Suelto un suspiro agotada. Estoy harta de reñir con él. No entiendo por completo su actitud; ni lo que pretende que haga a parte de irme. Y estoy ofuscada; porque soy una adulta, que sabe lo que está bien o mal. Sin embargo para cortar el rollo porque ya estoy harta digo:
— Tienes razón Nick... Buscaré la manera de irme. No te preocupes más—
— ¿Te parece que estoy preocupado por ti?— sisea. sarcástico.— ¿Acaso no entiendes que solo me das lástima?
— No es lo que parece.
— No. Lo que no parece es que tú seas muy inteligente. ¿Seguirme toda una noche a un barrio de mala muerte donde no conoces a nadie?— ríe— ¡He conocido locas! Pero tú te llevas la corona; esto ha sido demasiado. Hasta para mi.
Estoy sorprendida. Con la boca tan abierta que se me seca.
— No tienes una idea de nada, Nick—
— No. Quién no tiene una idea de nada eres tú. Vives en una burbuja, no te ha importado tú seguridad con tal de, ¿qué? ¿Creías que ibas a destacar y me fijaría en ti?— vuelve a reír y mi cerebro me pide huir pero mis piernas no hacen el trabajo— Es gracioso, en realidad. Cuando te vi me pareciste más sensata que tú amiga; sin embargo mírate aquí dando la pena.
Era cruel. Y cada una de sus palabras las lanzaba con tanta devoción que me sentía a punto de soltar las lagrimas.
— ¡No tienes una idea de nada!— le espetó y sé que tengo los ojos rojos— ¡Te he dicho mil veces que no te he seguido! ¡Hablar contigo es como hacerlo con una pared!
Aullo, y su mirada cambia en cuanto mis lagrimas empiezan a desbordarse. No. No me pienso ver débil. No quiero demostrar mi vulnerabilidad. Le doy la espalda, limpiándome las mejillas.
— Yo... Joder, tienes razón. No te he escuchado. Hablemos con calma, ¿vale?— musita rodeándome para verme directo a la cara.— ¿Estás tomada?
Niego.
— Estaba; se me ha bajado con la golpiza que le diste al de lentes.
Masculla una sonrisa.
— Eso está bien. Pero también muy imprudente, ¿por qué ibas a beber del vaso de un desconocido?
— Él bebió del vaso, y lo hizo por un rato. Me confié de eso... Estaba segura de que no me haría nada porque no tenía la pinta de hacerlo.
— Esos son muchos prejuicios dentro de ti, América.— Otra vez su manera de pronunciar mi nombre.— Cualquiera con la intención; sin siquiera parecerlo, puede joderte.
Asentí.
— Gracias. Por no preocuparte por mi— le suelto con las mejillas rojas. Él formula una sonrisa.
— Venga. Lo acepto.
Se espesa entre ambos el silencio. Estoy muy agotada, de absolutamente todo lo que ha pasado este día y solo pienso en querer volver a casa.
He reñido con él más en una noche de lo que lo he echo con cualquier otro hombre en mi vida. Y me temo que cada vez que me digo que es un completo mezquino del control, que a parte se cree mi padre... También me admito que me acelera y ha conseguido por muchísimo mi atención.
Pero tiene el ego más grande que un planeta. Y cree que sólo soy una de sus seguidoras. Quizás Nick ha tenido que lidiar con mujeres que lo acosan; pero no soy una de ellas. Y no pienso sentirme como tal.
— ¿Ya estás bien? — farfulla inspeccionándome. Asiento.
— Si.
— Pues me alegro que terminaras la lloratina. ¿Piensas llamar a alguien para que te busque?— espeta de esa forma tan mezquina.
Blanqueo los ojos.
— Ya veré yo qué hacer—
— Con tu chantaje de lágrimas perdiste tiempo que pudiste usar para que te busquen.
«¿Por qué no me sorprende?»
— ¿Qué rayos te ha picado?
— El mosquito de la impaciencia, America.
— Eres un idiota, Nick.— le espetó y me doy la vuelta hacia la casa.
Cuando miro sobre mi hombro no duda en subirse al auto sin importarle un mínimo de nada de lo que ha dicho. Y entonces me doy cuenta que esta soyado. Está mal de la cabeza y que es tan hosco y cruel que no lo entiendo. Tan bipolar que me confunde. ¿Qué ha querido de mí todo este tiempo?
Blanqueo los ojos y entro a la casa. No sé a dónde voy, y quiero que las horas pasen volando. Sin embargo antes de que mis ojos viscos por el cambio de luminosidad puedan notarlo; Sam me agarra por los hombros y me arrastra hasta un taburete de la cocina.
— Lo siento, Mare. Me he perdido allá arriba con... bueno con algo— ríe culpable y no se me pasa por alto lo que pudo haber estado haciendo—¿Estás bien?
Algo me dice que Sam realmente quiere ser mi amigo.
— No te preocupes; me las apañé.
— Así me contaron— Ironiza— ¿Qué es lo que ha pasado? Digo, ¿entre tú y Nick?
— No lo sé, Sam. Está completamente loco y cree que tengo que hacer cada cosa que diga—
— Así es él. Un obseso del control.— Blanquea los ojos.— Me he enterado de lo que quiso hacer el capullo de Fred... Y el como lo ha detenido Nick. Eso está muy raro. Nick no defiende a nadie que no sea el mismo. Es tan egoísta... Que esto esto me sorprende en realidad, ¿desde cuando se conocen?
Abre bastante los ojos.
— Desde hoy.
— ¿Es en serio?
Asentí. Frunció el ceño.
«— Se ha estado portando muy extraño. Incluso más que siempre... No le des importancia.— Se encoge de hombros.— Puedes dormir en una habitación de arriba; quédate tranquila Mare, la estaré vigilando que nadie entre.
Me muerdo el labio mirándome las manos entrecruzadas.
— Te lo agradezco... Pero preferiría llamar a mi amiga. ¿Me podrías prestar de nuevo el móvil?
Asiente.
— Si. Claro— dice tendiéndomelo.
Tecleo los números pidiéndole al santísimo que esta vez por fin repique. Y cuando lo hace no puedo caber en mi por la impaciencia. Atiende.
— ¿Bueno?
— ¡Annie! ¿Donde te metiste?
— ¿Mare? ¡Demonios! ¿Donde diablos te metiste tú?— soltó alterada— ¡Llevo toda la puta noche buscándote!
«¿Qué? Llevo yo toda la noche buscándola»
Despejo mi mente y cuando ya está menos que atolondrada le envío mi ubicación en tiempo real. Llega en menos de lo que me he esperado, y me tengo que despedir de Sam que no ha puesto reparo en pedirme el número para mantenernos en contacto.
— Gracias... Por todo; me has cuidado y sólo soy una desconocida— digo despidiéndome a punto de irme por la puerta de adelante.
— No lo tienes que agradecer. Y pretendo que seas mucho más que eso Mare. Hasta luego.
Lo miro una última vez antes de subirme al auto color blanco de Annie.