El Fuerte golpe de la puerta rompió el silencio de la noche.
—Cuantas veces les tengo que recordar que saquen la basura—balbuceo el joven para sí mismo—que desconsideradas, solo les pido una cosa y cuando mas ocupo ellas desaparecen.
El padre desesperado atravesó el patio de su casa cargando unas bolsas negras en sus manos.
—Para colmó ya no se ve nada. Definitivamente van a recibir un buen…—un sonido familiar interrumpió sus quejas.
En el suelo se encontraba una de las bolsas que cargaba. Extrañando reviso con la mirada sí estaban rotas las agarraderas, pero todo lo contrario, estaba entera, lo único fuera de su lugar era una mancha roja. Un pequeño y punzante dolor comenzó a sentirse en su brazo. Lo miró. Su mente no podía entender lo que veía, o mejor dicho lo que no veía. Un pequeño des balanceó lo obligo a soltar de manera instintiva la bolsa que sostenía en su mano derecha para poder mantener el equilibrio, el sonido de la bolsa al caer fue acompañado de un chapoteo que llamo su atención. Un charco rojo se formo donde debería de estar su pierna derecha. Por la rapidez de los hechos su consciente no reaccionaba ante los terribles sucesos. No fue hasta que las vio. Por la obscuridad solo pudo apreciar dos sombras con unos enormes ojos blancos, y a pesar de no verse sus pupilas, sabía que lo miraban fijamente. Una sombra sostenía en su boca la mano izquierda faltante, la otra sombra sostenía en sus manos la pierna derecha faltante.
— Pe... pero, que… ¡PERO QUE DEMO...!
Sin poder terminar su frase, su cabeza salió disparada, arrancada de su ya desmembrado cuerpo y antes de que tocara al piso, una tercera sombra tomó de los cabellos cabeza desprendida. Las tres sombras vieron fijamente cómo el cuerpo se convirtió en una fuente de sangre.
"Esta historia no tiene un final feliz"