El sol estaba en su punto más alto, golpeando con ímpetu a todo el pueblo. Las aves daban vuelo por las humildes cabañas, posándose en las ramas de los árboles, en el suelo e inclusive en la punta de los techos. En aquella tarde, Rudolf se encontraba hablando con un colega, desarrollando con el mismo una engorrosa pero necesaria charla.
— Mira, yo sé que el camino es largo, pero sabes que si no fuera importante no te lo pediría, menos de esta forma.
— Rudolf, lo sé, pero que quede claro, solo será un viaje. No puedo ir y venir cuando quiera, sabes eso. Tienes suerte de que hoy mi camino se topase con esa academia.
— O sea… ¿Eso es un si?
— Agh… si, pero nos vamos en 10 minutos.
Ante esa respuesta, espiro. Sus músculos se relajaron al escuchar esa respuesta, fue tal el alivio que, incluso en ese día caluroso, su cuerpo se enfrió por unos segundos. El enano movió su cabeza en sentido contrario y, sin perder un segundo, se encaminó de regreso a su hogar, sin embargo la situación lo cogió desprevenido. Ephyra, ya de unos 17 años, habiendo crecido a lo más 15 centímetros, se hallaba en frente suya, con todo su equipaje a la mano, vestida con aquel atuendo de tela negra, la muchacha caminó a paso lento hasta Rudolf, sus pisadas dudosas la retrasaban, sus manos llevaban a rastras su equipaje, sus ojos evitaban el contacto con los del contrario, su pecho se encogía… pero cuando estuvo ya en frente de aquel hombre, aunque dudosa, alzó su mirada hasta que sus dorados ojos confrontan a los del enano, dándole una mirada llena de klesa.
— Yo-
— No lo apruebo -Se adelantó con un tono firme y espalda recta- No solo el viaje es muy largo sino que no sabes como es el mundo, no lo conoces fuera de aquí.
— Ey pe-
— No me interrumpas. Si bien no lo apruebo, es innegable que si te aceptaron en la academia Griedal ha de ser por algo más que solo tu espíritu especial...no desaproveches la oportunidad.
No podía expresarse, aquellas palabras que, si bien no eran de aliento, le aprobaban en menor medida. Cerró sus puños con fuerza, conteniendo parte de la felicidad que escapaba de su cuerpo. Y, sin darse cuenta, casi que instintivamente lo abrazó, sus brazos envolvieron el cuerpo de aquel enano quien, aunque no lo vio venir, lo correspondió con dureza. Ephyra no soltó ni la más mínima lágrima, solo lo abrazo, se apego con todas sus fuerzas a él… hasta que pudo sentirse lista para partir.
— Gracias, no dudes en qué regresare
— No lo hago. Ahora ve antes de que cambie de opinión.
Ephyra recogió su equipaje del suelo, cargándo lo a pura fuerza, de a poco se fue alejando de Rudolf con la mirada al frente. Si bien su mente seguía nublada, ahora su norte era mucho más visible.
Con empeño, dejaría su equipaje en la carreta de madera del hombre que la llevaría. Posó su mano la llana madera, miró hacia atrás por unos segundos, soñando despierta con regresar más fuerte. Antes de su partida, un hombre alto, no un enano, de hombros anchos, cabello marron atado y con la marca de que en algún punto tuvo barba, recubierto de una armadura plateada y una espada en la espalda, se acercó a ella con una larga lanza en mano, la cual poseía una punta gris, con un notable filo, poseyendo unos 28 centímetros de largo y 7 de ancho. Su mango de una madera refinada, pintada de gris con pequeños detalles y, en la base, posee una hoja de esmeralda, en vuelta con finos bordados dorados.
— Ephyra, aquí está tu lanza, Henry le hizo una mantención y tuvo que rehacer el filo, aunque no te preocupes, no cobro esta vez. Acabo hacía unos pocos minutos pero ya sabes, el trayecto no estaba poco transitado.
— ¡Oh cierto! Casi se me olvidaba mi lanza.
— Ten más cuidado con tus cosas, yo...ya no podré ayudarte con eso.
El guardia, arreglándose un poco su pechera, miro a Ephyra a los ojos, sacando de su espalda la espada y la misma, enterrando la en el suelo, dejando ver lo rayada que estaba la hoja, era muy gruesa la hoja, tan pesada que ni Rudofl podría levantarla.
— La próxima vez que nos veamos, me tendrás que derrotar enana.
— Podaré el pasto contigo, Valentino.
Ambos se miraron a los ojos con determinación y, estrechando de ambos la mano, comenzaron a competir sin decir palabra o expresión a ver quien apretaba más fuerte… Para desgracia de Ephyra, Valentino era más fuerte.
— Venga, ya es hora de irnos, no quisiera llegar tarde a mi destino.
Hablo de forma exánime el dueño de la carreta, ya había perdido mucho tiempo y, para empeorar su situación, el abrasador sol le golpeaba en todo el rostro. La peli naranja entendió la señal y, sin dudar, se subió a la carreta, con la lanza, que media en total 1'80, en ambas manos.
— Nos vemos, guardia.
— Hasta pronto, minera.
Los caballos amarrados con con cuerdas a la carreta iniciaron su trote, dejando escapar ese característico sonido de sus pisadas contra el suelo, dando inicio al viaje que llevaría a la joven hacia la academia Griedal.
— Oye -Habló el "chofer"- ¿Cómo lo hiciste para que la academia Griedal te aceptara?
— Pues...solo asistí a mis entrenamientos de caballería -Dicho eso, comenzó a rascar su cabeza con algo de fuerza, intentando recordar la razón- Mmmm...creo que unos guardias enviaron una carta a esa academia, aunque no estoy muy segura. Por cierto ¿Cómo es la academia Griedal? Me refiero, sé que es buena y demás, pero hasta ahí.
— Espera... ¿Acaso no investigaste nada hacia el lugar al que te diriges?
— Eh...no.
Hubo un incómodo silencio entre ambos, por un lado, el hombre simplemente no se podía creer lo que estaba escuchando, mirando fijamente el rostro de la contraria para ver si había alguna reacción que le reconfortar sé que realmente estaba mintiendo. Por su parte, Ehpyra estaba con una expresión muy poco expresiva, reflejo de lo embarazosa que era esta situación para la joven.
— Ya veo porque tu padre quería que fuera yo quien te llevará...bueno, no tengo de otra más que explicar te lo. Griedal es, sin lugar a dudas, la mejor academia del mundo, de allí proviene un gran número de personas que ahora dominan una parte de nuestro mundo.
— Está bien y… ¿Solo eso?
— Pues… ¿Qué más quieres? No solo esa academia posee los mejores profesores entre todas las academias, sino que ha ganado 5 años seguidos el T.E.D. ¿Sabes lo difícil que es ganar esa competencia?
— Eh… ¿No?
— Agh...da igual.
El viaje parecía que finalmente comenzaría a ser silencioso, pero desafortunadamente para la pequeña Ephyra, no solo no era así, sino que el hombre, con un entusiasmo que sorprende, comenzó a hablar.
— Oye ¿Sabías que una vez tuve que montar un cocodrilo?
— No… ¿Porque lo sabría?
— Espera ¿Acaso no sabes que yo soy el gran vendedor Hamlet?
— Eh, no, mi padre no lo mencionó.
— Agh, siempre me hace lo mismo Rudolf ¿Te haces una idea de la cantidad de veces que me ha hecho esto?
— Realmente no m-
— Bueno, para que sepas, está ya sería la centésima vez que me hace esto. Lo más triste es que por más que le digo que cambie no lo hace…
Hamlet no solamente comienza a contarle su vida, la cual nadie le importa, a la joven Ephyra, sino que a la par que hacía esto se quejaba de todo su alrededor, filosofando y haciendo reflexiones que, si bien no son del todo rebuscadas, la soluciones a todos esos cuestionamientos podían solucionarse con una simple respuesta.
Ephyra no tenía forma de escapar de aquel cacareo del hombre, no tenía un medio de transporte, no tenía dinero, no tenía nada más que su equipaje. Estaba obligada a pasar su tiempo con Hamlet hasta que estuvieran cerca de la academia al menos.
≤ Una hora y media más tarde ≥
— ¡Vete a la reverenda mied@!
Los gritos que contenían insultos no tardaron en llegar, mientras bajaba de la carreta. Estaba discutiendo con el mismo conductor que había estado contando anécdotas. Al final, una vez llegados al lugar, un desliz la había hecho hablar.
— ¡Dile todo lo que tengas putas ganas! Cuando vuelva a Caldemont voy a arrastrar tu cara contra la grava de la mina, estira jubones.
El último insulto que salía de la pequeña boca de aquella que solo media 1'11 estaba dirigido a la complexión obesa del otro enano. En respuesta, aquel arrojó sus cosas al suelo, cosa que se traduciría a "tirar le leña al fuego", refiriéndonos a la ira que aumentaba en el pecho de la joven. No pudo hacer nada, pues aquel hombre se alejó en la carreta para evitar posibles respuestas de la enana.
— (Ah... A caminar, la próxima).
Pensó la joven, levantando sus cosas del suelo, con el rostro algo enrojecido por la ira. Inhala, exhala. Eso hacía ella, buscando recobrar algo de calma; más ninguna serie de respiraciones iba a sacarle el mal humor que había adquirido. Con sus brazos tomó todas sus cosas a pulso y, casi que explotando del enojo que adquirió, comenzó a caminar.
Más no todo era tan malo, la calma había traído sus frutos. Ya se hallaba en el reino de Astaea, lugar donde se encuentra la gran academia que con tanto esmero ha querido llegar. Vistiendo el mismo vestido negro que le acompaño desde pequeña, comenzó a dar pasos dentro de aquel reino.
No había muros, no había guardias que le impidieron el paso hacia el mismo...eso era extraño ¿Porque no habían? A los alrededores no pareciera que hubieran, no a simple vista. Ephyra, sin tomarle mucho tiempo, se dio cuenta de una verdad, más que un reino, Astaea parecía más un conjunto de varios pueblos ¿Que le llevó a pensar eso? La sensación de su alrededor era simplemente muy...tranquila, las casas de roca y madera, las aves que pasea van, los niños que jugaban con pequeños animales, los vendedores ambulantes en sus puestos, los restaurantes, el gran mercado que, sin cruzarlo, ya lo podía escuchar al este de la "ciudad". La gentuza la saludaba con una notoria alegría que, pese a que era una extraña, se reflejaba en sus miradas que eran completamente sinceras.
En su búsqueda de un camino, pétalos rosados pasaron por su rostro, unos pétalos que sin querer terminó de seguir con la vista ¿A dónde iban? Hacia el norte.
— W-Wau… ¡Es enorme!
La oji naranja lo vio, enfrente de sus ojos estaban 4 enormes estatuas que sostenían un gran cúmulo de tierra y piedras entre sus manos. Sobre esta había estructuras que, si bien no alcanzaba a ver del todo, ella podría jurar que se trataba de la academia. Pero, únicamente para confirmar, terminaría por acercarse a un vendedor ambulante para preguntar si eso de allí era la academia Griedal.
— Así es, aunque antes tenía un aspecto distinto… espera ¿¡Acaso tú fuiste seleccionada para ir!?
— Eh, sí.
— ¡Wow! Es un honor, soy Mirio Birdwhistle ¿Podrías firmar una cosa por mí?
— Oh, vaya, está bien… ¿A nombre de alguien o algo?
— No no, solo para mí.
— Está bien, pero necesito algo con lo que escribir.
— Oh, cierto.
El hombre no tardó en voltearse, dirigiéndo se a su pequeño puesto en donde llevaba sus objetos. Poseía una forma rectangular, con una gran cantidad de objetos sobre y en él, para su mala suerte no pudo terminar de husmear, debido a que el hombre ya había sacado una pluma, tinta y una hoja de papel teñida de un marrón opaco.
— Con esto debería de bastar ¿No?
— Si… ¿Porque la firma? Lo haré, sí, pero me causa curiosidad que me la pidieras solo por ser de allí -Diciendo aquellas palabras, la peli naranja se sentaría en el suelo, comenzando a escribir su nombre al no tener muy claro que debía de hacer. -
— Pues ¿No es obvio? Si te vuelves famosa, algún día esto valdrá mucho dinero ¡Jaja!
Ephyra, si bien entendía a lo que se refería, realmente poco le importaba eso pues al final no le perjudicaba y tampoco le beneficiaba. Tras escribir de la forma más...bonita, si es que puede decir así, su nombre, le entregó la firma sin mucho rodeo.
— Bueno, si me disculpas me tengo que ir. Muchas gracias por resolver mi duda.
Mirio asintió con la cabeza, tomando el papel con una mano mientras que con la otra recogía la pluma y la tinta del suelo, comenzando a guardar sus artilugios, guardando la hoja de papel en una caja.
Ephyra, por su lado, siguió con su camino con normalidad, mirando de vez en cuando hacia adelante. Por más que avanzaba la estatua no se hacía más grande, se mantenía, daba la sensación de que no se estaba acercando. Si bien la duda de que aquel hombre la pudo haber engañado seguía en su interior, quería confiar en que no lo hizo, principalmente porque no se podría vengar de él si este hubiera mentido.
Minutos pasó arrastrando sus cosas hasta que pudo llegar a los pies de las estatuas, las cuales eran incluso más grandes vistas desde abajo. A su lado varias personas, aparentemente otros estudiantes, habían llegado a la par que ella al mismo lugar.
— Oye ¿Me perdí de algo?
Hablaba la enana a su derecha, quien se hallaba un chico de tez pálida, orejas de lobo, cola de lobo, facciones juveniles, ojos con un curioso color lavanda, un color raro sin duda. De una piel blanca y un cabello azabache desordenado, vistiendo una camisa blanca de manga corta y final en "V" invertida, llevando en la misma bastantes detalles en negro y morado.
Poseyendo, además, unos pantalones simples de un tono negro con dos decoraciones blancas, ajustados a las piernas. Sobre su cadera lleva un gran cinturón de cuero marrón con hebilla dorada de doble diente, usando la para atar la funda de aquella espada que medía no más de 1,30 cm. Finalmente, en sus pies, lleva unos zapatos normales en blanco y negro con una parte morada y su hebilla dorada.
El pelinegro, sosteniendo con una mano su equipaje que venía en una gran mochila de morado y negra, saltaría ligeramente, mostrando una postura recta y firme.
— ¿Ah?
— (Un perro)
Al inicio miró para todos lados y, al no ver a nadie a simple vista, por un momento pensó que estaba deliberando, pero, al mirar un poco más abajo, vería a la pequeña Ephyra, quien estaba con los brazos cruzados, fulminando lo con los ojos entrecerrados, en parte por curiosidad, en parte por frustración. Cabe mencionar que el joven mide 1'80 y la peli naranja 1'11.
— Oh, disculpa. Y no, no te has perdido nada...Creo, pues yo también acabo de llegar.
— (Uno idiota) -Completo ella, pues las palabras no solo la dejaron insatisfecha, sino que por eso tendrá que correr el riesgo de hablar con otro que, quizá, tampoco sepa nada. -
El joven pelinegro, en cambio, se estaba fijando atentamente en ella. Si bien era claro que era una enana, aquel cabello anaranjado junto con aquellos ojos dorados y pecas eran bastante peculiares, lo que sedujo al hombre a interactuar con ella,
— Por cierto, mi nombre es Vaito Mazoku, un gusto conocerte.
Ephyra mordió su lengua, no quería hablar, no quería dejar escapar un solo comentario más hacia el...pero terminó por ceder, pues al final ambos se hallan en igual condiciones.
— Ephyra Copperstone.
Y, tras aquella presentación, un círculo rojo se hizo al frente de todos los presentes, un portal del cual salieron 4 personas, siendo la persona que más resaltaba era un hombre de una tez pálida, con la frente teñida de un suave rosado del cual incluso las venas remarcadas de su frente estaban pintadas del mismo tono.
— Sean bienvenidos estudiantes a un periodo escolar en la academia Griedal. Fundada hace más de 300 años por un antepasado mío, quien no discriminaba por raza o sexo, una mujer que creo un sistema que buscaba y entrenaba solo a aquellos con el potencial de crecer no solo físicamente, sino que se desarrollara tanto en el ámbito de mágico como en el psicológico. Y, con tal de seguir con su objetivo, yo, Ubuyachiqui Griedal, se-
Aquella voz, suave cual viento en la primera, sería detenida por un ataque de tos. El hombre, quien parecía que caería por el repentino ataque, llevó su mano hacia su boca a la par que uno de sus acompañantes lo agarraba para que no se estampara contra el suelo, llevándo lo con una notable delicadeza hacia otra parte, creando nuevamente aquel círculo rojo.
— Lamento los inconvenientes, jóvenes -Hablo de forma cordial uno de sus acompañantes-
Era, en su caso, una mujer alta, de no mucho más 1'75. Poseyendo una piel clara con un cabello fluido hasta el tobillo, de un color café que, cabe resaltar, tenía una tonalidad muy oscura. Su cabello estaba amarrado por una cinta roja en el lado izquierdo de su cabeza, con flequillo barrido hacia el lado derecho. Sus ojos rojos eran penetrantes, profundos, lo que hacía juego con aquella figura delgada y con el pecho de tamaño superior a la media. Arreglándo se su chaqueta blanca de mangas largas, se terminará de acomodar su corbata roja, su camisa negra y su falda roja para así poder hablar más a gusto.
— ¿En qué iba?... ¡Ah! Si ¡Bueno sabandijas, yo soy Yuri Hae! Vigésima tercera hija de Lin'Drae Hae ¡Pero ustedes me conocerán como su peor pesadilla, niños! Me encargaré personalmente de mejorar esos debiluchos cuerpos de mujercitas que tienen para que sean tan fuertes como para atravesar mur -Sin embargo, antes de que pudiera terminar, sería empujada con una patada que la lanzaría varios kilómetros lejos, al punto que su cuerpo chocaría contra los pies de una de las estatuas-
La mujer que causó aquello era la última de las acompañantes que se había quedado en su sitio. Poseyendo un cabello negro corto, con un flequillo largo, adornado con una horquilla en forma de mariposa de oro al lado izquierdo de su cabello. Teniendo, además, unos ojos grises, los cuales combinan con su camisa blanca de mangas largas, las cuales lleva arremangadas con una corbata negra, junto con una falda ancha y alta de color negro, los cuales hacían juego con sus guantes y medias negras.
— Quita te zorra… ¡Bueno jóvenes! –Juntando sus manos, comenzó a hablar como si no hubiera pasado nada- Soy Akiko Yiosano y seré aquella que les enseñara medicina avanzada, al punto que podrán curar fracturas en pocos segundos o salvar vidas con facilidad. Mi deber es ayudarlos en este ámbito, además de enseñarles a hacerlo sin magia, viéndose limitados a otros métodos poco ortodoxos. Sin más que decir, sean todos ustedes bienve. –
Yuri, por otra parte, se reincorporó de aquel ataque que había realizado Akiko, avanzando contra ella a una alta velocidad. Sin embargo, antes de que ambas chocaran, aquel acompañante que antes ayudó al director haría que ambas chicas fueran directas contra el suelo, comenzando a hundirse.
— Esa era mi parte… ¡Soy Enruyu y seré su maestro de artes mágicas, historia y algo de geografía! Sean todos ustedes bienvenidos a la academia, jóvenes estudiantes, esperamos que su estadía sea sana y divertida, aunque…bueno, da igual.
El hombre, vistiendo una gran capucha blanca que cubría desde su torso hasta sus piernas, señaló aquel terreno que se hallaba muy por encima de ellos.
— Solo aquellos que lleguen hasta allí podrán participar en las clases. ¿Tendrán que llevar sus cosas? No se preocupen por eso, yo me encargaré de llevar sus equipajes a sus habitaciones, asi que lo mejor será que comiencen a escalar.
Aquel hombre, de cabello y ojos rojos, se agachaba hasta que su diestra tocara el suelo, haciendo que se generase un círculo delante de cada uno de los estudiantes.
— Aquello que no quieran llevar en su subida dejadlo en el círculo, tienen 30 segundos.
Diciendo aquello, Enruyu dejaría a las mujeres en paz, quienes saldrían con rapidez de aquellos agujeros que se formaron en el suelo.
— ¡Ay, son geniales!
Gritó Ephyra de forma repentina, sin poder contener aquellas palabras. Una sonrisa amplia se mostraba en su rostro. Aquellos maestros parecían levemente violentos, exigentes, reverendos desgraciados... ¡Como ella! La emoción la inundaba, brotando de entre sus poros. Se había puesto de buen humor gracias a aquello que deparaba su futuro. Por otra parte, Vaito, soltó un suspiro, resignado a que esta sería su vida desde a partir de ahora.
— Oye Vaito –Hablo la peli naranja, dejando su equipaje en aquel círculo– ¿Hacemos equipo para subir?
— Oh, está bien.
El pelinegro respondió tan rápido y tan ligero que la oji dorada no pudo evitar hacer una expresión que reflejaba su incredulidad ante la situación.
— Disculpe maestro Enruyu –Habló otro de los estudiantes– ¿Qué sucederá con aquellos que no lleguen a la cima?
— Eh, hubiera jurado que lo había dicho, pero está bien. Los que no lleguen no van a poder participar en las clases y, para los que no lo sepan, si faltan 3 días a sus clases sin una razón, pues…serán expulsados. En otras palabras, los que no lleguen serán expulsados, sin presiones eh, bueno, eso es todo por ahora, los que lleguen arriba van a ver un gran castillo-.
— Espere, eso no lo había dicho.
— ¿No? Qué raro… bueno, ahora les digo arriba verán un gran castillo, está custodiado por varios enemigos a los cuales tendrán que pasar para hallar una llave, la cual contiene el hechizo inscrito para ir hacia la academia. Sin presiones, recuerden que tiene hasta el mediodía, o sea, unas 3 horas.
— ¡Mucha suerte sabandijas!
Y, diciendo aquello, el mago de cabello rojo giró su dedo índice de forma circular, creando un portal del cual aquellos tres maestros entrarían, seguido de ello los círculos en el suelo habían desaparecido.
— Mmm… Somos más de 30 personas Ephyra, yo digo que intentemos aliarnos con otros estudiantes y que veamos la mejor ruta para subir.
— Vaito, tenemos 3 horas para subir todo eso. No perderé tiempo en preguntar uno por uno quien quiere aliarse con nosotros.
— Entiendo tu punto, pero piensa ¿No sería mejor que v.-
— Vaito, voy a ir con o sin ti. Decide ahora ¿Te quedarás aquí abajo esperando ayuda o subirás conmigo hacia el sol?
Ephyra, penetrando los ojos de Vaito, se cruzó de brazos mientras esperaba la respuesta del contrario, no estaba jugando. En su diestra, la peli naranja sujetaba su lanza, la cual no solo era mucho más grande que ella, por unos 30 cm, sino que, a simple vista, se veía bastante pesada. Por otra parte, el pelinegro estaba agarrando el mango de su espada…su mano comenzó a temblar y su mirada se mantuvo firme contra la de Ephyra, tomó aire y, sonriendo, volvió a hablar.
— Está bien, está bien pero luego no te quejes si te digo te lo dije.
— Ya veremos quien dice te lo dije a quién.
El dúo, entre unas risas arrogantes, comenzaría a acercarse a los pies de aquella estatua. Prácticamente corrieron hasta estar a los pies de las estatuas, no querían desperdiciar ni un solo segundo. Una vez allí, ambos se dieron cuenta de una cosa, la estatua estaba hecha de roca y tierra.
— Ephyra, tengo algo que decirte
— Yo también tengo que decirte algo
— Oh… ¿En serio? Bueno, vamos a la de tres, uno
— Dos
— ¡Tres!
— Puedo usar el elemento tierra –Dijo el dúo al mismo tiempo. –
— …
Ambos se quedaron prácticamente cayados, ya fuere por conveniencia o algo más, la pareja poseía el control de elementos adecuados para la situación.
— Eso es… conveniente –Menciono Vaito ante la revelación. –
— Sí que lo es… ¿Sabes que te ganaré no?
— ¿Disculpa?
— No te preocupes, lamento ser tan buena.
Y, sin más, Ephyra corrió con esmero hacia el pie. Sus manos se comenzaban a envolver de un marrón oscuro, su forma era sumisa ante el aire de su alrededor. Era magia, si, más era su forma más básica. De cualquier forma, justo cuando su pie iba a chocar contra el liso pie de la estatua, una pequeña plataforma se formó donde su pie iba a estar a la par que cerraba su palma, dándo le impulso suficiente como para volver a saltar.
— Engreída.
Pese haber dicho aquel comentario, no podía evitarlo, se estaba divirtiendo. Vaito, envolviendo sus manos de naranja, comenzó a atraer una gran cantidad de piedras, usando las mismas para comenzar a elevarse.
El dúo, si bien avanzaba lento, iban de forma segura subiendo a través de la pierna de la estatua. Solo había un problema, uno que ambos se habían dado cuenta pero que, en este punto, no podían detenerse pues, si lo hacían sufrirían una gran caída.
Estaban ya a más de 40 metros del suelo, una caída que a ambos los mataría, sin embargo, ese no era el problema, el problema de ambos era su gasto. La magia es en sí energía, una que más del 95% de la población mundial puede usar y manifestar a voluntad y, como toda energía, tenía un límite, uno el cual ambos se iban acercando más.
— O- Oye Vaito… n- no te canses e- eh.
— ¿Y- Yo? Mi- Mira co- como estas tú.
Lo cierto era que ambos estaban en un mal estado, Ephyra estaba sudando, provocando que su cabello anaranjado cubría parte de sus ojos, mientras que Vaito estaba comenzando a expulsar un fuerte mal olor por las axilas.
— Eph- Ephyra, o- oye mantente.
Vaito, quien poseía una mayor maestría que Ephyra, podía ver como la peli naranja estaba en las últimas, cabeceando y yendo cada vez más lento…hasta que no pudo más. El cuerpo de la enana se desplomó, resbalando se por aquella plataforma que ella misma había creado.
— E- Ephyra!
Vaito, apretando abriendo grandes las manos, se dejó caer hacia donde estaba ella. No le quedaba suficiente magia como para detenerla con su control del elemento, no podía evitar su caída… y Ephyra allí estaba, cayendo en plena picada, sintiendo como todo el aire de su alrededor la envolvía. Sus dorados ojos poco a poco se iban cerrando…ya no podía sentir sus manos, su cuerpo se sentía pesado, su cabeza se iba yendo…hasta que finalmente ya no pudo seguir…se había desmayado.
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"Estoy… cayendo… yo… ¿De verdad moriré de forma tan… inútil?"
Ephyra se podía ver a sí misma, cayendo de forma tan lenta y con una trayectoria muy predecible… eso le desagradaba. Quería gritar, quería romper todo a su alrededor, pero simplemente no se podía mover, ese sentimiento de ser una completa inútil la carcomía desde lo más profundo de su pecho, una sensación que silenciosamente se iba esparciendo por cada parte de su cuerpo.
"Inútil… eres una inútil... ¡Una completa inútil!"
Era como salir del océano, cuando sus ojos se abrieron, posó su mano sobre su pecho, apretando lo mientras respiraba rápidamente. Se había ahogado tanto en sí misma que por poco no pudo salir a la superficie.
— No me gustaría decir te lo dije –Y, a un lado de ella estaba Vaito, quien estaba apoyado sobre una pared de piedra, sentado y tocando levemente su frente– Pero te lo dije.
— Yo… ¿Dónde estamos?
Posando su mano sobre su frente, intentó mantener la calma, quería echarse a llorar y gritar, pero no podía, no debía mostrar debilidad…después de todo, una gobernante no debe de mostrar debilidad… ¿Verdad?
— Anatómicamente hablando… creo que estamos en la pantorrilla.
Abriendo mejor los ojos, Ephyra se dio cuenta de su alrededor… Vaito tenía razón, si su "suelo" era la pantorrilla, su "techo" eran los muslos.
— Espera, eso quiere decir que… ¿Me salvaste?
— Aunque quisiera llevarme el crédito, lo cierto es que no.
Diciendo aquello, dos personas caerían al lado del dúo. Uno de estos, de un metro 1'67, estaba vistiendo una chaqueta verde, un pantalón negro y, finalmente, una camisa de manga corta plateada, cubriendo, además, su ojo izquierdo de un parche. Sin embargo, eso no era lo importante para Ephyra…sino lo que le importaba eran aquellas orejas puntiagudas, acompañadas, además, con un color de piel pálido, un cabello corto blanco cual nieve y aquel arco envuelto sobre su pecho.
— Deja te los presento, el elfo es Ike y e-
— Dime por favor que es broma.
Se adelantó Ephyra antes de que Vaito pudiera acabar de hablar ¿En serio la salvó un elfo? ¿Era acaso esto una broma de mal gusto?
— Eh…no lo es.
— ¡Es imposible que un maldito elfo me haya salvado!
Esa respuesta generó un ligero salto en Vaito y en el resto de los presentes, principalmente por aquel rechazo a aceptar aquella verdad.
— Pu- Pues de- déjame de- decirte que si t- te salve en- enana ¿A- Algún pr- problema con eso?
¿Les ha pasado que cuando tienen una idea, se escucha mejor en la teoría que en la práctica? Pues a Ike le pasó exactamente aquello, dejando mostrar parte de su personalidad tímida e introvertida. Aquella reacción generó cierta sorpresa en Vaito y Ephyra, más en esta última quien había tenido una idea de los elfos mucho más…arrogante, más esto haría que su enojo disminuyera, tomando su lanza con su diestra, se prepararía para lanzarse contra él elfo.
— Denos un momento –Dijo Vaito quien, en un rápido movimiento de manos, crearía una pequeña tienda que cubriría a él junto con Ephyra. –
Por otra parte, el dúo que estaba afuera se miraría a los ojos para, sin más, darles el espacio que el joven Theriomorpho había pedido, ocultándo se de los rayos de luz, los cuales comenzarían a dar la impresión que de a poco iban haciéndose más fuertes.
— ¿Qué quieres Vaito? –Pregunto la enana dejando la punta de su lanza en el suelo, levantándose del suelo mientras miraba al Theriomorpho. –
— Ephyra ¿Me podrías decir que te paso? Ellos nos salvaron de una caída muy grande y lo primero que haces es quejarte.
— Vaito, eso lo sé, pero tú no lo entiendes.
— Entonces vamos, ayúdame a entender lo que acaba de pasar.
— ¡Y sino quiero ayudarte!
— ¡Entonces te dejaré a tu suerte!
El grito de ambos llegó a oídos del dúo que estaba afuera, quienes se estaban planteando seriamente en simplemente irse y ya. Por otra parte, Vaito soltó un suspiro, sentándo se en el suelo y apoyando su espalda contra la pared, posando su mano sobre su frente, tirando levemente su piel al juntar sus dedos entre sí.
— Ephyra, mira… nos conocimos recién hacía unos cuantos minutos, cuando mucho una hora y, si no me he ido aun es solo porque quiero convertirme en tu amigo. Por lo que ¿Podrías decirme para así ayudarte?
— Y ¿En qué momento yo pedí tu ayuda? Yo solo te pedí hacer equipo porque pensé que así sería más rápido.
— Ephyra…
El pelinegro estaba con la mirada fija en Ephyra… si bien ella había sido la primera persona con la que había hablado ¿De verdad valdría la pena seguir gastando su tiempo con alguien que no buscaba mantener su presencia?
Cerró los ojos en busca por una respuesta, apretando su izquierda mientras intentaba despejar su mente para así tomar la mejor decisión… solo le bastaron unos cuantos segundos, abriendo los ojos mientras se levantaba del suelo, quitando aquella tienda en el proceso.
— Si no me quieres contar, está bien, pero vamos, no puedes negar que ellos fueron de utilidad ¿Cierto?
Vaito, manteniendo un fuerte positivismo, se había levantado con una sonrisa, estirando su mano hacia la peli naranja.
— Mmm… si –Aquel "si" fue tan bajo que, si no fuera porque el pelinegro tenía unos sentidos mejor desarrollados, no lo hubiera escuchado. –
Ephyra, pese a todo, no podía negar lo que el chico le había dicho. Aunque no estuvo consciente para presenciarlo, sabía que Vaito no pudo haber sido por la condición en la cual ambos habían estado.
— ¿Sí qué?
— ¡Que sí! ¡Tienes razón! ¿Feliz? –Gritó con euforia la enana, agarrando la mano de su contrario, levantando en el proceso su lanza. –
— Siempre, ahora ¿En qué iba? A si, te los estaba presentando.
Soltando la mano de la oji dorada, Vaito comenzó a guiar la hacía el par que anteriormente los había ayudado, quienes estaban esperando con los brazos cruzados, o al menos eso hacia uno de los dos, pues el elfo estaba detrás de su compañero, temblando mientras evitaba juntar su mirada con la de la pequeña chica.
— Como te iba contando, el elfo es Ike –El mencionado levantó ligeramente su mano, haciendo acto de presencia, lo que sería recibido con unos pequeños gruñidos de parte la enana, lo que género que ocultara su mano y que su cuerpo se tapara más con el del contrario. – Mientras que el chico del sombrero morado es Emiliano.
El mencionado, comenzaría a chocar su mirada contra la enana…la presión en el ambiente que ambos generaban provocaba que el aire se hiciera pesado. Vaito, quien de los presentes era el más sociable, estaba comenzando a sudar en frío pues no quería generar un pleito entre los dos.
Emiliano, midiendo 1'80, poseía una piel pálida y unos ojos negros, pero con un iris marrón claro, dando la impresión a simple vista de que, realmente, son dorados. Llevando puesto un largo abrigo negro que llegaba hasta sus pies, comenzó a caminar cuidadosamente hacia ella, dejando escuchar aquel característico sonido de un par de zapatos con tacón.
Su rostro, apenas visible, dejaba ver parte de su pálida piel, la cual era tan blanca como la leche o nieve. Su pecho estaba cubierto por un chaleco morado, el cual poseía accesorios de calaveras alrededor del mismo, finalmente, llevaba una camisa negra que estaba guardada en su pantalón oscuro, bastante ajustado el cual, hacía juego con su sombrero de copa morada y era rodeado por un listón rosa siendo, además, adornado por pequeñas calaveras bordadas de un color plateado.
Sus pasos siguieron hasta quedar frente a frente contra la enana, teniendo que bajar la cabeza para así poder verla a los ojos debido a la gran diferencia de altura. Mientras que la enana debía alzar su mirada para así verle.
— Oye… –La voz de Emiliano era fría y profunda, al punto que a la enana le estaba provocando un frío que le recorría toda la espalda, pese a esto no retrocedió y mantuvo su mirada contra el hombre– ¿Eres una enana? La verdad es que es la primera vez que conozco a una ¿Sabes? He estado viajando por muchas partes y es la primera vez que estoy hablando con una y me preguntaba ¿Por qué es que no crecen más? Digo, me parece raro que sean tan bajos ¿Es por la gravedad o algo así o es por su lugar de nacimiento?
Emiliano, pese a tener aquel aspecto tan tenebroso, poseía una actitud más extrovertida y simpática, agachándo se mientras hablaba, moviendo sus manos mientras sus palabras salían de su boca. La enana, quien se esperaba algo más amenazador que aquello, no pudo dejar evitar soltar alguna que otras carcajadas que taparía con su diestra, pues le había tomado por sorpresa esa actitud.
— H- Haber, si soy una enana y creo que es por un tema de nacimiento y ya.
— Oh, entiendo. Bueno, antes de comenzar me gustaría dejar algo en claro – Manteniendo una sonrisa tranquila y una actitud positiva, movería su diestra, dejando ver que llevaba un bastón que le llegaba hasta las caderas. El bastón estaba hecho de madera y, con lo que pareciera ser, metales blancos y azules, los cuales flotaban. Además, el mismo poseía en la punta una esfera azul rodeada por esos mismos metales– Puedes caminar ¿Cierto? Soy demasiado débil como para cargar a uno de ambos.
Pregunto de forma amable el chico, esperando la respuesta de la enana, quién movió su cabeza de arriba y hacia abajo, dando la señal de que, efectivamente, sí podía caminar. Emiliano dejaría escapar aquel cálido aire de entre sus labios, parecía como si se hubiese quitado un peso de encima. Seguido de esto, se colocaría contra el sol. Las estatuas, pese a estar casi en perfecto estado, se podía ver como el paso del tiempo las había afectado, habiendo una gran cantidad de grietas y fracturas a lo largo de las figuras y Emiliano estaba usando una de esas fracturas para hacer que el sol no lo golpeara, metiéndo se en las mismas.
— Eh, bueno, ya que todos se conocen, lo mejor será que sigamos, el resto nos está agarrando mucha ventaja…
Vaito comenzaría a señalar a los demás estudiantes que, al igual que ellos, estaban subiendo la estatua, con la diferencia de que los demás se hallaban mucho más arriba que ellos.
— Y- Yo puedo llevar a dos más por mi espalda –Mencionó Ike, alzando su mano–
— Sin embargo, eso no evitará que nos podamos caer, Ike, si mal no recuerdo posees un control del viento ¿Cierto?
— S- Si
— ¿Te crees capaz de subirnos a dos hasta las manos?
— N- No creo, me quedaría s- sin energía antes.
Mientras Vaito e Ike hablaban, Ephyra estaba haciendo pequeños dibujos en la roca usando la punta de su lanza como pincel. Emiliano, por otra parte, estaba con los ojos cerrados dentro de aquella grieta, expandiendo y comprimiendo su pecho con mucha rapidez… sus manos comenzaron a temblar, su cuerpo rogaba por aquello que era su alimento favorito.
Salió de aquella grieta, llevando sus manos, cubiertas por unos guantes negros, hacia los hombros de Vaito e Ike, abriendo su boca mientras su respiración se iba haciendo más y más pesada.
— Chicos… tengo una idea para hacer esto más… rápido.
— Está bien –Respondió Vaito– ¿Qué propones?
— Es… complicado expresarlo con palabras. Ephyra, ven un momento…
Emiliano parecía estar especialmente sediento, respirando muy rápido mientras sus ojos negros miraban directamente a la chica enana, la cual se acercaría hacia ladeando su cabeza hacia la izquierda, posando parte de su lanza sobre su hombro.
— ¿Qué sucede?
— Pues… usaremos una magia muy… avanzada. Ephyra ¿Tu posees el mismo control elemental que Vaito?
— Si, ambos compartimos la tierra.
— Eso… nos ayudará mucho… normalmente esto nos tomaría mucho tiempo, pero nos saltaremos todo eso pues no tenemos mucho tiempo.
— Ya, pero aun no nos has dicho que tenemos que hacer.
Emiliano, sin desperdiciar un segundo más, comenzaría a envolver su bastón de una capa oscura, empezando a encerrar al grupo en un círculo negro, haciendo otro aún más grande alrededor del anterior. Con la diestra, la mano que tenía libre, comenzaría a hacer dibujos en el aire, eran letras que se colocaban entre ambos círculos, hasta cubrir cada espacio con letras, las cuales eran inentendibles.
— Vaito, posees un hechizo de levitación, si mal no recuerdo.
— O sea, no es levitar, sino que usó la roca de mi alrededor para elevarme.
— Entiendo… pues usaremos eso. Ephyra, esto es complicado, lo único que tienes que hacer es colocar tus manos sobre el suelo, pero debes controlar tu salida de mana.
— … ¿Qué?
— ¿No sabes que es el mana?
— No.
— Okey… solo piensa que es como aguantar el llamado de la naturaleza. Sentirás como toda tu… ¿Energía? Se va a querer escapar y tú tienes que moderar lo.
— … Sigo sin entender.
— ¿Sabes qué? No entiendo porque te lo explico, ya lo sentirás cuando lo estés haciendo.
— Y… ¿Qué debo de hacer yo?
— Vaito, tú solo has tu hechizo dentro del círculo.
— ¿Y-Y yo?
— Ike, aunque quisiera darte algo que hacer, lo mejor es que te mantengas al margen por ahora.
Dicho eso, Emiliano débilmente se movería con la ayuda de su bastón hasta Ike, usando el cuerpo de este como sombrilla para que así no le llegara el sol. Vaito y Ephyra se miraron, ambos no sabían muy bien qué era lo que iba a suceder, más no tenían mejor opción, pues escalar de la forma tradicional, o incluso usando la magia de antes, les tomaría mucho tiempo, del carecían.
Vaito comenzó a sonreír, sus manos pronto se habrían envuelto en lo que parecía ser un fuego anaranjado el cual no le quemaba. Comenzando a hacer su hechizo, mientras que Ephyra, ni tonta ni perezosa, posaba sus manos en el suelo, teniendo envueltas sus palmas con el mismo fuego, aunque este era un marrón oscuro.
Pronto Ephyra sintió exactamente lo que Emiliano le menciono, de sus palmas podía sentir como sus fuerzas poco a poco eran extraídas de su cuerpo, cada vez en mayores cantidades, pero la peli naranja evitaba lo que más podía eso, era la primera vez que sentía algo como eso.
La sensación era muy… peculiar. Uno podría llegar a asemejarse a cuando dos personas están peleando, una es muy fuerte mientras que la otra es muy débil. El fuerte de un golpe podría acabar con el débil, mas no lo hace y se debe de contener, usando una parte de toda su fuerza, con la diferencia de esta persona sentiría las ganas de usar toda su fuerza en vez de solo una parte.
El hechizo de Vaito estaba haciendo su trabajo, provocando que el plan de Emiliano saliera totalmente a la perfección. Si bien el hechizo del pelinegro usaba la roca de su alrededor como una plataforma para elevarse, eran pequeñas rocas, sin embargo, gracias al conjuro del sombrero morado, había usado una gran roca, la cual tenía 5 metros de largo y 3 de ancho.
El conjuro hecho por el oji negro se basaba en ser un puente, uno que ayudaba a la unión de dos magias iguales. Si no hubiera sido porque Vaito y Ephyra compartían esa afinidad con ese elemento, el conjuro no hubiera funcionado. Más solo servía para eso, ser un puente, el resto se basó en el poder de los dos por individual el cual, para fortuna para el grupo, fue lo suficientemente fuerte como para hacer que los cuatro, en cuestión de segundos, llegará hasta la cabeza.
Habían ido a una gran velocidad, habiendo recorrido más de 8 kilómetros en tan solo 8 segundos. Ike tuvo que usar su control en el viento para evitar que los presentes se cayeran, generando ráfagas de aire para hacer que todos los presentes no sufrieran por la ráfaga de aire tan potente. Una vez arriba, los cuatro saltaron hacia aquel cúmulo de tierra que contenía ese enorme castillo, pero desde la perspectiva de los presentes, solo podían ver la punta del castillo y adelante solo había un largo y gran muro de blanco, lo que podríamos asociar al mármol.
— Agh… ah…
Tanto Ephyra como Vaito, una vez tocaron la tierra del castillo, cayeron de rodillas por el exceso de energía que el dúo tuvo que hacer para lograr esa hazaña que hicieron. La roca con la cual habían ascendido se había caído, chocando contra la pierna de la estatua que, por suerte, no se rompió pero que, en cambio, quedó en muy mal estado.
— C- Creo que somos unos de los primeros en llegar.
— ¿Co- Como que no somos los primeros? –Cuestiono Ephyra al elfo mientras se acostaba en el suelo, respirando rápidamente–
— Pu- Pues sí, mira hacia allá.
Ike señaló hacia la derecha, donde dos chicas, una peli verde y otra peli blanca, habían llegado al mismo quizás unos segundos antes que a su grupo. Mientras que, a la izquierda, un trío de hombres acababan de llegar, un peli rosa y un par de peliblancos, con la diferencia de que uno lo poseía más largo que el otro.
— Espera… si nosotros somos 4… y ellos son un total de 5 personas… eso quiere decir que…
Le costaba a la muchacha calcular la cantidad, al punto que terminó por usar sus manos para así tener una mayor seguridad de sus datos, todo esto a la vista del trío de hombres, quienes intentaban evitar reírse por lo tierno que estaba actuando.
— Solo 9 hemos llegado de los más de 30 de antes.
— Oh ¿Lo calculaste tú sola?
— Si.
— Aww, que rápido creces.
Ante ese comentario, Ephyra tomó su lanza y, sin perder más tiempo, comenzó a correr tras Vaito, quien corría de ella riéndo se a la vez que intentaba excusarse para que la peli naranja no le matara. Ike y Emiliano también se comenzaron a reír, aunque estos no serían perseguidos por Ephyra, quien, pese a todo, se estaba divirtiendo con sus nuevos… conocidos.
Así estuvieron por un tiempo, unos minutos hasta finalmente todos habrían sentido como habían recuperado sus fuerzas. Estaban afuera del castillo, pisando solamente el suelo que estaba por fuera de las paredes que cubrían a todo ese palacio, el cual posea varias torres junto con pasillos.
— No he estado en muchos castillos –Comenzó a hablar Vaito– Pero por lógica debe de haber una entrada.
— Concuerdo –Hablo el del sombrero– Creo que podríamos rodear el muro hasta encontrar la entrada.
Dicho y hecho, el grupo comenzó a rodear aquel muro blanco, con prisa claro está, pues no podían saber con exactitud el tiempo que les quedaba y eso, eso era un gran problema. Podrían tener solo una hora, o quizá unos minutos, o segundos, no tenían forma de saber esa información, lo que colocaba una presión extra a su andar.
Para la suerte del grupo, no tardaron en llegar a la entrada, la cual ya estaba abierta. No habían sido los primeros en llegar, eso estaba claro, lo que pudieron comprobar al ver su interior. El palacio estaba repleto de enemigos, bestias de distinto color y forma que llenaban los pasillos, los cuales se enfrentaban contra los dos grupos antes mencionados.
— A- Algo me dice q- que apenas avancemos nos atacaran.
— ¿Quién?
— Noso-
— Te pregunto.
Ephyra, quien aún estaba molesta por saber que un elfo la había salvado, no dejaba ocultar sus ganas de molestar al joven Ike, quien no tiene más opción que simplemente agachar la cabeza y ocultarse detrás de Emiliano.
— Vale… eh, siento eso Emiliano –Se disculpó Vaito ante el pálido hombre-
— Está bien, mientras no lo toque o lo dañe físicamente, lo puedo soportar.
— Gracias.
— ¿Algún plan de ataque?
— Pues… haber, son mucho más que nosotros, están por todas partes y algo me dice que van a haber mucho más dentro del castillo.
— ¿Si vamos por arriba?
Vaito y Emiliano estaban planeando la mejor ruta para ir, debido a que por la cantidad de enemigos lo mejor era planear algo antes que ir de frente… Ephyra, por otra parte, estaba aburrida de todo esto, con su lanza en mano, se levantó y, agarrando el mango con fuerza, miró hacia la entrada.
— ¡Agh! Ya me harté de tanta planeación ¡Ephyraa Copperstoneeee!
Usando su nombre como si fuera un grito de guerra, comenzó a correr con mucha fuerza hacia el castillo y, al echar un pie dentro, las bestias comenzaron a ir contra ella.
— Oh, ella acaba de correr hacia dentro –Dijo Vaito sin llegar a procesar bien lo que acababa de hacer–
— Si…–Añadió Emiliano estando igual que Vaito–
Los había agarrado tan desprevenidos que, aunque pasaron unos pocos segundos, no podían procesar lo que había sucedido. Simplemente no les cabía en la cabeza que alguien se lanzara tan a la ligera a la boca del lobo.
— ¡D- Demos ayudar la!
El elfo, tomando con sus manos su arco, comenzó a correr detrás de Ephyra, mientras que Vaito y Emiliano aún seguían procesando todo lo que había ocurrido.
— ¡Apégate al plan!
— ¿¡Cual plan!?
Hasta que finalmente los dos chicos pudieron reaccionar. Vaito sacaría su espada de su funda, mientras que Emiliano sólo tenía su bastón, el cual tomó con sus dos manos, tomándo lo desde la base.
Ephyra, por otra parte, con su lanza iba matando a cada criatura que le plantaba cara, dejando ver su elevado sentido de pelea. Verla pelear era como ver un baile, ya no solo por su velocidad, sino por la coordinación de sus movimientos, si se agachaba, hacía girar su lanza por encima de su cabeza, a una velocidad tal que bloqueaba cada ataque y cortaba a los que se cruzaran.
Corría a la par que esquivaba, cortaba, realmente poseía un fuerte sentido de la lucha. No se detuvo hasta que, finalmente, una bestia le pudo plantear cara, un bípedo que poseía una larga y gruesa cola, la cual estaba recubierta por huesos con puntas afiladas. La criatura, en la parte del torso, tenía dos extremidades superiores, en las cuales poseía unas largas y afiladas hojas de hueso, mientras que en las extremidades inferiores poseía unas patas con unas garras de huesos, afiladas, por supuesto.
Sus ojos carmesís estaban mirando fijamente los de la muchacha, estirando sus alas rojas y apuntando su cuerpo contra la muchacha. Cuando la peli naranja intentó cortar su cabeza con la punta de la lanza, la bestia con su boca llena afilados dientes, detuvo el filo de la hoja.
— Oh ¿Estás seguro de que quieres intentarlo?
Ephyra, sin desperdiciar un segundo más, usó la roca del suelo para así crear una bola (2 cm) la cual lanzaría al rostro de la bestia. Si bien al recibirla no le generó más que una mera molestia, el problema fue cuando impactó la misma se desarmo, entrando un trozo de roca en su ojo, lo que género que soltara un desgarrador grito por el acto de la enana.
Aquella acción provocó que soltara la lanza y, con audacia, Ephyra giró sobre sí misma para así tener más fuerza y velocidad, buscando cortar con la punta desde el pecho hasta la cadera. Sin embargo, no solo no pudo cortar aquella dura piel, sino que la bestia aprovecharía para lanzar un ataque con la punta de su hoja hacia el cuello de la peli naranja.
El tajo le impactó, más no corto, únicamente generó un potente dolor, al igual que hizo que su cuerpo se fue hacia atrás por la fuerza, viéndo se obligada a defenderse mientras buscaba alguna forma de contraatacar. La bestia, que supera a Ephyra por 30 cm, fue directamente contra la enana una vez que su vista había mejorado, ahora ya estaba furiosa.
Lo primero que hizo fue lanzar directamente un mordisco, lo que obligó a la enana a retroceder, aprovechando el momento, giró con su diestra la lanza y una vez que la punta apuntó al ser, agarrando bien el mango de la lanza para así mover su hombro, buscando enterrar la punta en su cuello.
Pero antes de que pudiera, tuvo que retroceder al ver como las extremidades superiores del ser iban a impactar contra su abdomen. Él ojos rojos salto, generando un pequeño cráter por la fuerza que usó, juntando ambas puntas de sus hojas, apuntando las hacia la cabeza de la chica, quien en un rápido movimiento movió se adelantó cosa de enterrar su lanza en el pecho de la criatura. Pese a que su estrategia funcionó, la lanzaba no le atravesó, apenas y pudo generar un raspón en el pecho de la misma.
Esto era problemático, si bien el pasillo que daba a la entrada del castillo era muy amplio, encontrándo se repleto de tierra, un hormigón, el cual estaba mezclado con ceniza volcánica con cal y agua de mar, agua e indicaciones de dónde ir. El problema estaba en que, pese a eso, estaba rodeada y, si no podía contra uno, eso puede llegar a significar que abran otros a los cuales no podrá cortar.
Ephyra, mientras retrocedía y se defendía contra el ser, la batalla parecía que se prolongaría… eso hasta que su ojo fue atravesado por una flecha, una que anteriormente había visto, le pertenecía a aquel elfo que hacía poco había superado. Agarrando su lanza con fuerza, aprovechando de que la bestia estaba distraída con su dolor, la enana no tardó en lanzar un tajo que cortó su cuello, más no separó la cabeza del cuerpo.
— ¡¿Acaso pedí su ayuda?!
Cuestiono con fiereza a la muchacha, mofando se mientras se cruzaba de brazos con enojo. Ike no tardó en llegar hasta su lado para, tan solo unos segundos después, notar que había sido una pésima idea debido a que sino hubiera sido que Emiliano le corrió de una patada que iba hacia él, la misma hubiera impactado en su entrepierna.
Vaito, quien llegó en el momento idóneo para detener la futura pelea que se iba a generar entre sus compañeros, estaba siendo perseguido por un centenar de otras bestias que, a diferencia de la que había matado Ephyra, estas poseían un aspecto más macabro, su piel estaba completamente pegada a sus huesos, sus ojos no eran más que unos huecos casi que vacíos y, tanto sus brazos y como su mandíbulas, estaban adornadas con largas hileras puntiagudas uñas y dientes, respectivamente.
— ¡Corran!
Ordenó Vaito quien, pasando entre medio de Emiliano y Ephyra, corría con una sonrisa y una expresión, si bien algo nerviosa, tranquila. La enana podía ser muchas cosas pero no era tonta, no dudo ni refutar aquella orden, sino que se limitó a correr, con la lanza posada sobre su hombro, al lado de aquel chico. Ike, quien estaba al lado de Emiliano, también huyó pero el hombre pálido, al contrario, miro con sed de hambre a aquel ejército de bestias.
— ¡Adelentence! -Grito con sensilleza- ¡Yo me encargare de ellos!
Aunque parecía un sacrificio, uno bastante inoportuno, Ike ni miró hacia atrás, solo enrollo su arco en su pecho y, acompañado del resto del grupo. Terminaron por entrar en el palacio. Su interior… todo estaba decorado con una clara referencia que, sea quien sea la persona que construyó aquel sitio, le pertenece a la clase alta. Un suelo liso, en el cual uno podía ver su reflejo, grandes y decoradas paredes, pintadas de un blanco y gris que rodeaban cada centímetro, con unos elegantes y sencillos cuadros.
Era una verdadera lastima que cada rincón de aquel palacio estuviera envuelto en raíces y moho, en arbustos, plantas e incluso de árboles. Incluso aquellos cuadros no se salvaron, debido a que estaban envueltos en polvo y raíces.
— Ey! Ahí está la llave.
El elfo señaló hacia adelante, en la sala del trono, donde se hallaba un cofre con 5 llaves sobre una pequeña vitrina. El pasillo hacia el trono estaba custodiado por dos largas hileras de armaduras de hierro, separadas únicamente por unos pocos centímetros. El tiempo les cobró factura, su óxido, la falta de partes, la nula calidad de las armaduras, era claro intuir que no pudieron superar la prueba del tiempo.
El trono del rey, el cual constaba del trono en el fondo, junto con varios ventanales y pilares, constando con otras 2 hileras de armaduras de hierro. El trono, en algún momento llegó a ser dorado, con una alfombra roja y paredes blancas, pero ahora todo era verde. Los rayos de luz que atraviesan los ventanales hacían relucir aun más esta característica, y que junto al olor a hojas, daba la sensación de estar en un bosque más que en un castillo.
— Bueno… eso fu-
— ¡No lo digas! -Le detuvo Vaito a la enana.-
— ¿A qué te refieres?
— Me refiero a que ni se te ocurra terminar esa frase que estabas a punto de decir.
— ¿Qué? ¿Que había sido fácil?
Y, como si hubiera estado todo planeado, mientras el trío caminaba por la alfombra roja hacia el trono, donde se hallaba la vitrina con las llaves, apenas y Ephyra terminó su oración, el suelo comenzó a temblar, las vitrinas se trazaban, los pilares se sacudían el polvo, las grandes luces colgantes en el techo ondulaban con fuerza y, del suelo, comenzó a emerger un ser verde, con una piel de roble y unos ojos verdes.
.— No permitiré que alguien ose de hurtar las reliquias del rey, si las quieren ¡Deberán pasar me si es que lo queréis hacer!
Grito aquel ser quien, haciendo que sus ojos comenzarán a emitir un verdoso rio, empezó a manipular a los soldados, cada uno portador de una oxidada espada, pero una espada era una espada al final.. Vaito, volteando se para mirar a Ephyra, la comenzó a quemar con la mirada, mientras que la enana intentaba no mirarle por la ocurrencia.
— ¿C- Como se supone que iba a saber que esto pasaria?
— ¡Te dije que no lo hicieras!
Se iba a quejar la enana, más no lo hizo pues tenía razón. Pero, mientras eso ocurría en el duo, Ike se acercó lentamente hacia el hombre de piel de corteza, posando su mano en lo que seria su pecho. No dijo nada, ni se expresó, solo se mantuvo quieto, con la mano tocando directamente el pecho de aquel ser
Ambos se miraron, sonrieron e Ike, sin la intrusión de aquel hombre árbol, pasaria por al lado para tomar la llave, regresando con el grupo con la llave.
— Bueno ¡Es hora de ir y descansar!