Enojado y lanzando chispas Alejandro con mucha incomodidad me cargo hasta llegar a nuestra base, no necesitaba preguntar, si lo viera como una caricatura su aura serían llamas altas, decidí quedarme callada y ser prácticamente muda, creo que en parte lo agradeció.
Además, ¿Cómo le iba a reclamar?, fue error mío pisar tierra húmeda, además de que el tampoco salió airoso que se diga, porque antes de dormir al Leopardo se llevó su rasguño y eso lo cubrió algo rápido para no atraer más predadores.
Nos llevaron a áreas diferentes, el amigo de tripulación de Alejandro llamado Tomás fue quien lo decidió, sabía que destruiría la enfermería del enojo y eso lo sabía yo también o mejor dicho lo intuía.
Vieron mi pierna y no hubo torcedura como tal, pero si estaba inflamada e hinchada, la vieja técnica de mantequilla con sal para quitar los golpes era santo remedio, también algunas pastillas como calmantes y no forzar mucho la pierna y quien debía cuidarme era el mismo Alejandro, mi cara de *esto se pondrá feo* era más que evidente y Tomas sólo podía reír.
Llegamos rápido al edificio, en las escaleras preferí yo misma ir subiendo, Alejandro ni reclamo, me hizo pensar que tal vez intuía que era mi manera de disculparme, sólo que cometí un error al pensar en ello. Realmente ahora es cuando lo iba a lamentar de verdad y a su vez iba demostrar cuán enojado estaba y no con palabras sino con hechos.
Su forma humilde y caballerosa de que me atenderia en todo lo sería sólo de palabra, hizo una comida que olía rico, pero…. ¿Qué tiene de malo hacerle saber a tu compañero tu punto débil?, técnicamente nada pero para mi sería mucho, me sirvió la comida hirviendo, yo no podía comer platos muy calientes, nada con picante, su arroz con carne no sólo estaba caliente sino algo picante.
Es cierto que tenía hambre, pero no podía comerlo así de caliente, cuando le pedí agua me la dio natural, por lo menos allí no tendría mucho problema, pero para comer y beber tardaría un poco, tuve que esperar un rato para poder comer, cuando quería más agua me la dio extra fría, casi al tomar un sorbo siento que se me congela el cerebro, cuando cenamos esta vez la comida estaba fría, decidí ignorar eso y comer rápido, el vaso de agua con azúcar fue agua con sal.
Decidí no seguir con dicho juego y obligarme a mi misma de hacer todo, cuando quería dormir quitaba la cortina y dejaba la ventana abierta, por un momento decidí ignorarlo pero mi orgullo no me lo permitía, busque otras cortinas y las coloque y cerré por completo la ventana.
Alejandro sabía cómo adelantarse a mis movimientos, en la mañana café con sal, me lo tome furiosa pero cuando quería servirme más al rato, le había puesto demasiada azúcar al punto de ser empalagoso, me enoje y me fui a otro de los cuartos, calme el sabor muy dulce con sorbos de agua algo fría pero sin congelar, preparé mi almuerzo antes de hora y me serví el agua, pero ese juego de enfermero debía acabar si o si.