Había comenzado mis vacaciones finalmente, debía descansar de todos mis clientes y sus infinitos problemas. La oficina era un caos diario, por lo tanto, mi vida era un huracán constante. Esto no quiere decir que no me guste mi trabajo, porque lo amo.
Amo lo que hago y sé que soy muy buena en eso, pero es muy estresante a veces escuchar las infinidades de discusiones porque a veces me es imposible no ponerme en el lugar de algunas personas y ser imparcial en el tema. Soy una persona y tengo una vida, no puedo evitar no involucrarme con algunas historias porque muchas veces algunas son muy parecidas a la mía.
Así que, aquí estoy con mi café y mis libros de novelas cursis, sentada en el desván de mi departamento observando el exterior que era tan triste y gris ya que era esa época del año donde el cielo en la ciudad no paraba de llorar, una llovizna constante que empañaba los cristales con pequeñas gotas y estas jugueteaban a una carrera silenciosa.
Había estado pensando en algunos planes para disfrutar de mis vacaciones ya que me había tomado no más que dos meses, dos meses donde me enfocaría nada más que en mi misma. Tenía en mente quizás poder hacer un tour por el continente o mismo visitar otro, pero aún no tenía bien definido donde comenzar o tan siquiera si es lo que realmente necesito. Hacia tantos años que no me tomaba un tiempo libre que la verdad es que me siento perdida sin rumbo.
Mi vida era por completo solitaria y daba pena, soy una persona que ama tener el control de mi vida y es por eso que sigo minuciosamente al pie de la letra mi agenda, ahora en mis vacaciones por supuesto que no tengo nada programado, por lo que me siento a la deriva como un barco sin marinero perdido en el alta mar.
Con toda esa patraña triste en mi cabeza de cómo se encuentra mi vida, decido llamar a una de mis amigas, quisiera salir o mínimo juntarnos a ver una película en mi departamento, pero tal parece que ninguna está disponible. Para mi desgracia ambas estaban felizmente casadas y ya tenían planes de vacaciones que comenzaban con el fin de semana. Fantástico. Y yo aquí sola torturándome con pensamientos nostálgicos y deseando poder ser iluminada con algo increíble en que ocupar mi tiempo.
Tal parece que tanto es mi pesar que estaba tan sumida en mis pensamientos que jamás escuché cuando el timbrazo del celular comenzó a sonar, aunque cuando lo oí finalmente ya era tarde porque había parado de sonar. No presté tanta atención, estaba segura que se trataría algún cliente o alguna venta telefónica. Cuando nuevamente mis ojos estaban observando el mundo en el exterior a través de mi ventana el celular comenzó a sonar y esta vez sí corrí para tomarlo, debía ser algún cliente que no comprendía el significado de "Me fui de vacaciones".
- ¿Sí? Habla Julia Blanco.
- Julia ¿Eres tú? Habla Ximena ¿Te acuerdas de mí?
- Ximena Reyes, eres tú realmente, hace tanto que no sabía de ti.
- Si lo sé, desde que abandonaste el país y te fuiste.
Era verdad, de eso ya han pasado cinco largos años. Por aquellos tiempos había tomado la decisión de dejarlo todo atrás y largarme para comenzar de nuevo, olvidar mis penas y tristeza, sacarme de la cabeza al estúpido hombre que me rompió el corazón. Aunque eso había significado dejar a mi mejor amiga que más que una amiga, una hermana para mí.
Desde entonces no la veía, tampoco habíamos vuelto a hablar. Lo poco que sabía de ella se debía a las redes sociales, pero en estos momentos escucharla nuevamente, aunque solo sea por teléfono, lograba que una parte de mi corazón que parecía que años había estado dormitando, había revivido con una felicidad tan abrumadora. No me había percatado hasta ahora la falta que me hacía tenerla en mi vida.
- Si bueno, ya sabes porque lo hice – Ambas suspiramos al mismo tiempo – Ahora dime ¿Qué ocurre? Si por tantos años nunca llamaste, el que lo hagas ahora solo me dice que ocurrió algo.
- Siempre tan directa y al punto. Amé eso de ti desde la primera vez.
- Creo que por eso fuimos amigas desde el Kínder, me amaste porque era la única que no te temía para decirte lo feas que eran tus muñecas.
Ambas reímos de eso, recuerdo todas las veces que habíamos discutido por esa razón, mi sincerisidio y sus muñecas espantosas era un problema a los cuatro años, pero todo eso nos ayudó a fortalecer una amistad increíble. Una complicidad que hasta ahora puedo afirmar sigue existiendo y es igual de fuerte que siempre.
- Escúchame, me casaré. Y antes de que me digas algo, sé que las bodas no te gustan, pero es la mía y quiero que seas mi Dama de Honor, no podría hacer esto sin ti a mi lado y además aún no conoces a Mason, es increíble.
- Ximena...
- Por favor amiga, no te he llamado en cinco años porque sabía y respetaba el hecho de que querías alejarte de todo, pero es mi día especial, por favor. Acepta.
- Ok, tú ganas. Iré, solo dime cuando y donde será.
- Bueno, será este fin de semana y lo festejaremos en la casa del campo de mi familia. No te preocupes por los preparativos, ya está todo listo. Sé que como Dama debías de ocuparte de varias cosas, pero como no estabas lo hice yo, sabía desde siempre a quien quería a mi lado por eso te elegí a ti. Además, ya tengo tu vestido.
- Dime que no es espantoso.
- No – contesta y la escucho reírse, desde pequeñas habíamos jurado que no haríamos sufrir a nuestras Damas con vestidos ridículos y horribles – Es de color champagne y con brillo, mucho brillo. Es hermoso te gustará.
Cuando colgué con mi mejor amiga ya habíamos acordado que iría en el primer vuelo de mañana rumbo a Argentina nuevamente, ya que allí los festejaría. En el mismo lugar de donde había escapado hace cinco años.
Estaba muda, petrificada y con el celular aún apoyado en la cara. No lo podía creer, había aceptado. Así sin más, volvería y ¡Santo cielo! No estaba segura de si aquello era buena idea. Pero mierda, ya lo había prometido, además, era la maldita boda de mi mejor amiga. Debía asistir, aunque eso signifique horas y horas de sesiones en el psicólogo que no servirían para nada y solo me harían enojar por lo estúpido que era y me haría olvidar de mis traumas por unas horas. Ridículo. Ridícula yo.
"No seas estúpida Julia" me digo a mí misma volviendo a mí.
Debía de preparar mi maleta y mi pasaporte, obviamente también debía de prepararme a mi mentalmente. Cuando estaba pensando en disfrutar de mis vacaciones, viajar y hacer algo productivo de mi vida jamás creí que volvería al lugar donde tanto daño me hicieron. Pero lo haría, lo iba hacer solo por la mujer más importante que tenía, la que estuvo para mí siempre en todo momento y la que aceptó mi silencio por todos estos años porque sabía que era lo que necesitaba.
Mentalizada con el asunto corrí por toda la casa, manos a la obra empacando y aproveché en llamar a mi secretaria para avisarle de mis planes y que estaría fuera del país por cierto tiempo, obviamente le aseguré que ante cualquier cosa estaría pendiente del mail. También la pobre mujer, totalmente cansada de mí, sumamente complacida me reservó los boletos de avión para el día siguiente. La había llamado a las 8:00 p.m. entendía la felicidad suya de no saber nada de mi en un tiempo, ya que también estaría de vacaciones el mismo tiempo que yo.
¡Dios! Estaba que caminaba por las paredes de la euforia que sentía. No podía simplemente explicar los nervios que sentía.
Volvería, sí que lo haría y me encontraré cara a cara con esas personas nuevamente, las que por años quise olvidar. Sabía que quizás me dolería, pero también sabía que en algún momento debía de enfrentarlos, lo gracioso y por completo cómico de todo esto, es que lo haría en otra boda, y nada más y nada menos que en el casamiento de mi mejor amiga.
Pensar que todo mi calvario comenzó el día en que yo me iba a casar con el supuesto amor de mi vida, el cretino que me había dejado plantada en el altar, frente a cientos de invitados.
Pero lo triste de todo esto no fue aquello que, aunque desolador porque ¿Qué mujer no se siente estúpida siendo abandonada frente a sus familiares, frente al pastor con su hermoso vestido de ensueño? No, esto no fue lo realmente traumático. Lo que me destruyó y aniquiló mi corazón o mejor dicho lo que quedaba de él, fue enterarme que la persona que creí me amaba, con quien estaba segura de compartir mi vida para siempre me había sido infiel pero que lo más desgarrador del asunto era que su amante estaba embarazada y a punto de dar a luz.
El estúpido cerdo, bastardo y cretino iba a tener un hijo ¡Por Dios Santo! ¡Un hijo!