Primeras horas de la mañana, el viento soplaba con la fuerza suficiente para levantar algunos granos de arena, incluso se podían apreciar pequeños remolinos de polvo que constantemente aparecían y desaparecían a lo lejos, esto no impedía que el calor abrumador estallara con los primeros rayos del sol, después de todo Infernatum no era un lugar común y corriente, incluso aquella zona donde la ahora solitaria ciudad de Oasis se encontraba era apenas una de las partes más alejadas del centro de aquel desierto mortal; muchas personas tenían el conocimiento de que la parte central de Infernatum era considerado un ambiente de Grado A, es decir una zona donde solo aquellos considerados rango Alpha o mayor podrían tener la oportunidad de salir vivos y a medida que más se alejaba del epicentro del lugar menor era el grado de peligro al que uno estaría expuesto, Oasis se encontraba dentro de la zona de peligro de grado D, una de las menores dentro de Infernatum, después de todo ¿Quién pondría una ruta comercial en una zona peligrosa? A pesar de eso, el peligro de grado D era suficiente para ser mortal para la mayoría de los humanos comunes y corrientes, las personas Omicron estarían condenadas a morir mientras que las personas clasificadas como rango Delta, un rango por encima de Omicron, apenas podían sobrevivir en este ambiente tan desafiante; solamente alguien clasificado como Gamma tendría el poder suficiente para sobrevivir en este lugar por su cuenta, aunque si se adentrara más profundo estaría tentando a su suerte.
A las puertas de la ciudad se encontraba el único sobreviviente de la gran masacre que había ocurrido, con sus ojos rojos resplandeciendo en la luz de un nuevo día, resaltando la puerta de madera que se consideraba la entrada y salida de la ciudad. El chico miraba aquellas gruesas puertas de las cuales estaban en su mayoría destrozadas, era como si cientos de garras afiladas y armas de algún tuvo hubieran rasgado y rasguñado hasta que finalmente pudieron roer la suficiente cantidad para que los dueños de aquellas marcas pudieran cruzar esa barrera e invadir la ciudad; como si estuviera meditando profundamente su siguiente movimiento el sucio adolescente permanecía inmóvil, en su corazón estaba seguro que la escena dentro de la ciudad no sería mejor que la situación en el exterior, quizá incluso sería más desagradable, ya que menos carroñeros significaba una mayor cantidad de carne en descomposición y con estas temperaturas el proceso se aceleraría de tal manera que en solo unas horas la carne expuesta ya sería una masa liquida horriblemente desagradable cuyo olor sería capaz de hacer vomitar a la mayoría de las personas.
Dudando un poco dio un vistazo hacia atrás, al campo de huesos, sabía que se encontraba completamente solo, las únicas presencias que lo acompañaban eran aquellos insectos pequeños y los carroñeros más pequeños que aún buscaban desesperadamente restos de comida que pudieran disfrutar, observando a un pequeño roedor llevarse corriendo en su hocico un hueso de lo que probablemente fuera un dedo mientras se apuraba a entrar a un agujero a lo lejos que probablemente fuera su madriguera, el chico intentaba recordar exactamente qué había pasado, pero después de ser atacado por aquel esqueleto gigante y sentir como su pecho era atravesado por aquella afilada púa, sólo recordaba como en su mente todo se había vuelto oscuro una vez que su cuerpo había sido empalado, y lo siguiente que recordaba eran aquellas palabras que extrañamente sentía que el mismo había pronunciado "Estamos unidos por la sangre, yo soy tú y tú eres yo" y al despertar aquella horripilante herida había desaparecido por completo.
En ese momento tenía muchas preguntas, pero tampoco es que tuviera la forma de responderlas, ya había intentado entrar nuevamente en aquel espacio negro, pero no tuvo éxito, a pesar de haberlo intentado por horas, incluso había probado hablar consigo mismo en un intento desesperado por tener más información de su situación actual, pero había sido inútil, llegó a tal punto de pensar "Así es como las personas empiezan a perder su cordura". Sabiendo que solo tenía dos opciones, ya sea entrar a la ciudad y buscar la forma de mantenerse vivo el suficiente tiempo para que alguien lo encontrara o enfrentar el desierto a sus espaldas y rezar para encontrar rápidamente alguna caravana que viajara hasta este lugar y lo ayudara, eran sus únicas opciones.
¿Quién tomaría a la ligera una decisión de la que dependería su vida? Probablemente sólo alguien muy mal de la cabeza y por eso en este momento él estaba envuelto en sus pensamientos y finalmente tomó una decisión, levanto su mirada con determinación echando un último vistazo a la ciudad devastada y…. dio la vuelta para entrar de nuevo en ella, digo ¿Qué tonto saldría al desierto sin ningún tipo de suministro a tratar su suerte? Cuando estaba dando los primeros pasos, a lo lejos notó en el cielo un punto negro, no sabía en qué momento había aparecido aquel lunar en el cielo, quizá ya llevaba un rato y debido a que estaba inmerso en sus pensamientos no se había dado cuenta, pero justo cuando se preguntaba '¿Qué era ese extraño punto?' De repente se dio cuenta que este se estaba volviendo más grande a medida que pasaba el tiempo y para esto solo había una posible razón: Era algo que se estaba acercando a una velocidad bastante rápida y justamente con esa velocidad llegaría pronto al lugar donde se encontraba. ¿Escapar? No tenía ni siquiera idea de donde se encontraba y además con la velocidad a la que se acercaba el objeto desconocido que ahora tenía el tamaño de una pelota de tenis no podría llegar muy lejos; era normal, después de todo habían pasado prácticamente 24 horas desde el desastre y es probable que alguna caravana o algunos viajeros hayan llegado a Oasis y al ver la escena hayan corrido a toda velocidad en busca de ayuda en otras ciudades cercanas. Había un dicho en el desierto "Las noticias viajan rápido en la arena".
Sin más opción que esperar la inminente llegada de aquel objeto, su rostro que hasta ahora había permanecido completamente tranquilo mostro una clara expresión de sorpresa, inclusive su boca se abrió un poco de la impresión que le había dado el objeto que se estaba acercando, al estar lo suficientemente cerca como para distinguir su forma ¿Quién no estaría sorprendido si notara que una gigante Ballena azul se acercaba rápidamente hacia su posición? Aquella criatura parecía mucho más grande de lo que cualquiera podría pensar y esto solo era más claro a medida que se acercaba más. Como si estuviera cruzando el mar, movía su cola furiosamente de arriba a abajo para impulsarse a grandes velocidades mientras que se podía escuchar aquel sonido característico de las ballenas que parecía más bien un sonar escaneando la zona, sonido el cual se volvía más y más fuerte a medida que se acercaba.
Una mirada complicada había aparecido en el rosto del exesclavo, no podía estar más sorprendido de ver aquella ballena a la vez que se preguntaba "¿Qué demonios hace una ballena en el desierto?" pero su desconcierto fue mayor al notar que justo encima de la cabeza de aquella majestuosa criatura se encontraba la silueta de lo que parecía un humano, pero justo en ese momento una de las ondas sonoras provocadas por el aullido de la ballena había levantado una gran cantidad de polvo la cual embistió contra las murallas de la ciudad y con ella contra el joven que apenas pudo alcanzar a levantar sus brazos enfrente de su rostro para cubrirse de todo el polvo que lo invadía. Momentos después todo volvió a quedar en calma y la nube de arena que se había levantado lentamente volvió al suelo, al recuperar la capacidad de abrir sus ojos, aquel chico quedó sorprendido por la escena ante él, ya que una enorme Ballena azul se encontraba flotando imponentemente sobre la planicie llena de huesos, mientras que sobre la cabeza de dicha bestia enorme se encontraba un hombre calvo de piel morena que tenía una barba bastante pronunciada y cuya forma corporal hacía notar que era una persona bastante corpulenta, este hombre vestía una armadura completamente negra, cuyo rasgo más llamativo era un cinturón en color blanco del cual sobresalía el signo ϐ, el caballero mantenía una mirada fría y severa mientras analizaba los alrededores, intentando adivinar alguna pista de lo que había ocurrido hasta que finalmente sus ojos se plantaron en aquel joven harapiento de aspecto desnutrido frente a las puertas de la ciudad y con una voz imponente y profunda exclamó "Mi nombre es Aeris, comandante de la quinta legión del ejército imperial al servicio de nuestro Rey Magnus, anuncie su nombre y rango y luego explique lo que ocurrió en Oasis, mienta y será ejecutado".