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Chapter 85 - Capítulo 1: Los Sentimientos de un Chico (Parte 2)

Estaba lloviendo, y la lluvia era acompañada por un ruidoso sonido retumbando en los oídos.

El Reino construía sus caminos sin prestarle ninguna atención a la importancia de los drenajes, sobre todo cuando se trataba de hacer simples callejones. El resultado era que todo el camino podía cubrirse de agua y quedar transformado en un lago.

La lluvia que caía sobre la superficie de los callejones repletos de agua salpicaba por todos lados y el viento llevaba el olor del agua y la esparcía por el aire. Ésta era razón suficiente para decir que el Reino emanaba la atmósfera de estar sumergido bajo el agua.

En medio de esta horrible atmósfera con un cielo teñido de gris por las salpicaduras de agua, se encontraba un niño.

Vivía en una casa abandonada. No, incluso llamarla así sería una exageración. La columna era tan gruesa como el brazo de un hombre. Harapos habían sido usados como techo y las únicas paredes de las cuales se podía hablar no eran más que simples trapos colocados a los lados.

Dentro de esta residencia que no era muy diferente a dormir en la intemperie, se encontraba un niño de seis años de edad. Al igual que basura arrojada descuidadamente a un lado, estaba acurrucado formando un ovillo, tendido sobre una delgada tela.

Con la madera actuando como columna y los trapos que servían tanto de techo como de paredes, parecía el tipo de cosa que un niño de su edad construiría como base secreta.

El único mérito que tenía esta casa, que no era diferente de estar a la intemperie, era la protección que proveía contra la lluvia. El brusco descenso de temperatura provocado por la lluvia incesante envolvió al niño en un escalofrío que hizo que su cuerpo temblara incontrolablemente. El calor de su aliento, que confirmaba su existencia, disminuía inmediatamente y se desvanecía en el aire.

Antes de poder llegar a la casa, la lluvia lo había empapado y ahora estaba perdiendo su calor corporal rápidamente.

No había forma de detener el constante temblor de su cuerpo.

El frío filtrándose en su cuerpo calmaba los moretones de la golpiza que había recibido anteriormente. Tal vez ésta era la única poca de felicidad que podría sentir en éste, el peor de los casos.

El muchacho yacía de costado y observaba el callejón vacío, al mundo.

Los únicos sonidos que podía escuchar eran los de la lluvia y los de su propia respiración. Era una tranquilidad tal que hacía parecer como si él fuese el único en el mundo.

Aunque apenas era un niño, el muchacho sabía que probablemente iba a morir.

Aún no tenía la edad suficiente como para poder comprender completamente el significado de la muerte y por tanto no estaba demasiado asustado. Tampoco sentía que hubiese algo por lo que valiese la pena vivir. La única razón por la que se había aferrado a la vida hasta ese momento era porque no le gustaba el dolor, casi como un escape.

Aunque hacía frío, si pudiese morir de esta manera, de forma indolora, entonces la muerte no era tan mala.

Mientras su empapado cuerpo se entumecía, su conciencia comenzó a desvanecerse.

Debería de haber encontrado un lugar para protegerse de las fuertes ráfagas de viento. Pero fue atrapado por una banda de matones y este lugar fue lo mejor que pudo encontrar con su cuerpo golpeado.

Apenas tenía recuerdos de pequeños momento felices. ¿Entonces todo lo demás eran desgracias?

Su boca no había tocado comida en dos días, pero algo como eso era lo normal así que no era una desgracia. Sus padres lo habían abandonado y se había quedado solo, sin nadie que lo cuidara. Pero había estado viviendo así durante mucho tiempo, así que tampoco lo consideraba una desgracia. El olor desagradable a su alrededor tampoco era una desgracia. Después de todo, era debido a los harapos así que no había remedio. La vida que consistía en llenar su estomago de agua sucia y comida podrida tampoco era una desgracia ya que eso era todo lo que conocía.

Entonces la casa vacía en donde estaba cómodo, el hogar que se había esforzado en construir y que había sido destruido por alguien en broma, y su cuerpo amoratado y doliéndole por la paliza de los borrachos, ¿ésas sí eran desgracias?

No.

La desgracia de aquel niño era tal que no podía ver sus desgracias como tales.

Pero incluso eso ya había pasado.

La triste vida que el niño ignoraba iba a terminar aquí.

La muerte llega a los afortunados y desafortunados por igual.

Ciertamente. La muerte es absoluta.

Cerró los ojos.

Para su cuerpo que ya no podía sentir el frío, incluso el simple hecho de mantener los ojos abiertos era una tarea muy difícil.

En la oscuridad, podía oír un diminuto sonido, era el sonido de su corazón. En el mundo donde el único ruido que podía oír era el de la lluvia y el de su propio corazón, un extraño sonido se mezcló.

Ese sonido pareció bloquear el de la lluvia. Con la conciencia desvaneciente, la curiosidad del niño lo llevó a reunir todas sus fuerzas para poder abrir los ojos.

Con los ojos apenas abiertos, pudo ver a alguien.

El muchacho abrió los ojos como platos.

Era hermoso.

Por un instante, no entendió lo que estaba viendo.

'Como una joya, un pedazo de oro.' Tales expresiones habrían sido apropiadas. Pero alguien que como él saciaba su apetito con alimentos a medio podrir de la basura no podría pensar en esas palabras.

Así era.

Sólo había un pensamiento pasando por su mente.

El sol.

El objeto más hermoso en su mundo y al mismo tiempo, el más alejado de su alcance.

El mundo completamente gris por la lluvia, las nubes oscuras cubriendo el cielo. Tal vez ellos habían sido los responsables. El sol se había marchado de viaje porque no había nadie que lo pudiese ver y había regresado, apareciendo frente a sus ojos.

Eso era lo que él pensaba.

Una mano se estiró y acarició su rostro. Y—

Hasta ahora, el muchacho no había sido un ser humano.

Nadie lo veía como tal.

Pero ese día, se convirtió en humano.

♦ ♦ ♦

Mes de Fuego Bajo (9no Mes), Día 3, 4:15

Situado en la zona más profunda de la capital del Reino de Re-Estize se encontraba el castillo Ro-Lente. Sus paredes rodeaban una gran área de 1.400 metros con un anillo protector de doce enormes torres de vigilancia alrededor.

La habitación estaba situada en el interior de una de estas doce torres.

Con todas las luces apagadas, una persona estaba tendida en la cama de la habitación. Una persona en una edad de cambios, en el límite entre ser un niño y volverse un hombre.

Su pelo rubio era corto y su piel bronceada tenía un aspecto saludable.

Climb.

Sin ningún apellido, era la persona a la que se le había concedido el permiso para estar más cerca a la joven conocida como la 'Princesa Dorada', un soldado que despertaba la envidia de muchos.

Se despertaba mucho antes de que el sol saliera.

En el momento en que lo hacía, inmediatamente su mente recobraba su agudeza y su cuerpo recuperaba casi completamente sus capacidades físicas. Dormir bien y despertar rápidamente era algo de lo que Climb se enorgullecía.

Sus ojos de sanpaku se abrieron, revelando dentro de ellos una mirada con una voluntad de hierro.

Climb se quitó la gruesa manta que cubría su cuerpo y se puso de pie. Incluso durante el verano, las paredes de piedra que lo rodeaban hacían que las noches fueran frías.

Se frotó los ojos y descubrió que sus dedos se humedecieron.

«… Ese sueño otra vez.»

Climb utilizó sus mangas para limpiar las lágrimas de su rostro.

Era un recuerdo de cuando era niño, las fuertes lluvias de hace dos días debían de haber sido la causa de que lo recordara.

Las lágrimas no eran de tristeza.

¿Cuántas veces en la vida, una persona podría llegar a conocer a alguien digno de su total respeto? Una persona por la que uno estaría dispuesto a entregar la vida en servidumbre… ¿Cuántas?

La chica que Climb había conocido ese día era una de esas personas.

Éstas eran lágrimas de alegría, lágrimas que agradecían el milagro creado por su encuentro.

Climb estaba de pie, mostrando una expresión decidida y una energía correspondiente a su edad.

Su voz, áspera por el excesivo entrenamiento, pronunció una palabra.

«Luz.»

La lámpara que colgaba en el techo reaccionó a la palabra y la habitación se iluminó de luz blanca. Aquella lámpara era un objeto mágico encantado con 「Luz Contínua」.

Aunque era un objeto utilizado con mucha frecuencia, la razón por la que Climb tenía algo tan costoso no era debido a su posición especial.

Incluso si era para obtener luz, quemar algo dentro de una torre de piedra, con su pobre flujo de aire, era inseguro. Por eso a casi todas las habitaciones se les había proporcionado una fuente de luz mágica, a pesar de los costos iniciales de desarrollo.

El suelo y las paredes iluminadas por la luz eran de piedra. Había una alfombra delgada sobre el suelo en un intento inútil de cubrir la fría superficie. Aparte de eso, los muebles de la habitación incluida una cama de madera de mala calidad, un armario un poco grande para dar cabida a sus armas y armaduras, un escritorio con cajones, y un cojín delgado descansando sobre una silla de madera.

Una tercera persona pensaría en esta habitación como algo común y poco impresionante, pero para aquellos que tenían el rango de Climb, este tratamiento era envidiable.

Los soldados no tenían habitaciones privadas, eran enviados a un gran cuarto con literas. Excluyendo sus camas, lo único que se les otorgaba a los soldados era un cofre para guardar sus pertenencias.

En una esquina de la habitación de Climb se encontraba una armadura de color blanco. La inmaculada armadura tenía tal pulido que parecía como si brillara. A un simple soldado jamás se le concedería tal armadura.

Este tratamiento especial no era algo que Climb había obtenido por su propia fuerza, sino más bien un gesto de aprecio por parte de su ama a quien le había jurado su vida. Como tal, era una de las razones que generaban envidia en otros.

Abrió el armario y comenzó a cambiarse mientras se miraba al espejo colocado dentro.

Después de ponerse su ropa usada que olía a metal, se puso una cota de malla sobre su atuendo. Normalmente luego de eso, se pondría la armadura, pero en su lugar, optó por un chaleco con numerosos bolsillos y terminó con un par de pantalones. En su mano tenía un palo de madera envuelto en una toalla.

Por último, se miró a sí mismo en el espejo, y se aseguró de que no le faltara nada, asegurándose de que todo su equipo estuviera en orden.

Cualquier fallo en Climb podría convertirse potencialmente en un arma para lastimar a su ama, la 'Princesa Dorada' Renner.

Era por eso que él siempre debía de estar alerta. Su razón de existir no era para causarle daño. Era para darlo todo por ella.

Climb cerró los ojos frente al espejo y pensó en el rostro de su ama.

La Princesa Dorada – Renner Theiere Chardelon Ryle Vaiself.

Como si fuese una diosa, una mente benevolente y radiante acorde con su sangre real, y la sabiduría que había ideado muchos tipos de políticas.

En el sentido más real de la palabra, una noble entre nobles, la mujer más grande.

Poseedora de la brillantez del oro, no podía permitirse que nada manchara a una joya tan perfecta.

Si la comparara a un anillo, Renner sería similar a un diamante enorme de corte perfecto. ¿Entonces qué sería Climb? Él sería las salientes sobre las que descansaba la joya. Incluso ahora, el valor de su ama se encontraba disminuido porque él era deficiente, no podía permitir que la situación empeorara.

Climb no pudo detener el sentimiento cálido creciendo en su pecho mientras pensaba en su ama.

Incluso un creyente devoto en su fe estaría en apuros para eclipsar a Climb en su estado actual.

Después de mirarse fijamente en el espejo durante algún tiempo, Climb, habiendo determinado con convicción que no iba a ser un obstáculo para su ama, asintió con satisfacción y salió de la habitación.