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Chapter 121 - 121: Muy lejos de todo.

Solo y sin un sonido, dónde el viento se detiene y dónde la lluvia no produce aroma. La vista desde encima de las nubes, el frío del ambiente y el calor de unas llamas que chispean lentamente. Mi mirada estaba centrada en el atardecer, la cabeza apoyada en el tronco de un árbol y la sangre brotando de mi cuerpo lastimado. La subida hasta aquí fue mucho más pesada de lo que uno podría imaginar. Pero estaba lejos de todo. Con mi único brazo apagué la hoguera y dejé que el naranja del cielo sea la última luz cálida que me dé. Luego vinieron las estrellas. El frío que ya era algo fuerte se empezó a sentir aún más. Pero en ese punto tan alto no había nieve, la magia de fuego era lo que calentaba mi cuerpo. Eso y la imagen de Alexandra esperándome en casa. Su sonrisa con esos colmillos largos y el cabello que le caía en su rostro. Dentro de poco se volvería una alto orco, el mundo avanzó más rápido que en mi realidad aquí y tuve que volverme más fuerte.

Una reliquia. Unas tobilleras de oro, uno de los artefactos de Samael, estaban 2 perdidos en este mundo. Cómo completamente eliminados de este plano, sus lentes y su collar. Pero con sus anillos, sus tobilleras y su reloj. Era pan comido. El pecado del orgullo me respaldaba y mientras observaba cada estrella en su lugar una lágrima caía por mi mejilla. Había sufrido en mi mundo anterior. Reencarnar en este Gabriel, poder repetir todo. Quizá no a casa, pero había vuelto al lugar donde viví todas las cosas hermosas. Dónde me enamoré, casé y tuve mis amigos. Dónde tengo una madre quien está orgullosa de mi.

Tomé una hoja del árbol en el que me apoyaba, con solo ponerla en mis labios sentí el veneno de estás. Era como si mi cuerpo fuese alérgico, intentaba paralizarme y atacar a aquel que la había cortado. Una mordida grande y todo terminó. Sentí el calor, fuego, incluso una estrella era menor a ésta sensación y de ahí. El frío. Un frío que me transportaba a la sensación de ese océano enorme del cuál escapé a la superficie, un vacío como las tierras únicamente habitadas por la criatura de leyenda Behemoth. Grande como el cielo, causando quiebres en las placas y rondando el gigante océano que contenía al Leviathan, esperándolo para enfrentarse a él. Para continuar tuve que darle fin a ese infinito. Pero ese es un lugar lejos de todo. Un lugar que golpea en mi cabeza en los momentos que los dioses me castigaron y justo antes de encontrarme en la nada absoluta.

Y allí estaba mi objetivo, la nada. Ese lugar fuera de todo, habitado por nadie al cual llegaba todo a su fin, y todo se absorbe por él. Todo menos yo. Luego de haber comido la carne del Behemoth había logrado entrar y no ser absorbido, mantuve unidad en un lugar lleno de nada. Y ahí era dónde podría volver a casa... Ahí podría volver a la realidad, encontrar a Alexandra, ver a mis padres, mis abuelos y mis amigos.

Y el efecto de la hoja se terminó. Mi corazón latía con rápidos enviando oxígeno directamente a todo mi cuerpo, purificando la toxina que consumí y dándome cuenta de que era de día. Estaba amaneciendo y tenía una cita.

Me lancé desde ese punto, con mis conocimientos en magia solo era cosa de usar hechizos de protección, o viento, o cualquiera. Las opciones eran casi ilimitadas.

— "Orgullo"

Eran palabras sin sonido, dicha sin esfuerzo que se encargó de activar casi al instante al pecado que contengo. Con magia de hielo hice unos pequeños visores para que el viento no me moleste en mi caída, magia de viento para planear e impulsarme y listo. Una cita con la mujer de mis sueños era lo que me estaba esperando. Pobre de aquel Gabriel que abandonó este mundo, aunque su muerte me ayudó a estar aquí. Su sacrificio era lo que iba a volverme feliz.

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Y el combate continúo. La masacre mejor dicho. Los golpes de Alexandra eran con una fuerza incalculable y que podían partir montañas, mis movimientos eran rápidos, ligeros y casi instantáneos. Cada golpe de mis extremidades sonaba contra su piel como un estruendo, y notaba que ella se encontraba cansada de luchar contra el insecto que era yo en su comparación.

—Gabriel, rindete. Muere. No perteneces aquí, tu no.

Esas palabras, rendirme, no pertenecer. Nadie me iba a decir si pertenezco o no a algún lugar. Yo únicamente iba a vencer y listo. Gracias a mi capacidad de hacer magia empecé a hilar una marca bajo de ella. Los hilos de magia eran delgados y casi imposibles de notar. Solo el usuario puede hacerlo.

— CARIÑO, ABAJO!

— "Fulminar"!

Un rayo rompió mis esfuerzos, el rey del orgullo me había jodido como no tenía idea. Al parecer. ÉL podía sentir los hilos de magia. No tenía opciones de magia oculta, tocaba solo magia muy poderosa, lanzarla toda junta.

Fuego, viento, incluso la arena era objeto útil para detenerla. Lanzas, calentar el ambiente, quitar el oxígeno. Nada parecía hacerla siquiera ponerse nerviosa.