Las razas y especialidades de las sirvientas ayudaba a poner más o menos un orden en las cual las debería matar. Atrás de todo unas demonios hacían círculos mágicos rápidos para encantar las armas y cuerpo de sus compañeras. Una enana con aspecto robusto se lanzaba usando una enorme hacha y fuerza bruta para embestirme.
Me aferré al suelo con mis pies incluso clavando los mismos en el firme suelo del castillo. Logró empujarme un poco y en mis flacuchos brazos se notaba como si mis músculos estuvieran a punto de reventar por el esfuerzo.
Con mi mano desnuda tomé por el filo el hacha para tirar de ella y después soltar, ella por el movimiento sorpresivo dejó libre un hueco en su guardia, y al intentar golpearla una daga interceptó mi mano.
Llegó casi a perforar la pero mi piel todavía era bastante dura. Apreté mis dientes y le di un cabezazo usando mi frente a la enana. Uno directo en su nariz.
La sangre salió por unos segundos y después se cortó. Obviamente estaban usando magia curativa en lo que era su tanque y su mayor fuente de daño, mi respiración se entrecortaba por segundos y sentía como si me estuviera ardiendo el cuerpo. Apretaba más y más mis dientes hasta sentir que iban a partirse. El aire que salía de mi nariz parecía casi que vapor. Y en mis ojos notaba cómo inclusive con los lentes apenas si podía ver, era como si todo se estuviera oscureciendo. Lo poco que logré ver antes de la oscuridad absoluta fue un rostro de temor.
Zombies con su cerebro controlado tenían miedo.
Con las horas llegaba el silencio, con el silencio la paz y con la paz mi búsqueda. El control mental se había detenido y por ello vinieron Justice y Eleonor. Encontrar una habitación principal en un castillo es algo rápido, lo lento fue darse cuenta de qué era la escena.
Estaba encima de un trono, mi rostro cubierto de sangre y me acostaba de forma que mis piernas y cabeza estén cada uno en uno de los posabrazos. El charco de sangre y las manchas mostraban un combate que fue llevado a largas, con mucha curación aunque se notaba que toda la sangre venía de un enano. Sangre más espesa y oscura que la de un humano y que hasta estos momentos no había logrado secarse ni un poco.
Cuerpos no se encontraban, aunque si pedazos de carne colocados en forma de salpicadura junto con los otros rastros de combate, fuego, agua, hielo y grietas. Parecía que fue un combate parejo desde un punto de vista de un combate en grupos, ¿Pero para uno que se trataba de una persona contra 10? era una masacre. Sin golpes ni rasguños, mi túnica se había teñido con la sangre.
Sabía lo que estaba por suceder, en los instantes que mis ojos se cerraban podía verlo caer enfrente mía. También podía ver sus ojos en el fuego, esos ojos negros y llenos de desesperación que podían perseguir y causar miedo a los que miraban. Un rey o un emperador. Incluso más que ello, un semi dios o un monstruo. O más. Un cazador de cazadores.
Por la lejanía y en el horizonte podía verse un pequeño rayo de luz, uno que poco a poco se acercaba con más y más velocidad, no sé necesitaba una vista privilegiada para verlo, pero sí para ver quién era.
Aquel que se encargaba de llevar el orgullo, aquel que con un solo brazo logró hacer que las tierras caigan y la razón por la que los dragones se ocultaban cómo si fuesen pequeñas lagartijas. Viola le tenía miedo, no había que ni hablar de los restos de reyes rojos o campeones. Y todo eso por mi.
No necesitaba ni verlo, podía sentir esa presencia que igualaba a la de los dioses. Y antes que mi pensamiento se logró concretar, antes que en mis lentes llegue el brillo.
El filo de un hacha era detenido a prácticamente nanocentimetros de mi. No había una onda de viento ni un estruendo. Fue casi como si hubiera estado ahí a una distancia mínima.
G: "Ah, Charles. Te estaba... No eres Charles."
"No, ni cerca."
G: "Que decepción, cuando me avisaron de un terror rubio-"
"No soy un terror, pero soy mi peor pesadilla."
Un movimiento casi que automático, una patada perfecta a su boca de engreído y mientras no lo esperaba. Era un plan sin fallas ni fisuras. La única falla... Era yo.
Cómo una muestra de Decepción, no requirió ni redirigir mi patada, siquiera moverse o esquivar, simplemente no llegó. En su cuello tenía un par de collares que me dió mala espina. Y cuando intenté usar magia nuevamente no estaba. Yo no estaba. El ambiente de un castillo se transformó al de un desierto. Y caí directamente a la arena, dunas y más dunas. El sol golpeando con fuerza.
Me sentí... Lo suficientemente engañado como para golpear el suelo. Reconociendo que esto era solo una forma de intimidarme.