cabeza. No dijo nada, solo movió ligeramente sus ojos de forma circular, soltó un suspiro y, tomando aliento, colocó su espalda recta, mirando a la peli naranja con una pequeña pero tranquila sonrisa, que reflejaba su paz en aquel instante.

Así el dúo comenzó su camino. Todas las personas saludaban a la pareja, moviendo la mano de un lado a otro y hablando en un tono alto. Así siguió un gran tramo del camino, hasta que lo vio, aquellos ojos dorados visualizaron a los caballeros, un entrenamiento para formar a los más jóvenes en eso, caballeros.

­— Yo...quisiera ir a allí.

­— ¿Allí donde?

Cuestionó el otro, mientras aquellos ojos dorados seguían fijos en aquel entrenamiento. Sería un hecho que el enano no tardaría en notar, mirando hacia la misma dirección que la peli naranja.

­— Mmmm...esta bien.

­— Yo de verd...espera ¿Que dijiste?

Con incredulidad, lo miro, ¿Acaso había escuchado mal? Cómo era posible que él le dijera sin rechistar que si, no lo entendió, él siempre es tan protector, tan duro. ¿Porque me lo permitió sin más? Simplemente no le cabía en la cabeza aquella situación.

­— Ephyra, ya estás creciendo, no siempre podré tomar las decisiones por ti. Si quieres ir, por mi bien, además es gratis.

Ante esa respuesta, la mente de la pequeña se iluminó, ahora entendió su respuesta, solo la quiere dejar debido a que no debe pagar nada para meterle en los entrenamientos. Esto generó un alivio en la chica, quien lo demostraría dejando que su cuerpo se soltara ligeramente.

­— Ya queda poco, por lo que ve preparando té y no molestes a los demás ¿Quieres?

­— Vamos ¿De verdad me crees capaz de eso?

­— …

No dijo nada, era tan obvia la respuesta que ni merecía gastar palabrería. Regresando la mirada hacia al frente, alli estaba, las vigas verticales, pintadas con un desgastado negro que dejaba ver el color original del tablon. La entrada, con un pequeño letrero en el encabezado, hecho a mano por el mismo. Todo estaba en su sitio, en su lugar...aquello generó una sonrisa pequeña en el enano, quien vería hacia atrás, mirando a Ephyra a los ojos por un momento.

­— Ahora que recuerdo…¿Porque quieres gobernar Camelot?

­— Ah...yo..

Esa pregunta la tomó por sorpresa, su cabello se desordenó y su espalda se inclinó hacia atrás. Pero eso no la detuvo, pese a la burla próxima de este, expandió su pecho, cerró los puños y, tomando la compostura, miró con aquellos dorados ojos los Rudolf.

­— Quiero demostrar que soy la más fuerte!...Además, todos ustedes me recibieron de buena forma, no me miraron mal. Me dieron un hogar, un lugar y yo quiero devolverles el favor.

­— ¿Dominando nos?

­— Si...pues quiero lograr que todos puedan vivir bien, que el pueblo que me vio crecer pueda cumplir su sueño...que puedan ser una ciudad y mejorar su economía.

Rudolf iba a hablarle, a darle ese golpe de realidad pero...no pudo, simplemente no tuvo el valor de hacerlo. Si bien no era un sueño realista era uno noble, podía ver en sus ojos como ella realmente creía en sus palabras, que realmente ella quería hacer lo que decía...no podía, no podía destruir sus sueños.

­— Jaja...esta bien, señorita dominadora, será mejor que empecemos antes de que no podamos obtener la paga del día.