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Chapter 180 - Capítulo 4: Masacre (Parte 3)

No tenía idea de donde estaba. Era como si hubiera sido arrastrado a una pesadilla.

El título de uno de los Cuatro Caballeros —el título que le pertenecía a los más poderosos guerreros del Imperio Baharuth— parecía ahora tan asombrosamente superficial.

¿Cómo había podido una criatura tan impotente como él haber estado orgulloso de aquel título? Así de grande era la conmoción que sentía.

El llanto incapaz de ser contenido llegó a los oídos de Nimble. Era el llanto de personas que habían sido empujadas más allá de sus límites por el miedo y la desesperación. Era infantil —no, eran los lamentos agonizantes de hombres que habían sido reducidos a niños. Los que lloraban, eran los caballeros Imperiales.

Oyó suplicas de "Huyamos".

Era la oración de los caballeros que —con miradas llenas de lástima— observaban la miserable masacre de sus congéneres por esas máquinas de matanza.

Tan desgraciada era esta tragedia que incluso los enemigos de Reino, los caballeros Imperiales, ofrecían plegarias por ellos.

Oraban para que al menos algunos sobrevivieran. Mientras más, mejor.

Habían venido aquí para matar al enemigo. Sin embargo, nadie podía permanecer impasible y no sentir compasión de cara a la masacre teniendo lugar frente a ellos. Cualquiera que permaneciera impasible tendría que ser un demonio con el rostro de un hombre, un ser que no podía ser considerado humano.

Nimble y los caballeros se dieron cuenta de que esto no se trataba simplemente de un asunto de 'nosotros contra ellos'.

Ciertamente, desde el punto de vista del Imperio y el Reino, este desastre les estaba sucediendo a 'ellos'. Pero mirándolo desde la perspectiva de los monstruos y humanos, esta brutal masacre le estaba sucediendo a 'nosotros'.

"Bueno entonces, creo que es tiempo."

Todos los ojos se volvieron hacia Ainz mientras hablaba en voz baja.

Con 60 000 personas presentes, no todos podían oír su voz. Sin embargo, podían ver cuando las otras personas a su lado volvían las cabezas. Y sabiendo que los rostros de sus vecinos miraban a Ainz Ooal Gown, ellos también serían atraídos por esa acción.

Después de todo, cada movimiento y gesto hecho por el hombre que había orquestado esta masacre —Ainz Ooal Gown— llenaba a todos los presentes con un terror incontrolable.

Ainz se quitó la máscara lentamente.

Expuso su cráneo sin piel ni carne, su blanco y pulido cráneo, a todo el mundo.

Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, tal vez habrían pensado que llevaba una máscara bajo su máscara. Sin embargo, al ver esto, los corazones de Nimble y de los caballeros del Imperio se hundieron.

Esto se debía a que habían vislumbrado claramente el verdadero rostro de Ainz Ooal Gown, el monstruo.

Cualquiera que pudiera ejercer tal poder no podía ser humano. Era debido a esta forma de pensar que fueron capaces de aceptar esto como la realidad.

Ainz lentamente extendió los brazos. Parecía como si estuviera abrazando a un amigo — ¿o era un demonio extendiendo sus alas? Bajo la mirada de todos los que observaban, pareció duplicar, triplicar su tamaño, tal vez más.

En el silencio — interrumpido únicamente por los gritos de angustia de los soldados del Reino a la distancia — la voz suave y apacible de Ainz resonó con una claridad excepcional.

"— Un aplauso entonces."

¿Qué está diciendo?, pensó Nimble mientras observaba a Ainz con la boca abierta.

Todos los que pudieron oírlo pensaron lo mismo, y mientras las palabras de Ainz eran repetidas en voz baja a lo largo del ejército, más y más personas volvieron sus miradas hacia él.

Entonces, cuando la atención de todos estaba sobre él, habló de nuevo.

"Aplausos en celebración de mi poder supremo."

El primero en moverse fue Mare, de pie frente a Nimble, al lado de Ainz. Como si hubiese sido provocado por esto, los sonidos de aplausos comenzaron a surgir de entre los soldados, hasta convertirse en una estruendosa ovación.

Por supuesto, realmente no aplaudían por él.

Nadie quería aplaudir a una persona que había traído con él este tipo de matanza cruel. Ésta no era una guerra. Era una carnicería. Una masacre.

Era sólo que, ninguno de los presentes podía decir estas palabras. Nadie se atrevía.

El aplauso que hacía temblar la tierra era la materialización del temor que sentían los caballeros.

Y entonces la intensidad de los desenfrenados aplausos que nadie pensaba que podría ser mayor, se incrementó en varios niveles.

Eso se debió a que uno de los Retoños Oscuros había cambiado la dirección de su avance. Su nuevo camino lo llevaría directamente hacia el ejército Imperial.

En respuesta a eso, se oyeron gritos de alegría.

Eran las alabanzas a gritos de los caballeros de Imperio hacia Ainz Ooal Gown. Eran gritos desesperados que les hacían sangran las gargantas.

Sin embargo, el Retoño Oscuro no redujo su ritmo.

Y así, los caballeros gritaron incluso más fuerte. Pensaban que la bestia se acercaba porque el volumen de sus voces no era el suficiente.

Pero aún así, no se detuvo.

Y por tanto, sus tensos nervios se quebraron.

Nadie supo como comenzó. Tal vez había sido la vacilación de un solo caballero. El terror que los llenaba hasta el límite podría estallar fácilmente, después de todo.

"¡Aieeeeeeeeeeee!"

Un grito que desgarraba el alma hizo eco a través de las filas y conmocionó al ejército Imperial.

Los caballeros abandonaron sus caballos, que no podían moverse, para huir a pie. Éste movimiento sin sentido nació por el miedo a uno de aquellos monstruos —el mismo monstruo que había aplastado al Ejército Real bajo sus patas— acercándose. Habían visto demasiadas de esas visiones infernales. Incluso aquellos carecían de imaginaciones vívidas sabían exactamente lo que pasaría cuando fuera su turno debajo de los cascos de esa bestia.

Y por supuesto — el miedo era contagioso.

Aunque menos de cien personas había huido al principio, pronto se convirtió en un éxodo de sesenta mil.

Sí.

El ejército Imperial había sido derrotado, su jactanciosa disciplina militar hecha trisas.

Era una retirada vergonzosa.

Obviamente los caballeros habían aprendido a como retirarse ordenadamente. Sin embargo, ya no había tiempo para obedecer reglas tan superfluas. Si esto les permitiría dejar este lugar un segundo antes, si podían dar un paso más en retirada hacia un lugar seguro, empujarían a sus camaradas con todas sus fuerzas y correrían.

Al ser empujados desde atrás, era inevitable que la gente perdiera el equilibrio y cayera. Y una vez que caían, la multitud en pánico detrás de ellos no les darían la oportunidad de levantarse.

Los que cayeran serían pisoteados por los que estaban detrás de ellos.

Aunque todos ellos llevaban armaduras de metal, todos los demás también lo hacían. No tomaría mucho aplastar el acero y la carne en un solo bulto apelmazado de sangre.

Escenas como ésta sucedían por todos lados.

Las bajas del ejército Imperial no eran causadas por el enemigo sino por sí mismos.

Sin saber qué hacer, Nimble vaciló con inquietud.

También quería correr. Sin embargo, no tenía permitido hacerlo, y no todos los caballeros habían escapado de todas formas.

Al mirar atrás hacia el ejército Imperial, vio a unos cuantos de ellos, permaneciendo inmóviles sobre sus caballos.

La razón por la que no habían escapado no era por el miedo. Más bien, era porque estaban hipnotizados, de la misma forma que la humanidad estaba fascinada por un poder abrumador contra el que no podían hacer nada.

Por ejemplo, la gente normal huiría al ver un enorme tornado barriendo con todo mientras se acercaba a ellos. Sin embargo, habían algunos individuos que admiraban la belleza del tornado y permanecían inmóviles aún aunque se daban cuenta de que les costaría la vida. Los que se quedaban podían ser considerados anormales.

El Retoño Oscuro llegó ante Ainz, dobló las rodillas, y bajó sus tentáculos. Probablemente estaba mostrando sumisión ante su amo.

Nimble sonrió, con espasmos en el rostro, mientras el monstruo actuaba de una manera que sería más apropiada en un cachorro.

La parte frontal del Retoño Oscuro estaba bañada en sangre fresca, y lo que no podía verse ya había sido absorbido por su piel.

Uno de sus tentáculos envolvió a Ainz por la cintura, luego extendió varios más para tomar firmemente su cuerpo antes de levantarlo. Luego lo colocó sobre su cabeza.

"Creo que el plan original era que yo lanzaría un hechizo para abrir una brecha, y luego el ejército Imperial se lanzaría al ataque por detrás, pero no parece haber movimiento de parte del ejército Imperial."

Nimble no tenía nada que decir.

Simplemente así. El Imperio había roto los términos del acuerdo que ellos mismos habían hecho con el Rey de su país aliado.

Sin embargo, uno no podía culpar a los caballeros por perder los nervios. Nimble probablemente los defendería incluso frente a Jircniv, porque sabía la magnitud del terror que se había apoderado de ellos.

"Ah, no tengo intención de reñirte. Soy consciente de que si decidieran lanzar un asalto, existe la posibilidad de que sean pisoteados junto al enemigo. Hablando sinceramente, si eso sucediera, estaría en apuros para explicar esas muertes a su Emperador. Bueno, en ese caso, supongo que me encargaré también de su parte del trabajo."

Nimble observó al batallón de no-muertos, que había permanecido inmóvil.

"¿Las… las… las tropas no-muertas participarán del asalto, entonces?"

"Oh, no, estos queridos y pequeños corderos ya han hecho la mayor parte, mi intención es simplemente hacer la limpieza. Mare, no bajes la guardia."

"¡Sí, sí! ¡Por favor déjemelo a mí, Ainz-sama!"

Nimble no podía hablar.

Aún quería seguir con el ataque, a pesar de todo esto. Él mismo que había lanzado el hechizo.

(¡¿Acaso tiene la intención de exterminar personalmente a todos en el campo de batalla?! ¡¡¿Es que su apetito de masacre no conoce límites?!!)

"Pensar que… no es suficiente. ¿Se trata de un demonio?"

Aunque murmuraba para sí mismo, las palabras de Nimble fueron más fuertes de lo que pensaba, y desde donde estaba sentado sobre el Retoño Oscuro, Ainz volvió su terrible rostro hacia él .

Negó con la cabeza ante el tembloroso Nimble.

"No te equivoques. Soy un no-muerto."

Lo que Ainz debía estar intentando decir era que no un demonio que glorificaba la idea del mal, sino un no-muerto que odiaba la vida. Como tal, no dejaría escapar ni a uno solo de los soldados de Reino. Y parte de ello era tomar aún más vidas de las que ya se habían perdido.

Esta respuesta era tanto la más probable como la más desastrosa.

Al ser un no-muerto, si Ainz decidía matar todo lo que vivía, entonces era posible que su mira cayera algún día sobre el Imperio, que estaba lleno de seres vivos.

No, ese futuro horrible era inevitable.

Mientras se preguntaba qué debía hacer, asaltado por el caos y el miedo y carente de toda habilidad para lograr concentrarse, Nimble oyó las palabras finales que Ainz dijo.

"… Y parece que he encontrado a mi objetivo."

♦ ♦ ♦

El campamento del Rey Ranpossa III estaba localizado al centro del ejército Real. Estaba rodeado de estandartes pertenecientes a los numerosos nobles del Reino de Re-Estize.

Aunque antes había habido muchos nobles reunidos en este lugar, ahora sólo quedaban unos pocos. La mayoría de ellos ya había huido, y el número de personas que quedaban en este campamento podían contarse con ambas manos. Pero por supuesto, nadie podría enojarse ante la huida de los nobles.

"¡Déjenme y huyan!"

"¡Su Majestad no es momento para bromas! Por favor escape a toda prisa. ¡Una vez que nos alcance, no tendremos posibilidades de sobrevivir!"

El subordinado de Gazef, el vice-capitán de la banda de guerreros, era el que hablaba.

"¿Siendo el Rey, cómo podría huir?"

"Incluso si Su Majestad se queda, no habría nada que pudiera hacer. ¿No debería regresar a E-Rantel y planear el contraataque?"

Ranpossa III sonrió amargamente. Era doloroso oír esas palabras.

"Es cierto. Incluso si permanezco aquí, no queda nada que pueda hacer."

Era imposible reunir a su destrozado ejército bajo estas circunstancias. Ésta no era una ofensa a Ranpossa III; ningún otro comandante podría haberlo hecho tampoco.

"¡Su Majestad! ¡No hay tiempo! ¡Escuchen, incluso si tienen que arrastrarlo de vuelta encadenado, deben llevar a Su Majestad a casa!'

Con eso, los subordinados de Gazef pasaron a la acción.

Perder más tiempo sólo pondría en peligro no sólo a sí mismo sino a la gente alrededor de él. Con eso en mente, Ranpossa III tomó su decisión y se puso de pie.

"Bien. Vamos. ¿Pero qué cambiará si huimos ahora?"

Las pisadas sacudían la tierra como terremotos mientras se acercaban. Pero incluso bajo estas circunstancias, Ranpossa III permanecía calmado. Era algo muy distinto de los caóticos ruidos que habían hecho los nobles.

"Para empezar, no podemos cabalgar. Si intentamos huir a caballo, nos alcanzarán. Parece ser que toman de primer objetivo a grupos de hombres huyendo. Como tal, no hay otra forma de podernos salvar."

Era sólo ahora que Ranpossa III se daba cuenta de que estos hombres de las tropas montadas de los nobles habían venido aquí precisamente por esta razón.

"Así que todo lo que podemos hacer es huir a pie."

Algunos de los guerreros comenzaron a quitarse y descartar sus armaduras.

"Estos hombres cargarán a Su Majestad mientras huyen."

"¿Y que hay sobre el resto?"

No todos se habían quitado la armadura. El vice-capitán y sus compañeros aún las llevaban puestas.

"Nosotros actuaremos como distracción y huiremos a caballo en la dirección opuesta."

Ranpossa III entendió su determinación por las claras sonrisa en los rostros de los guerreros.

"Imposible. ¡Ustedes son los tesoros de nuestro Reino! ¡Sin importar qué, deben sobrevivir! ¡Aún necesito que sirvan a mis hijos!"

"Por supuesto. ¡Aunque intentaremos servir de carnada, no tenemos la intención de morir!"

Era mentira. Ellos planeaban morir. O más bien, habían aceptado que su destino era morir.

Ranpossa III intentó pensar en algo convincente que decir, pero las palabras no salieron. Enfrentado a las sonrisas de los guerreros, cualquier cosa en la que pensaba parecía marchitarse y volar lejos.

Los guerreros ayudaron a quitar la armadura de Ranpossa III.

Un guerrero en una armadura de color blanco puro se acercó. Era Climb, el leal subordinado de su hija, Renner, y el único que se había quedado aquí hasta ahora.

"Permítame ayudar en la distracción. Aunque no sé si esos monstruos tengan ojos, pero si agitamos nuestras banderas sin parar, deberíamos ser capaces de llamar su atención. Y esta armadura debería ser bastante llamativa."

Climb sostuvo la bandera del Reino en su mano. Estaba sucia por las pisadas de los soldados al huir, y parecía ser una pista sobre cómo hacer frente a la situación actual.

"Bien. Entonces también iré."

A su lado estaba Brain Unglaus. Aparentemente se trataba de un guerrero de primera categoría al igual que su vasallo de confianza, Gazef Stronoff. Brain había entrado a esta guerra como subordinado de Renner. En otras palabras, estaban en posiciones similares.

"¿Estás seguro? Ustedes dos no son exactamente los subordinados de la Princesa."

"¿Ah? Bueno, no te preocupes por eso. Durante el disturbio demoniaco nosotros estuvimos en la primera línea, y de algún modo logramos regresar con vida. Esta vez, sólo esperaremos que la suerte esté de nuestro lado. Y esperamos que también esté con ustedes."

"Los dioses no observarán en silencio. Durante ese disturbio, un héroe vino a salvarnos. Confío en que también hoy cambiaran nuestros destinos."

Frente a Ranpossa III, Brain unió sus nudillos en señal de saludo, para despedirse del vice-capitán.

"¿Cómo terminaron las cosas así…?"

¿Dónde se habían equivocado?

Ranpossa III gimió suavemente. Él sabía que ninguno de los hombres frente a él sobreviviría.

El vice-capitán y Climb morirían como carnada.

Y Gazef, que había desaparecido entre el caos luego de decir que intentaría detener al Retoño Oscuro, ¿quién sabía lo que le había sucedido?

Sus ojos le ardían.

Olvídense de mí, quería decir.

Iban a perder la vida, por él, un hombre viejo.

Pero no podía decir eso. Estaban luchando desesperadamente mientras eran consientes de sus inminentes muertes.

Entonces—

"Regresen a salvo a E-Rantel, y les concederé cualquier recompensa que deseen."

Climb y Brain se detuvieron a medio camino y se dieron la vuelta.

"No hay necesidad de una recompensa, Su Majestad. Yo existo para servir a Renner-sama. Ésa es recompensa suficiente."

"En cuanto a mí, bueno, ¿qué tal si casa a la Princesa más hermosa del país con este chico de aquí?"

"… Jajajaja. Bueno, ésa es una recompensa espléndida."

"¡Brain-san! ¿Qué está diciendo?"

"Bueno, tendremos que comenzar por darle al chico un título de nobleza. ¡Trabaja duro!"

"Entonces debes regresar con vida, Climb-kun."

Los ojos vacíos y la boca abierta de Climb ya no poseían el espíritu de guerrero que poseían hace un momento. El Rey sin embargo, había permitido inadvertidamente que una brillante sonrisa se mostrara en su rostro.

"Entonces, estamos partiendo, Su Majestad."

"Se los encargo."

El ahora desprovisto de armadura Ranpossa III fue llevado en alto por un soldado.

"Su Majestad. Incluso ahora, nuestra huida sigue siendo una cuestión de suerte. Si pasa lo peor… Le ruego que pueda perdonarme."

"Muy bien. Fue mi decisión usar tu idea. Si falla debido al infortunio, no tendré quejas."

"¡Entonces! ¡Su Majestad! ¡Ojalá nos veamos nuevamente en E-Rantel!"

El vice-capitán se alejó galopando en su caballo. Y como si hubiera estado esperando por ellos, uno de los Retoños Oscuros cambió de dirección.

"¡Muy bien! ¡Partamos mientras los están atrayendo!"