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Chapter 4 - nuestros primeros tropiezos

En los primeros días de clases la maestra nos hizo presentarnos con el resto de los niños , al decir que mi nombre era minerva los niños me miraban sorprendidos pues solo unos minutos antes me había presentado con ellos solo como mina, fue en ese momento que escuche su voz por primera vez, diciendo que feo nombre tienes parece de bruja y escuché al resto de la clase reír a carcajadas, en ese momento sentí un nudo en el estómago, tenía muchas ganas de gritarle, abofetearlo, pero al mismo tiempo escuché claramente como mi corazón se estrelló como cuando le arrojas una piedra a la ventana; sin poder controlarme y viendo de frente a aquellos que reían de un comentario inocente las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y la historia del por qué mis padres habían decidido llamarme así fue gritada con gran furia.

Mis fuertes gritos, la cara llena de lágrimas y la furia que emanaba de mis ojos se dirigieron a él, que en momento preciso miro fijamente hacia mi y dijo, lo siento, me equivoqué no es el nombre de una bruja pero si de un fantasma que da miedo; con ese comentario por primera vez surgió en mi la posibilidad de golpear a alguien, así que sin dudarlo le lance mi zapato izquierdo.

En ese momento la maestra nos saco a ambos del salón y fuimos enviados con la directora, yo sabía que la directora y mi madre eran viejas conocidas ya que habían estudiado en la misma universidad solo que me mi madre era un par de años mayor, sentía más miedo de que la directora fuera una mujer tan dura como lo era mi madre o peor que fuera a llamarla para que asistiera a la escuela, todavía más malo que eso era hacer que mis hermanos o mi padre solucionaran el problema me esperaba una tormenta en casa de cualquier forma

Fue entonces que Eduardo giro la cara en mi dirección extendió la mano y se presentó –hola soy Luis Eduardo, un gusto ser tu amigo-, realmente pensaba que después de que me causará tantos problemas aún deseaba ser su amiga, a caso está mal de la cabeza, así que solo respire profundo y lo ignore; mientras tanto la puerta de la oficina de la directora se abrió y al vernos nos pidió entrar, ví pasar mi vida frente a mis ojos pensando en todas las cosas malas que podían pasar estando adentro y realmente era demasiado joven para morir.

Dentro de la gran oficina de la directora había dos pequeñas sillas donde se nos indico sentarnos, entonces la directora comenzó a hablar acerca de los valores que nuestras familias tenían, era lógico mis hermanos asistían a la misma escuela en grados superiores, y como son tan fabulosos seguramente los conocía por los muchos premios que tenían,mientras que yo en mi primer día sería castigada.

Mientras más seria era la voz de la directora comencé a sentir frío, cuando de la nada Eduardo tomo mi mano sin decir nada, debo aceptar que cinco minutos antes no hubiera dejado siquiera que respirara cerca de mi, pero en ese momento el sentir que estaba conmigo realmente era realmente reconfortante.

La directora termino de hablar y aunque realmente no puse atención a nada de lo que dijo el saber que la mano de él estaba sujetando la mía me daba un sentido de seguridad bastante extraños, al ver este gesto la directora entendió que no éramos enemigos y que no debería preocuparse por nuestro comportamiento futuro.

No sé si fue el susto, el hecho de que él sostuvo mi mano durante todo ese tiempo, o quizás el que no importaba que pasará siempre había un motivo para que el dijera algo desagradable sobre mi; pero caí enferma al día siguiente al punto de no poder levantarme.

Los siguientes días me mantuve en casa prácticamente dormida, siendo cuidada como la ocasión en en que la muñeca de porcelana Francesa de mi abuela fue colocada en el estante sin cristales y todos pasábamos sin hacer ruido por el pasillo, para que no se fuera a romper, pues tanto mis padres como mis hermanos fueron muy dulces conmigo, aunque no me sentía nada bien, el estar lejos de de Luis Eduardo, era estar en el cielo.

Durante las siguientes dos semanas mientras estuviera despierta mis hermanos mayores me ayudaban con las labores de la escuela y el resto del día permanecía dormida o comiendo, realmente cuando el médico dijo que estaba lista para regresar a la escuela me sentí feliz de ver nuevamente a mis amigos y preocupada pues el último día que asistí la maestra había decidido que la mejor forma de que Luis Eduardo y yo dejáramos de pelear era que pasáramos mas tiempo juntos y eso incluía compartir mesa de trabajo, así que solo pensar el volver para estar con él me daba dolor de cabeza nuevamente.

El día de mi retorno al aula se dió y como era de esperarse todos me recibieron con amabilidad, pero al dirigirme a mi mesa de trabajo, mis oídos se volvieron sordos, esperando el desagradable Hola mosntruo de la boca de aquel que deseaba que de verdad no fuera el niño que estaba predestinado a ser mi prometido.

En ese momento como arte de magia no se escuchó más que el silencio, lo cual me pareció extraño pero a la vez un alivio, en ese momento la maestra entro al salón diciendo que debido a que había dos casos de un fuerte resfriado sería necesario que los padres fueran informados de que todos los niños serían revisados en el hospital de la escuela; como era de esperarse todos los padres asistieron excepto los míos, lo cual realmente no era raro, pues mis padres.solian mantenerse alejados de la escuela, mis hermanos nunca causaron problemas y son realmente excelentes estudiantes así que la no asistencia de mis padres al citatorio de la escuela no era algo que no esperara.

En ese momento mientras el resto de mi grupo estaba siendo revisado, pero l ruido de unos tacones se acercó, levanté la cabeza para ver quién era y mi sorpresa fue mucha al ver a la madre de Luis Eduardo mirándome y sonriendo, con un gesto amable me llamo y me dijo que la siguiera que ella me acompañaría al hospital de la escuela que ya había hablado con mi padre y que estaba de acuerdo; ella me explico que sabía que Luis Eduardo y yo pasaríamos nuestras vidas juntos y que había hablado con mis padres para que le permitieran asistir a la escuela en su nombre y que ellos habían aceptado.

Por mi cabeza solo pasaba una pregunta ¿cómo es que ella sabe que Luis Eduardo y yo estamos predestinados?, pero realmente no me atrevía a decirlo en voz alta, por otra parte me ser prendió la facilidad con la que mis padres habían renunciado a su hija pequeña ante está amable mujer.

Mientras todo eso pasaba por mi cabeza la señora Luna, me dijo que una vez que saliera de la escuela me llevaría a visitar a Luis Eduardo, que durante el tiempo que estuve enferma el pidió a la maestra las labores para llevarlas a mi casa y que mis hermanos solo lo dejaban entrar hasta mi habitación mientras dormía. Que situación tan extraña realmente el podía ser así de amable conmigo o solamente se sentía culpable, como fuera en ese momento lo importante era asistir al hospital escolar y regresar la amabilidad que la familia Luna había tenido conmigo.