Cap V
Una lágrima divina.
Año 168 de la sexta era.
Era un día blanco y tranquilo como una taza de leche. Ni una pizca de viento agitaba los árboles de las avenidas y ningún sonido perturbaba la mirada perdida en el asfalto del chico de la capucha negra que observaba sin reacción como pasaban enormes máquinas de acero frente a él. Se encontraban sostenidas por ruedas de un extraño material y con gente en su interior hablando con total tranquilidad, como si fuese lo más común del mundo. Su dedos juguetearon con algo dentro del bolsillo de su capa mientras sus pensamientos divagaban en un millar de direcciones.
-Debes ser de pueblo ¿no es así niño? Asumo que nunca has visto uno de esos- Dijo el bigotudo guardia Aldamerí que continuaba la conversación unilateral que llevaban desde las puertas de la ciudad al mismo tiempo que señalaba con la punta de sus regordetes dedos las filas de automóviles que avanzaban y se detenían ante el cambio de luz de un aparato colgado en los vértices de las calles. -Los ingenieros les dicen un nombre muy complicado sobre hexmahem y motores de explosión pero son máquinas de muerte, te lo digo yo. Hace solo una semana un par de bandas rivales se subieron a esas cosas y se dispararon con cañones de maná por quince cuadras enteras a toda velocidad. Murieron treinta y siete personas en esa avalancha de violencia. El Prefecto expuso que se trató de un ajuste de cuentas entre bandas de los distritos externos… Pero si me preguntas a mi yo diría que se trataba de algo mayor- Expuso el maceteado guardia mientras caminaban por las veredas de la ciudad más grande que jamás hubiese visto Dannir, un pez fuera del agua en todo sentido de la palabra.
La vida como chico de encomiendas en su pueblo natal no era una de lujo y riquezas, todo lo contrario en realidad, pero Danni era consciente de que al menos nunca pasaba hambre. El recuerdo de sus siete hermanos y su hermana siempre lo hacían sentirse muy tibio por dentro, como si estuviese recostado eternamente en la pendiente de un cerro cubierto de césped con la brisa y el sol de la tarde peinándole el cabello. Un automóvil atravesó su línea de visión rápidamente, salpicándole la mugre de una poza cercana y sacándolo de su ensimismamiento de golpe.
-Ten cuidado con la calle, si una de esas cosas te arrolla a toda velocidad serás puré en el suelo, ¿entiendes? Puré- espetó el Guardia de la aduana mientras le ofrecía la mano para que lo acompañase. Danni reparó en el gestó limitándose a quedársele mirando con incredulidad.
-No soy un niño pequeño y le recuerdo que no pedí que me escoltaran- respondió el chico limpiándose el barro de su cabello negro azabache mientras se adelantaba al guardia y caminaba hacia la siguiente cuadra con paso acelerado.
-Supongo que te crees muy bueno para mi ayuda, ¿eh? – vociferó el guardia mientras se apresuraba a alcanzar al chico de la capa. -Bueno pues aquí te va uno bueno. Mírame- El guardia detuvo al chico agarrándolo por el hombro -No estás en cualquiera que sea la aldea de dónde vienes, ¿me entendiste? Lokram es una ciudad peligrosa e inclemente con aquellos que no saben dónde están parados. - habló haciendo énfasis en las últimas palabras señalando al suelo. -Si no tienes donde quedarte esta noche tendrás que volver conmigo a la aduana antes de que anochezca-
-Sogre- dijo Danni con voz monótona mientras intentaba distinguir la prefectura más cercana de entre las cuadras y cuadras de enormes edificios que se alzaban imponentes sobre las veredas de Lokram. El edificio más grande de su ciudad natal no era más alto que el tercio de la estructura más baja que pudo encontrar. "Gigantes" pensó Dannir mientras amargos recuerdos le invadían la mente.
- ¿Qué? – Preguntó el guardia sin entender la respuesta.
-Soy de Sogre, en la punta del fiordo de Nila- respondió el chico de forma automática como lo había hecho cientos de veces en su camino a la gran ciudad. A la mayoría de la gente que se encontró en su viaje le era indiferente que su lugar de origen estuviese conectado a uno de los puertos con mayor actividad comercial del continente, por lo que se acostumbró a bajar sus expectativas a la hora de presentar la caleta de dónde venía.
-Ya veo…-Respondió el guardia mientras se acariciaba el bigote con la mano enguantada al mismo tiempo que el pequeño Aldamerí se aventuraba temerariamente a la calle mientras cruzaban automóviles a toda velocidad en ambos sentidos. - ¡EH!, chico, ¡¿qué demonios estás haciendo?¡ - espetó el guardia intentando no tener un ataque cardíaco.
Dannir se movió con absoluta calma a través de la autopista mientras automóviles de diferentes colores y tamaños doblaban violentamente para esquivar al chico en la calle. Los rugidos de las llantas y los gritos de la gente en las veredas no perturbaban la sanidad mental del delgado joven que, con las manos en el bolsillo de su capa, daba paso tras paso mientras el caos se desenvolvía a su alrededor.
Finalmente Danni llegó al lado contrario de la calle y esperó al obeso guardia que se abría paso entre automóviles parados en la autopista. El chico jugueteó con el contenido de su bolsillo mientras las máquinas de los ciudadanos de Lokram emitían molestos ruidos de trompeta. Los automóviles terminaron replegándose al percatarse de la presencia del uniformado guardia que ahora avanzaba a trompicones hacia el joven Aldamerí con un ceño fruncido que podría hacer reventar la vena que recorría el centro de su frente. Finalmente subió a la acera de un salto y agarró a Danni por los hombros, intentando sacudirle la estupidez de la cabeza.
- ¿Acaso has perdido la cabeza niño? Si uno de esos automóviles te golpeaba serías puré, ¿lo recuerdas? He tenido que despegar gente del pavimento con una pala porque algún imbécil lo aplanó andando a ciento sesenta por una calle residencial- El guardia se detuvo al ver la mirada indiferente que le dedicaba el chico de ojos pardos. -Aunque supongo que los de tu edad creen que nunca nada les pasará ¿no es así? Siempre caminando indiferentes a lo que ocurre en su entorno mientras evitan las miradas de la gente- Dannir dio media vuelta y se acercó a las escaleras del edificio que se alzaba con magnas columnas mármol tan altas como dos casas y tan gruesas como las piernas de un Orionmer adulto.
-Esta es la prefectura. Gracias por su ayuda. Adiós- Espetó Danni fríamente irguiéndose sobre lo alto de la escalera haciendo caso omiso a las quejas del guardia que lo miraba desde la acera.
-Entraré contigo, para que nadie te tome el pelo- dijo el guardia mientras se acercaba al pie de la escalera y conquistaba pesadamente cada escalón.
Danni miró al guardia de arriba abajo mientras removía el contenido de su bolsillo. No parecía un hombre hostil ni portaba un aura mánica. Aparte de la forma en la que jadeaba tras llegar a la cúspide de las escaleras no aparentaba tener malas intenciones.
-Como quieras, pero una vez salga de acá podré irme por mi cuenta, ¿Le parece bien, señor…? – Dijo Danni dejando la pregunta en el aire, sin muchas intenciones de antagonizarle. En realidad estaba aterrado, la ciudad era miles de veces más grande de lo que jamás había imaginado viviendo en su diminuto cuarto de madera con sus hermanos, se sentía verdaderamente fuera de lugar.
-Pavvky- Respondió el guardia entre resoplidos mientras se disponía a abrir la pesada puerta de la prefectura. -Wilhelm Pavvky y sí, te dejaré tranquilo si es que no te echan a la calle como al resto de campesinos que piden audiencias con el Prefecto sin cita previa- contestó con miramiento Pavvky al mismo tiempo que abría las pesadas puertas de madera que separaban el estruendo de la agitada ciudad con el estruendo de la agitada prefectura abierta ante sus ojos. Un corto pasillo de madera oscura con unas pocas plantas interiores y un escritorio vacío desembocaba en una enorme estancia con cerca de una decena de filas de escritorios que cubrían el primer piso de extremo a extremo. La recepción estaba iluminada por múltiples lámparas de hexmahem a diferencia de la oficina, donde se dejaban ver sendas arañas de luz que colgaban de los balcones de los pisos superiores.
Danni intercambió una mirada con el guardia y caminó hacia el frente dispuesto a atravesar el mar de oficinistas que gritaban acaloradamente a los holofonos fijados en sus puestos de trabajo hasta que una figura se le acercó apresuradamente de entre las plantas interiores que decoraban el pasillo. Era una esbelta Patetmer vestida con una falda recta y chaqueta de oficina color caqui, al igual que el resto del personal en la estancia. Una pequeña credencial con su nombre colgaba de la solapa de su chaqueta.
-Buenos días, mi nombre es Alerbitai, pero pueden decirme Ale. Díganme, ¿En qué puedo ayudarles? – Dijo educadamente la joven mientras se acercaba a Dannir y Pavvky y los miraba de pies a cabeza. De un momento a otro, su ojo derecho se iluminó de un rosado eléctrico. -Un momento, dígamelo después de la inspección por favor- Interpuso Alerbitai antes de que nadie pudiese responder nada.
La chica se acercó a Pavvky -Soy guardia de la puerta oeste, no te preocupes por mí, chiquilla, estoy escoltando a este jovencito para evitar que cause algún accidente automovilístico, o se meta en problemas- espetó el guardia mientras ponía sus manos sobre su cabeza y dejaba que la oficinista lo revisara. Conocía los procedimientos de la prefectura, a la perfección por la cantidad de veces que había tenido que dejar algún delincuente en particular a los pies del Prefecto, quien disfrutaba escuchando su propia voz al dictaminar la sentencia.
-Vaya, parece que tenemos a alguien problemático en nuestras manos- comentó Ale mientras se acercaba a Danni y lo rodeaba con la mirada, observándolo desde arriba con su ojo mánico. Dannir no respondió, lo único que necesitaba era llegar con la persona a cargo y su misión estaría completada. O al menos, eso creía él.
- ¿Podrías mostrarme lo que tienes en tus manos? – Preguntó la oficinista en tono amable al completar su análisis.
Danni dudó por un segundo pero terminó haciendo caso a la Patetmer y procedió a remover su puño del bolsillo de la capa para abrirlo frente a los ojos de la mujer. En la palma de su mano, una minúscula y gastada moneda de bronce descansaba sobre la palma pálida del joven Aldamerí. – ¿Hay algún problema? – Preguntó Dannir intentando no mostrarse nervioso.
El ojo mánico de la oficinista se apagó al mismo tiempo que la chica cogía la moneda de la mano de Danni y la acercaba a su cara para observarla directamente con sus almendrados.
-Hmmmm, ¿qué tenemos aquí? – preguntó Alerbitai sosteniendo la moneda con su pulgar e índice en frente de la cara de Danni.
Danni observó la ficha detenidamente como si estuviese buscando imperfecciones en ella. En realidad, él sabía que no había manera en la que la oficinista encontrase algo sospechoso en ella.
Era una pequeña pieza de bronce con un diez labrado junto a una ballesta en una cara y el rostro de alguna figura importante borrado por el uso en la otra. -Pues una moneda… de diez… algos. Doblones, dromos ¿qué se yo? – contestó el chico finalmente.
- ¿Nada más te llama la atención jovencito? – Inquirió la joven Patetmer mientras señalaba con su uña un pequeño texto bajo el rostro esmerilado en la moneda. Danni no respondió. -Significa "hecha en Konarium" No sé tú pero yo no he oído de ningún país o federación con ese nombre- Espetó Ale mientras le devolvía la moneda haciéndola girar a través del aire. Podría haber jurado que sintió la presencia de maná palpitante en ella.
A la joven recepcionista no le molestaba en demasía, los trabajadores y clientes de la prefectura intentaban meter objetos encantados todo el tiempo, por lo que se había acostumbrado a requisar todo tipo de contrabando. Muy para la sorpresa de Alerbitai, al inspeccionar nuevamente de cerca la moneda no encontró nada que la diferenciase de un penique de bronce común y corriente. Aparte del extraño país de procedencia y pues como no había nada más que recalcar de la moneda decidió dejarla pasar de todas formas, sin saber el impacto que ese diminuto pedazo de divisa tendría en el mundo en los siglos siguientes.
Danni atrapó la moneda sin esfuerzo con su mano diestra y la volteó sobre su siniestra. -Cara- musitó el chico guardando una vez más la moneda en el bolsillo de su capa donde pertenecía. La oficinista le devolvió una sonrisa amable.
-Entonces, ¿En qué puedo ayudarlos? – Preguntó Ale mientras cruzaba sus palmas por encima de sus piernas.
-Pues verás, este joven se adjudicó con un documento firmado por el alcalde de su pueblo en el que pide una audiencia a través de él mismo- se apresuró a responder el guardia.
-Tengo un nombre, ¿sabes? – Espetó Danni alzando la voz y dirigiéndose a la oficinista -Me llamo Dannir Wutoz y vengo desde Sogre con un mensaje del alcalde Rogger Éstival que sólo puedo entregar al Prefecto en persona- dijo el chico hablando con voz lo más seria posible intentando disimular el hecho de que había estado ensayando esa frase cada minuto de su viaje hacia la gran ciudad, lo cual eran muchos minutos, pues le había tomado dos semanas enteras en asno, caballo, bote y a pie para llegar a la mítica "ciudad amurallada". Para Danni, lo más decepcionante era que no se había encontrado con ninguna gran muralla aparte de la de los edificios, lo que realmente le molestaba por alguna razón.
Alerbitai se sobresaltó disimuladamente y arqueó una ceja con repentino interés. - ¿En persona dices? – La oficinista miraba a Danni como si se acabase de encontrar con un fantasma, moviéndose apresuradamente al escritorio a sus espaldas después de salir de su ensimismamiento momentáneo. La joven se disculpó y se abalanzó sobre el holofono adosado al mueble y comenzó a musitarle unas palabras demasiado lejos como para que Dannir o Pavvky pudiesen oír.
- Parece que alguien tomó mucho café esta mañana, ¿no es así chico? – dijo el guardia mientras se reía de su propio chiste.
Danni le dedicó una corta mirada y se fijó en la Patetmer que ahora gruñía impaciente ante el holofono mientras les dedicaba miradas por encima del hombro ocasionalmente. Finalmente decidió por acercársele y logró dilucidar frases a medida que iba acortando la distancia con la chica "…Voy a cortarte en tantos pedazos…", "…Me debes esto maldito hijo de p-…" y "…Lo siento jefe no sabía que era usted…"
Alerbitai finalmente asintió con presteza y colgó el holofono de un golpe. Después de rápidamente poner en orden su cabello y chaqueta se dio la vuelta para encontrarse con la escueta figura del joven Aldamerí que le dedicaba una mirada inquieta con los mismos ojos pardos que había visto tantas veces en un sueño recurrente que la visitaba en las noches.
No recordaba el sueño completo, pues olvidaba la mayoría a los segundos de despertar, sin embargo, recordaba lo suficiente como para saber que no era un sueño cualquiera. En él un oso y un gato entran a una parroquia destrozada donde una niña pequeña con ojos almendrados los recibía. Aunque no fuese una mujer supersticiosa, Alerbitai había aprendido a hacer caso a los sueños y pesadillas que ella creyese que significaran algo, pues a lo largo de su vida había experimentado en contadas ocasiones cómo los sucesos que presenciaba en el mundo onírico se manifestaban en la realidad, a veces de forma implícita más que explicita, pero ella siempre sabía diferenciarlos.
No era algo que le ocurriese con frecuencia, aunque consideraba que tenía algo que ver con su habilidad para ver a través de la gente. Además, le parecía demasiado extraño que el chico Aldamerí haya pronunciado exactamente las mismas palabras que musitaba el gato en sus sueños.
- ¿Está todo bien? – inquirió Danni haciendo caso omiso a la forma en la que la oficinista lo miraba. -Me gustaría hablar con el prefecto ahora, de ser posible-
-Oye chico, esto no es tan simple. Las citas con el prefecto no se obtienen así nada más, aunque cuentes con una carta firmada por el alcalde de tu comuna, pueden pasar semanas e incluso meses antes de que obtengas unos minutos con él- expuso el guardia antes de que Alerbitai pudiese responder.
-De hecho, el señor Wutoz puede entrar con el Prefecto tan pronto como salga de la reunión en la que se encuentra- expuso Ale con una amplia sonrisa de atención al cliente, obviando mencionar la bizarra razón porqué.
El rostro de Wilhelm se contorsionó en una mueca de amarga equivocación y extrañeza mientras le dirigía a Danni sus humildes disculpas. - ¿Y cuándo sería eso, Ale? – preguntó el guardia recuperando su compostura.
-No me es fácil estimar cuanto pueda demorarse el señor Adriksen. He oído de reuniones legendarias en las que estuvo encerrado en su oficina semanas enteras. Aunque también he podido presenciar como despacha visitantes en menos de un minuto sin ni siquiera dirigirles palabra- respondió Ale alegando ignorancia.
Danni jugueteó con la diminuta moneda en su bolsillo al mismo tiempo que buscaba una manera de evadir la escrutadora mirada de la Patetmer. El gentil codazo de Pavvky le hizo saber que avanzaría hasta los asientos fuera del despacho del prefecto, al otro lado del mar de trajes caquis y maldiciones, por lo que el joven Aldamerí despidió a Alerbitai con la mirada y se dispuso a seguir los bamboleantes pasos del guardia de la aduana.
El murmullo de una agitada discusión podía oírse desde la sala de espera fuera del despacho del Prefecto al mismo tiempo que Danni y Pavvky tomaban asiento en los enmohecidos cojines del solitario sillón que les permitía tener una vista panorámica más amplia de la prefectura. El suelo de madera crujía bajo la cacofonía de pisadas y sillas deslizándose sobre su amplia extensión mientras diminutas nubes flotaban en el espacio central que conectaba todos los pisos del alto edificio amarfilado.
Aunque Danni llevara menos de un día en la gran ciudad ya había presenciado mucho más de lo que esperaba al emprender el largo viaje a través de Ebion. Tuvo que cabalgar a través de las ardientes calles de Zelzibar y atravesar las llanuras Patet para utilizar el único paso que le permitía evadir el bosque Koboi, donde temía perderse entre los interminables árboles, lianas y creaturas que habitaban la densidad de la selva.
-Recuerdo la primera vez que tuve que venir acá- expresó el guardia mientras entrelazaba sus dedos sobre su panza y descansaba la totalidad de su peso sobre el sillón -Era un semental de veintitrés años de edad recién egresado de la escuela de suboficiales. En ese entonces me conocían como "Wilhelm el mahoi", porque hacía magia a la hora de resolver casos- Desvió la mirada para verificar si captaba la atención del chico. Para su sorpresa, Danni si parecía escucharle aunque su mirada parecía reparar en cada pequeña cosa en la estancia.
-En fin- Prosiguió Pavvky -Era una tarde lluviosa y justo había tenido que ir al parque Graymoore a constatar lesiones de cinco pandilleros que fueron encontrados fuera de combate y con numerosos huesos rotos a eso de las cinco de la mañana. Cuando entrevisté al Aldamerí que los encontró me contó que se había escondido en un arbusto cuando empezó la pelea y que había sido capaz de observarlo todo a través de las hojas- La voz de Wilhelm, claramente impostada, relataba la historia con teatralidad, entregándole a cada palabra un tono de misterio y tensión -Pues me acerqué a él y lo agarré de las solapas de su chaqueta exigiéndole que me contara todo. Las palabras que salieron de su boca eran irreales, casi demenciales en realidad. Un agente cualquiera hubiese sobreseído las habladurías del hombre y lo hubiese dado por loco sin pensarlo dos veces, sin embargo, yo no era un agente cualquiera y me decidí a seguir la pista que me habían facilitado- Los ojos de Pavvky brillaban de entusiasmo, Danni no lo sabía, pero esta era la historia estrella por la que era conocido el humilde guardia de aduana. Sus familiares y amigos ya estaban hartos de ella, pero Wilhelm no podía saciarse de la reacción que generaba en la gente, especialmente en los niños. Era su último recurso para poder entender algo mejor a Danni, asumiendo que fuese capaz de alguna reacción.
-El testigo me habló de un único hombre con cabello largo y oscuro que arrasó con unos hombres que intentaron asaltarlo uno por uno con nada más que sus puños. Dijo que la pelea no duró más de un minuto y que se escondió apenas inició la balacera. Cuando se asomó nuevamente el hombre se marchaba a paso lento hacia el distrito pesquero como si nada hubiese pasado, dejando una pila de cuerpos malheridos detrás de él, aunque ninguno de ellos con herida de bala- El guardia se detuvo por un segundo al dejar de escuchar los gritos provenientes del despacho en la esperanza de que la reunión llegase a su fin, más se vio decepcionado cuando fueron resumidos solo segundos después.
-Cómo te decía, seguí la pista del hombre y me dirigí al distrito que da directamente con el mar Taumico, en caso de que el perpetrador intentase escapar en un bote. Junto con mi equipo de búsqueda revisamos cada contenedor de cada bodega del área hasta encontrar a nuestro sospechoso sentado leyendo una revista en un cobertizo para embarcaciones. El tipo estaba cubierto en sangre de pies a cabeza y tenía unos tatuajes muy peculiares gravados en sus brazos oscuros- La mirada de Pavvky se perdía en la profundidad de sus recuerdos y su expresión cambió una de un hombre que ha visto demasiado en su vida -Nunca olvidaré la mirada de ese animal. Se entregó sin oponer resistencia alguna y se dejó llevar a la prefectura más cercana, es decir, ésta. Hago énfasis en "dejó llevar" porque si hubiésemos sabido quien era realmente jamás lo habríamos traído cerca del Prefecto- miró a Danni directamente a los ojos. -Cuando entré a la prefectura con el hombre bajo mis grilletes todos los oficiales vitoreaban mi gran logro. Por un momento pensé que ésa era mi oportunidad para subir a la cima, un pasaje gratis a seguridad nacional… hasta que la tragedia atacó -El rostro del guardia se endureció y de su voz salieron palabras roncas y graves, manchadas de arrepentimiento. Danni no podía contener el interés y dándose vuelta sobre su asiento escuchaba ansiosamente el relato de Pavvky.
-Cuando lo llevé donde el Prefecto éste me esperaba con una mirada de aprobación y serenidad, lo que se consideraba un gran logro viniendo de un prefecto como el de aquel entonces, Markus Ellsworth. Sin embargo, al prisionero no parecía importarle lo orgulloso que el prefecto pudiese estar de mi o la dureza de los grilletes que lo contenían, pues de un rápido movimiento logró zafarse de sus ataduras y agarrar a la autoridad máxima del distrito del cuello, sólo para hacerlo pedazos con sus gruesos y retorcidos brazos- El rostro de Danni se iluminó de asombro. Pavvky sonrió para sus adentros, la violencia siempre parecía fascinar a los niños.
- ¿Lo pudieron matar? – inquirió Danni antes de que Pavvky pudiese continuar.
-Lamentablemente, no. Pulverizó un par más de mis guardias y luego huyó haciendo un enorme agujero en la pared mientras descargábamos un mar de disparos sobre su espalda. Lo último que supimos de él es que escapó por la compuerta norte en dirección a Asfaan, lo que nos alivió, en realidad- Justo cuando Wilhelm terminaba de contar su historia las puertas del despacho se abrieron de par en par dejando pasar a un molesto y fornido Cornibusmer que rengueaba con presteza camino a la salida.
- ¡No olvide el formulario de invocaciones para el próximo mes, señor Torenn! – Exclamó una joven Aldamerí al asomarse por el umbral de la puerta. Sus bifocales estaban torcidos y un cintillo en su coronilla impedía que su lacio y rubio cabello cayese sobre su rostro. Aunque el simple atavío de oficina color caqui fuese el mismo para todos los empleados, la delicada complexión de la secretaria le permitía lucir la prenda como si se tratase de una usada por la más alta realeza del continente. La chica le dirigió una mirada rápida a Danni y se volvió sobre su lugar para cerrar la puerta tras de sí.
Dannir y Pavvky se miraron el uno al otro y antes de que nadie pudiese decir nada las puertas del despacho volvieron a abrirse, aunque esta vez para que atravesase el umbral una mujer Aldamerí de largo y liso cabello castaño cubierto por un sombrero vaquero negro, adicionalmente, de entre las comisuras de la corta capa que llevaba podían entreverse sendos cañones de maná que colgaban de un cinturón cargado de cartuchos CAD en su cintura.
-Pues nos veremos el mes que viene. Cuídate Heely- Musitó la artificiera antes de darse la vuelta y seguir los pasos del Cornibusmer que ahora luchaba contra la puerta de entrada después de cruzar brevemente su mirada con la de Danni.
-Tú también Enid…- Respondió Heely para sí misma, sabiendo que la pistolera ya no podía oírla. Volteó la mirada al guardia y el joven que lo acompañaba. -Buenos días, señor Pavvky, ¿Nos trae otro criminal endurecido el día de hoy? ¿o quizás algún traficante de cristal del distrito metalúrgico? –
El guardia rio con animosidad pero recuperó la compostura al cruzar la mirada con Danni, quien lo miraba sin una pisca de humor en su semblante. -Pues no esta vez querida Heely, te traigo algo mejor- espetó Pavvky poniéndose de pie y señalando al joven Aldamerí sentado en el sillón. -Un chico con una nota del alcalde de Sogre y una moneda de coleccionista desgastada- La secretaria le devolvió una mirada interrogante. -Si… Admito que sonaba mejor en mi cabeza. Pues te tengo al joven Wutoz acá con una noticia que sólo puede decirle al Prefecto en persona, o al menos eso me dice él. ¿No es así, chico? –
-En persona- Respondió Danni entablando contacto visual a través de los lentes de la chica Aldamerí.
Heely le dedicó una sonrisa comprensiva y los invito a entrar con palabras cordiales mientras cerraba la puerta detrás de ellos. De manera inmediata, la mente de Danni fue invadida por una sensación de pequeñez tan extrema que le hizo sorprenderse de haber llegado a Lokram en una pieza en primer lugar. Una amplia habitación de madera tan alta como una iglesia se abría ante él. La bóveda en la cumbre del techo se veía difusamente de entre las múltiples lámparas de aceite flotantes que oscilaban suavemente en lo alto del cielo, cual estrellas en la oscuridad de la noche.
Las paredes cubiertas por planchas de madera estaban escondidas detrás de la numerosa colección de estanterías que subían casi tan alto como el techo mismo, lo que le otorgaba una apariencia de biblioteca más que la de un despacho de un servidor público. Un solitario escritorio comparable con el trono de un monarca destacaba a unos metros de una larga mesa de reuniones que limitaba lateralmente con una chimenea de hexmahem de ladrillo.
Una íngrima silueta podía ser vista removiendo cansadamente unos papeles en su escritorio. El primer instinto de Danni fue acercarse pero la pesada mano de Pavvky impidió que pudiese avanzar un paso más.
-Señor Adriksen, su siguiente cita está aquí- Dijo la joven secretaria adelantándose a Danni y Pavvky.
El despacho era gigantesco a los ojos de Danni, la altura del techo por si sola ya era tres veces mayor que el granero más grande que tenía su familia en Sogre, sin embargo, la densa atmósfera les gritaba a sus sentidos que desconfiase. Sostuvo la moneda con fuerza dentro de su bolsillo.
-No se supone que tenga una cita hasta las cinco- Replicó una voz rasposa de entre las sombras que proyectaban las lámparas flotantes. La silueta levantó un brazo cubierto por una oscura túnica y abrió la palma como hace alguien al saludar a un desconocido para dejar que uno de los faroles que levitaban perezosamente en el aire fuera a posarse entre los dedos del barbudo y canoso pelirrojo que miraba a sus imprevistos visitantes con ojos de pocos amigos.
-Me refiero a la que le "sugirió" la señorita Alerbitai minutos antes de que terminase su reunión con el señor Torennber, señor- El hombre pobremente iluminado asintió de forma cansina después de dejar la lampara sobre su escritorio y buscar entre las pilas de documentos y actas un encendedor plateado.
La joven Aldamerí les hizo un ademán de acercarse al chico y su escolta, quienes se adelantaron a través de una nube espesa de tabaco que hacía mantener los ojos abiertos una hazaña realizable sólo por los más curtidos. Una pipa de madera labrada podía ser vista rebosante de humo sobre el escritorio del prefecto.
Wilhelm resopló sin esfuerzo al sentir el tabaco inundar sus pulmones y se dirigió al Prefecto con ceño fruncido. -No creo que sea necesario hacer eso con el chico, Herric- Espetó Pavvky con voz grave dirigiéndole un vistazo a la pipa que soltaba un denso humo a la habitación.
El pesado brazo del Prefecto cogió la pipa sin decir palabra y después de una contundente inhalada dejó caer una bocanada de humo de forma directa sobre Danni, envolviendo en su totalidad su diminuto cuerpo.
El espeso humo de la pipa era de un denso gris oscuro que parecía tener vida propia mientras subía y bajaba por las extremidades del chico, como si estuviese recorriendo lo más profundo de su cuerpo mientras sus pulmones eran inundados de un humor pesado. Finalmente la nube de acre y tabaco se detuvo y se desvaneció en el aire del despacho como si nunca hubiese existido. Danni tosió suavemente el humo acumulado en sus pulmones al mismo tiempo que Pavvky le golpeaba suavemente la espalda para sacudir la ceniza de su capa.
-Lo siento por eso, Joven Aldamerí, es el protocolo contra maldiciones de la prefectura, espero no haya sido muy enajenante para ti ¿Cuál dices que es tu nombre? – Inquirió con soltura Adriksen al ver al chico recuperar la compostura.
-Dannir Wutoz, señor. Y no se preocupe, el humo ya no me molesta después de pasar una semana viajando con Icantianos, señor- Respondió Danni haciendo un esfuerzo extra por hablar lo más educado posible. Era cierto el tiempo que había pasado compartiendo hogueras con la gente de Icante no había pasado en vano en absoluto por lo que no era difícil verse hablando con sus mismos manierismos y jergas tan contagiosas, como lo era hablar con un tono melódico en el fondo de cada palabra o usar excesivas groserías al comunicarse entre pares. Sin mencionar las insanas cantidades de tabaco que consumen.
-Relájese señor Wutoz, no es necesaria tanta formalidad. Siempre tengo tiempo para jóvenes de la comunidad que aparecen en los sueños de mi recepcionista… aparentemente. Ahora cuénteme que ocurre, mi tiempo es valioso- Expresó el Prefecto mientras rascaba la punta de su barba roja como las hojas en otoño.
Aunque Sogre se encontraba a cientos de kilómetros de Lokram y en estricto rigor dentro del dominio de Radiam, todo asunto burocrático oficial era dirigido a la ciudad de Lokram, en parte por el diminuto tamaño del pueblo costero y su reducida población pero en mayor parte debido al ferviente desagrado que tenían los habitantes de Radiam por los individuos pobres y sin maná, los cuales abundaban en sobremanera en el lugar de origen de Danni.
Escuchar al prefecto de una gran ciudad referirse a su hogar como parte de la comunidad de Lokram hacía que Danni se llenase de una sensación que creía era imposible para él. Sentía orgullo por su pueblo natal -Exacto… Soy de la comunidad… Sin embargo, lo que le he traído el día de hoy a su despacho podría significar el fin de toda la vida en Ebion como la conocemos- Argumentó Danni mientras colocaba ambas palmas sobre el escritorio del prefecto, acercándose lo más posible a la cara de Adriksen de forma que los hundidos ojos grises del anciano no escapasen la mirada escrutadora del chico.
El prefecto alzó una ceja con escepticismo - ¿El fin de la vida en el Ether como la conocemos, dices? Vaya que eres bueno para traerme personajes pintorescos, Wilhelm- Bromeó Adriksen al ver la mirada anonadada que el guardia le dirigía al chico.
- ¿Joven Aldamerí? – Inquirió Pavvky antes de que Danni pudiese continuar - ¿Es esto alguna especie de broma? - La voz del guardia titubeaba al enfrentarse a la posibilidad de haber traído a un loco a la oficina de su jefe.
-No es ninguna broma, señor Pavvky. No hubiese viajado miles de kilómetros solo para hacerle perder el tiempo. Prefecto, por favor déjeme explicarle- Danni busco en lo profundo de los bolsillos de su capa como lo había hecho cientos de veces durante el trayecto hasta Lokram y extrajo la diminuta moneda que lo había empezado todo.
-Verá usted, hace cerca de tres semanas nos encontrábamos mis hermanos y yo en los bosques más allá de los límites de nuestra granja recolectando bayas, huevos, raíces y todo lo que pudiésemos encontrar la verdad- explicó Danni colocando la moneda sobre uno de los papeles del escritorio, a la vista de Adriksen, quien no parecía impresionado por un ajado pedazo de bronce.
-Nuestra recolección iba fatal y apenas tropezábamos con uno o dos setos escasamente cargados de fruta o alguna raíz demasiado podrida como para comer. Nadie de nosotros era lo suficientemente mayor como para cazar por lo que si queríamos volver a casa sin las manos vacías debíamos adentrarnos aún más en el bosque, más lejos de lo que nadie de nosotros había ido jamás-
La mirada que Adriksen clavaba sobre Danni le recordaba a la que su abuelo le dedicaba cuando demoraba mucho arriando las ovejas o cuando olvidaba las herramientas en el campo abierto. Conocía esa mirada muy bien. La paciencia no era eterna. -Estaba anocheciendo y aunque nuestros bolsillos tenían más que suficiente como para volver a casa con un buen dote yo no podía apartar la vista de un nido de Aguicruz en lo alto de una rama, por lo que decidí hacer una última escalada antes de volver a casa. Al llegar a una altura suficiente pude inspeccionar el nido más de cerca, lo que me permitió ver que, aunque parecía recientemente habitado, no contenía ningún huevo en su interior, por lo que no vi razones para quedarme en el árbol. Fue ahí cuando lo escuché- explicó Danni dejando un espacio para que el Prefecto planteara alguna duda, cosa que no ocurrió. Por otro lado, Pavvky había aprovechado la breve intromisión para descansar su voluminoso cuerpo en uno de los diminutos taburetes que adornaban las faldas de las estanterías más cercanas al escritorio.
-Una voz… quiero decir- Aclaró Danni -Antes de que pudiese seguir bajando escuché el eco de una voz vívidamente en mi oído, lo que casi me hizo perder el equilibrio del susto-
- ¿Entendiste lo que te dijo, o eran solo garabatos sin sentido? – preguntó Pavvky de forma amistosa, empleando el mismo tono que todos los adultos alrededor suyo le dedicaban cuando se dirigían a él, como si fuera estúpido o sordo.
-Escuché una frase completa, pero solo entendí "vuelve", o eso creo al menos. No sé cómo explicarlo, pero sentía que las palabras estaban retorcidas de alguna forma. Sabía que no podía ser la voz de ninguno de mis hermanos, por lo que volví a revisar el nido de Aguicruz, sólo para encontrar que ya no estaba vacío- Espetó Danni con seriedad, señalando la pieza de bronce que reposaba sobre el papeleo de Adriksen.
-Intenté no darle mucha importancia en el camino de vuelta a la granja pero la extraña moneda me ardía la curiosidad de tal manera que no logré conciliar el sueño esa noche intentando volver a escuchar la voz. La que lamentablemente no volví a oír, al menos no de forma consiente- Danni volteó hacia Pavvky antes de que pudiese decir nada -Volví a escuchar la voz en sueños, únicamente que esta vez era mucho más clara y podía mantener conversaciones enteras con ella-
- ¿De que hablaban? - Preguntó el guardia mientras apoyaba sus codos en sus piernas e inclinaba su voluminoso cuerpo hacia adelante, haciendo crujir la madera del taburete que lo sostenía.
-No tengo idea. Recuerdo la sensación de la conversación pero no puedo recordar de que hablábamos- Respondió Danni algo desilusionado. -Sólo recuerdo despertar cubierto en sudor frío mientras el olor metálico de la moneda entre mis dedos impregnaba todo a mi alrededor y me hacía sentir esta compulsión horrible por hacerla girar, lo que obviamente hice- Manifestó el chico con voz grave.
El prefecto no parecía sorprendido por el relato del chico en absoluto, es más, su expresión había cambiado a una de profundo escepticismo mientras ojeaba la diminuta moneda y el diminuto Aldamerí que se plantaban frente a él. -Por favor, continúa. No veo la hora de conocer el fascinante desenlace que tiene tu historia- comentó Adriksen con sarcasmo mientras tomaba el pedazo de divisa de su escritorio, dándole un vistazo aún más profundo que el que el humo de su tabaco podía darle.
Danni resopló- No me cree, ¿verdad? Nadie lo hace al principio- expresó el chico mientras extendía su mano abierta hacia Adriksen, pidiendo lo que era suyo devuelta.
-Pues no me das mucho en que creer, joven Wutoz. Historias fantásticas de dudosa procedencia junto con "temibles consecuencias" suelen ser recetas para algún tipo de estafa- respondió el añejado prefecto al mismo tiempo que devolvía la moneda y echaba un vistazo al reloj plateado que tenía en su muñeca. -Tu tiempo se ha acabado, lo lamento pero tengo otras citas que atender- Adriksen se puso de pie de un salto y comenzó a caminar en dirección al escritorio de su asistente al otro lado del despacho, dándole la espalda a Danni y sus historias -Heely, cielo, ¿ya llegó mi cita de las…-
- ¡Espere un segundo por favor! Puedo probarlo… - exclamó Danni antes de que Adriksen pudiese terminar de vociferarle a su secretaria, deteniéndolo sobre la marcha. Al mismo tiempo, los pálidos y torpes dedos del chico intentaban hacer girar la diminuta moneda de bronce sobre el escritorio del prefecto de la misma manera en la que uno hace girar un trompo, lo que le resultaba especialmente difícil por la cantidad de papeles y libros sobre la superficie del mueble.
Adriksen agarró la muñeca de Danni con fuerza antes de que pudiese conseguir un giro ideal, lo que provocó que la moneda cayese y rodase por el suelo de madera, lejos de manos Mer. -Ya te he dicho que no. No puedo perder minutos de mi tiempo en disparates de un crio. Tendré que reprender a Alerbitai por salirme con este tipo de mierda tan temprano, a Heely por hacerte pasar y a Pavvky por traerte ante mi- espetó Adriksen con enfado mientras arrastraba a Danni a la puerta del despacho, despotricando sobre la ineficiencia de sus empleados en cada paso del trayecto.
Sin que nadie en la habitación lo supiera, la moneda había rodado por el suelo hasta llegar a una pequeña hendidura entre dos tablas de madera, donde debido al desnivel comenzó a girar por si sola sin ningún papel o libro que perturbase su rotación. Al mismo tiempo, Danni forcejeaba para intentar librarse del agarre de Adriksen pero su menudo cuerpo de catorce años apenas podía ralentizar el avance de las pesadas piernas del Prefecto.
Pavvky se apresuró a intentar separarlos con sus corpulentos brazos pero nada de lo que hiciese o saliese de su boca hacía ceder el agarre del burócrata sobre Danni. Entre gruñidos y forcejeos logró encontrar la mirada cabreada de Adriksen donde sus ojos grises y chisporroteantes de maná le indicaban que no estaba jugando. En un abrir y cerrar de ojos un mahem oscuro y vaporeo comenzó a materializarse en torno al brazo del prefecto, dándole un aspecto de muy pocos amigos a su ya pétreo rostro, congelando en el proceso la mirada de Danni en una de impotencia.
- ¡No lo hagas Herric! – espetó el guardia al mismo tiempo que era apartado de un empujón por el brazo no cubierto de mahem de Adriksen, haciéndole caer de culo sobre el piso de madera. La mente del guardia no desperdició un segundo mientras maquinaba un final diferente para esta terrible situación. Sabía que sus pesadas piernas demorarían demasiado en ponerlo de pie como para que pudiese impedir que el Prefecto castigase a Danni con la extensión completa de sus temibles técnicas de hechicería por lo que buscó con la mirada a la joven Heely, secretaria de Adriksen, con la esperanza de que pudiese saltar al rescate del pequeño Aldamerí en su lugar.
Para suerte de Pavvky la joven secretaria llegaba oportunamente a la escena, convocada por el estruendo de la pelea y el balanceo de las estanterías al ser golpeadas por los cuerpos que se azotaban contra ellas. Sin embargo, antes de que el guardia pudiese musitar cualquier palabra de ayuda algo en el rostro de la chica cambió de forma repentina y soltó un grito de sobresalto. Sus mirada antes enfocada en la lucha entre el joven Aldamerí y el prefecto se había desviado completamente a un punto justo detrás de Wilhelm, quien estaba sentado sobre su trasero sin idea de lo que transcurría a sus espaldas, lo que también llamó la atención de Danni y Adriksen.
Sin ni un momento que perder Pavvky volteó la mirada preparado para horrorizarse ante alguna creatura demoniaca como las que aparecían en los periódicos vespertinos del distrito, sin embargo, y aunque no se tratase de ningún tipo de creatura extradimensional, lo que se encontró frente a sus ojos lo descolocó de igual manera. Un orbe de luz blanca se elevaba del suelo mientras corrientes de aire manaban de su núcleo, dispersando papeles sueltos por todo el despacho.
- ¡Pero si apenas es una luz de ampolleta! – expresó el guardia con tono jocoso, segundos antes de ser golpeado por una corriente particularmente fuerte de viento que a medida que impactaba las estanterías hacía llover decenas de libros sobre sus cabezas. Pavvky alcanzó a cubrir su rostro con sus brazos y se preparó para resistir el impacto de los kilos de celulosa que caerían sobre él, pero el golpe nunca llegó. En cambio, notó como una etérea plancha de mahem grisáceo cubría su cabeza y la del resto de los presentes. Los pies del guardia por fin le respondieron y fue capaz de ponerse de pie y acercarse a Adriksen, quien ahora retraía su maná para que los libros cayesen suavemente sobre el parqué sin riesgo de herir a nadie ni maltratar las tapas de sus preciados tomos.
- ¿A quién rayos has traído a mi oficina, Wilhelm? – Espetó el prefecto sin quitar la vista del orbe flotante. Al mismo tiempo, Danni se encontraba libre y de pie junto a él con la sonrisa más orgullosa que su rostro pudiese esbozar.
-Le dije que era verdad, señor Prefecto, no mentiría sobre algo como esto- respondió Danni al mismo tiempo que comenzaba a caminar hacia la luz que flotaba sobre el estar del despacho empuñando un semblante de determinación absoluta. -Ahora acérquense, está por empezar- dijo el chico haciendo ademán con las manos.
Adriksen intercambió una mirada cómplice con Heely, quien enseguida entendió sus intenciones y se dirigió a paso apresurado al escritorio del Prefecto mientras él acompañaba a Danni y Pavvky al centro del estar, donde un orbe de tamaño cada vez mayor levitaba sobre sus cabezas.
Sin previo aviso, comenzaron a manifestarse sombras y luces difusas sobre las paredes y superficies de la estancia. Pasados unos segundos, la nitidez de las proyecciones aumentó a tal nivel que costaba diferenciarlas con los muebles y escritorios del despacho.
-Qué… cojones es esto…- rumoreó Pavvky boquiabierto.
Alrededor de aquellos bajo el orbe de luz se alzaba un vasto y fértil valle mediterráneo rodeado de tierras de cultivo y viñedos que puestos en contraste con las altas cadenas montañosas que adornaban la periferia daban la impresión de formar el centro del mundo mismo.
-Es increíble, ¿no? Yo pensé que me había muerto cuando la hice girar la primera vez- comentó Danni mientras se dejaba bañar por las corrientes de aire que mezcladas con las vistas daban la sensación de provenir de las mismísimas montañas.
El guardia de aduana se acercó con curiosidad a una rama cercana del viñedo rebosante de uva roja donde examinó detalladamente uno de los racimos más cercanos. Para su asombro, la resolución de las proyecciones frente a él excedía con creces cualquiera que hubiese visto antes, llegando incluso a ver diminutas hormigas caminando entre las frutas.
-Algo extraño sucede con estas proyecciones, es casi como si fuesen…reales- comentó Pavvky con extrañeza al mismo tiempo que se ponía en cuclillas para un vistazo más de cerca.
Por muy escéptico que haya querido mantenerse el Prefecto, no podía evitar contener su asombro, esa minúscula moneda de bronce había invocado una ilusión del más alto nivel en su propia oficina. Aunque lo que realmente lo impresionaba era el hecho de que ni la moneda ni el niño que la portaba tenían una pizca de maná en su interior al examinarlos. Un escalofrío recorrió su espalda, provocando que voltease con presteza la cabeza.
-Ahora viene la parte importante, intenten no perder la cabeza- Espetó el joven Aldamerí mientras miraba el horizonte en la misma dirección que el prefecto. Una bandada de treiles pasó a escasos metros de sus cabezas y de un momento para otro el cielo comenzó a cambiar de color. Lo que inicialmente parecían lenguas de fuego producto de un atardecer común se convirtieron en llagas rojas como la sangre que partían el cielo en todas las direcciones.
-Q-Qué demonios…- musitó Pavvky poniéndose de pie a la vez que de una de las heridas en el cielo emergía una mano enorme que se retorcía en diferente ángulos intentando alcanzar el suelo. Antes de que pudiese siquiera intentar comprender el horror frente a sus ojos varias otras franjas en el cielo comenzaron a manifestar diversas extremidades, cada una con su propio vaivén grotesco y característico.
La admiración colectiva por las proyecciones se vio brevemente interrumpida por la joven secretaria que caminaba hacia ellos con una mirada que reflejaba perfectamente lo raro de la situación, además de portar un extraño aparato rosado con muchos tentáculos entre sus manos, el cual entrego con presteza a prefecto absorto en las curiosas proyecciones que decoraban su oficina.
-Es verdaderamente…Magnifico…- expuso el Prefecto al mismo tiempo que apuntaba uno de los apéndices del artefacto hacia las proyecciones como quien sostiene un fusil, dejando salir un leve zumbido al presionar el gatillo aparentemente escondido entre las filas de tentáculos.
De forma súbita una de las llagas en el cielo rojo comenzó a parir un rostro humanoide con los ojos completamente en blanco y con una mirada extraviada en la nada que serviría de combustible de pesadillas para todo aquel que fuese tan desafortunado de presenciarla.
De su boca comenzaron a salir gruñidos y quejidos que parecían querer emular palabras, sin embargo, lo único que era expulsado de esos grotescos labios eran aullidos que evocaban oscuras memorias en la mente de Wilhelm Pavvky. Bajo la sombra de las deformes proyecciones se encontraba un guardia de aduana aterrado hasta la médula.
- ¿Es eso un... Lector de espectros? – preguntó Danni mientras veía a la extraña maquina mover sus tentáculos de forma rítmica en dirección a las imágenes en el despacho.
Para su cumpleaños número trece su padre le había regalado una copia de "Artefactos mánicos para el Aldmer corriente", una vieja revista donde figuraban varias docenas de dispositivos y chucherías de hexmahem que hubiesen fascinado a un ama de casa promedio o a un asesino serial mediocre. De entre los objetos etiquetados como "ultra raros" se encontraba el lector de espectros, un aparato que aunque con textura y apariencia contraintuitivas representaba la verdadera culminación de cientos de años de estudio del maná y una verdadera joya de la ingeniería Aldmer. Por un momento deseaba no haberse dejado la revista en casa donde las ratas y sus hermanos podían alcanzarla.
Una mirada de reojo inquirió sobre la naturaleza del Aldamerí presente frente a Adriksen -Tienes buen ojo, joven Aldamerí. En efecto, este es un lector de espectros hecho acá mismo en el corazón de Lokram por los ingenieros de mahem de las facultades vecinas. -
>> -El ministerio le entrega a cada prefecto uno de estos en caso de que nos encontremos con algún mahem desconocido, ya sabes, como está ocurriendo ahora– dijo Adriksen sin apartar la vista ni el lector de la fuente de las proyecciones. Un negro escenario atravesó sus pensamientos. -Dime chico, tuviste lecciones de taumaturgia en el lugar de dónde vienes? – inquirió el añejado hombre procurando no dejar entrever sus verdaderas intenciones.
- Taumaturgia…? ¿se refiere a las lecciones de mahem del liceo? – contestó Danni llevándose la mano a la oreja para rascar una picazón repentina.
Adriksen asintió sin apartar la vista del extraño artefacto. La diminuta pantalla ubicada en el dorso del lector mostraba una único valor de noventa y cinco acompañado por una barra de progreso casi llena. En unos instantes el artefacto habría recibido la información necesaria para entregar una lectura, por lo que la incógnita que lo aquejaba no se mantendría de esa forma por mucho tiempo más.
-Pues no en realidad, mis dos padres son Aldmer corrientes, señor. Es necesario tener potencial mánico para atender a esas clases- soltó Danni encogiéndose de hombros, sin llegar a comprender la razón de la pregunta del Prefecto pero llegando a inferir que no se trataba de simple trivia sobre sus conocimientos mánicos.
-Ya sé lo que piensa. Qué soy un pobre mendigo que viene a engatusarlo con una historia disparatada sobre el fin del mundo pero, le aseguro que no es así. Lo único que he venido a buscar es una dirección, señor, si es que mi palabra vale algo para usted le ruego que me diga que hacer…- Danni bajó la mirada, dejando que sus ojos recorrieran los surcos de sus manos en busca de algo que pudiese aportar veracidad a sus palabras.
El rostro suspendido en los aires dejó de susurrar galimatías de un momento para otro, guardando completo silencio y cerrando sus ojos en un ademán de irse a dormir. Al mismo tiempo, el resto de las extremidades protuberantes del cielo mediterráneo cesaron su monstruoso vaivén, dando la impresión de que el tiempo se había detenido en seco.
- No seas tan duro contigo mismo, niño. En el mundo real no tienes que esperar nada de nadie para no sufrir decepciones. El hecho de que estés de pie frente a mí el día de hoy significa que estás verdaderamente dedicado a tu propósito, puede que aún no comprendas del todo lo que eso significa, pero, es algo digno de respeto- comentó de vuelta el Prefecto intentando hacer caso omiso a la creciente sensación de incertidumbre que ascendía por su espalda. -Dejando eso de lado, Dannir, hay otra razón por la que el ministerio nos entrega estos complejos aparatos. Claro, quizás solo nos permiten identificar el tipo de maná de un solo tipo de fuente a la vez, pero… sería de tontos subestimar lo que puedes lograr con ese tipo de información…- El tono de Adriksen adquirió un matiz sombrío. El marcador del lector de espectros marcó noventa y nueve por ciento, era cuestión de segundos para que terminase la lectura.
-Asumo que Pavvky te habrá comentado sobre cierto incidente que tuvo lugar en esta prefectura hace unos años atrás…- relató Adriksen con recato -Es la razón por la que ahora los Prefectos tienen que ser hechiceros y por qué se utilizan lectores como estos cuando nos encontramos con fuerzas desconocidas. Dime, joven Aldamerí, estás familiarizado con el concepto de las múltiples dimensiones del Ether? –
Danni abrió la boca para responder pero antes de que pudiese pronunciar palabra una voz grave y retumbante invadió la estancia, ofuscando todo intento de comunicación por parte del menudo Aldamerí, desconcertando al mismo tiempo el tren de pensamientos de Adriksen de tal manera que por un momento pudo jurar que había una presencia ahí donde estaba el rostro vociferante del gigante.
El idioma era completamente diferente a cualquier cosa que ninguno hubiese oído antes, pero las palabras retorcidas del gigante entraban y fluían dentro de sus cabezas con completa claridad, ignorando de manera sobrenatural la barrera de lenguaje entre los presentes.
- Durante la próxima renovación glacial- Espetó la voz reverberante- Cuando los dioses noten la ausencia de los tesoros del faisán, tres horrores caerán sobre el reino de los vivos. Uno por cada pecado cometido contra los eternos- Las expresiones del rostro en el aire cambiaban con cada palabra que pronunciaban sus monstruosos labios, aunque eso estaba lejos de ser lo más desconcertante que estaba pasando.
-Una lluvia lavará la maldad de las masas, otorgando un lienzo nuevo para los arquitectos de Burkhdyn Tsaiz. Un fuego quemará los retoños de la avaricia y un puño de hierro aplastará la voluntad de los ladrones. Temed los ojos que todo lo ven pero abrazad la infinita misericordia del séptimo, pues en el reino de los Amer duerme la anguila blanca, el último rescoldo de salvación para quienes estén dispuestos a compartir su maldición. Mortales, han sido advertidos- Terminó de decir el rostro incorpóreo del gigante con una solemnidad que helaba la sangre de los oyentes mientras comenzaba lentamente a desaparecer a medida que la proyección llegaba a su fin.
El orbe de luz disminuyó de forma gradual su intensidad, llevándose con su luz la belleza del escenario mediterráneo y la materialidad de las imágenes que adornaron el despacho por breves pero extenuantes instantes. Sin que Danni se enterase, un ligero peso se asentó en el bolsillo de su capa, dando por finalizada la actuación del trozo de divisa.
En algún momento del discurso el lector de espectros había finalizado su análisis, por lo que en la única pantalla del artefacto leía una solitaria palabra subrayada por una barra de progreso completa: "Aetheria". El corazón del prefecto dio un vuelco a la par que entregaba el lector a las manos siempre atentas de Heely, quien había permanecido a la espera detrás de una estantería durante la totalidad de la macabra película. Las peores sospechas del añejado hechicero habían sido confirmadas.
Danni no estaba nervioso por la proyección de la moneda, a fin de cuentas, la había visto de principio a fin media docena de veces en su camino a Lokram. Sin embargo, aquello que lo inquietaba era el cambio de semblante del prefecto después de escuchar el aterrador monólogo del gigante. Por alguna razón, había pasado de inspirar calma y serenidad a infundir una profunda incertidumbre en cualquiera que le dirigiese la mirada.
- ¿Herric, te encuentras bien? – preguntó cautelosamente Pavvky recuperando la compostura.
Adriksen hizo caso omiso a la interrogante del guardia y dirigió su mirada al joven Aldamerí que lo veía con ojos expectantes. -Joven Wutoz, ¿has escuchado alguna vez el dicho "los caminos del Ether no llevan a ninguna parte"? ¿Alguna vez te has preguntado de donde viene la palabra "Ether"? – Danni asintió levemente, intentando no interrumpir el momentum que había agarrado la conversación. -Tomen asiento por favor- Instruyó el prefecto señalando un sofá acomodado frente a una mesita de centro a sus espaldas cerca de la chimenea, previamente camuflados por las proyecciones. Al mismo tiempo, él mismo se acomodaba en una butaca solitaria dispuesta justo al frente, provista por su secretaria de forma oportuna.
-Gracias Heely, puedes volver a tu escritorio ahora, no te preocupes- dijo Adriksen instándola de forma amable a alejarse de la conversación.
-Vaya que los del ministerio malgastan el dinero, ¿eh? Como mataría por uno de estos sillones allá en la aduana- comentó Pavvky a los presentes mientras dejaba que su trasero se acomodase entre los mullidos cojines del asiento.
-Lo que se conoce actualmente como Ether es simplemente un nombre complejo que decidieron darle los antiguos Mer a la tierra bajo nuestros pies, al mundo que podemos llamar hogar, o al menos eso es lo que creen aquellos que no se dedican al estudio del Arcano- Introdujo una mano en la manga de su monocromática túnica gris, y extrajo una pluma y un trozo de papel en blanco de ella, los cuales dispuso con elegancia sobre la mesita de centro, que contaba con un diminuto dibujo en forma de tintero grabado en la esquina más cercana al prefecto.
Danni y Pavvky observaron sin apartar la mirada como Adriksen posaba la pluma sobre el sello de la mesa y comenzaba a trazar un rectángulo al centro de la hoja con una tinta negra como el carbón que parecía surgir de la nada. Una vez finalizado, podía verse sobre el trozo de papel una corta columna dividida en tres rectángulos iguales más pequeños, nada fuera de lo común. El prefecto señaló con la punta de su dedo índice el cuadro que había quedado justo al centro.
-Aquí es donde estamos nosotros, el Ether, un punto medio entre dos dimensiones, aunque no lo sintamos de esa manera- dio unos golpecitos sobre el papel -Todo Mer que ha vivido proviene de este punto medio, al igual que el maná del que tanto dependemos, es por eso que la mayoría de las técnicas de manipulación de mahem que existen están basadas en elementos fácilmente encontrados en la naturaleza, porque la esencia de la tierra misma fluye por nuestras venas. El planeta está vivo, Dannir, y nos presta su aliento para alcanzar con ella el máximo de nuestro potencial- Las palabras del prefecto destellaban con sabiduría y elocuencia, evidenciando con claridad su entusiasmo sobre el tema.
Los ojos del chico no compartían el mismo brillo. Aunque fuesen pocas las personas con capacidades mánicas en Sogre, Danni si conocía a un par de chicos con talento para el mahem en el vecindario, a fin de cuentas, era casi imposible ocultar algo como eso en un pueblo tan pequeño. A pesar de que nunca sintió nada personal en contra de los hechiceros, el oír a alguien hablar de lo fascinantes que eran sus poderes o lo increíble que era el maná que brotaba de sus dedos siempre turbaba sus pensamientos. Como si alguien aventase una enorme roca a una piscina en calma, con la excepción de que las ondas producidas por el chapoteo nunca dejaban de golpear los contornos de su mente.
-No para todos, eso si- respondió Danni entre dientes, buscando con la mirada algo en el despacho que lo salvase de mirar a Adriksen a los ojos.
- ¿Cómo dices? – preguntó el prefecto levantando la mirada sin despegar sus dedo del papel.
-No es nada…- contestó el joven Aldamerí después de dar un único vistazo a los ojos de Adriksen. Siempre se había considerado alguien que decía lo que había en su mente pero algo en lo profundo de la mirada del hechicero lo golpeaba con una fuerza que solo podía atribuir al enorme abismo entre el prefecto y él mismo. Sin saberlo, una frustración oculta extendía de forma pasiva sus raíces por el corazón de Danni.
-Pues prosigamos- pronunció el prefecto dejando caer su dedo sobre la casilla directamente debajo de la que simbolizaba el Ether – "¿Pero si todo el maná proviene de la naturaleza entonces cómo es que existen tipos de mahem tan diferentes a aquello que podemos encontrar en la tierra?" Te preguntarás. Pues la respuesta es simple y a la vez complicada. Podría decirse que los tipos no convencionales de maná existentes son meras cruzas de aquellos tipos más comunes, pero ¿te has puesto a pensar de dónde vienen estas mutaciones? –
-Eh… no en realidad- respondió Danni con presteza al mismo tiempo que echaba un corto vistazo al guardia sentado a su lado, que parecía luchar contra los efectos somníferos del sofá sobre su cuerpo de mediana edad.
Adriksen separó su dedo del papel y arremangó la manga derecha de su túnica grisácea, revelando un brazo desnudo común y corriente. Con el dedo índice izquierdo trazó una línea invisible en el dorso extendido de su antebrazo. -De aquí mismo provienen. O mejor dicho, de lo que está justo debajo, aquello que tristemente nos separa a los Altos Aldmer de los Aldmer comunes-
-El nervio del mahoi- expuso el chico con sagacidad, contento de poder seguir el hilo de la conversación aunque el uso de la palabra "comunes" le hiciese ruido en el fondo de su conciencia.
El prefecto asintió con tesón -En efecto, aunque solemos llamarles "inervaciones dimensionales" en los círculos de hechicería. Ese pequeño y delgado pedazo de tejido nervioso es la causa de todos nuestros problemas, aunque también es la raíz de todas nuestras panaceas- Adriksen se arregló la manga y volvió a señalar la casilla inferior una vez más. -Verás, hay varios ambientes a los que no podemos sobrevivir incluso con nuestras barreras epidérmicas o artefactos de hexmahem actuales, como por ejemplo, otras dimensiones- los ojos del hombre buscaron la mirada del joven Aldamerí esperando algún tipo de reacción de su parte después de pronunciar esas palabras, la cual nunca llegó.
-Los eruditos lo llamaron Antiether, una dimensión completa ubicada de cierta manera "debajo" de la nuestra, aunque realmente ambas existen en superposición con la otra- explicó Adriksen como si fuese el concepto más simple del mundo.
Algo cliqueó en la mente de Danni. -Un momento no se referirá usted al Antiether cómo…-
-El reino de los muertos, si- asintió el prefecto antes de que Danni terminase la oración -Ese mismo que mencionan en los cuentos infantiles y relatos de ancianas. El lugar donde todos los espectros van a descansar…-
Adriksen volvió a coger la pluma y en unos rápidos trazos dibujó el boceto de un antebrazo, garabateando una línea a lo largo del mismo. - Este es el brazo de un hechicero común y corriente en el Ether, afectado únicamente por los flujos de maná de la zona – El prefecto posó la punta de la pluma en la línea longitudinal del antebrazo, donde se suponía que estaban las inervaciones, y comenzó a rayar líneas en todas las direcciones sin orden aparente.
-Éste- enunció con dramatismo mientras golpeaba suavemente la maraña de trazos con la punta de la pluma– Es el mismo brazo común y corriente pero en las entrañas del Antiether, donde el flujo de maná es tan diferente y corrupto que afecta a hechiceros y mortales a un nivel fisiológico, de forma que la biología de aquellos que se aventuran dentro de esta dimensión se ve modificada para siempre. ¿Fascinante, no es así? – preguntó el prefecto clavando sus ojos en lo más profundo de la mirada de Dannir, buscando cualquier indicio de algo que revelase una faceta diferente del joven Aldamerí.
Un profundo ronquido interrumpió el escrutinio secreto del prefecto y desvió la mirada del joven Aldamerí hacia la enorme panza uniformada del sofá, que subía y bajaba con cada pesada respiración del hombre pegado a ella. Por alguna razón, esta escena se asemejaba de manera asombrosa a aquella que se vería en su casa a diario a eso del mediodía, después de que su padre engullese su almuerzo con presteza para aprovechar la hora de descanso y así tomar una siesta antes de volver al trabajo, lo que solía terminar con él acostado durmiendo en el sofá durante horas en la misma posición en la que se encontraba Pavvky en ese momento.
Para la sorpresa de Danni, las semanas que había pasado lejos de su familia comenzaban a hacer mella en su psiquis, incluso si cuando se encontraba rodeado por sus hermanos y padres no deseaba otra cosa que estar solo. "Solo es una reacción normal por estar lejos de casa" pensó, intentando rehuir su naturaleza Aldamerí.
-Claro, es fascinante, pero… Aún no me ha explicado qué significa todo esto. Ya estoy perdiendo la cuenta de cuantas veces he visto esa condenada proyección y pues entiendo cada vez menos qué es lo que quiere decir…- Expuso el joven Aldamerí con cansancio mientras jugueteaba con la moneda en su bolsillo. -Lo que quiero decir es… ¿Tuvo algún sentido recorrer medio continente para venir aquí? Mis padres querían que fuese con la Liga de Radiam y entregase la moneda pero… no puedo, no sólo porque son unos maniáticos del mahem e intentarían quedarse con cualquier artefacto mánico que encontrasen sino porque físicamente no puedo separarme de ella más de unos metros, lo digo en serio–
Las últimas palabras del chico levantaron una pregunta más en el mar de inquietantes que había demostrado ser la persona de pie frente al prefecto. Un tenebroso escenario cruzó su mente, quizás había subestimado por completo la situación. -No es necesario que vayas con la liga, puedes contar con mi ayuda joven Aldamerí- afirmó con seguridad el prefecto llevándose la mano derecha al corazón -Pretendía llegar a eso una vez terminada mi explicación pero… ahora puedo ver que eso puede causar ansiedad. Me disculpo por eso, joven Wutoz-
- ¿Entonces sabe si lo que dice el gigante es cierto? La cara hablaba de una "renovación glacial" pero no tengo idea a que se refería- preguntó Danni.
-Tengo un par de ideas pero primero debía asegurarme que no se trataba de ningún tipo de estafa, ¿me entiendes? Es difícil discernir quien te miente a la cara y quien te miente de espaldas. En este mundo, en estas calles y en todas partes hay gente intentando agujerear tus bolsillos, exprimiéndote de tu dinero y haciéndote perder la confianza en las personas. Pero ahora estoy seguro, sé que tú, joven Wutoz, no eres un ladrón ni un estafador- la voz de Adriksen volvía a resultar tranquilizadora en su solemnidad.
- ¡Gracias! Eso es lo que estaba intentando decirle todo este tiempo- replicó el chico con entusiasmo creyendo en su cabeza que por fin encontraría más respuestas que preguntas, erróneamente.
-No te preocupes, pero, debo decirte que no fueron únicamente tus palabras las que me hicieron darme cuenta de ese hecho. Fueron de ayuda, claramente, pero en mayor razón lo hago por el resultado del lector- explicó Adriksen asintiendo repetidamente.
- ¿en el lector? – preguntó Danni intentando hacer que el viejo prefecto no perdiese el hilo de la conversación.
-Es lo que te decía hace un momento… Un objeto como la moneda que me trajiste hoy en día puede ser encantada por cualquier hechicero o mahoi de segunda para que proyecte algo como lo que acabamos de ver, sin embargo, la diferencia está en el maná que necesitarían para hacerlo- Adriksen se puso de pie frente a la mesita, lo cual Danni imitó con rapidez -Mahem de luz, de viento e incluso de fuego podrían haberse modificado para mostrar algo así pero eso no es lo que pasó, el maná que exudaba ese extraño orbe de luz no provenía de este mundo- el prefecto señalo nuevamente al lector de espectros que Heely había dejado descansando sobre el escritorio a sus espaldas - ¿Sabes lo que apareció en la pantalla de ese aparato? – inquirió Adriksen mientras llevaba sus manos a sus rodillas para quedar a una altura más cercana a la del joven Aldamerí.
Danni negó con la cabeza de forma cautelosa. El prefecto volvió a tomar asiento y apuntó finalmente a la casilla que se encontraba por encima de aquella que representaba el Ether.
-Aetheria. Esas fueron las palabras que aparecieron en el monitor del lector. Eso quiere decir que la energía que manaba de las proyecciones provenía de un reino superior, el reino de los espíritus y dioses: el Aether-
Danni se dejó caer sobre el sofá con su rostro estancado en un gesto de interrogante profunda, el cual pasó por toda una gama de emociones antes de lograr musitar una respuesta -El Aether… Eso quiere decir… creí que… no era real…- de repente ya no se sentía tan cómodo sobando el trozo de bronce con sus dedos todo el rato.
-En efecto, no debería ser posible. Sin contar el hecho de que la moneda es capaz de ocultar su presencia mánica por completo cuando es examinada. No sentí ni una pizca de maná cuando la bañe con mi mahem o cuando la sostuve entre mis dedos, y eso francamente me aterra, joven Aldamerí- Adriksen tragó saliva y desvió la mirada a ambos lados de la habitación antes de continuar.
-Danni, lo que has traído a mi despacho el día de hoy es algo que nunca antes había visto y aunque hiera mi orgullo decirlo debo admitir que me supera en todo sentido de la palabra- El prefecto entrecruzó sus dedos apoyando sus codos sobre sus piernas sentadas, sin interrumpir el flujo del diálogo- Existe una probabilidad muy alta que la moneda que portas en tu capa haya sido imbuida con el maná de un habitante del Aether, un espíritu mayor de otro plano, un dios- la naturaleza bizarra de la situación se asentaba sobre los hombros de Danni y el prefecto al pronunciar tan extraña combinación de palabras -Incluso ahora en plena sexta era no hay nada que pueda simular el mahem divino a un nivel que pudiese engañar un lector de espectros de este calibre. Además dijiste que la moneda no se aleja de tu lado aunque la apartes, ¿no es así? –
Danni asintió con energía – No importa qué tan lejos la lance o cuan profundo la entierre siempre vuelve a aparecerse en los bolsillos de mi capa o pantalones al poco tiempo, como si ya se hubiese convertido en una parte de mí…-
Adriksen inspiró con profundidad antes de responder - Lo que estás experimentando con la moneda se llama "atracción posesiva", una cualidad frecuente entre artefactos mánicos de alto poder con su primer usuario, aunque suele ser visto más en armas y cosas por el estilo. Es la primera vez que veo este fenómeno ocurriendo en un objeto tan común como una moneda, a decir verdad-
El pecho de Danni palpitaba con rapidez, sin querer queriendo había arrastrado un objeto de otra dimensión por la mitad de Ebion sin pararse a considerar por un segundo que podía ser un artefacto maldito o una broma pesada de algún espíritu malévolo. El chico extrajo la moneda de su capa y la sostuvo en la palma de su mano para examinarla por millonésima vez, sin encontrar nada fuera de lo común, nuevamente.
El prefecto percibió la inquietud del chico -Hey, escúchame Danni- dijo Adriksen procurando utilizar un tono que no infantilizara al joven sentado frente a él. -No debes entrar en pánico ahora ¿me oíste?, que sea un objeto proveniente del Aether no es necesariamente algo malo, créeme. No he tenido el privilegio de hablar cara a cara con un espíritu pero he tratado con hechiceros espirituales en centenares de ocasiones y algo en común que solían contarme después de uno o dos jarrones de cerveza era que siempre era el espíritu el que se acercaba a ellos y no al revés, muchas veces en forma de objetos mánicos que encontrarían tirados o mezclados entre sus pertenencias sin previo aviso. Creo que tu caso podría no ser tan diferente-
-Pero ellos al menos eran hechiceros. ¿Por qué iba un espíritu a escoger alguien como yo para ser su… ¿portador? ¿heraldo? Ni siquiera sé cómo llamar a un Aldamerí común con un trozo de maná que tira lucecitas…- musitó Danni dejando entrever atisbos de preocupación en el tono de sus palabras.
-Pues yo lo llamaría alguien único- dijo Adriksen con firmeza colocando su mano derecha sobre el hombro del chico. -A fin de cuentas, el espíritu podría haber elegido cualquier otro anfitrión mejor equipado para alojarse, pero en cambio te eligió a ti, eso significa que tiene un propósito para ti en específico ¿no lo crees? –
El chico inspiró con pesadez. La naturaleza extraña de la moneda lo asustaba en parte, sobre todo el hecho de desconocer las razones que tuvo un supuesto ser extradimensional para establecer un vínculo con él. Era una sensación aplastante, sin embargo, no podía evitar fantasear como sería su vida si aquél espíritu que residía en los confines del trozo de bronce le entregase un poder comparable con el de los hechiceros. Era un sueño inocente e infantil y Dannir lo sabía pues ya había hecho las paces con la realidad de haber nacido in una pizca de maná en este mundo.
-Creo…Creo que significa que no podré ver a mi familia en un largo tiempo, ¿verdad? – Danni volvió a dejar la moneda entre los dobleces de su capa. -Quiero decir, si este espíritu me eligió a mi para cumplir su propósito o lo que sea, ¿Cómo se supone que sepa que tengo que hacer si las única información que me da es en forma de discursos crípticos? –
Adriksen soltó una leve carcajada, rompiendo con la lúgubre tensión que había generado la conversación y de paso despertando a Pavvky de su siesta, quien dio dos vistazos al despacho con mirada desgarbada antes de hundirse una vez más en las profundidades del sueño.
-Esa pregunta se la han hecho académicos del mahem desde el inicio de los tiempos, joven Aldamerí. Claro que resultaría más conveniente para nosotros que se comunicasen directamente y sin tanto secretismo en sus palabras pero ¿No significaría eso que cualquiera podría leer y llevar acabo lo que dice una profecía? Al menos así lo veo yo, seres tan superiores como los dioses o espíritus deben tener una forma de filtrar o seleccionar a quienes llevan a cabo su voluntad. Aunque eso significaría que descifrar el profecía es apenas el punto de partida para la misión que te tienen preparada… lo que podría resultar desalentador para algunos, supongo- manifestó el prefecto cerrando los ojos y llevándose una mano al mentón. El único sonido que podía escucharse en la habitación era el de sus dedos raspándose contra su crecida barba mientras intentaba vislumbrar cualquier posible escenario que no involucrase tener que acudir a "esa" opción.
Los ojos de Adriksen se abrieron lentamente, de un momento a otro, los casi trescientos años que portaba en sus huesos hicieron presencia. Mientras llevaba su mano a su rostro sus dedos masajearon el puente de su nariz y por un breve instante sus gestos lentos y cansados dieron la impresión de pertenecer a un abuelo cualquiera.
- ¿Señor Prefecto? – preguntó el chico con un dejo de inquietud en sus palabras.
-Conozco una persona que puede leer ese tipo de profecías- dijo Adriksen relamiéndose el labio -Digo conozco pero… realmente solo he escuchado de ella-
El guardia de aduana despegó sus párpados de golpe y de un esforzado salto se incorporó nuevamente a la conversación, como si nunca hubiese dejado de prestar atención. - ¿Te refieres a la anciana de hace unos años, Herric? ¿Acaso llevarás a nuestro Dannir donde una bruja Koboi? – Pavvky soltó una carcajada para sí mismo acomodando su vasto cuerpo al borde del sofá -Ya sabes cómo son de tacañas con sus hechizos, ni me imagino lo que una lectura de profecía podría costar-
- ¿Estabas escuchando todo lo que decía? - preguntó el prefecto sin más respuesta que una amplia sonrisa de parte del guardia. Adriksen suspiró -No, no llevaré al chico donde una bruja. De hecho creo que ni siquiera pueden leer nada que no esté escrito en runas Koboi - volteó hacia el joven Aldamerí.
El rostro de Danni se iluminó por un segundo, sin embargo, algo en el semblante del prefecto le decía que eso no se trataban de buenas noticias. - ¿Cuál es problema? –
El prefecto escaneó con la mirada su despacho una vez más, siendo Dannir y Pavvky la única razón por la que no se encontraba completamente vacío. El estático silencio era solo ocasionalmente interrumpido por el sonido de alguno de los faroles golpeando a otro en su entrópico baile sobre el cielo. Por alguna razón, la quietud siempre impartía una ligera sensación de peligro en su mente.
- No es alguien precisamente accesible, por así decirlo- expuso el prefecto con cautela mientras intentaba evadir la mirada de Pavvky, quien parecía tener un interés súbito en el tema.
- ¿En quién estás pensando, Herric? Es extraño de ti darle tantas vueltas al asunto- resaltó el guardia con astucia, clavando sus ojos en el prefecto.
Adriksen reciprocó la mirada de su viejo amigo y luego la del chico de pie frente a él, la respuesta era clara. De esa manera y sin más preámbulos el prefecto pronunció una disculpa silenciosa y habló.
-Sé de buena fuente que en el extremo sur de los campos circundantes a la ciudad de Sentella vive un hechicero dotado con una infinidad de conocimientos mánicos, así como con la capacidad de leer glifos Aetéricos ancestrales y profecías de todos los idiomas. Si lo que emana de esa moneda es realmente una premonición de los seres de Aether, y bien sabemos que podría serlo, entonces esta es la mejor opción que puedo ofrecerte, joven Aldamerí-
- Sentella… eso me suena de alguna parte- manifestó Pavvky rascándose una costra en la bóveda de su cabeza. El recuerdo de una vieja conversación emergió de sopetón en su memoria. Sus ojos se abrieron de par en par – ¡La maldición de Sentella! De ahí es que me suena- espetó el guardia con sorpresa señalando con su dedo regordete al prefecto.
- ¿¿Una maldición?! – exclamó Danni con inocencia agreste - ¿Es por eso que no quería hablarnos de ese hechicero? –
- ¿Maldición? ¿de qué demonios estás hablando Wilhelm? Sentella es una ciudad de pescadores y mercaderes Aldamerí, muy poco maná se concentra en esa zona- replicó Adriksen con mueca de extrañeza.
-Mira, tu cree lo que quieras, Herric pero hace dos meses estuve de turno por doce horas seguidas con este tipo que decía que había vivido toda su niñez en los pueblos de las montañas frente al fiordo de Nila y me contó historias sobre los viajeros que se quedaban con ellos después de atravesar el mar desde Sentella. Me contó que siempre llegaban aliviados, contentos de finalmente haberse alejado de la tierra bajo esos puertos- El carácter de Pavvky cambiaba completamente cuando fijaba su energía en contar una historia, aunque elocuente y ligeramente histriónico podía llegar a ser difícil detener el momentum que de una forma u otra siempre agarraba -Hablaban de lo bohemias que eran las calles y el buen rato que podías pasar en los burdeles apropiados, nada del otro mundo. Sin embargo, también me habló de los secretos que se corrían en voz alta entre los viajeros. Iban de cosas básicas cómo "no buscar pleitos con los marineros de altamar" o "no beber el agua estancada en los barriles de conservas" hasta cosas realmente turbias, como eran el "no caminar por los callejones adyacentes a la plaza después de la medianoche" o la que en lo personal más me impactó, "no mirar a los ojos a los encapuchados con capas verdes"- De la misma manera que termina un cuentacuentos de relatar una historia de terror en torno a una fogata, Pavvky dejaba las ultimas palabras en el aire con una gravedad en su voz digna del mejor barítono. De forma no sorprendente, no recibió ninguna reacción de parte de Danni y una única mirada de "¿ya terminaste?" de Adriksen.
- Me alegro de que tengas tantos temas de conversación con tus amigos de trabajo pero dudo mucho que el sujeto al que me refiero tenga algo que ver con eso. Confieso que no sé muchas cosas sobre él pero, sé que ha sacado de aprietos a los altos mandos en más de una ocasión-- expuso el prefecto con calma con la fe de que no estuviese cometiendo un error al revelar esta información a civiles.
Pavvky entrecerró sus ojos mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios - ¿Entonces no tiene nada que ver con la prisión instalada a las afueras de la ciudad? Ya sabes, la que está ubicada justo donde dices que vive el hechicero, al sur de la ciudad. Mi compañero me contó eso también y como los locales atribuían todas sus penurias a ella- cuestionó el guardia con rapidez.
Adriksen se vio sorprendido por la perspicacia del viejo guardia de aduana más no dejó que su discurso se viese afectado. Volteó la mirada a Dannir quien lo observaba con ojos pardos abiertos como platos.
- ¿Es cierto eso, señor Adriksen? ¿Es este hechicero una mala persona? – preguntó Danni, cada vez más cansado del misticismo de esta conversación.
-No te mentiré chico, lo desconozco. Lo que si puedo decirte es que sea quien sea este tipo no es muy bien recibida la conversación sobre él entre los ejecutivos. Mi jefe y los idiotas con los que trabajaba solían escupir al suelo cada vez que se hablaba de él- miró a Danni de arriba a abajo, sin poder resaltar una característica de su persona que sobresaliese de alguien común. Se acercó al chico y colocó una mano sobre su hombro con firmeza paternal. -Sé que quizás no sea el resultado que estabas esperando pero si deseas encontrar respuestas a todo el misterio que envuelve a esa moneda esto es todo lo que te puedo ofrecer, una pista que puedas seguir. El resto depende de ti, Dannir- Sin mencionar la inexistencia de un protocolo que dictase como debía proceder el prefecto en casos como éste, aunque Adriksen decidió no mencionar esa parte al joven Aldamerí.
Danni tardó un momento en responder. Durante todo su viaje hasta Lokram no se había parado a pensar cuando acabaría su misión realmente, o si existía una misión en primer lugar. Quizás sólo estaba buscando un propósito para escapar de su casa o quizás ya estaba harto de ser invisible, el último en todo. Había partido sin certezas ni garantías de su hogar, encausado por hombres asustados y supersticiosos que lo enviaron en una muy probablemente fútil travesía. Apartó la mano del prefecto de una palmada y se levantó del sillón hacia el centro de la estancia, acomodándose la capa ceñida a sus hombros al erguirse.
-Está decidido entonces- espetó el chico con un matiz diferente en al hablar. Volteó al guardia de aduana -Gracias señor Pavvky por haberme traído ante el prefecto, sin usted quizás hubiese vagado por Lokram por días antes de encontrar alguna pista- comunicó el chico terminando la frase con una leve reverencia en su dirección, la cual Pavvky devolvió con una mirada de intriga entre sus ojos. Acto seguido se dirigió al prefecto junto a él.
-Gracias a usted también, señor prefecto. Me aseguraré de no desperdiciar el esfuerzo que empeñó en ayudarme, sobre todo la información sobre este hechicero lector de profecías- dijo Danni realizando una reverencia aún más pronunciada que con Pavvky.
- Bueno…Este hechicero podría no ser alguien tan amigable con los niños, sin contar que probablemente sea invisible en cualquier registro local- Algo en los ojos del chico había cambiado, como si alguien hubiese sostenido un dulce frente a sus ojos que ahora él tenía que perseguir. Adriksen rio para sus adentros, le recordaba a si mismo en su primer centenario de vida.
-Estoy consciente de eso pero…- Danni apretó el puño que sostenía el trozo de divisa -Siento que estaré bien de alguna forma. No puede ser que las únicas dos buenas personas en el Ether estén en esta habitación conmigo, algo se me ocurrirá- explicó el chico sin mayores preocupaciones mientras escudriñaba el despacho en todas las direcciones con la mirada.
-Es una broma, ¿cierto? Creo que han pasado décadas desde que oí un plan tan…- El joven Aldamerí no paraba de buscar con la mirada algo en la habitación - ¿qué estás haciendo? – espetó Adriksen.
- ¿No tienes un reloj en alguna parte? Pavvky me contó que algunas de las máquinas que circulan por las calles pueden llevarte a ciertas partes por algo de dinero. Si no es muy tarde puedo tomar una y estar en las afueras de la ciudad en una hora, o menos- Danni rebuscó entre el resto de los bolsillos de la capa por monedas que no estuviesen imbuidas de profecías. Por suerte el alcalde de Sogre lo había enviado con unos cuantos créditos en caso de emergencias. Palpó el puñado de oro entre sus bolsillos y rezó por que fuesen suficientes para llegar a Sentella.
Adriksen lo miró pasmado. Sus labios intentaron formar una frase en respuesta pero ninguna combinación de palabras le podía hacer justicia a como se sentía, dejando al añoso hechicero bloqueado en un gesto de estupefacción. Pavvky no tuvo ese problema.
-Eres un idiota- dijo el guardia de aduana después de pararse con esfuerzo del sillón que lo ataba. -No solo eso, eres un idiota ingenuo, chico. ¿En serio planeabas partir en este instante, en ese estado y sobrevivir a base de bondad? – Pavvky soltó un largo resoplido -Pues estás más perdido que hechicero en concurso de fisicoculturismo, chico- El guardia tornó la cabeza hacia el atónito prefecto. -Hey, ¡Herric! ¿tienes algún holofono que pueda usar? Necesito evitar que este joven se mate a si mismo- anunció con un amplia sonrisa apretada, sin apartar sus ojos de las pupilas del prefecto. -Déjamelo a mi viejo amigo-
-Al fondo del despacho, a la derecha de mi escritorio- respondió Adriksen saliendo de su inmersión mientras presionaba el punto entre sus cejas con la punta de sus dedos, técnica que le resultaba útil para aplacar los incipientes dolores de cabeza que solían afligirle al final del día. El golpeteo de los dedos del guardia contra los botones del holofono tampoco ayudaban con su cefalea. -Ven, sígueme a los escalones de afuera, esperemos a Pavvky ahí mientras hace su llamada - Colocó su mano en la espalda del chico y lo guio caminando hacia la puerta de salida que llevaba a la sala de espera.
Dirigió la vista al joven Aldamerí que caminaba junto a él por la oficina llena de escritorios, ahora en casi absoluto silencio por la ausencia de uniformes caquis sentados sobre las sillas. Múltiples interrogantes cruzaban su cabeza, no podía quitarse la sensación de que estaba pasando algo por encima, o mejor dicho, no podía evitar pensar que estaba tomando la decisión equivocada.
Faltaban muchas piezas del rompecabezas como para entender lo que realmente estaba sucediendo pero Herric Adriksen sabía que no se trataba de ningún asunto que debiese ver la luz del público y que reportarlo o brindarle ayuda oficialmente pondría un blanco sobre la espalda de Dannir que cualquiera podría seguir. Por un instante deseó poder acompañar personalmente al joven Aldamerí a desentrañar los secretos de la moneda pero era consciente de sus responsabilidades y limitaciones como prefecto de un distrito por lo que lo único que le quedaba para aplacar sus cavilaciones era rezar por que Pavvky encontrase de alguna manera alguien dispuesto a ayudar de forma extraoficial que no se preocupase por la legalidad de la misión en sí.
La liga de Radiam no ayudaría en asuntos tan minúsculos, los guerreros de Adam se encontraban demasiado lejos para llegar a tiempo y el gremio de cazarrecompensas de Lokram se encontraba bajo la mano fantasma de la policía local, por lo que ninguna era una opción viable. Sin embargo, y para la fortuna de Danni y Adriksen, Pavvky conocía a mucha gente que no le importaba romper las leyes del hombre.
-o-
El prefecto se despidió de forma cálida de Danni y le dijo que esperase en los escalones a Pavvky mientras él se ocupaba de otros asuntos. Varios minutos habían pasado ya desde que había salido de la prefectura por lo que se encontraba aburrido sentado en los escalones de la entraba mirando como pasaban las luces de los automóviles por las calles oscuras y mojadas frente a él.
Danni nunca se consideró una persona con mucha paciencia en particular por lo que al sentir el frio comenzar a asentarse en sus huesos junto con el hambre de no haber comido en horas decidió ponerse de pie y seguir su camino de todas formas. Danni se lamentó no poder despedirse adecuadamente de Pavvky pero pensó que no tampoco podía esperar por siempre en el frío y la oscuridad por lo que comenzó a descender la larga escalera de mármol.
No alcanzó a dar dos pasos cuesta abajo cuando un automóvil largo y plateado se detuvo justo al frente de los escalones, de forma que Danni pudo distinguir con facilidad dos siluetas en el interior de este. Una en la parte delantera donde se encontraba una figura sosteniendo una suerte de manubrio y otra en la parte posterior donde se apreciaban dos largas prolongaciones en la cúspide de su silueta.
La puerta de la prefectura se abrió del golpe y Pavvky salió sonriente del otro lado. De forma apresurada bajó por las escaleras con una agilidad sorprendente, llegando al final de los escalones junto al automóvil incluso antes que Danni. El guardia de aduana colocó sus manos como pantalla alrededor de sus ojos y miró hacia adentro del vehículo a través de la ventana posterior, pasados unos momentos la sonrisa del guardia se amplió aún más al mismo tiempo que se apartaba de la ventana y colocaba su mano sobre la perilla de la puerta.
-Joven Dannir, te presento a tu nueva compañera y guardaespaldas personal- espetó Pavvky con dramatismo mientras abría la puerta de par en par. -Vamos acércate, no creo que te muerda- dijo el guardia soltando una carcajada.
Danni terminó de bajar los escalones y se dirigió al automóvil para asomar su cabeza. Allí sentada en el asiento trasero junto a la ventana opuesta se encontraba la esbelta figura de una Cornibusmer mirando a través del cristal de la puerta opuesta con su mano apoyada en su cabeza de forma que su cabello rojizo y ondulado le tapaba la cara desde donde se encontraba el joven Aldamerí.
-Vamos preséntate, hijo, ella será tu aliada en el trayecto hasta Sentella- manifestó Pavvky con insistencia.
EL chico volteó hacia Pavvky para luego devolver la mirada a la nuca de la chica que aún rehuía su ojos. Tragó saliva y trepando dentro del automóvil se apresuró a presentarse con su mejor voz -Hola, soy Dannir, pero puedes decirme Danni- Dijo estrechando la mano amistosamente hacia la desconocida - ¿Cómo te llamas tú? -
Para la sorpresa de Danni la chica finalmente volteo hacia él. Un par de ojos rasgados se encontraron con los suyos, amarillos como la miel contrastaban con fuerza contra su piel morada grisácea. En la parte superior de su cabeza, entre mechones rubios y rojizos se alzaban dos cuernos largos y ligeramente curvos de un intenso color granate que casi parecían falsos a los ojos de Danni, que veía por primera vez en su vida un Cornibusmer en persona. Su rostro no presentaba arrugas y sus rasgos suaves llevaron a Danni a pensar que no podía ser tanto más mayor que él, lo que lo alegró por alguna razón.
La chica dirigió su mirada brevemente a la mano estirada de Danni para luego buscar el rostro bigotudo del guardia que la había llamado. - ¿Ésta es mi misión? ¿Llevar a este niño a Sentella y ya? – preguntó la joven con apatía.
-Llevarlo ahí ileso, mejor dicho. Me llamarás por holofono en cada punto importante del viaje a través de esta línea segura hasta que lleguen a Sentella ¿me oíste? – inquirió Pavvky mientras entregaba un papel doblado a la chica sentada junto a Danni. -Haz eso y te prometo que tendré para ti lo que habíamos acordado-
La chica sostuvo el trozo de papel entre sus manos, leyendo de forma silenciosa las letras y números que aparecían escritos en él. Tras leer tres veces la secuencia frente a sus ojos esbozó una leve sonrisa y dirigió sus ojos hacia el delgado Aldamerí frente a ella, mirándolo de arriba a abajo sin encontrar ninguna característica que resaltar. Su sonrisa se pronunció aún más y en un abrir y cerrar de ojos el papel en sus manos estalló en llamas, iluminando con una fugaz luz anaranjada el interior del vehículo, dejando nada más que una diminuta pila de cenizas sobre el asiento de cuero a los pocos segundos.
-Un gusto Aldamerí Dannir- proclamó la chica extendiendo su mano hacia Danni -Mi nombre es Isabella Pasmanik y te aseguro… No. Te prometo que te llevaré a Sentella cueste lo que cueste-
Una sonrisa peligrosa adornaba el rostro de Isabella Pasmanik pero Danni era consciente de que no había un mar de voluntarios ansiosos por acompañarlo en esta misión por lo que, considerando las escasas opciones que tenía, estrechó la mano grisácea de la joven Cornibusmer frente a él, desencadenando así una serie de eventos que finalmente terminarían por cambiar el futuro del Ether para siempre.