¿Qué demonios había pasado?
Nadie pudo responder esa pregunta.
Cada ser viviente que conformaba el ala izquierda del ejército del Reino —caballos, conscriptos, caballeros, nobles, todos— de pronto cayeron de rodillas y se desplomaron al suelo como marionetas cuyos hilos habían sido cortados.
Los primeros que entendieron la respuesta fueron las tropas Imperiales, situadas al frente de ellos.
Tomó un tiempo para que las mentes humanas pudieran procesar correctamente los eventos que acababan de ocurrir. Así que luego de un corto retraso, mientras la terrible comprensión de los hechos asomaba sobre ellos, el ejército Imperial rompió en gritos de pánico.
Luego de observar a Ainz Ooal Gown desplegar un círculo mágico, ellos habían asumido que iba a lanzar algún tipo de hechizo. Hasta ahí lo podían entender.
Sin embargo, ¿quién lo hubiera podido imaginar?
¿Quién hubiera podido imaginar el aterrador hechizo que había sido lanzado aquí?
El hechizo que había sido lanzado había matado a 70 000 personas —-más que todo el ejército Imperial— en un instante, extinguiendo sus vidas total y completamente.
Incapaces de creer lo que veían sus ojos, los caballeros Imperiales oraron a cualquier de los dioses en los que creían.
Oraron para que la gente del Reino no estuviera muerta.
Oraron para que tan terrible magia no exista en este mundo.
Por supuesto, en el momento en observaron la verdad ante sus ojos —que ni una sola persona se había puesto de pie de donde habían caído— fueron plenamente conscientes de que no era más que una esperanza infantil.
Incluso así, no había forma de que pudieran aceptarlo. No había forma de que aceptaran esto como un hecho.
El hombre aclamado como uno de los más fuertes en el Imperio, uno de los Cuatro Caballeros, Nimble, sólo podía mirar con horror mudo y hacer rechinar los dientes en abierto terror ante la de pronto despoblada ala izquierda del ejército del Reino.
Nadie se puso de pie. Era una realidad demasiado, demasiado horrible de aceptar.
Pero la terrible verdad no podía ser descrita usando sólo estas simples palabras.
Ainz Ooal Gown —este lanzador de magia, por sí solo— era un monstruo capaz de tomar las naciones forjadas por los hombres y arrasar con ellas de la forma en la que un niño podía derribar un castillo de arena.
Era una realidad que estaba más allá de la capacidad de descripción de cualquier palabra.
El pánico que envolvía al ejército Imperial, se drenó gradualmente como agua. Al final, todos simplemente se quedaron callados, incapaces de hablar.
Sin embargo un extraño ruino se oía entre el silencio de las formaciones del ejército Imperial. El ruido tenía su origen en muchos sonidos mezclándose en un barullo estruendoso. Era el sonido de todos y cada uno de los caballeros haciendo rechinar los dientes.
Éste era el terror nacido al darse cuenta de que el Imperio, en donde vivían sus familias, se encontraba al borde de la extinción, al igual que el Reino.
Era el entendimiento de que si se atrevían a levantar el puño contra Ainz Ooal Gown, la misma magia horrible podría ser usada contra ellos…
Sin mover el rostro, Nimble espió al monstruo junto a él, Ainz Ooal Gown, pero todo lo que vio fue indiferencia.
(¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede alguien estar así… como él… tan tranquilo? ¡¿Incluso luego de tomar 70 000 vidas?! Por supuesto, el campo de batalla es un lugar de muerte. Que los débiles pierdan la vida es sólo cuestión de tiempo. ¡Pero incluso así, ¿no debería sentir algo en el corazón luego de matar a tanta gente?!)
Pesar o culpa serían la respuesta natural. Incluso si sintiera alegría o emoción, eso podría ser comprensible, aunque se trataran de reacciones retorcidas.
Sin embargo—
(¿Es esta indiferencia algún tipo de habilidad defensiva para proteger su consciencia? ¡No, para un monstruo como éste, debe tratarse de una escena familiar! ¡¡Ya sea lástima por pisotear hormigas o alegría sádica, ninguna de estas emociones están presentes!! ¡¡¡Qué… qué es esto!!! ¡¡¡¡¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué alguien así existe en el mundo?!!!!)
"— ¿Qué sucede?"
"¡Aieee!"
Su cuerpo se sintió como si estuviese revestido en acero helado. En respuesta a la súbita pregunta, Nimble respondió con un grito de pánico.
"No-no pasa nada malo. Ese, ese hechizo de hace un momento, fue magnífico."
Nimble agradeció en silencio porque aún era capaz de hablar. Más que eso — el hecho de haber podido elogiar a Ainz bajo tales circunstancias no era nada menos que loable.
"Jajaja—"
Y lo que Nimble obtuvo a cambio no fue nada más que una trisa tranquila.
"¿Lo he, lo he ofendido?"
"No, en absoluto. Dijiste que el hechizo de ahora fue magnífico, ¿no?"
"S-sí."
¿De qué se estaba riendo? El sudor caía por la frente de Nimble como un río. Luego de ver las terribles consecuencias de enojar a esta persona, no tenía intención de incurrir en su ira.
"Por favor, tranquilízate. Aunque debo decir, que mi hechizo aún no está completo. Ahora comienza el verdadero espectáculo. Después de todo, cuando uno hace una ofrenda a la Cabra Negra de los Bosques con el Millar de Retoños, ella a cambio responderá con un regalo de su descendencia. Esos lindos y adorables niños…"
Era cierto.
Y así, como una fruta madura caería a la tierra dado el debido tiempo—
♦ ♦ ♦
Los caballeros Imperiales fueron los primeros en verlo.
Era de esperar que fueran ellos, observando desde una distancia segura, los que lo vieran primero. Ya que se sentían a salvo, se atrevieron a mirar por entre las estrechas rendijas de sus cascos.
Luego de que la tormenta de muerte había cobrado la vida de los soldados del Reino, algo apareció en el cielo, una esfera negra azabache que hizo sentir escalofríos en la espalda a todos los que la vieron. Parecía contaminar el mundo con su sola presencia.
Entonces, ¿quién en el lado del Reino pudo verlo? Lo más seguro es que fueron las tropas del extremo derecho, quienes no tenían línea de visión directa con lo que había sucedido al otro lado. Tal vez sintieron que algo extraño estaba pasando, pero no sabían los detalles de lo que había ocurrido, y mientras miraban alrededor para averiguarlo, lo vieron.
Como si sus ojos hubiesen sido guiados hasta allá, los soldados de ambos bandos, y los soldados al lado de ellos se dieron cuenta. De esta forma, todos en las Planicies Kattse, quienes se habían reunido para la guerra, terminaron observando en silencio la esfera que flotaba en el cielo.
La esfera —la cual se parecía más que nada a un agujero en los cielos— era como una telaraña abierta; una vez que uno posaba la vista en ella, no podía apartarla.
La esfera negra creció lentamente.
Ya sea luchar o huir, ningún humano pudo realizar cualquier pensamiento o actividad significativa. Todo lo que podían hacer era mirar tontamente.
En poco tiempo — la fruta madura cayó.
Como dictaban las leyes del universo, la esfera se rompió al tocar la tierra.
Estalló como un globo golpeando el suelo, o tal vez como una fruta demasiado madura haciendo lo mismo.
Estaba llena de algo que se esparció hacia afuera desde el punto de impacto. Era algo parecido al asfalto. Absorbía la luz, como una ola de oscuridad hambrienta. Era pegajoso y fluido y se tragó los cuerpos de los soldados muertos del Reino.
Informados por algún instinto desconocido, nadie pensó que terminaría allí.
Tal vez sólo había comenzado.
Éste era el comienzo de su desesperación.
De repente, un gran árbol creció de entre el alquitrán negro que cubría la tierra.
No, no era nada tan agradable como un árbol.
Al principio, sólo había un tronco, pero luego se multiplicó. Dos, tres, cinco, diez… se agitaban bajo un viento que no estaba presente. Lo que estaba creciendo allí… eran tentáculos.
"¡¡MEEEEEEEEEEEE!!"
De pronto, oyeron el balido adorable de una cabra. Y no era sólo una. El sonido de un rebaño de cabras pareció estar viniendo de algún lugar.
Como si fuese atraído por el sonido, el asfalto se retorció, y dio nacimiento a algo.
Era algo demasiado extraño, demasiado antinatural.
Tenía diez metros de altura. Si se agregaba la longitud de los tentáculos, esa cifra dejaba de ser clara.
A simple vista, parecía una especie de nabo. En lugar de hojas tenía incontables tentáculos negros, y su cuerpo era una masa de carne cubierta de protuberancias. Debajo había cinco patas, con pezuñas negras en las puntas, como las de una cabra.
Unas fisuras aparecieron en su cuerpo —esa gruesa masa de carne cubierta de protuberancias— pelándose y partiéndose con el sonido de algo al romperse. Estas grietas no estaban limitadas a una sola área. Y entonces…
"¡¡MEEEEEEEEEEEEEE!!"
Los adorables balidos de las cabras resonaron desde aquellas aberturas. Eran unas fauces salvajes que babeaban sin cesar.
Eran cinco de ellos.
Revelaron sus formas escalofriantes a todos en las Planicies Kattse.
Los Retoños Oscuros (Dark Young) de la Cabra Negra.
Nacidos del hechizo de súper-nivel "la Shub-Niggurath – Sacrificio a la Cosecha Negra", eran monstruos invocados por las muertes de los hombres. Aunque no poseían habilidades especiales, eran extraordinariamente resistentes.
Y su nivel era superior a 90.
Era el presagio de una tormenta de masacre.
Además de su adorable balido, tan asquerosamente dulce y lindo que hacía que la gente quisiera vomitar, no habían otros sonidos. Esto era debido a que nadie podía hablar, negándose a aceptar o a creer que los eventos desarrollándose ante sus ojos estaban sucediendo realmente. Más de 300 000 —o si uno contaba sólo a los vivos, 235 000—- personas estaban reunidas allí, y ninguna de ellas podía decir nada.
Bajo esas circunstancias, Ainz se rió de buena gana.
"Maravilloso. Es un nuevo récord. En toda la historia, debería ser el único que logró invocar a cinco a la vez. Notable. Debo darle las gracias a todos los que murieron aquí hoy."
Bajo circunstancias normales, cada invocación de Retoños Oscuros sólo produciría una entidad, lo que era en sí mismo causa de celebración. Ser capaz de invocar a dos era una rareza.
Y ahora, había cinco.
Al igual que un jugador que celebraba el haber vencido su propia puntuación, Ainz estaba contentísimo por haber conseguido un nuevo récord. ¿Así que qué importaba si habían muerto miles para conseguirlo?
"Aunque… sería mejor si hubieran más… ¿no será que cinco es el límite? Si logré alcanzar el límite del hechizo, entonces sería toda una hazaña."
"¡Felicidades! ¡Como era de esperar de Ainz-sama!"
Ainz sonrió bajo la máscara mientras Mare lo elogiaba.
"Gracias, Mare."
Luego de eso, Nimble se volvió como por reflejo, su rostro era algo entre las lágrimas y la risa al mismo tiempo que también elogiaba a Ainz.
"Fe-felicidades."
"Gracias."
Ainz respondió de buen humor.
La apariencia de estar honestamente conmovido que mostraba Nimble alimentó el hormigueo en el corazón de Ainz.
Entonces, Ainz recordó sus días como jugador de Yggdrasil, de la misma oleada de emociones que tuvo cuando había visto por primera vez el lanzamiento de 'la Shub-Niggurath'.
(Como un llamativo hechizo de súper-nivel, parece que ha robado los corazones de todos. Bueno, era de esperarse de uno de los hechizos más populares en Yggdrasil. Cuando dije que lo iba a usar, Albedo y Demiurge no podían dejar de prodigarme elogios.)
Un sonido *gachigachi* surgió de entre las filas del ejército Imperial.
Era el sonido de las armaduras traqueteando contra sí misma.
Los cuerpos de los soldados temblaban de miedo, pero nadie podía reírse de ellos.
No había nadie que no tuviera la piel de gallina luego de oír la risa del Rey Hechicero que había lanzado ese hechizo escalofriante.
Cada hombre entre los caballeros Imperiales tuvo el mismo deseo.
Desearon que la ira de Ainz Ooal Gown no cayera sobre ellos.
En ese sentido, era más como una oración.
Mientras los soldados imploraban fervientemente la ayudad de sus dioses, Ainz comenzó con la siguiente fase. Sintió que ya había hecho suficiente, pero por otro lado, no estaba de más asegurarse.
En esta ocasión, el objetivo había sido proclamar el poder de Ainz Ooal Gown, un practicante de magia de súper-nivel, a las naciones reunidas.
Ese objetivo ya había sido cumplido. Sin embargo, dejar que estos subordinados se desvanezcan sería un desperdicio.
Es cierto, sería un desperdicio muy grande.
Ainz resopló.
Si hubiera tenido lengua, hubiera lamido sus labios en anticipación.
Ésta era una alegría que no podría sentir en Yggdrasil, la alegría de ser capaz de dirigir simultáneamente a los cinco Retoños Oscuros.
"—Ah, probémoslo. Arrasen con ellos mis queridos corderos."
Cuando recibieron las ordenes de su invocador Ainz, los Retoños Oscuros comenzaron a moverse con lentitud pesada.
Con una desconcertante, marcha de cinco patas, se lanzaron en un movimiento ágil. En lugar de elegante, sin embargo, era más como maraña frenética de movimiento y energía, y desde cierto punto de vista, incluso podría parecer cómico.
Siempre y cuando no estuvieran viniendo por ti.
Sus grandes cuerpos se movieron ligeramente, y los cinco Retoños Oscuros comenzaron a correr más rápido mientras se lazaban hacia el ejército del Reino.
「Ah, cierto, hay tres — no, cuatro personas a las que no pueden matar. Les prohíbo absolutamente que les hagan daño.」
Mientras recordaba a las tres personas que Demiurge deseaba que fueran salvadas, Ainz envió una orden mental a los Retoños Oscuros.
♦ ♦ ♦
"¿Es un sueño?"
Los soldados del Reino murmuraron entre sí, a alguna distancia de los demonios inhumanos. Por supuesto, nadie les respondió. Los ojos de todos estaban fijos en la escena que se desarrollaba ante ellos, y habían perdido la capacidad de hablar. Era como si sus almas les hubiesen sido robadas.
"Hey, es un sueño, ¿cierto? Debo estar soñando ¿no?"
"Ahh. Es una maldita pesadilla."
La segunda vez que se hizo la pregunta, algunos lograron responder. Pero sus respuestas llevaban en ellas un rastro que daba a entender que querían escapar de la realidad.
Era imposible.
No querían creerlo.
Pensamientos como estos se esparcían por entre la infantería. A pesar de que las pesadas formas se hacían más y más grandes, a pesar de que los seres inhumanos se acercaban a ellos, no podían aceptar que ésta era la realidad.
Si fueran simples monstruos tal vez podrían haber reunido el coraje de levantar sus armas. Sin embargo, las cosas que habían aparecido luego de que un ejército de 70 000 hombres había sido masacrado en un instante no podían ser simples monstruos. Era como ver avanzar a un huracán, y nadie pudo reunir el valor para desafiar la tormenta.
Los seres gigantescos, y sin embargo ágiles, galoparon en sus gruesas y regordetas patas, avanzando hacia ellos a una velocidad increíble.
"¡Levantes sus lanzas!"
Una voz resonó.
Venía de la boca de un noble, un estridente y agudo grito que era como un falsete* nacido de la desesperación. Sus ojos estaban inyectados de sangre y de las comisuras de su boca salpicaba espuma.
(*Voz más aguda que la natural que se produce haciendo vibrar las cuerdas superiores de la laringe)
"¡Lanzas arriba! ¡Levanten sus lanzas! ¡Levanten sus lanzas si quieren vivir!"
Aunque ya casi se había vuelto loco del miedo y era difícil entender lo que decía, aún era claramente capaz de dar la orden "Levanten sus lanzas". En retrospectiva, ésa era probablemente la mejor orden que podía haber dado.
Actuando por reflejo, los soldados levantaron y prepararon sus lanzas, formando una línea reforzada de lanzas.
Plantaron los extremos firmemente al suelo, para que la velocidad de sus oponentes los hiera a sí mismos cuando cargaran contra el cerco de puntas.
Aunque esta formación era prácticamente impenetrable por los caballeros Imperiales, los soldados del Reino se preguntaron —en una pequeña y apartada esquina de sus mentes que aún se aferraba a la lucidez— ¿qué cosa podrían lograr con las pequeñas lanzas que sostenían? Tal vez pensaron que ésta era su única forma de salvación.
Era imposible escapar de debajo de las pezuñas de las criaturas que se aproximaban a una velocidad sobrenatural. Incluso si corrían con todas sus fuerzas, serían pisoteados hasta quedar convertidos en papilla roja.
Deseando como uno sólo ser que los monstruos no vinieran por ellos, los soldados prepararon sus lanzas y esperaron el ataque.
Los monstruos —que debería haber sido muy pequeños a la distancia— cubrieron la distancia a una velocidad increíble.
Mientras se hacían más grandes, y la tierra comenzaba a temblar bajo sus atronadores cascos, los corazones de los soldados comenzaron a latir con locura.
Entonces, mientras sentían que sus corazones estallarían en sus pechos, las enormes siluetas aparecieron ante sus ojos.
Era como un camión de carga estrellándose contra un enjambre de ratas.
Los soldados del ejército del Reino levantaron sus lanzas con manos temblorosas. ¿Pero de qué servirían contra los inmensos y sólidos cuerpos de los Retoños Oscuros? Las lanzas se partieron en dos como palillos de dientes sin siquiera arañar sus pieles monstruosas.
Los Retoños Oscuros pisotearon los cuerpos de los soldados de Reino bajo sus pies.
Overlord Volumen 9 Capítulo 4 Parte 2
Incontables astillas de una multitud de lanzas volaron por el aire.
A pesar de que aplastaron la resistencia que ni siquiera podía considerarse como resistencia, los Retoños Oscuros de la Cabra Negra eran misericordiosos a su manera.
No había dolor.
Sus víctimas no tenían tiempo de sufrir antes de ser aplastadas debajo del peso titánico de los Retoños Oscuros.
Los soldados con lanzas ni siquiera tenían tiempo de darse cuenta que las picas que sostenían habían sido pulverizadas y convertidas en astillas. Todo lo que veían eran sombras negras apareciendo ante ellos.
Gritaban y gritaban y gritaban.
Trocitos de carne volaban por el aire. No venían de sólo una o dos personas, sino de decenas, cientos de víctimas. Eran pisoteados por las enormes pezuñas, y tirados— no arrojadas lejos por los tentáculos ondulantes.
Ya fueran nobles o plebeyos, ahora todos eran los mismos trozos de carne sanguinolenta.
Algunos tenían familias en sus pueblos. Algunos habían dejado amigos atrás. Algunos tenían personas que esperaban por ellos. Una vez que sus cuerpos irreconocibles eran molidos en el barro, nada de eso importaba más.
A todos, los Retoños Oscuros daban el mismo trato igualitario —la muerte.
Aplastaron incontables humanos bajo sus pezuñas hasta quedar satisfechos con el derramamiento de sangre, pero incluso así no tenían intención de detenerse.
Los Retoños Oscuros de la Cabra Negra comenzaron a correr.
Siguieron corriendo. No se detendrían a mitad de las fuerzas de Reino.
"Iyaaaaaaaaaaaaaaa!"
"¡Abbaaaaaaahhhhhh!"
"¡Altoooooooooooooooo!"
"¡Sálvenmeeeeeeeeeeeeee!'
"¡Noooooooooooooooo!"
"Uwaaaaaaaaaaaaahh!"
Los gritos surgían cada vez que las pezuñas caían. Se mezclaban con los sonidos de la pasta húmeda de los cuerpos destrozados bajo los cascos de los Retoños Oscuros, y los gruesos y carnosos tentáculos se agitaban por todos lados de una manera lúdica y salvaje enviando volando los cuerpos humanos con crujidos repugnantes.
El sonido nunca antes oído siguió y siguió sin fin.
Pisoteado.
¿Qué mejor palabra había para describir esta escena?
Muchas personas atacaban desesperadamente con sus picas. Los Retoños Oscuros, cuyos cuerpos eran enormes y que no tenían ninguna intención de evadir los ataques, eran golpeados sólidamente por las púas. Sin embargo, las picas no podían penetrar lo suficiente como para causar daño a sus cuerpos parecidos a trozos de carne. Era como si unos músculos de hierro sólido estuvieran recubiertos de una piel gruesa y elástica.
Sin burlarse de su resistencia inútil, los Retoños Oscuros avanzaron con un solo propósito.
Antes de que los soldados se dieran cuenta que su determinación fatal no tenía sentido, los Retoños Oscuros ya habían llegado a la parte más central de ejército del Reino.
"¡Huyan! ¡Huyan!"
Oyeron los gritos a la distancia. En respuesta, todos los soldados comenzaron a escapar. Era exactamente como un enjambre de arañas dispersándose en todas direcciones.
Pero por supuesto, los Retoños Oscuros eran mucho más rápidos que los seres humanos.
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El sonido de los humanos siendo pisoteados hasta quedar hechos pulpa, el sonido de los pedazos de carne volando por el aire, y el sonido de los gritos siguió y siguió.
♦ ♦ ♦
Como si hubieran llegado a un área desértica, tres de los monstruos atravesaron la columna central del ejército y corrieron hacia el ala derecha en medio de chorros de sangre y partes humanas.
"¡Retirada! ¡Retirada!"
La forma en la que Raeven gritaba estas órdenes era más cercana a un gemido.
Uno no podía luchar contra ellos.
Uno no debería perder la vida sin razón.
Cuando oyeron las palabras de Raeven, los soldados alrededor arrojaron sus armas y huyeron presas del pánico.
Por supuesto, ya que eran demasiadas personas, era imposible que pudieran moverse libremente.
Al principio él había pensado en dar una señal y ordenar una retirada ordenada. Ellos estarían en guardia contra ataques desde atrás y demás, pero perder el tiempo en ése tipo de cosas ahora sería un gran error.
"¡Ainz Ooal Gown, ¿qué tipo de ser, qué clase de lanzador de magia eres?!"
Lo había subestimado. No, al principio no tenía la intención de hacerlo.
Luego de tomar en consideración las palabras de Gazef Stronoff, había planeado tomarlo como a un enemigo del mayor calibre imaginable. Sin embargo, todo lo que podía decir ahora es que había subestimado groseramente las habilidades de ese hombre.
Su imaginación simplemente no había sido suficiente.
¿Quién en la tierra podría haber predicho que Ainz Ooal Gown poseería un poder tan increíble? ¿Quién podría haber sabido que tales poderes existían en este mundo?
Viendo las siluetas de los monstruos creciendo y acercándose contantemente, las tropas que rodeaban al Marqués Raeven gritaron órdenes.
"¡Este ya no es un campo de batalla, es un matadero! ¡Sólo corran!"
"¡Mi señor!" dijo un caballero mientras se quitaba el casco. "¡El Rey! ¿Qué hay sobre el Rey?"
"¡Idiota! ¡No hay tiempo para eso! ¡Mi señor! ¡Están viniendo por nosotros!"
Mientras miraban en dirección de los gritos, aunque lo más emprendedores ya habían huido, el aplastamiento del resquebrajado flanco derecho ya había comenzado. Aunque parecía como si los monstruos estuvieran dirigiéndose hacia ellos en línea recta, en realidad su objetivo no era Raeven sino que pisoteaban por donde les daba la gana. En realidad, los otros Retoños Oscuros estaban bastante lejos de donde estaba Raeven.
"¿Dónde está el Rey?"
"¡Está allá!"
En el momento en que miró en dirección de la bandera real a la que el soldado apuntaba, un Retoño Oscuro ya estaba acercándose a ella.
Raeven vaciló. ¿Qué podría hacer si iba a ayudar? Pero, si el Rey Ranpossa III moría aquí, todo el país podría hacerse pedazos.
Sin embargo—
"¡Déjenselo a Gazef-dono!"
Raeven tenía fe en Gazef.
Era un guerrero digno de las alabanzas del Rey. Aunque incluso él no sería capaz de derrotar a esos monstruos parecidos a cabras negras, al menos, sería capaz de traer a salvo al Rey de vuelta de este infierno.
"¡Marqués Raeven! ¡La situación es mala! ¡Por favor retírese a toda prisa!"
Las voces de los antiguos aventureros de orichalcum, los subordinados en los que más confiaba, interrumpieron la indecisión de Raeven.
"— ¡Mi señor!"
Fue más un alarido que un grito. Raeven gritó en respuesta.
"¡Entendido! ¡Ya voy!"
Ya — en éste momento, a esta distancia, no tenía sentido discutir la retirada con palabras bonitas.
"¡Por favor déjeme la tarea de movilizar a los hombres! ¡Mi señor, usted debe escapar de aquí ahora, y dirigirse a E-Rantel!"
El grito vino de un hombre de ojos somnolientos. A pesar de que parecía poco fiable, Raeven no le habría podido confiar el mando a una mejor persona.
"¡Te lo encargo! ¡Usa mi nombre como creas necesario! ¡Asumiré las consecuencias!"
El sonido de las pezuñas estaba muy cerca. Por temor, no se atrevió a dase la vuelta para mirar qué tan cerca estaban. Raeven clavó sus espuelas a los lados del caballo con todas sus fuerzas. Sin embargo, el caballo no se movió. Aún cuando lo pateaba con todas su fuerzas, seguía sin moverse. El caballo aplanó las orejas contra su cabeza y se quedó quieto.
En ese momento, en medio del caos, un grupo de caballos que habían arrojado a sus jinetes pasó cerca. Los hombres en sus espaldas se aferraban con fuerza a los cuerpos de los caballos, al parecer, ignorando las riendas que colgaban libremente.
Qué irónico, pensar que los caballos de guerra entrenados serían incapaces de moverse debido al miedo, mientras que los caballos no entrenados correrían descontrolados por el pánico.
"¡Pensar que el entrenamiento tendría el efecto contrario!"
En primer lugar, los caballos eran animales tímidos. Era sólo luego del entrenamiento que podían considerarse caballos de batalla sin miedo. Sin embargo, era precisamente debido a su entrenamiento que no podían moverse. El hecho de que no se habían doblegado y huido bajo los efectos de este temor era prueba de que el entrenamiento era efectivo.
"¡Perdóname! ¡「Corazón de León」!"
El sacerdote del Dios del Viento, Yorlan Dixgort, lanzó un hechizo de resistencia al miedo sobre el caballo. El caballo tranquilizado relinchó ruidosamente.
"¡Mi señor! ¡Nosotros lo guiaremos!"
"¡Por favor háganlo!"
Con las voces de sus subordinados deseándole bien a sus espaldas, Raeven espoleó al caballo en un movimiento salvaje, escoltado por los antiguos aventureros de orichalcum.
Montar un caballo a través de una multitud violenta y caótica era muy difícil. Como tal, sólo fue posible gracias a los antiguos aventureros de orichalcum, que estaban cerca a la cima de la humanidad.
Dando la espalda a las voces que le deseaban bienestar, Raeven logró penetrar entre el flujo de personas bajo la vigilancia de los aventureros.
"¡Ese lanzador de magia es un monstruo! ¡¿Cómo puede permitirse que alguien como él exista?!"
Raeven maldijo a Ainz mientras su caballo saltaba arriba y abajo debido al galope de alta velocidad.
"¡Maldita sea! ¡Tenemos que hacer algo! ¡Necesito pensar en alguna manera de proteger nuestro mundo— nuestro futuro!"
El miera era probablemente la razón del porqué murmuraba inconscientemente para sí mismo. Si no decía nada, si no distraía su consciencia, ese cerebro inteligente de él probablemente esbozaría horribles pesadillas del peligro que se le acercaba.
Cuando volviera, tendría que sentarse con el Príncipe y la Princesa y preparar alguna forma de contramedida contra ese lanzador de magia que desafiaba las expectativas puestas en su tipo.
(Si esto continua, toda la humanidad será conquistada… No, ese sería el mejor de los casos. En el peor, toda la humanidad se convertirá en juguetes para Ainz Ooal Gown, para ser atormentados hasta el final de sus miserables vidas.)
El sonido del chasquido de su lengua, lleno de tensión y frustración, anuló el sonido del galope del caballo.
"¡No es bueno! ¡Mi señor, por favor guie a su caballo a la derecha! ¡Nos está alcanzando!"
"¡¿Cómo nos encontró si no tiene ojos?!" gritó Lockmeyer, el ladrón. "¡Lund! ¿Tienes algún tipo de magia para esto?"
"¡Por supuesto que no! ¿Crees que algún hechizo podría funcionar contra ese monstruo, Lock?"
"A pesar de eso, cómo lo sabremos si no lo inten—"
"¡Suficiente! ¡Intentaremos eso si nos vemos obligados! ¡Podría ser que sólo está avanzando en la misma dirección que nosotros! ¡Mi señor! ¡Muévase al frente de nosotros! ¡Vamos a formar una sola fila!"
Sus voces vacilaban.
De acuerdo con las instrucciones, Raeven avanzó con su caballo a la posición delantera. Luego, hizo girar su caballo hacia la dirección por la que huía menos gente.
Por la distancia, el balido del Retoño Oscuro ahogó el latir de su corazón.
"¡MEEEEEEEHHH!"
—-Estaba cerca.
El sudor caía como cascada de la cabeza de Raeven. No se atrevía a darse la vuelta por el miedo, pero podía sentir el aire detrás de él volviéndose más y más cálido.
Entonces, otro—
"¡MEEEEEEEHHH!"
«¡Maldita sea! ¡No es bueno! ¡Todo este tiempo venía en esta dirección! …¡Todos! ¡Prepárense!»
En respuesta, el líder del equipo, Boris, gritó y lanzó un hechizo.
"¡「Reforzar Armadura」!"
"¡「Fuerza Menor」!"
"¡Bien! ¡Entonces, Mi señor! ¡Permítanos recibir el ataque del enemigo! ¡No mire atrás bajo ninguna circunstancia y continúe escapando!"
Sólo había algo que podía decirles a los aventureros, quienes habían conquistado su miedo.
"… ¡Cuento con ustedes!"
"¡Entendido! ¡Vamos!"
"Ohhhhh!"
Pudo oír como la distancia entre él y los aventureros se hacía cada vez mayor.
Raeven agachó la cabeza, estaba haciendo lo mejor que podía para minimizar la resistencia del viento. Aunque no sabía cuánto tiempo podía ganar, todo lo que podía hacer era escapar con todo el empeño que podía — regresar vivo sería la única forma de pagar su lealtad.
"¡Vuela! ¡「Bola de Fuego」!"
"¡「Fortaleza Invulnerable」!"
Mientras se alejaba montando en la espalda de un caballo a todo galope, Raeven pensó que podía oír el sonido de los antiguos aventureros uniéndose a la batalla, incluso a pesar del viento pasando a toda velocidad por su cara y orejas.
Y entonces — en dos segundos ya no pudo oír más a los aventureros.
Lo que pudo oír fue el sonido de una enorme pezuña cayendo.
Su corazón dio un vuelco en su pecho.
En el campo de visión desde su cabeza agachada, la sombra gigante que vio debajo de él hizo que Raeven gimiera con desesperación silenciosa.
Reconoció que debajo de sus pies — su cuerpo siendo llevado por el caballo a toda velocidad — un tentáculo grueso y largo se dirigía hacia él.
"No…"
El caballo corrió como si se hubiera vuelto loco. Era más rápido de lo que Raeven jamás lo había montado. Tal vez era lo más rápido que jamás había viajado.
Incluso así, la poderosa sombra seguía estirándose a través de la tierra.
"¡No quiero esto!"
Gritó. Contra su voluntad gritó con todo su corazón.
Una cálida y húmeda sensación se extendió en su entrepierna.
Raeven se forzó a abrir los ojos, y sin mirar atrás, forzó al caballo hacia adelante.
No podía morir. El país no importaba. Si todo iba a caer entonces que caiga.
Si levantarse en armas contra Ainz Ooal Gown significaba la muerte, entonces abandonar el país y huir también estaba bien.
Idiota.
Qué idiota había sido.
Venir a este campo de batalla fue realmente estúpido.
Si hubiera sabido lo poderoso que era Ainz Ooal Gown, se hubiera quedado en la capital sin importar qué.
"¡No quiero esto!"
No podía morir aún.
No podía morir mientras su hijo siguiera siendo tan pequeño. Y… no podía morir y dejar a su amada esposa sola.
"Yo no—"
Raeven imaginó la forma de su amado hijo ante él.
(Mi encantador muchacho.)
Una pequeña vida había nacido. Crecido lentamente. Se puso enfermo. En aquel entonces, él había hecho un gran escándalo debido a eso. La imagen de sí mismo corriendo medio loco, gritando órdenes, mientras su esposa se sentaba en silencio, lo avergonzaba.
Esas suaves y delicadas manos y esas mejillas rosadas. Cuando creciera, todos en el Reino hablarían de él. Creía que las habilidades de su hijo sobrepasarían las suyas. Ya podía ver ese potencial emergiendo de vez en cuando.
No lo estaba mimando, como su esposa paraba diciendo.
Raeven le estaba profundamente agradecido a la mujer que había criado a su amado hijo. Sin embargo, rara vez se lo decía porque le avergonzaba hacerlo.
Ya era tiempo de un segundo niño.
Si no hubiera venido a este campo de batalla, sería capaz de abrazarlos a ambos.
"… ¿Eh?"
El sonido de las pezuñas se detuvo de pronto.
Impulsado por la curiosidad más que por el valor, Raeven se dio la vuelta. En sus ojos vio al Retoño Oscuro inmóvil, como si estuviera congelado donde estaba.