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Chapter 2 - CAPÍTULO 2: Propuestas que desatan el caos

- Cariño... - dijo mi padre al tiempo que inhalaba una gran cantidad de oxígeno y ponía cara de preocupado - llevas seis días inconsciente.

Me lo dijo y no me lo creía. Al parecer había estado inconsciente seis días en urgencias debatiendo entre la vida y la muerte (aunque yo lo podía notar de una manera peculiar). El médico que acababa de entrar en la habitación me miró con asombro y exclamó indignado:

- ¡Que milagro! ¡Esto es un auténtico milagro!

- Hola. - saludé sin entender su repentína exaltación.

- Muchacho, eres un chico con suerte.

- Gracias... creo.

- Usted también tiene suerte señor Jeremias, si le soy sincero, creía que para mañana por la mañana el niño estaría más muerto que pavo en acción de gracias. Con todas esas lesiones corporales y alguna cerebral que tenías chico, te dábamos por muerto. - me dijo el médico - Que conste que con lesiones cerebrales me refiero a daños en el cerebro físicamente, nada psicológico.

- Nuevamente. Gracias, creo.

- Y ahora estás ahí sentado hablando fluidamente. Eres un chico sorprendente. Con aquella viga que te atravesaba la cabeza, y puedes usar tu cuerpo como si no te hubiera ocurrido nada.

- ¡¿Como que una lesión de una viga en mi cabeza?! - pregunté con un deje de terror y estupefacción.

- Sí chico, en ese derrumbamiento se te cayó una viga de cemento en tu cabeza que prácticamente te había amasado el cráneo.

Me puse pálido. Use las pocas fuerzas que me quedaban por culpa del susto para levantar la mano para tocarme la cabeza. Encontré una calva con una forma irregular y unos puntos en mi cabeza; ni siquiera me atreví a contarlos.

¡¿Por qué demonios no me la vendaron?!

Sin embargo había algo ilógico en todo aquello. ¿Como podía ser que la viga me hubiera amasado el cráneo y sin embargo prácticamente la sentía como siempre.

- Perdóname, - dije de repente intentando mantener la seriedad con una cara de póker - pero es imposible que me hubiera amasado la cabeza. ¿No es así?

- Creo que me expresé mal. Te explico... La viga en sí, no estaba entera, en realidad estaba roto. Era como una rama.

Yo le miré imaginando la forma de una rama encementada.

- La viga no te aplastó la cabeza ni nada por el estilo. Lo que pasó fue que dos trozos como ese te atravesaron la cabeza. Una incluso salió por el otro lado.

La imagen se me hizo poco agradable y mi cara de póker fue sustituida por una cara aterrada.

- Fue una gran suerte encontrarte vivo. Pero dadas las circunstancias en las que te encontrabas creíamos que no volverías a moverte. Eso sí, en el caso de que sobrevivieras.

- ¡Dios mio! - dije yo a punto de desmayarme, pero por alguna razón no podía, por muy borroso que viera y por muy mareado que estuviera.

- No solo eso, a parte de la viga tambien tenias aquella vara de hierro que te atravesaba el cuerpo. Te estaba rozando el corazón literalmente.

- ¡Dios mío! Esperese un momento con las revelaciones que me falta el aire.

- Eso será porque su corazón se libró, pero reventó el pulmón.

- ¿Me han extirpado el pulmón?

- No quedaba otra. Tuvimos que hacerlo o moriría sobre la mesa de operaciones.

Por poco me caí de espaldas al oír aquello. Lentamente me subí la camiseta y bajé mi vista hacía el pecho. Cerca del corazón y sobre mi pulmón se hallaba unos siete puntos contados al azar y en ese momento, ví algo que me llamó mucho la atención. Era un tatuaje que no me acordaba haberlo hecho.

- Bonito tatuaje ¿Cuando te lo hiciste?

- Eeehhh... No lo se. Habrá sido algún graciosillo de calle que es buen tatuador. - dije yo a pesar de que ese razonamiento no fuera para nada lógico.

Mi padre no dijo nada, pero se quedó mirando a la nada con una cara de preocupación y seriedad.

- Otra cosa más, tu vida habitual tendrá que cambiar. Al no tener un pulmón las actividades físicas deberán reducirse considerablemente para que la respiración no se vea afectada. Además, tu respiración ya no será la misma que andes pero en principio no tendrás problemas.

En ese momento no había escuchado nada de lo que me estaba contando aquel médico. Me hayan enteramente metido en mis pensamientos. Lo primero que se me ocurrió fue la escena de la bronca que me echaría mi padre al llegar a casa. Diría algo parecido a: "Como demonios se te ocurre hacerte un tatuaje sin avisarme. Sólo tienes catorce años" o "En qué estabas pensando a la hora de hacerte un tatuaje siendo menor de edad y sin la compañía de ningún adulto o mejor, sin permiso de tus padres". Pero en su cara no se veía nada de enfado, tal y como he dicho estaba mirando a la nada con cara de preocupación, lo cual me daba opciones de librarme de una larga charla sobre la vida, la responsabilidad y sobre lo que tengo, no tengo, puedo o no puedo hacer.

Después de imaginar lo que me podría esperar en casa, el médico dijo unas cosas más sobre mi estado y de lo que debería hacer. Lo que más me molestó fue que dijera que no podría hacer deporte y ni siquiera levantar peso o hacer esfuerzo. Todo eso gracias a los puntos de la cabeza y del corazón, porque si algo pasará, los puntos tenían grandes posibilidades de reventar y dejar una emorragia al descubierto. Por no mencionar que tuvo que repetir todo lo que dijo sobre el pulmón.

Cuando el médico termino de recitar la extensa lista de cosas que tendría que hacer, se fue. Por desgracia, quedarme en casa y no asistir a las aulas no estaba en aquella lista.

Más tarde, otro médico vino diciendo que tenía que hacerme unas cuantas pruebas para poder darme el alta a pesar de que me parecía rarísimo que hubieran tomado una decisión como esa tan pronto a pesar de todo lo que me había dicho.

Me hizo una radiografía, un escáner cerebral, una prueba del tac (no se por qué), otras cosas más que no se los nombres y por último me tomó la presión arterial.

Cuando estuvo a punto de darme el alta, un hombre alto y corpulento con un pasamontañas apareció en la sala entrando por la puerta principal, de entrada, de salida, de emergencia o para resumir, la única puerta de la habitación.

Saludo al doctor cortésmente, a mi me miró con cara malévola y sonriente, y a mi padre lo cogió del cuello de la camisa y me amenazó.

- Ven conmigo o le partiré el cuello.

No sabía qué hacer ni tampoco que decir, y como un idiota pregunté:

- ¿Quien eres?

- Solo soy alguien que te conoce desde hace tiempo y que ha descubierto que le han ocultado su propia vida. Así que vengo a desvelarla por muy doloroso que te resulte.

No me sorprendía en absoluto aquella respuesta misteriosa y sin sentido aparente, pero aún asi le pregunté:

- ¿De qué demonios me estás hablando?

- De lo que tu acabas de decir.

- ¿Podrías ser más específico por favor? He dicho seis palabras. - le contesté tras contar las palabras que había usado.

- No importa, no tardaras en recordar lo que hace poco has descubierto. Sin más dilación, por favor, me gustaría que vinieras conmigo por las buenas o por las malas. Y creo, que por el bien de tu padrastro, sería mejor hacerlo por las buenas.

- No te preocupes Jonathan, no le hagas caso. Yo puedo con él.

-intervino mi padre de repente.

- No lo creas. - dicho eso le metió un rodillazo en el estómago y lo dejó bastante dolorido. Mi padre le pegó un codazo en el cuello. El hombre no se inmutó con el golpe. Se limitó a sonreír y a decir - Mal hecho amigo. - acto seguido le pegó en la cara mediante un puñetazo, dejándolo inconsciente sangrando levemente por la boca. En realidad no se si se quedo inconsciente o si simplemente cerró los ojos para minimizar el dolor, o al menos intentarlo.

Yo solté unas lágrimas, era horrible ver como le pegaban a mi padre, pero no quise mostrar debilidad ni tampoco inferioridad, así que acepté irme con él. Aunque eso era justamente lo que mostraba con esa decisión.

Mientras pensaba en eso, el hombre del pasamontañas lanzó a mi padre contra la pared. Él se vió como si fuera un muñeco de trapo que cayó al suelo en medio de un juego bruto. Sentí un odio enorme y me dieron ganas de matarlo. Al momento el extraño tatuaje cambió de color. Se puso de color naranja ardiente y me sentí capaz de hacer cualquier cosa y según el médico que se había escondido bajo la cama en la que estuve inconsciente, los ojos se me pusieron como los de una serpiente.

Una serie de imágenes de posibles escenarios y acontecimientos pasaron por mi cabeza en menos de un segundo. Las ví todas. Aunque me preguntaba porqué me imaginé tantos posibles finales mientras mi cabeza se encontraba ocupada por el miedo y la rabia.

Avance a paso lento y seguro en su dirección, mientras sentía como la adrenalina fluía por todo mi cuerpo y me proporcionaba una energía que no solía tener. El hombre lucia una sucia y repugnante sonrisa que expresaba su enorme satisfacción. Por un momento se me ocurrió irme con él de verdad, pero tenía un sentimiento extraño, sentía un odio enorme hacia él. Un odio que crecía más y más. Además, en un momento, pero solo en un mísero momento me planteé la idea de irme con aquel hombre sin importarme el qué. Pero las dudas embargaron mi cabeza. Era como si mi cerebro dijera: "No puedes, ríndete antes de que sea demasiado tarde y la fastidies de una manera impresionante". Pero a la vez mi corazón me dijera: "Machácalo, acaba con él, haz que se arrepienta de haber nacido. Tú puedes."

A pocos pasos del hombre mi marca brillo o ardió (no se el término exacto) nuevamente y entonces corrí en su dirección.

- Veo que lo tendremos que hacer por las malas. - Reaccioné a sus palabras e intenté darle una patada en su estómago, pero debió de percibirlo porque me sujetó la pierna nada más lanzar el ataque y empezó a darme vueltas por el aire hasta lanzarme al pasillo.

De todos los escenarios que me imaginé, aquel estaba entre ellos.

- "Joder que fuerza. Debería comenzar a ir al GYM". - pensé yo en mi cabeza.

Me caí justo encima de una carretilla que llevaba vendas y dos tazones de sopa. La verdad es que el dolor fue mínimo a pesar de haber dejado el carrito totalmente destrozado, pero me quedé con dolor de espalda. Él se partió de risa; yo me levanté de la carretilla mojado por la sopa y miré a la enfermera que se había apartado de la carretilla para que yo no cayera encima suya. Menos mal que se apartó porque caso contrario hubiera acabado como la carretilla o peor. Ella me miraba aterrorizada.

Yo pasé mi dedo por una de mis mejillas y me lleve el dedo a la boca, alcé la mano en modo de saludo y dije:

- Rica sopa, póngame una para llevar, llevo cinco días sin comer. - dicho eso salí corriendo en dirección al hombre que me había atacado, a pesar de que la mujer me siguiera mirando con miedo a que la aplastara.

Levante el puño para golpearlo, pero decidí cambiar de idea y le hice un barrido de piernas que no sirvió de nada; era irreductible, lo único que logré fue enfadarle más y conseguir que también me doliera las piernas.

Alcé la cabeza con una sonrisita y lo miré esperando cualquier cosa. Él me recogió del suelo, me levantó y me lanzo dirección al pasillo para ir a caer en lo que en su día fue un carrito metálico que transportaba vendas y dos tazones de sopa: el carrito sobre el que caí anteriormente.

Vi que la enfermera estaba grabando todo el acontecimiento con su teléfono móvil azul verdoso (el cual me gustaba mucho la verdad), así que decidí coger un trapo que encontré encima de la cama en la que el doctor se había dejado sus artilugios de manera muy desorganizada.

¿De que me valdría taparme la cara si me había grabado antes de ponerme el pañuelo? La respuesta es simple. No lo sabía. No tenía ni idea para que me valdría.

Pero en el buen caso de que no me hubiera grabado sin el pañuelo, las cosas podrían controlarse más fácilmente.

Me la até en la boca para que no pudieran identificarme tan fácil dado que no era muy normal que un tipo cualquiera entrara por la puerta de una habitación de un sexto piso e intentase matar a un niño de catorce años.

Como el contacto físico era imposible de mantener, y si en el hipotético caso de que lograra tocarle, la cosa no acabaría bien para mi. Pensé que sería mejor dar vueltas a su alrededor. Antes de eso fui al otro lado de la habitación y recogí a mi padre del suelo y lo deje en un lugar un poco más alejada de aquella habitación.

Podría ser menor que él, por no hablar de la desmesurada fuerza física que tenía aquel individuo, pero yo era veloz, muy veloz. Bueno, en realidad era lo suficientemente veloz como para marearlo o al menos lo suficiente como para huir. Tras dejar a mi padre lo alejado de la pelea como para que no le ocurriera nada, me dispuse a ir a la habitación en la que se encontraba aquel hombre.

Me acerqué un poco al pasillo y vi que  aquella mole de musculos se encontraba allí. Había salido de la habitación y venía a por mi y lo peor de todo, parecía no venir con buena cara.

- Deberías poner mejor cara - dije con la cabeza asomada por el pasillo. Esa cara de enfado te hace parecer viejo. - dije yo para "romper el hielo", a pesar de que llevara pasamontañas.

- Muy gracioso. Pero yo que tu me preocuparia más por ti. - me contestó él con voz áspera.

- Veo que te preocupas mucho por mi, ¿Por qué no charlamos tranquilamente? - salí de la habitación.

- Dejate de chistes sin gracia y compórtate como un hombre y pelea.

- Ten en cuenta que yo soy un chico de catorce años y tu un adulto que prácticamente me duplica el tamaño.

El gorila partió pisando fuerte dispuesto a hacer lo que fuera necesario para capturarme y hacerme picadillo.

Me metí en una habitación vacía para que no hubiera heridos y regresé al plan que planeé hasta antes de que recogiera a mí padrastro para llevarlo a la otra habitación.

Dí vueltas y vueltas a su alrededor sin parar; cada vez se agolpaban más y más gente delante de la habitación. Muchos de ellos cogieron sus teléfonos móviles y empezaron a grabarlo. Y yo que quería que la gente no se acercara.

- Dejad de jugar al minecraft y salid de aquí desconocidos. - grité yo intentando concienciar a las personas de que se marcharan. Dicho eso algunos que apreciaban sus vidas se fueron, pero otros se quedaron grabando nuestra pelea.

Sin otra elección, cogí una sudadera de algún desconocido, me la vestí y fui a por los idiotas que grababan lo que no les incumbía. Los metí a todos en el ascensor más cercano que encontré. La verdad es que aquello fue en contra de su voluntad ya que las personas a las que quería salvar de la persona que me quería matar lanzaban numerosos golpes sin destino. En realidad si que tenían destino pero no llegó a alcanzarlo.

Corrí hasta el ascensor y los metí a todos a la fuerza, entré con ellos y pulse el botón para bajar repetidas veces. El ascensor, después de unos eternos segundos, sus puertas se dispusieron a cerrar pero las cosas no podían salirme bien.

El hombre del pasamontañas metió su gigante brazo tonificado y me sacó del aparato. El ascensor cerró las puertas y bajó con las personas dentro.

Él me lanzó contra el otro lado del pasillo; no dejé de volar hasta comerme la pared de la habitación situada al fondo del pasillo la cual indicaba el final de un bonito viaje aéreo. Me levanté y me dispuse a no huir.

Mientras me dirigía dirección al maníaco lleno de valor, miedo y adrenalina, ví como aquel enorme y gigantesco hombre se acercaba a un paso demasiado rápido y cada vez se veía más cerca.

No supe que hacer, a pesar de toda la adrenalina y de todos mis sentidos alertandome del peligro. Nada más entrar en la habitación, aquel hombre me agarró por el cuello y apretó con fuerza. Desde luego el valor se había ido. Empezé a ponerme morado a pesar de que no me doliera los pulmones por la falta de oxígeno. Aquello era demasiado extraño.

Pero de repente él me lanzó con rabia contra la pared y a consequencia de ello, agujereé las paredes de dos habitaciones consecutivas, dejando así la marca de mi cuerpo, cada una con una forma distinta a la otra.

Me levanté un poco mareado con la sudadera raída y blanca por el polvo, salí de la habitación con un poco de mareo y me dirigí al pasillo.

Él me intercepto en medio del pasillo obligándome a retroceder unos pasos.

Al verlo bufé y agité las manos para demostrar mi asombro y mi enfado por verle. Intentaba parecer despreocupado y divertido al igual que en las películas, pero la verdad es que aquel gesto no fue para hacerme el chistoso.

Estaba atemorizado y la verdad es que se podía notar que el hombre se estaba conteniendo. Aún así, no iba a permitir que esta vez él me pillara a mi, sino al contrario. O almenos eso era lo que pretendía. Retrocedí unos cuantos pasos atrás y hice un sprint para después hacer un salto mortal sobre él e intenté sujetarle la cabeza para poder lanzarlo al suelo. Fallé, así que eso le llevó a ejecutar su próximo movimiento que era sujetarme un pie. Por suerte vi que yo no era el único que sabía fallar, así que en lugar de coger mi pie y lanzarme por los aires, lo único que logró fue quitarme un zapato.

- Sinceramente si hay que pelear prefiero hacerlo con mis zapatos. - dije yo intentando parecer chistoso nuevamente - No suelo pelear sin ellos.

- Claro que si mocoso. - dicho eso me lanzo el zapato el cual se dirigió como un proyectil en dirección a mi cara.

Pero no se si era yo, si básicamente mi visión se había equivocado en la interpretación de la velocidad del zapato o talvez mis reflejos hubieran mejorado, pero lo que no pude olvidar fue que únicamente giré un poco la cabeza y levanté el brazo para sujetar el zapato perfectamente alineado en paralelo con mi cara.

En parte estaba flipando con lo que había hecho, aunque no podía emocionarme. Pero por otro lado estaba en plan: "Toma esa pringado".

Obviamente no podía emocionarme con aquel maníaco intentando matarme.

- Baya, baya. ¿Tu sabías que podías hacer eso?

No supe qué contestarle, no sabía si darle la razón o mentirle.

- Lo suponía.

- ¡Yo no te he dicho nada!

- Pero tu cara ya me ha contestado. Estabas pensando en si mentirme o si darme la razón.

Ahí sí que no se me ocurrió nada que contestarle. ¿Cómo podía saber que yo había pensado en aquello?

- ¡Ya lo averiguarás! Si vinieras conmigo, te aseguro que sería muchísimo más fácil tanto para mí como para tí.

- Todos dicen lo mismo.

- En primer lugar, no creo que la gente suele decir cosas así.

- Lo se pero es que no se que decir. Esto es como una pelea de película.

- No me seas crío. La cuestión es la siguiente; luego no me vengas llorando, yo he avisado. Si vienes conmigo las cosas serán más fáciles, pero veo que lo que quieres es complicar todo esto.

- ¿Complicarlo? ¿Cómo voy a complicar algo que ni siquiera se que es?

- Esa es la cuestión retaco. - estuve a punto de replicar le pero me callé - ¿No te da curiosidad saber porqué he venido hasta aquí? ¿No te preguntas porqué estoy haciendo todo esto? - dicho esto, soltó una breve risa y vino corriendo a por mi.

Por puro instinto yo hice lo mismo. Me parecía patético tener la necesidad de repetir un movimiento que ya había usado más de una vez y que además no había funcionado en ninguna ocasión.

De repente dí cuatro zancadas y volví a hacer un salto mortal sobre él. Quería cogerle de la cabeza otra vez para poder lanzarle al suelo nuevamente. Pero lo único que logré hacer fue arrancarle su camiseta en la que ponía "Let's go demons". Al menos en esa ocasión había cogido algo.

La verdad, en lo que no me paré a pensar fue que no sabia de donde sacaría la fuerza para levantar a aquel coloso. El tipo era enorme.

Una vez que aterricé ( aunque por poco me doy de morros contra el suelo), me dí la vuelta y pude observar un tatuaje idéntico al mío sobre su pecho, lo cual fue bastante chocante.

Pero el suyo a pesar de ser parecido y estar en el mismo lugar que el mío, el suyo tenía una gran diferencia. Mi tatuaje no se veía muy complicado. A simple vista impresiona pero es muy simple. Sin embargo, el suyo se veía mucho más imponente y mucho más detallado. Era como si mi tatuaje fuera un triste plagio de baja calidad. No sólo eso, el hombre iba tatuado de abajo arriba con un montón de dibujos extraños.

No comprendía lo que pasaba en aquel momento, todos mis pensamientos no tenían sentido y para ayudarme a aclarar mis ideas aquel hombre dijo:

- Ves, no eres el único que tiene la marca del demonio.

- ¿Marca del demonio?¿Que demonios es eso? - pregunté yo usando un juego de palabras poco ingenioso.

El miró mi pecho. Yo inmediatamente me dí cuenta de lo tonto que había sido al no comprender lo que él me intentaba decir; alcé la cabeza y lo miré incrédulo.

- ¿Te refieres...?

- Obviamente - me interrumpió llevándose la mano a la frente.

- ¿Pero qué significa?

- Si no quieres venir no puedo contarte - dijo sonriendo y encogiéndose de hombros. Pero no te preocupes, ya lo descubrirás ... otra vez.

Entonces él me miró y corrió dirección a una ventana de una de las habitaciones que había cerca nuestra.

- No te preocupes chico, volveré. - dicho eso comenzó a correr dirección a la ventana.

Yo lo seguí por detrás para ver lo que se traía entre manos.

- "¿A caso se va a suicidar?" - pensé mientras veía como se acercaba a la ventana.

Mientras hablaba conmigo mismo dentro de mi cabeza, el hombre del pasamontañas saltó. Yo asomé la cabeza por el agujero y lo busqué en todo el bochorno de gente que había abajo. Golpeé la ventana con fuerza demostrando mi ira y frustración y fui a ver si mi padre y aquel médico que me atendió minutos atrás se encontraban en buen estado.