Normal era invocar una cama, quizá una almohada o hacer una cabaña con tierra para dormir. Sí, aunque llamado un monstruo, todavía extrañaba las comodidades del mundo humano. Cosas normales, una mesa, una silla. Comer bayas y alguna que otra carne sin mucho sabor más que el de las proteínas y algo del dulzor, amargura o acidez de los frutos que lograba encontrar.
El despertar en un colchón con resortes, con unas sábanas de seda y mi cabeza en una almohada suave como el cielo me hizo pensar que estaba en un palacio. Lo que era cierto, mis ojos miraban una estructura de color similar a la arena. Los ladrillos de la estructura se veían firmes. Y mientras me levantaba y despertaba me daba cuenta de la desnudez de mi pecho.
Al bajarme de la cama mis pasos eran pequeños, pequeños y silenciosos. Muy lentos. Mientras mi respiración era baja y mi aura se intentaba comprimir lo máximo posible. Con solo colocar mi mano en el picaporte dorado de una puerta que se veía bastante grande, la sorpresa de un pequeño "Tsk" me hizo saltar del suelo.
Escamas doradas, doradas con algunos tonos más blancos que prácticamente entrelazaban las tonalidades. Su parte humana consistía de una mujer de una contextura delgada. Rasgos finos que a su vez terminaban en un rostro que mostraba experiencia. Alguna que otra arruga podía verse y se mostraba con un cabello que empezaba a tener partes blancas contra lo oscuro del mismo.
A: "Me habían dicho que tenía que vigilarte... Pero con esa percepción chico, seguro podría haberme quedado tras de ti durante todo un día y ni cuenta te hubieras dado."
Mi postura se transformaba en algo menos animalistico, enderezando mi espalda y pasando mis manos por mi propia barba para rascarme el rostro.
A: "Pocas palabras? Impactado? Me imagino que con todas las bellezas jóvenes no tienes tiempo para mirar a las más añejas~"
"Su nombre"
A: "Estos niños! Un destre. Amarie. Soy la oráculo de este lugar, nada se escapa a mi vista y si lo hace! No lo hará a mis predicciones."
Su forma de moverse era hipnótica, sus caderas de un lado a otro, sus brazos casi que bailando con las mismas y su rostro teniendo suaves movimientos. Su cola era larga como pocas, recién dimensionaba que logró ocupar casi la totalidad de una habitación para un príncipe, solo con estar allí. Movía su cabello, tenía un ojo dañado y remplazo por uno de cristal blanco. El otro, debajo tenía una cicatriz.
"Necesito hablar con su líder. Y salir de aquí."
A: "No se podrá. Eres un invitado diplomático contra tu voluntad. Un prisionero, pero con un título más bonito."
"¿No podré hablar o salir?"
A: "Salir, probablemente puedas hablar. En verdad es una sorpresa que estés así de despierto. Teóricamente deberías haber estado unas semanas inconsciente, solo estuviste un día."
"Y por-"
A: "Ah~ niñito, no puedo decirlo, es obvio. Aún así, por el momento disfruta! Tampoco tienes mucho más que hacer. Sucede que eres un guerrero con capacidades prometedoras. Y con los reyes rojos, sus lacayos y demás. Tener algún que otro peón, nunca viene mal."
Ante una negativa tal, solo me senté en el suelo, hecho de una arenisca bastante reforzada, más que darme cuenta, podía sentirlo, si intentaba partirla era más difícil que partir rocas. Además de ello, usar magia sería imposible frente a los ojos de mi guardiana. Por lo tanto, empecé a juntar aire en una pequeña esfera oculta entre mis piernas. Si lograba conseguir lo suficiente, quizá podría causar una distracción lo suficientemente grande como para escapar. Aún así, una risa me distrajo.
A: "Puedo sentir las corrientes de aire, ternurita. Si quieres ven aquí y te doy un abrazo, pero no vas a lograr escapar. Ni ahora ni en mil años... Aunque lo digo porque viviré más que eso"
"Muy bien, entiendo. Tengo que pelear contra ti para salir."
La respuesta era obvia, me levantaba poco a poco, no tenía armas, únicamente reuní un poco de arena a mi alrededor, si tengo que poner una referencia... Sería como la arena de Gara. Mientras tomaba una postura, podía escuchar en mi cabeza la música que usar para un combate así.
Me lancé con mi cuerpo, esa sonrisa que mostraba experiencia e interés creció en el instante que mi mano estaba a nada de tomar su cuello.
Una seguidilla de estruendos se escucharon. El primero fue del impulso que tomaría su cola para interceptarme, el segundo a momentos antes de llegar a tocar mi pecho y el tercero cuando golpee después de ser lanzado a toda velocidad hacia la puerta. Pude sentir como todo empezaba a moverse a mis alrededores, levantarme e incluso intentar moverme se hacía más difícil, y sentía un líquido caliente caer hacia mi nuca.
Ese fue un excelente golpe.