Tomar los anillos y al colocarlos pude sentir sus efectos casi al instante, si bien antes tenía un cuerpo que había tomado un poco de musculatura ahora este se mostraba mucho más delgado. Sentí el completo bajar de mis estadísticas al mismo tiempo que mi cuerpo casi que llegaba a pudrirse... Era ésto. Esto era lo que el kit me estaba dando y con esa sonrisa caí.
Lo que en mi cabeza fueron segundos se hicieron horas y un día. Con los luchadores empezando a combatir, llegó el turno de los hombres, obviamente no se esperaban que logre poner ni un pie, que me levanté. Esto tendría que haberme matado, el veneno me estaba matando, ya que se estaba alimentando de lo poco que me quedaba y por eso tenía o algo me decía que debía aprovechar los segundos.
La gente importante ya había llegado, algunos campeones, reyes rojos, gente que tenía algún sentido que estuviera gobernando. Obvio, la presentación de los dos únicos luchadores que debían estar presentes fue igual que su nombre, y un círculo de protección dividió la arena de las gradas.
Estaban a puño limpio, por lo que les invoque sus armas. Mi capacidad de usar magia había vuelto, era más extraño, no usaba algo en mi interior. Simplemente podía utilizarla, podía saber qué forma darle a algo que no existía y así lo empezaba a hacer. El tiempo parecía detenerse mientras que los campeones y los reyes rojos aparecían. Claro que no me recordaban, y solo el pecado del orgullo era quien estaba más atento. Obvio, también Nubia y Viola. Faltaba una... Alexandra. Parecía no haber venido para la reunión una cosa un poco decepcionante. Aunque la sonrisa del Rey del orgullo. Mi sonrisa. Era mayor a la que estaba esperando. Y así cayó. Con un rayo, con hachas dobles una orco de unos 3 metros. Sus colmillos se habían hecho más largos con el paso del tiempo, su piel había tomado tonalidades más cercanas al naranja. No era una orco común y corriente, ni un alto orco, era una reina orco. Los tatuajes de su cuerpo eran runas de rayos que se habían hecho con magia. Más que por unas agujas, más que por alguna máquina, por heridas.
— Ah, a-alexandra? Va a combatir contra nosotros? Y ese chico...
El par de aventureros estaba seguro de sus habilidades, pero frente a un campeón nadie está seguro. Cómo vieron sus armas puestas enfrente suyas las tomaron. La presencia de Alexandra ya no era tanto como una guerrera de alto poder con la capacidad de usar el trueno.
Su espalda estaba marcada por un patrón de quemadura de rayos, sus manos agarraban con una mezcla de odio y poder esas hachas dobles cuyo filo estaba algo masticado por el paso del tiempo y su uso. En comparación a un arma común y corriente era enorme, casi como para usar a dos manos, pero su mango muy pequeño. Su bufido creó una nube negra que se veía preparada para hacer una tormenta.
Nubia ante lo que venía de combate, o mejor pensado masacre, reforzó el hechizo de protección que las aventureras habían hecho. Claro que dejando el área con un cielo completo para él.
Miré a los ojos del rey rojo del orgullo. Era ver un espejo y mi reflejo se encontraba emocionado.
— Algún arma única. Invocación?... Despertar? Sé por la presencia de los otros pecados que no tienes ninguno. Sé por mi esposo que no deberías estar aquí... Solo muere, Gabriel... Esa es tu mejor oportunidad de volver.
Mi corazón dejó de latir. Nada de esperas, nada de piedad. Sentí una mezcla de pena, de odio y de reencor. También sentí algo que podía haber sido.
— "Fulminar"
Del cielo, de ese pedacito que se nos había dejado para el combate cayó la ira de un dios. Algo que no había sentido ni enfrentado antes. Golpes, magia, la presión intentando reventarme, salir de mi cuerpo, todo.
Su sonido fue encordecedor y aunque todo lo interior lo había logrado controlar, recibir y mantenerme de pie. Solo por un detalle fue que estaba todavía vivo. Mi cuerpo carbonizado estaba aún intacto, y el sonido de metal partiendose y saliendo despedido fue lo siguiente. Mi oportunidad entregada. Sentí la inyección de adrenalina y una voz profunda en mi mente.
"Golpea" la magia de teletransportación tiene un cierto tiempo que uno llega a sentir mientras está viajando, tiempo que incrementa a distancias más largas, o que mejor dicho, se vuelve menor en distancias cortas. Incluso esto es algo usado por los magos como una forma de defensa. Mi punto es, incluso teletransportandose al mismo lugar, ese instante existe.
Esto fue inmediato. No era un, hablando de unidades de tiempo, un micro, nano, pico, femto o un zepto segundo. Fue cero. Moverme tres metros para alcanzar al aventurero que estaba empezando a ver a su compañero en asombro era instantáneo, alejarlo de su arma fue un movimiento sin fuerza, rápido como algo que no se puede ver y débil como los movimientos de un anciano.
Volví en mi por unos momentos, en esos segundos que me moví a una velocidad normal para tomar el arma que recientemente alejé de su dueño el sonido del silencio era todo lo que había.
Era una espada cuyo filo era de unilateral y al momento de tomarla el murmullo no se detuvo. Impactado por mi, por el momento, miré en dirección de aquellos que me miraban siempre desde arriba. Luego bajé mi mirada. Alexandra tenía pena, asco y la pude ver tragando con dificultad.
— Podrías haber sido tú, pero... Te fuiste...