Chereads / Liu Y La Generación De Lawan / Chapter 1 - CAPITULO 1: El principio de una monumental cagada

Liu Y La Generación De Lawan

Alex_Dourado
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Synopsis

Chapter 1 - CAPITULO 1: El principio de una monumental cagada

Primero de todo me gustaría advertir a todos los que lean esta historia de que soy un novato en esto de la escritura.

Empecé a escribir esta historia por mi pequeña obsesión por los personajes de ficción y los mundos que envuelven la magia y todo eso.

También he de decir que la primera parte de este libro es pura introducción del personaje.

Finalmente, me gustaría agradecer a todos los que le deis una oportunidad a esta historia.

Y ahora... Feliz lectura.

Ahí estábamos los cuatro, sentados mirando la pequeña hoguera improvisada.

- ¿Cómo coño hemos llegado a esto? - me pregunta ella.

- Nada de ESTO hubiera pasado si él no hubiera matado a mis padrastros.

- La verdad es que nada de esto hubiera pasado si TU no lo hubieras matado a él - me reprochó.

- Claro. Ahora la culpa es mía.

- Lo mataste y además desvelaste el gran secreto tú solo... ¿De quién iba a ser la culpa sino?

- Vale. Admito que lo maté. Pero lo de mis habilidades fue un accidente. Cómo querías que supiera que tenía un ayudante y que lo había grabado.

- Si me hubieras hecho caso.

- Sam tiene razón. Todos nos aguantamos y tu también deberías haberlo hecho.

- ¡Me cago en la puta! Sé que es culpa mía, pero, joder, dadme un respiro.

- Tú saliste transformado por toda la maldita ciudad demostrando todo lo que puedes hacer. Así que no vengas diciendo que todo fue un maldito accidente.

- Sam... calmate... Él tiene razón. Culpar a Jonathan no resolverá nada. - contestó Greg.

El silencio reino por unos segundos.

- Adam, ¿Cómo les irán a nuestros padres? - se questionó Samantha.

- Espero que estén bien.

- Ahora que lo mencionais - Grec metió la mano en su pequeña mochila y de ahí sacó dos ladrillos de color gris brillante - , vuestros padres me dieron estos móviles - dijo él entregándoles unos móviles Nokia 3310 - . Me dijeron que solo hay un número, los de vuestros padres, y me pidieron que los llaméis de vez en cuando.

Yo por mi parte estaba sumergido en mi mente recapacitando sobre todo lo ocurrido.

Supongo que para que podáis entender lo que me esta pasando ahora mismo, tendré que viajar unos años al pasado. Para poneros al corriente de todo viajemos a la ciudad de Santander, España en el año 2016.

Todo esto empezó una mañana de un viernes de septiembre, día en el que el principio de curso golpeaba la puerta. Me hayaba totalmente dormido con la cara enzarzada en la almohada y sumergido en un sueño muy profundo. Pero en lugar de una alarma o un ruido molesto para despertarme, solo se escuchó un gritó ensordecedor desde el piso de abajo.

- Jonathan es hora de levantarse, no vas a querer llegar tarde a tu primer día de clase ¿verdad?

- ¡No mamá! - grité yo desde mi habitación con todas las fuerzas que pude para que fuera posible oír lo que decía, a pesar de las pocas ganas que tenía de hacer cualquier cosa que requerirá salir de la cama - No te preocupes, ya me levanto.

- Hijo, no vayas a volverte a dormir que te conozco. - gritó mi padre desde donde quiera que estuviera - No pienso volver a llamarte. Si te vuelves a dormir subiré a tu habitación y te bajaré usando la vieja confiable, así que más te vale levantarte.

- Ya voy, ya voy.

Recopilé fuerzas de donde quiera que estuvieran para levantarme de la dichosa y maravillosa cama.

Al ser el primer día de instituto y que además empezara en un viernes, pensaba que no estudiaríamos ni haríamos nada en especial, que únicamente veríamos las clases en las que estudiaríamos, conoceríamos a nuestros profesores y que nos presentaríamos por si algún alumno nuevo o profesor nuevo viniera y no conociera a nadie. O tal vez solo por cortesía. Me parecería muy extraño que todos los profesores que me hubiera tocado ya me conocieran y lo que a mí me asustaba es que sabían bastante sobre mi.

. . .

- Amelia y Ana Belo.

- Aquí - contestaron las gemelas portuguesas al unísono.

- ¿Lucía Almanza?

- Aquí.

- Akram Asad.

- Presente.

- Ana Beldad.

- EU!

- Solo tienes que decir presente.

- Vale. - contesto Ana con una sonrisa.

- ¿Sara Bravo?

- Aquí!!!

- Jonathan Collins.

- Presente.

- ¿Samantha Castro?

- Presente.

- ¿Eduard Duran?

- Presente.

- ¿Carlos García?

- Presente.

- ¿Andrea Molina?

- Presente.

- Ángel Mora... Ahí estás.

- ¿Acaso no tengo que decir "presente"?

- No es necesario señorito Mora.

- Andrés Murillo?

- Presente.

- ¿Y él si tiene que decirlo?

- He dicho que no era necesario decirlo señorito Mora.

- Lo que usted diga. - le contestó Ángel con ignorancia.

- Eric Núñez?... ¡He dicho Eric Núñez!

- Aquí - contestó sobresaltado tras desper de su sueño - . Estoy aquí.

- Alicia Ortega?

- Si profesor.

- ¿Hugo Quintero?

- Preseeentee.

- Marcos Reguera.

- Aquí.

- Ian Rodríguez.

- Sip.

- ¿Adam Rogers?

- Aquí profesor.

- Paula Sáenz.

- Aquí.

- ¿David Salazar?

- Presente.

- Pues muy bien chicos... ya pasada la lista, me presentaré formalmente ante todos. Como todos o la mayoría debéis de saber, yo soy el profesor Andrés Ágreda vuestro tutor y profesor de historia. Y ahora, empecemos con el tema de principio de curso. - los ruidos de decepción y las quejas que soltaron salieron casi por puro reflejo - Abrid vuestros cuadernos y libros por la página cinco y leed la teoría - dijo el profesor de historia.

Y yo que pensaba que no haríamos nada. Repentinamente miró a un lado de la sala.

- Pero antes, preséntate chico nuevo.

- Vale... ¡Hola a todos! - saludó alégremente el alumno nuevo levantándose de su silla - Yo soy Adam, espero llevarme bien con todos y que nos divirtamos bastante en las clases. - dijo el con una sonrisa pícara.

- Me parece bien. Pero siempre que no interrumpan las clases ¿entendido Rogers?

- Si. No sé preocupe. No seré un problema.

- Eso espero, caso contrario se imaginará las consecuencias.

- No se preocupe profesor, seré como un fantasma.

- Muy bien. Ahora poneos a trabajar.

Yo no presté atención a la presentación del chico nuevo, ya que me hayaba concentrado en el dibujo de un edificio con King-Kong en la cima, el cual estaba haciendo por puro aburrimiento. Además, no era una persona muy sociable y tampoco me gustaba la idea de tener a mucha gente rodeándome... o gente en general.

Miré el dibujo una vez finalizado con atención. La verdad es que el edificio no era tan feo, pero King-Kong parecía una verdadera abominación.

- Oye Jonny, empieza, que si no te va a mandar a la calle. - interrumpió una voz desconocida mientras intentaba hacer que el primate aquella cosa se viera algo más normal.

- Me llamo Jonathan, no Jonny. - le contesté con desdén.

- Perdón. Yo soy Adam y soy el alumno nuevo. Encantado. Espero que seamos buenos amigos.

- Hhhhmmm.

- ¿Hhhhmmm qué? ¿No me dices ni si ni no? ¿Nada? ... ¿En serio? Eres muy antipático. Al parecer lo que dicen de ti es verdad.

- Un placer, vuelva más tarde.

- Yo he sido simpático, ¿Por qué me tratas así?

- No seas crío. La cuestión es que estoy bien sin nadie que me moleste, gracias. En cambio por lo que veo tu eres alguien que habla con cualquiera, incluso con las piedras.

- Ahí le has dado, Rocky es una piedra imprescindible. - dijo él con una radiante sonrisa. Yo por mi parte me limité a alzar una ceja - Bromas a parte, podrías haber sido un poco más amable y haberme contestado algo.

- Vale. Seamos amigos. - contesté yo un poco molesto y un gran toque de ironía con la única intención de que se callara.

- Mucho mejor. - dijo él. Me costó mucho no llevarme la mano a la frente - Oye, ¿Qué te parecería quedar hoy?

- ¿En serio? Eres un poco impulsivo ¿No crees? Acabamos de conocernos. Y creo que nadie quiera quedar con nadie que no conozca.

- Venga, no muerdo.

No pude evitar soltar una risa medio ahogada. La verdad es que aquel personaje me resultó muy peculiar pero no me apetecía acercarme a él.

- Vale. ¿A las cuatro en la puerta del instituto? - dije mientras echaba todo lo que había dicho a la borda.

- Me parece bien.

. . .

Las clases habían terminado a las tres y había optado por ir andando a casa en lugar de coger un autobús. Con los auriculares puestos y con la música de ACDC a todo volumen, marché solo a casa.

Llegué a mi destino alrededor de las tres y medía más o menos, puesto que el trayecto costaba unos veinte minutos pero mi paso había hecho necesario unos diez minutos adicionales para llegar.

Llamé al timbre, pero nadie me contestó. Fue una gran faena dado que tenía la extrema necesidad de ir al baño. Me arrepentí de no haber cogido el bus.

Con la vejiga a punto de echarlo todo, decidí trepar la valla para entrar por la ventana de la habitación de invitados la cual mi madre siempre dejaba abierta. Colgué la mochila en el pomo de la puerta e hice un sprint para poder subir la valla sin dificultad. Me sujete a una tubería de al lado de la casa y la escalé. Parecía un ladrón en baja forma. De la tubería a la ventana habría como un metro, no era un salto complicado, pero lo que hice no resultó tan fácil.

No salté con la suficiente fuerza y dado a ello por poco no llegué. Me colgué de la ventana con gran dificultad y con toda mi fuerza logré ascender mi cuerpo lo suficiente como para poder comenzar a entrar.

Entré en la habitación con un poco de dificultad por el hecho de que no entrara muy bien por la ventana y me dirigí corriendo dirección al baño.

Pero de improviso un repentino ruido de bala y de cristales rotos recorrió la casa. En lugar de usar el baño que era una de las cosas que más quería en ese momento, me dirigí a la cocina que era de donde provenía aquel ruido. Me di la vuelta tras bajar las escaleras para dirigir mi vista a la cocina, pero lo que vi no me lo esperaba para nada. En ese momento se me pasaron las ganas de ir al baño a pesar de que posiblemente se escapara algo, o puede que las ganas pasarán porqué ya lo había hecho encima.

Abrí la puerta de cristal salvajemente y me quedé paralizado con aquella imagen. Lo que había en la cocina no me dejaba pensar, mover ni tampoco hablar.

Mi padre estaba atado en una vieja silla de la cocina desmayado, con un moratón en el ojo y con sangre en la barbilla y en la camisa y en la puerta había un agujero de cristal roto. No se porque la persona que huyó no abrió simplemente la puerta. Por último y lo más aterrador, era ver a mi madre tirada en el suelo sobre un charco de sangre con cinco marcas de balas: una en la cabeza, otras dos en la tripa y otra bala por pierna.

Era ilógico que el agresor tuviera que dispararle en diversas partes del cuerpo cuando podría haber conseguido lo mismo con una única bala en un único lugar.

Sin pensarlo corrí en dirección a la silla de mi padre para poder desatarlo dejando la marcas de mis zapatos en el charco de sangre. Él al sentir que yo lo desataba, se despertó y se levantó con desespero. Dió dos pasos vacilante, lo que para mi serían dos zancadas y se arrodilló en el sangriento suelo al lado de mi madre mientras soltaba unas enormes lágrimas, aunque no fueron muchas porque se notaba que se las estaba aguantando.

- Llama a un médico Jonathan... ¡Rápido! - me gritó mi padre entre gritos de histeria.

Yo también estaba a punto de llorar, pero me aguante las lágrimas como hizo mi padre y cogí el móvil para llamar al número de emergencia.

No se porque lo hice sabiendo que estaba más muerta que mi vida social, pero aún así llamé al hospital y también a la policía.

Mi padre y yo éramos lo suficientemente listos para saber que mi madre estaba muerta hace tiempo (tal y como había dicho antes) , pero nosotros fingimos no saberlo para retrasar el dolor de la muerte de alguien querido.

Al llegar los policías y los médicos, la noticia que nos dieron fueron la que esperaba desde el momento en el que entre en aquella cocina. Entonces mi casa pasó a transformarse en el lugar del homicidio de Isabel Collins; alias mi madre.

Mi padre era inspector del cuerpo de policía de Santander y pese a ello, mi padre se vio obligado a no tomar parte en la investigación que se realizaría sobre aquel asesinato.

Él insistió una y otra vez para poder formar parte del equipo de investigación, llegó incluso a suplicar para ello. A pesar de todo su esfuerzo, el resultado siguió siendo el mismo.

Fue una tarde larga y dolorosa para mi y para mi padre, sin contar que tuvimos que pagar una habitación cutre de hotel ya que los investigadores tenían que pasar por todo el procedimiento habitual.

- Papá. - dije yo de repente en la habitación de aquel hotel.

- ¿Si hijo? - me contestó mi padre con otra pregunta secándose las pocas lágrimas que no podía contener.

- ¿Qué haremos ahora que mamá no está?

- No lo se hijo, no lo se. - me contestó él con voz deprimente mirando al vacío con mirada perdida en la blanca pared.

- No nos iremos de aquí o cambiar de casa ¿Verdad? No quiero irme papá, no quiero. Puede que no tenga amigos y que la gente hable mal de mi, pero eso no es importante para mí, literalmente no me importaba lo más mínimo. Esa casa es un lugar especial para mí; ahí están mis recuerdos, es donde he crecido, es donde están mis recuerdos con mamá, es... es... es...

- Calma hijo, no nos iremos ni mucho menos nos mudaremos de casa, únicamente estaremos aquí hasta que los policías nos dejen volver a casa. Tienen que recoger pruebas e investigar para descubrir quién ha sido el asesino de tu madre, etcétera etcétera. Yo también he vivido grandes momentos con tu madre en esa casa. No pienso irme por nada del mundo.

- Echaré de menos a mamá. - dije yo retomando mi frialdad habitual. Dicho eso me fui al balcón del pequeño apartamento con pasos lentos pero largos a respirar aire fresco.

Mientras miraba las farolas que iluminaban la calle y que casualmente te hacían llevar la vista al supermercado Mercadona, empecé a notar leves punzadas alrededor del cuerpo. Una rabia o ira que me invadía por dentro. Ese sentimiento en su vez se convertían en sed de venganza. La ira en sí crecía hasta que de pronto ¡Puf!

. . .

Me desperté encima de un montón de escombros de un edificio junto a un puñado de personas esparcidas alrededor mía, no sabia si estaban vivos o muertos. Posiblemente habría gente gravemente herida pero con vida. Unos bomberos estaban encima mía para hacer algo que no fui capaz de distinguir en ese momento, solo podía sentir como si algo pesado se desprendiera de mi cuerpo. Estaba medio despierto y medio dormido, prácticamente sabía lo que pasaba a mi alrededor. A veces veía y escuchaba las cosas, pero otras veces me desconectaba.

En ocasiones oía gritos de dolor y en otras ocasiones oía a los médicos hablar entre ellos. También escuchaba a mi padre y más tarde únicamente oía el monitor cardiaco soltando pitidos y varios sonidos metálicos, junto con algo que parecía ser una manguera succionando algún líquido escarlata, aunque no estaba seguro, puesto que esas cosas solo las escuchaba. Acaso me estaban operando?

Intenté mover la cabeza pero no fui capaz de ello. Algo me la sujetaba. Víctima de la curiosidad, moví mis ojos para abajo lo máximo que pude y ví un torso abierto; eso explicaba muchas cosas pero dejaba camino a muchas más preguntas. Mantuve la mirada por unos segundos hasta que finalmente me volví a desconectar.

Por un momento pensé que yo tambien iba a morir, que me encontraría con mi madre en algún lugar. Estuviera donde estuviera.

Vacío. Eso era lo único que había a mí alrededor. Un frío y oscuro vacío. Pero de repente, una voz sonó en mi cabeza gritando: "DESPIERTA" y después de eso, con voz sonora y asustada solté un grito más afeminado de lo que me gustaría haber soltado y me levanté. Estaba en una habitación con paredes grises, con tres camas a parte de la mía en la que estuve tumbado y en una esquina de la habitación se encontraba una pequeña televisión de principios de siglo. Que tacaños eran los directores de aquel hospital que no era ni capaz de comprar un televisión un poco más reciente.

Aunque no los podía culpar por ello debido a la crisis y todo ese rollo.

Estaba puesto en el canal de noticias. Tras haber pasado una noticia sobre política (lo cual no me interesaba lo más mínimo), empezaron a hablar sobre un derrumbamiento de hace seis días en mi localidad, justo en el centro de la ciudad. Sobre los escombros de dicho edificio, se encontraba una extraña marca de lo que parecía ser la cabeza de un bicho de mandíbula suelta con cuernos, dos colas y ojos de enfado. Aquella imagen se veía movidiza e irregular ya que el helicóptero que gravaba aquellas imágenes no se paraba quieto un solo instante.

Tras que el reportero que se encontraba en el helicóptero terminará de hablar, cambiaron la imagen a tierra firme donde una reportera comentaba los sucesos.

- Soy Julia Sáenz y nos hayamos en el lugar en el que ha habido un catastrófico derrumbamiento el cual ha dejado a seis heridos graves, los cuales se encuentran en urgencias y a trece muertos. Entre ellos dos y niñas de entre dos y trece años...

No pude fijarme mucho en ella dado que de repente una voz familiar gritó mi nombre. Pude notar que estaba llorando y al mismo tiempo contento.

- ¡Hijo! - gritó la voz.

Era mi padre que venía corriendo hacía mi. Estaba muy desconcertado por varios motivos, pero no tuve tiempo de pensar en ello porque mi padre se abalanzó sobre mí con un poderoso abrazo.

- ¡Jonathan! Hijo mio. ¿Estas bien? Como me alegro de verte.

- Lo mismo digo papá, pero...

- ¿Estas bien? Dios mio creia que te había perdido. ¿No te duele nada? ¿Te... te... tienes hambre? ¿Sed? ¿Algo?

- Bueno... - comencé yo con tranquilidad y con un poco de agonía - estoy bien gracias, pero lo primero que quiero es que no me rompas las costillas.

- Bale, bale... perdoname, es la emoción.

- No pasa nada, pero volviendo a tus preguntas: me duele un poco la pierna y el pecho. Si, tengo un poco de hambre y sed también, mucha sed. A parte de comida y agua no quiero nada más. Solo necesito saber una cosa.

- Dime. Lo que quieras.

- ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué es lo que me ha pasado? y por último, ¿Por qué solo ahora veo que ha habido un derrumbamiento en el centro de la ciudad hace seis días? - en realidad eran tres preguntas pero eran dudas existenciales en aquel momento.

- Cariño... - dijo mi padre al tiempo que inhalaba una gran cantidad de oxígeno y ponía cara de preocupado - llevas seis días inconsciente.