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Cuentos de un Pistolero: La Cacería

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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo I: El Rugir Del Cañón

*Entonces, Dios juro que el mal jamás volvería a corromper el corazón de los hombres, Metatron dijo "señor mío, dejeme encarnar esta peligrosa tarea" y él dijo: "acaba con aquello que haga nacer el mal". Su legión de ángeles acabaron con el cuando paseaba en el mundo de los hombres quitando su corazón, pero su maldad era tan pura que no pudieron destruirlo, así que decidieron fragmentarlo. "De nosotros depende ocultarlo, pero el mal nunca descansa, pues siempre buscará la forma de volver y tentar el corazón del hombre. Solo la bondad de los buenos será capaz de frenarlo mientras no estamos" dijo el ángel con lágrimas en los ojos al saber que esa sería su última vez en el mundo bajo el arcoíris* - Anónimo, 18 de febrero de 1873.

- Esta debe ser, solo mírala, ese tono carmesí tan transparente como si fuera ámbar, es una sensación tan horrible pero poderosa a la vez tenerla en mis manos - Dijo el minero observando la piedra de manera perdida.

- ¿Que haremos con ella? - Preguntó el otro minero viendo la piedra - No podemos decirle al Capataz o nos la quitará.

- Si, tienes razón, hay que guardarla, ya veremos que hacer con ella - Dijo el minero.

La metió en su bolsillo, tomaron sus picos y continuaron trabajando con normalidad hasta que la jornada terminara, el sonido de los picos chocando contra la piedra, el polvo que se levantaba del piso, los enormes túneles que se extendían kilómetros y kilómetros hacia adentro era todo lo que aquellos hombre miraban durante dieciséis horas seguidas sin recibir una paga digna, apenas y tenían un horario para comer solamente un pedazo de pan con jamón y algo de agua. Esa noche, la jornada había sido dos horas más larga de lo habitual, todos salían de las minas a media noche agotados esperando a llegar a casa, los guardias esperaban en la entrada de la mina con sus carabinas en mano listos para cualquier situación, era muy común que hicieran revueltas buscando la manera de hacer escuchar sus voces por un mejor trabajo, viviendo oprimidos. Todos salían con normalidad hacia las diligencias que los llevarían de vuelta al pueblo, hablaban con normalidad sin preocuparse de nada cuando un grupo enorme de personas llegaron al lugar montados en sus caballos, todos y cada uno con sus rostros cubiertos por pañuelos que sólo mostraban sus ojos. Los guardias miraban consternados la escena sin saber que sucedía apuntando sus armas al grupo, aunque eran menos que aquellos hombres. Gritaron amenazando de disparar si estos no se iban, pero en vez de eso, aquel grupo de bandidos comenzó a disparar a los guardias sin darles tiempo de reaccionar, matandolos a todos.

Los mineros agacharon sus cabezas cubriéndose de los disparos esperando a que todo terminara, una vez la balacera terminó, alzaron sus rostros mirando aquel grupo de bandidos quienes todavía tenían sus armas en mano, ahora su vista se enfocaba en el grupo de mineros, las demás personas miraban los cuerpos sin vida de los guardias nerviosos de saber que iba a pasar, incluso algunos intentaron la iniciativa de tomar las carabinas tiradas al lado de los cadáveres para tratar de defenderse cuando esos hombres dispararon al suelo cerca de donde estaban como advertencia. "¿Que deberíamos hacer con ellos?" preguntó uno de los bandidos con su revolver en mano, quien se notaba era el líder del grupo solo hizo su pulgar hacia abajo sin pensarlo dos veces en respuesta a su subordinado, aunque todo el resto del grupo desenfundo sus armas apuntando a los mineros quienes miraban asustados lo que iba a pasar. El líder tomó su cañón de mano, cargo el arma, y tras hacer el primer disparo el resto de ellos comenzó a disparar, los mineros comenzaban a caer muertos al suelo mientras otros intentaban regresar a la mina buscando refugio, aunque apenas y podían tocar la entrada cuando sus cuerpos sin vida cayeron al suelo. Al acabar, bajaron de sus caballos para asegurarse de que todos estuvieran muertos; como era de esperarse, hubieron algunos suertudos que no murieron al momento tratando de ocultar el hecho de que seguían vivos, pero era rematados por los bandidos para asegurarse de que no hubieran testigos.

- ¿Estás seguro que esta es la mina de la que nos habló el Capataz? Porque no tiene fachada de ser un lugar donde guarden oro - Comentó el líder del grupo.

- Ese cabron sabe con quien se mete, además ese huerco siempre nos ha ayudado dándonos buenos lugares en donde hay mucho dinero, al ruco le conviene y a nosotros también - Le respondió su compinche.

- Más le vale a ese bastado - Respondió el líder mirando la entrada de la mina - Que todos revisen los cadáveres de estos tipos, suelen tener cosas buenas, los demás entraremos a buscar algo que nos sea de utilidad.

Aquel hombre entró a la mina acompañado de un pequeño grupo buscando el almacén donde solían guardar el oro antes de llevarlselo cuando fuera una cantidad grande, se dirijeron a la cámara principal que era un gran espacio que conectaba con el resto de los túneles. Ahí mismo, detrás de unas mesas llenas de papeles que parecían ser de los guardias, se encontraba una puerta metálica con mallas hechas de la misma forma bloqueando el camino a una pequeña habitación donde se encontraban algunos cofres y cajas con suministros. Pese a que no tenían la llave, uno de los bandidos tomó dos piezas de dinamita de su bolso, las puso encima de la ranura y encendió ambas mechas, se alejaron, cubrieron sus oídos y la dinamita explotó destruyendo la puerta. El primero en entrar era el líder, quien se detuvo en la entrada mirando con atención el lugar cuando ordenó a sus hombres revisar las cajas mientras el abría los cofres, camino hasta el primero de ellos en tanto los demás iban a las cajas cuando abrió disparó al candado candado que lo cerraba, lo abrió lentamente, y vio una gran cantidad de oro en bruto recién extraído, tomó una pieza mirando lo grande que era notando que el resto eran igual. Abrió el resto de los cofres encontrando piezas de oro similares con algunas de plata entre ellas, "ese cabron si tenía razón, con esto tenemos suficiente hasta para comprar un terreno de trescientas hectáreas o más" dijo el hombre. Se acercó a sus muchachos quienes bebían una botella de tequila de lo más feliz, pues las cajas estaban llenas de comida, bebidas y alcohol, la banda ya no tendría que gastar dinero comprando cosas o robando diligencias durante un buen rato. Cuando el líder se acercó, aquel que parecía ser su mano derecha le preguntó feliz lo que encontró.

- ¿Y bien?, ¿si está el oro que ese wey nos prometió?

- ¡Hasta nos sobra el pinche oro! Vieras el tamaño que tienen esas cosas, tendremos suficiente dinero como para comprar un terreno en Estados Unidos y alejarnos de los problemas de una vez por todas - Respondió el hombre.

Todos alzaron sus bebidas celebrando el gran hallazgo, uno de los presentes le dio una botella de tequila al líder para que este brindara con ellos y disfrutaran de esa gran victoria. Se quedaron unos minutos más en el lugar bebiendo y charlando sobre sus futuros planes y lo que iban a hacer con el oro cuando otro miembro de la banda corrió hasta donde estaban diciendo que dos de sus hombres peleaban. El líder se levantó claramente molesto caminando fuera de la mina para ver a los mismos tipos golpeándose otra vez por alguna cosa, fue hasta ellos para intentar separarlos cuando uno de ellos casi lo golpea, por lo que sacó su arma y disparo al suelo llamando la atención de los dos.

- ¡¿Otra vez ustedes par de imbéciles?!, ¡que les he dicho de no estar peleando por cosas que no tienen sentido!

- ¡Dígale mejor a este huerco que no tome lo que no es suyo, maldito ladrón! - Exclamó uno de ellos.

- Y tu muy pinche santo puto oaxaqueño, si tiraste esa madre como si no valiera nada - Respondió el otro.

El líder preguntó que es lo que había encontrado cuando el hombre sacó de su bolsillo una piedra rojiza parecida a un pedazo de ámbar, la tomó y la miró con detenimiento pensando que se trataba de algún rubí que podrían vender a parte del oro, más ingresos para la banda. El líder miró a ambos subordinados con ojos furiosos con la piedra en mano ahora sabiendo la razón de la pelea.

- ¿Por esto se estaban peleando par de idiotas? Les he dicho mil veces que cuando encuentren algo así, me lo den y yo lo pueda vender, así es como hacemos las cosas, no haciendo pleitos como mocoso berrinchudo - Dijo el líder - La próxima vez que me entere que volvieron a pelear ustedes dos los obligare a levantar la mierda de los caballos con las manos, ¿quedó claro?

El líder subió en su caballo esperando a que sus hombres cargaran el oro en sus caballos, terminaron de organizar sus cosas para regresar a sus sementales y cabalgaron lejos de ahí sin dejar nada de valor en el lugar. A los pocos minutos, la policía llegó a la escena presenciando la matanza que se había hecho sin encontrar a nadie con vida, entraron a la cámara principal de la mina en busca del oro pero no había nada; las personas que atacaron el lugar sabían que debían hacer.

Lejos de ahí, muy cerca del pueblo de Puerto Peñasco, los bandidos montaron un campamento justo a la orilla del mar celebrando su fervorosa victoria, todos se quitaron más botas y las gabardinas para sentir el calor de la playa y la blanca arena en sus pies, el clima era tan agradable que algunos decidieron entrar al agua para refrescarse un poco. Recargado en su caballo, el líder hacia cuentas en su pequeño libro acerca del oro mientras bebía de una pequeña botella de ron cerca de la orilla del mar para escuchar el oleaje, lo relajaba un poco por lo plácido que era el mar. Terminaba de hacer sus cuentas cuando su segundo al mando se acercó con un plato crangejo cocinado para que este comiera, solo alzó la mirada, tomó el plato y asentó con la cabeza para agradecerle el gesto, el otro hombre sacó de su bolsillo un paquete de cigarros, tomó uno, lo encendió y miró al inmenso mar mientras fumaba.

- Podría acostumbrarme a esto, comprar una casa frente al mar y tener una playa privada no suena nada mal - Dijo el hombre - Lo haría si los federales no nos pisaran los talones todo el tiempo.

- Realmente nunca dejas esta vida aunque intentes salir de ella, es como una cicatriz que nunca sana - Respondió el líder.

- No tenemos nada que perder, con el dinero que tendremos el oro me comprare una casa, ya lo tengo decidido - Comento su colega.

- ¿Significa que vas a dejar atrás todo esto? - Pregunto el líder.

- No no, no dejaría esta vida por nada, es lo único que he concido desde que era un niño, como tu dices uno nunca lo deja realmente - Respondió el hombre.

Ambos se sonrieron mutuamente, terminó de fumar su cigarrillo tirándolo a la arena para apagarlo, sacó su reloj del bolsillo de su chaleco para mirar la hora y guardarlo de vuelta.

- Amanecerá en unas cinco horas, ¿dónde te reuniras con el Capataz? Según entiendo ese viejo quería una parte de lo que encontráramos - Comentó el subordinado.

- En el desierto al atardecer, ya sabes, el miedo no anda en burro, no se arriesgara a que vean que es un corrupto - Respondió el líder - Una vez le dé su parte al tipo le daré lo suyo a cada uno, ya saben la rutina.

El hombre solo asentó con la cabeza y le dio una palmada en el hombro al líder antes de marcharse, dejándolo solo. El hombre metió su mano en el bolsillo y sacó aquella piedra rojiza por la que sus hombres se habían peleado anteriormente, una vez la miró con más atención no parecía tener mucho valor, aunque de todas formas preguntaría si valía algo. Teniéndola en sus manos, podía sentir un escalofrío recorriendo su espalda, una amarga y emocionante sensación de sentirse invencible, comenzaba a sentirse igual de ebrio como si hubiera bebido todo un litro de aguardiente cuando reacciono, se sentía similar a una persona saliendo de un trance, apretó la piedra con su puño y volvió a guardarla. Tomó su saco de dormir de la montura de su caballo, la puso en la arena, entró en ella acomodándose para descansar, miró a las estrellas algunos minutos sin decir una sola palabra dejando que el sonido de las olas la hiciera de canción de cuna, hasta quedar profundamente dormido.

Era un nuevo día en Sonora, las personas iniciaban sus vidas desde temprano para ganarse el pan, las mujeres salían al mercado en busca de lo necesario para la comida acompañados de sus hijos o hijas, todos vistiendo lo más ligero que podían debido al gran calor de verano. Casi todas las casas cerca de la playa estaban hechas de madera, eran muy similares a cabañas, las demás estsvan hechas de ladrillos pintados de diversos colores compartiendo la calle arenosa con las demás. Más dentro del pueblo, la arena era reemplazada por concreto y los edificios eran más sofisticados, las personas vestían de una manera más formal con caballos de mayor calidad y no se percibía la vida campestre de la zona rural. Esa misma mañana, el líder de la banda junto con su segundo al mando salieron temprano de la playa para vender el oro, no sin antes decirles a sus hombres que se separaran durante todo el día y regresar a la playa esa misma noche una vez todo estuviera hecho. Cabalgaron por la calle principal llena de puestos que recién abrían sus puertas, las personas hacían fila pacientes mirando al dúo con cierto desprecio, empezaba a ser mal visto llevar una vida de forajido o fuera de la "civilización", aunque a las personas que vivían en los campos no les importaba mucho adaptarse al nuevo mundo.

Tras un rato de andar, doblaron a la derecha a un pequeño callejón donde había una casa de empeños, bajaron de sus caballos atandolos a un poste de madera fuera del local y entraron con las bolsas de oro en mano. El lugar era muy fino, varias vitrinas mostrando toda clase de joyas bien acomodadas, un mostrador limpio y algunas personas escogiendo algunos detalles para ellos mismos u otras personas. El encargado del lugar terminaba de atender a una cliente cuando vio a los dos hombres esperando en la puerta, se sentía alegre de verlos y les pidió que pasaran al mostrador para hablar de negocios.

- ¿Ya tan pronto aquí? Me impresionan, incluso veo que tienen más de lo normal esta vez - Comentó el dueño del lugar.

- Tuvimos una buena corazonada esta vez, además estoy seguro de que te va a encantar - Dijo el líder abriendo una de las bolsas frente a él - Son piezas grandes, pesadas y finas, la mina ha tenido buenos ingresos.

- ¿Lo tomaron de una mina?, ¿en serio? - Preguntó el dueño impresionado - Ustedes mismos se buscan los problemas, solo espero que un día nadie intente matarlos en caliente.

El dueño tomo una pieza de oro y la miró de cerca con un monóculo, sus expresiones de asombro les hacia saber que tendrían una buena paga por ello, reviso algunas piezas de oro más para asegurarse de que no hubiera cobre llamándole la atención la plata que traían. Tras unos minutos, tomó las bolsas de oro poniéndolas debajo del mostrador y comenzó a contar el dinero que les iba a pagar, era una gran cantidad de dinero la cual les dio por el oro y la plata, el segundo al mando agradeció el dinero estrechando la mano con el dueño cuando el otro sacó aquella piedra roja de su bolsillo para enseñarsela. Cuando la tomó, la miró con impresión, "jamás había visto algo así, ni siquiera parece un rubí" comentó el dueño mirando la piedra con el monóculo. Al escuchar eso, el lider se sintió decepcionado de saber que no era una piedra preciosa, por lo que no podían obtener ningún beneficio de ella.

- Aunque no valga nada sigue siendo una piedra muy interesante, si me das chance puedo hacerte un collar que te quedara como anillo al dedo, solo dame unas dos horas para hacerlo todo y vuelve aquí - Le dijo el dueño al líder.

El líder aceptó la oferta estrechando la mano del dueño y salió del jugar junto a su compañero, ahora que ya tenían el dinero, el lider tomó su parte al igual que el otro y pidió que lo guardara bien hasta que fuera hora de reunirse. El seguidor preguntó que haría el líder mientras tanto a lo que contestó que iría a una cantina para beber algo y esperar, preguntó si quería algo de compañía a lo que respondió que no, el segundo al mando aceptó su decisión y se despidió hasta más tarde. Aquel hombre subió en su caballo y regresó a la avenida principal, en busca de algún lugar para beber, cabalgó hasta llegar a la salida del lugar donde había una cantina recién abierta en una esquina, por lo que dejo a su caballo fuera del lugar, tomó algunas monedas y entró. El lugar estaba muy limpio, era un espacio pequeño con varias mesas y sillas de madera acomodadas, la barra hasta el fondo con algunos bancos dispuestos frente a ella y unas escaleras a la derecha de la misma que daban al segundo piso del lugar. Solamente habían algunas personas sentadas comiendo y bebiendo junto con un grupo de pescadores jugando en una mesa de poker en la esquina de la entrada, aquel hombre camino con normalidad hasta la barra observando como todos los demás lo veían de forma extraña, no era común ver personas como el a esas horas de la mañana. Se sentó en el banco, de la puerta detrás de la barra salió una jovencita quien le ofreció algo de tomar y de comer, el lider solo ordenó una cerveza y un plato de frijoles charros, la muchacha asentó con la cabeza tomando un tarro de vidrio para llenarlo con cerveza de un barril al lado suyo y se la dio, regresando a la cocina para servir su comida. Al regresar, sirvió sus frijoles con limón y tortillas para acompañar, el hombre agradeció y comenzó a comer.

Fuera del lugar, entrando al pueblo llegaba un pequeño grupo de bandidos claramente agotados y llenos de lodo seco en sus ropajes, una vez cruzaron el arco de la entrada fijaron sus vistas en aquella cantina para beber algo y de paso relajarse, cabalgaron fuera del lugar atando sus caballos a los postes para que tomaran algo y entraron. Todo el mundo a excepción del hombre de la barra los miraron con cierto temor debido a su aspecto, todos ellos armados con revólveres Caldwell que ya parecían estar oxidados, aunque si los llevaban con ellos es porque aún funcionaban. Los cinco hombres se sentaron en una de las mesas de lo más callados siendo atendidos por aquella jovencita, uno de ellos pidió una botella de tequila para todos con un plato de limones, la jovencita confirmó su pedido, regresó a la cocina por la botella de tequila y los vasos y los dejo en su mesa; sin embargo, cuando estaba a punto de irse, uno de ellos la tomó del brazo. La jovencita preguntó si necesitaban alguna otra cosa cuando aquel hombre la jalo hacia el sentandola en sus piernas a la fuerza, la incomodidad de la muchacha era notoria por su mirada, aunque ninguno de los presentes estuvo dispuesto a ayudarla. El hombre de la barra levantó la mano entonces pidiendo que le sirvieran más cerveza, el hombre que tenía a la muchacha no tuvo de otra mas que soltarla para que atendiera a su cliente, "te estaré esperando aquí pacientemente, que tengo un amigo al que le vas a caer muy bien" dijo el tipo palmando su pierna. La mujer regresó detrás de la barra para rellenar la cerveza del hombre quien la veía con seriedad por lo que pasó, ella tomó el plato de limones a punto de regresar cuando la detuvo, tomó el plato y fue hasta la mesa de los tipos.

- Aquí tienen sus limones, ¿gustan alguna otra cosa? - Preguntó el hombre serio.

- ¿Tu quien chingados eres idiota? Andate, sacate a la chingada que yo quiero que esa belleza me atienda, no un pendejo como tu - Respondió el tipo con una sonrisa cínica.

- Yo no soy nadie mi amigo, pero no voy a dejar que trates así a una mujer, ¿que acaso tu madre no te enseño a respetar a una dama? - Preguntó el tipo.

- Oye, tu rostro se me hace familiar - Comentó otro de ellos - Tus ojos cafés claro, esa piel güera, un cabron que dicen mide 1.80 bien pinche fuertote que anda cargando un cañón de mano.

El hombre al escuchar la descripción del otro, se quito el sombrero dejando al descubierto su pelo lacio corto de color negro y su rostro marcado por lo fuerte que era, sus ojos caídos que combinaban con su barbilla partida le daban una mirada amenazante por lo imponente que era. Miró al hombre que lo había descrito con cierta indiferencia como si mirara el desperdicio de los cerdos, poniendo su gabardina detrás de su cintura dejando al descubierto su cinturón y la funda de su arma a su lado derecho.

- Yo soy Luis Palacios, para serviles - Les dijo con una voz gruesa.

- ¿Luis Palacios?, ¿no eres el líder de todo ese grupo de forajidos de Monterrey? He escuchado que eres todo un cabron, de los mejores - Dijo aquel hombre.

- Ahorrate tus halagos vacíos para otra persona, no planeo quitarles mucho de su tiempo así que espero disfruten su bebida, y por favor, no molesten a la jovencita - Dijo Luis mirando al hombre quien la había incomodado.

Regresó a la barra para continuar su comida poniendo su sombrero al lado suyo, bebía cerveza tranquilamente cuando su plato de frijoles se terminó, por lo que le pidió a la jovencita que le sirviera mas, a lo que ella amablemente respondió sirviéndole un poco más de lo normal. Una vez terminó de comer, estaba por pedir la cuenta cuando aquella mujer regresó a la mesa de los tipos con otra botella de tequila, por la forma en la que hablaban se notaba que ya estaban ebrios, por lo que otra vez el mismo tipo volvió a tomar a la muchacha de su brazo. La mujer forcejeo para soltarse dandole una bofetada, a lo que el tipo respondió con un golpe que la llevó al suelo, rompiendole el labio. Esta vez, Luis se levantó del banco caminando hasta el otro tipo, llamó su atención y al voltear lo golpeó en la quijada rompiendole el labio de la misma forma. Los demás se levantaron molestos por lo que paso cuando Luis tomó su revolver y lo cargo apuntando al infeliz, "un paso más y le vuelo la cabeza" les dijo a los demás, tomó al borracho de su saco llevándolo hacia afuera tirandolo al suelo.

Por lo ebrio que estaba, el tipo apenas y podía levantarse, ya de pie se meneaba de un lado a otro tratando de tomar su arma torpemente, Luis mantenía su arma apuntando a su adversario esperando a que tomara su revolver. Una vez pudo agarrarlo, jalo el martillo cargando el tiro y levantó el arma buscando apuntar a su pecho, aunque desde su perspectiva todo daba vueltas y vueltas, por lo que el primer disparo impacto en un punto totalmente diferente. Cargo el segundo disparo buscando un poco más de precisión cuando Luis disparó al cañón de su arma tirandola al suelo, causando impresión en el borracho.

- Levanta tu arma como vas cabron, orale - Le ordenó Luis al otro tipo.

El borracho solo lo miró de reojo y se agacho lo más lento que pudo para no caer al suelo otra vez, trataba de volver a tomar su arma empujandola con su mano hasta que la tomó, volvió a levantarse y apuntó otra vez a Luis. De nuevo, Luis disparó al cañón de su arma tirandola al suelo otra vez, con el movimiento de su mano le pidió que volviera a recogerla del suelo, aunque la actitud el ebrio cambio notablemente por la vergüenza que le estaba haciendo pasar. El tipo volvió a agacharse tomando su arma a la primera, pero ahora Luis disparó una tercera vez volandole su dedo índice, lo que hizo que sus compañeros salieran del jugar alertados por lo que pasó. Luis desvío su arma hacia ellos cargando el disparo en forma de amenaza para que no se metieran, el ebrio tan pronto notó que no tenía su dedo solo hacia comentarios sin sentido, no sentía nada por estar bajo los efectos del alcohol, tomó el revolver con su mano buena tratándose de levantar lo más rápido que pudo empeñado en dispararle, Luis lo miró, puso su mano en el martillo del arma y descargo las últimas tres balas que tenía en su adversario, matandolo al instante. Todo alrededor miraban perplejos lo que había pasado, la jovencita de la cantina miraba todo desde dentro sin decir una sola palabra, Luis se acercó al cadáver para revisarlo encontrando un hermoso reloj de oro de bolsillo en su saco, lo guardo y tomó su revolver Caldwell.

- Dios, deberían darle más mantenimiento a estas cosas, ¿en verdad pueden disparar con esto? - Preguntó Luis cínico.

Uno de los bandidos estaba a punto de tomar la iniciativa de desenfundar su arma para atacar cuando Luis disparó su arma primero justo al corazón, los demás al ver lo que pasó intentaron hacer lo mismo pero Luis respondió antes que todos ellos, una bala a cada uno justo al justo vaciando el tambor del revolver. Para cuando todos los demás abrieron sus ojos al escuchar los disparos, miraron los cuerpos sin vida de los bandidos al pie de la cantina, Luis tiró el revolver al suelo, guardo su cañón de mano y se acercó a la muchacha que atendía el lugar. "Perdona el escándalo, espero esto te ayude un poco" dijo Luis dándole el reloj de oro que había tomado del cadáver del borracho, la mujer le agradeció con una reverencia guardandolo en el bolsillo de su mandil y preguntó si se le ofrecía alguna otra cosa, a lo que contestó que le pasara su sombrero, la mujer fue por el y se lo devolvió. Desató a su caballo, subió a la montura y partió del lugar devuelta a la joyería del callejón, poniéndose el sombrero para cubrir su cabeza de un sol que comenzaba a molestar por el calor; de repente se le ocurrió la brillante idea de ir a la playa para disfrutar un poco del ambiente, por lo que siguió derecho de la avenida principal hasta llegar a la playa.

El agua se veía más cristalina de lo normal por el brillo del sol, el oleaje era tranquilo y habían bastantes personas que se les había ocurrido la misma idea, Luis bajo de su caballo dejándolo bajo las palmas y camino a la playa, se quito las botas para sentir el agua en sus pies dejándolas en la orilla junto con su gabardina y el sombrero, arremango sus pantalones para entrar más en el mar y sentir lo fresco del agua. Tomó su cañón de mano para recargar bala por bala escuchando como los casquillos vacios caían al agua, enfundo su arma otra vez y se quito el cinturón pistolero para dejarlo junto a las demás cosas, entonces se metió dentro del agua para refrescarse un poco.

Tras algunos minutos de nadar, salió del mar, tomó sus cosas y camino unas rocas cerca de ahí que daban algo de sombra, volvió a ponerse su cinturón a excepción de todo lo demás dejándolo a un lado tras recostarse en la piedra, se puso su sombrero tapando su ojos para que la luz no lo molestara y decidió tomar una pequeña siesta esperando a que fuera hora de reunirse con el Capataz. Después de una hora, unos niños jugaban con una pelota de lo más felices cuando uno de ellos la pateó y golpeó el estómago de Luis haciendo que se despertara, los pequeños solo quedaron viendo como se levantaba con la pelota en la mano claramente molesto, "fíjense a donde patean esta cosa putos mocosos" les dijo aventando la pelota muy dentro del mar. Con el sueño interrumpido, se puso las botas y la gabardina, regresó a su caballo, lo montó y sacó un reloj de bolsillo plateado que se veía viejo para ver la hora, pensaba que podría ser prudente regresar a la joyería para ver si el encargo del dueño ya estaba hecho, por lo que cabalgo de vuelta al pueblo. Entrando al callejón, observó a lo lejos como un grupo de federales interrogaba a las personas sobre lo que había sucedido, la jovencita de la cantina daba su testimonio sin mirar al oficial cuando vio a Luis a lo lejos, llevándose la mano al pecho y negando con la cabeza a una posible pregunta que le habían hecho. Luis asento con su sombrero ante la muchacha y siguió con su camino dejando al caballo fuera de la joyería.

Para su impresión, no había nadie en el local por la hora que era, ni siquiera el dueño del lugar se encontraba presente, aún así Luis entró al lugar cerrando la puerta detrás de el, se acercó al mostrador y tocó una pequeña campana que estaba ahí para ver si alguien podía atenderlo. Mientras esperaba, camino un poco por el lugar mirando la joyería, aunque usar anillos o collares no era lo suyo le gustaba bastante los diseños que tenían algunas de esas cosas. Apreciando más joyas, el dueño entró por la puerta principal con una canasta llena de frutas y una botella de tequila, al mirar a Luis se sintió impresionado de que este hubiera entrado cuando se suponía estaba cerrado. "¿Cómo lograste entrar?, ¿es que acaso forzaste la cerradura para robarme todo?" preguntó el dueño, Luis negó con la cabeza diciendo que la puerta ya estaba abierta, a lo que el dueño recordó que no le había puesto seguro cuando salió a comprar lo suyo. Camino detrás del mostrador abriendo la otra puerta para dejar sus cosas dentro, regresando al mostrador con una pequeña caja de madera que le entregó a Luis pidiéndole que la abriera, él hizo caso a lo que dijo, abrió la caja, y observó un hermoso collar dorado con la piedra rojiza que le había dado completamente pulida hecha todo un rubí sin serlo realmente.

- Vaya, tu si que tienes pasión por tu chamba, mira nada mas este trabajo - Comentó Luis tomando el collar para verlo más de cerca - Impresionante la verdad, a los huercos les va a sacar de pedo que yo ande cargando algo así. ¿Cuánto le debo?

- ¿Que qué? No, nomas no andes de fufurufo con una madre así, que ya vi lo que me hiciste a la plebada de la cantina, podrás ser un gran pistolero muchacho, pero un día te vas a meter una pelea que no podrás ganar - Le dijo el dueño - Va por cuenta de la casa, después de todo el oro que me diste con el otro morro es más que suficiente.

Luis se puso el collar metiendolo debajo de su camisa y estrechó la mano del dueño para agradecer lo que había hecho por el, "si te preguntan por mi los tiras a león, yo no estuve aquí" le dijo Luis al vendedor quien solo asentó con la cabeza, salió de la joyería y monto su caballo cuando su subordinado volvió a aparecer.

- ¿Y ahora tu que haces aquí huerco? Deberías estar disfrutando de la playa o la feria que traes - Le dijo Luis.

- No pasa nada oiga, estuve con alguno de los compas hace rato y estuvo bien curado pero me terminaron castrado, están medio pendejos - Respondió el subordinado - Escuché lo que pasó hace rato con los vatos de la cantina, pensé que era puro rebane cuando vi a la chota llegar al lugar, ¿en verdad fuiste tu?

- Si fui yo, y todo por un wey que andaba todo chisqueado por andar pisteando, que los otros idiotas se hayan metido a mascar reata ya no es mi pedo - Exclamó Luis - De todas formas, dentro de un rato ya debo irme a reunir con el Capataz, hay que ver que nos dice ese sobre el jale.

- ¿Estás seguro de que nos seguirá ayudando? La verdad no me agrada mucho trabajar con el ruco, siento que un día nos va a meter en problemas y no quiero eso, nadie de la banda quiere eso, lo digo mas por ti quien lo va a ir a ver - Comentó el subordinado con cierta preocupación.

- Tu no te preocupes, yo me encargaré de manejar a ese cabron, mientras tenga dinero para pistear estará feliz, además tu mismo lo dijiste, sabe con quien se está metiendo, y si es inteligente sabrá que no le conviene tener problemas con nosotros. Tu confía en mi, todo saldrá de acuerdo al plan.

El subordinado asentó con la cabeza, busco en la alforja de su caballo y de ella sacó una pequeña botella de whisky para dársela a Luis, "para que te mantengas fresco con el calor que está haciendo" le dijo al darle la botella. Luis agradeció el gesto guardando la botella en un bolsillo de su gabardina y salió del callejón separándose nuevamente hasta más tarde, haciendo una pequeña parada en una tienda para comprar algunas cosas. Dejo su caballo fuera y entró al lugar, una tienda bien organizada con varias estanterías mostrando toda clase de productos, estando en mitad de la tienda un almanaque con cada una de las cosas que vendían y sus precios. Luis buscó en el libro la sección de dulces en busca de algunas barras de chocolate, una vez encontró cuanto valían, fue a donde las tenían y tomó tres barras, camino al mostrador en una esquina de la tienda donde el encargado hacia cuentas de sus ventas, le cobro las barras de chocolate, Luis las pagó y salió del lugar comiendo una de ellas. Monto su caballo, cabalgo fuera del pueblo y fijo su rumbo hasta el desierto de Sonora, pues era ahí donde se iba a encontrar con el Capataz para zanjar la deuda que este tenía con el.

Varias horas pasaron cuando Luis llegó al desierto, una enorme planicie seca llena de montañas y llanuras que apenas tenía vida, el ardiente sol lo volvía un paisaje rojizo que parecía no tener un final mostrando un espejismo en el horizonte que se extendía a todos lados. Una vez encontró sombra detrás de unas grandes rocas tomó algo de agua de su cantimplora, miraba el desértico paisaje con atención buscando el valle donde se reuniría con el Capataz, ubicandolo seguido de un cañón, por lo que cabalgo hacia allá para ganar algo de tiempo y llegar antes que el otro. El cañón era un espacio increíblemente abierto en mitad de dos enormes montañas de piedra ardiente, a juzgar por la erosión de sus paredes y la forma fracturada de la tierra en algún momento fue lugar de paso de algún río que ya no existía. El eco de las pisadas del caballo era lo único que se escuchaba aunado al sonido del viento que corría ligeramente levantando un poco de polvo con el, Luis al escuchar la extensión del sonido comenzó a silbar para matar el tiempo en lo que atravesaba el cañón, escuchando como sus silbidos se extendían más y más. Tras un buen rato de andar, cruzó el cañón llegando al valle donde algún momento existío un enorme lago, cabalgo hasta llegar detrás de unas enormes rocas para tomar algo de sombra, bajo de su caballo y sacó de un alforja una pequeña bolsa de cuero donde guardó el dinero del Capataz, lo colgó en su silla, y espero paciente a que el otro viniera.

El atardecer dominaba con un color rojizo en el horizonte, las estrellas podían comenzar a verse en el cielo a pesar de que el sol aún estaba, el desierto comenzaba a volverse frío y la luna se ponía entre las nubes a clamando su lugar para empezar a dar paso a la noche. Luis se encontraba recargado sobre la piedra comiendo la segunda barra de chocolate mirando el otro lado del lago seco hasta que divisó la de tres personas montadas en sus caballos que se dirigían a donde estaba el. Puso su mano en el mango del cañón por si las cosas se ponían intensas al notar que uno de los presentes era el Capataz, un hombre gordo y viejo vestido de forma elegante acompañado de dos oficiales que portaban sus carabinas cargadas. El Capataz bajó de su caballo caminando unos cuantos pasos hacia delante, Luis tomó la bolsa y la arrojó a los pies del viejo sin más dilatación.

- Ahí esta tu parte, como lo acordamos, ni un peso más ni un peso menos - Comentó Luis.

El Capataz se agacho para tomar la bolsa y abrirla, pudo notar la gran cantidad de dinero que tenía dentro de sí, por lo que una gran sonrisa apareció en su rostro, cerró la bolsa metiendola en la alforja de su caballo y regresó con Luis.

- Sabía que no me iban a decepcionar muchacho, tu y tu grupo de marginados hacen un excelente trabajo, y yo pensaba que solo era pura plebada lo que tenías como equipo - Comentó el Capataz.

- Pues ya sabes, que con eso te quede claro que nos puedes dar cualquier chamba. Dicho eso, yo ya me lanzo - Dijo Luis a punto de montar su caballo.

- Eh wey esperate pibe, que tenemos algo de que hablar tu y yo, algo muy serio que tenemos que resolver - Dijo el Capataz interrumpiendo a Luis - Verás, respecto a lo de la mina, yo se que les dije que mataran a todos para que no hubieran testigos, pero no la chingues güero, no dije que hicieran una matanza.

- Yo solo cumplí con lo que tu me dijiste, además ya esta hecho, no entiendo por que tanto escándalo - Respondió Luis.

- A mi me valen madres los mineros, me preocupan los guardias, esos tipos no eran mexicanos, eran miembros de los Pinkerton, y la verdad estoy muy preocupado por lo que esos gringos vayan a hacer - Expresó el Capataz con preocupación.

- ¿Ahora te importa mucho lo que vaya a pasar después? Mejor deja de estar chillando y agradece de que todo salió acorde lo que teníamos planeado - Me dijo Luis al otro para tratar de calmarlo.

- Si, eso haría normalmente pero esta vez no chamaco - Respondió el Capataz mirando al cielo - Todo el mundo está de acuerdo que yo era la única persona que sabía las condiciones de la mina, se les hace muy extraño que ustedes hayan asaltado el lugar con tanta falicidad. En pocas palabras ya es un dolor de huevos que está gente me este pisando los talones.

El Capataz hizo un chasquido de dedos haciendo que los hombres que lo acompañaban apuntaran sus armas hacia Luis quien no sabía lo que estaba pasando, aunque podía desenfundar su arma rápido para tratar de defenderse sabía que ellos responderían con más facilidad.

- Oyeme pendejo, que chingados crees que estás haciendo, ¡nada de esto era parte de lo que acordamos! - Dijo Luis claramente molesto y angustiado.

- Si ya lo sé, te seré honesto Luis eres una buena persona y todo pero, no dejas de ser un forajido, y si no acabo con esto de una vez todo lo que he hecho nomas no valdrá nada, si estuvieras en mi lugar harías lo mismo - comentó el Capataz apuntandole con el revolver - Si de algo te sirve quiero decirte que no es personal.

El Capataz hizo un silbido y uno de los hombres disparó más al hombro izquierdo de Luis, el segundo disparó a su pierna derecha haciendo que se arrodillara, trató de sacar su cañón de mano cuando el Capataz le voló dos de sus dedos de su mano derecha haciendolo incapaz de defenderse. La mirada llena de odio, rabia y dolor de Luis se expresaba a través de sus ojos que miraban al Capataz con intensiones de asustarlo, pero este último cargo la siguiente bala y disparó al abdomen, haciendo que Luis se llevara ambas manos a su herida. Tras ver eso, el Capataz le dijo a sus hombres que terminaran con el trabajo, enfundo su arma y subió a su caballo para observar lo que iba a suceder, ambos apuntaron sus armas al pecho de Luis y sin pensarlo dos veces dispararon sin pasar hasta dejar los cargadores vacios, todo su pecho quedó cubierto de agujeros que emanaban una gran nube rojiza, la sangre goteaba a las rodillas del forajido cullo cuerpo sin vida cayó de espaldas. Un charco de sangre brotó rápidamente en donde estaba, su expresión de horror fue todo lo que este dejó atras junto con su puño cerrado. Al acabar, el Capataz ordenó que lo inspeccionaran al igual que su caballo para llevarse todas sus cosas, los hombres cargaron sus armas y bajaron de sus monturas con carabinas al hombro acercándose al cadáver cuando uno de ellos notó como los dedos del cadáver comenzaron a moverse.

Tras mirar con atención el cadáver, observó que sus dedos se movían por meros estímulos, aunque no descartó el miedo efímero que sintieron al ver eso; pero no todo es lo que parece, lentamente el cuerpo de Luis tomó movimiento levantándose poco a poco de una forma torpe, la sangre escurria en su ropa y caía en gotas al suelo una vez se puso de pie con la mirada hacia abajo. El Capataz y sus hombres quedaron consternados por lo que estaba pasando, paralizados por el miedo y la incertidumbre sin poder mover un solo músculo, uno de los hombres tomó su carabina y volvió a dispararle en la pierna para tirarlo, pero siguió de pie, el segundo hombre disparó en su pecho esperando derribarlo una segunda vez, pero no pasó. El Capataz tomó su revolver y vacío el tambor en el pecho de Luis, los otros dos hicieron lo mismo con sus carabinas hasta vaciarlas observando como este volvió a caer al suelo. Su cuerpo sin vida quedó inmóvil otra vez, el Capataz quedó consternado ante tal cosa boquiabierto sin decir saber que hacer, "vámonos a la chingada de una vez" exclamó el hombre asustado, los tipos apenas y dieron unos pasos hacia atrás mirando el cadáver cuando vieron sus dedos moverse otra vez.

Uno de los hombres se tropezó haciendo de espaldas al suelo tras mirar el cuerpo volvía a levantarse, estando de rodillas el collar que llevaba Luis salió al descubierto brillando con intensidad como si fuera un corazón palpitante, Luis tomó su cañón de mano, cargo el martillo y disparo justo al ojo del hombre que estaba tirado en el suelo volandole la cabeza. El tipo restante tiro su carabina y trató de desenfundar su revolver cuando le voló los dedos con un disparo y lo remató con una bala al corazón. El Capataz ordenó a su caballo que cabalgara lejos de ahí intentando escapar cuando recibió un disparo en su hombro asustando a su caballo, tirandolo de su montura, el tipo alzó la mirada horrorizado tomando su revolver tratando de cargarlo. Luis se acercaba tambaleando volviéndose uno con la sombra que creaba la roca, de una a una sus heridas comenzaron a sanar expulsando las balas que tenía en su cuerpo, su andar cojeante se recompuso caminando recto otra vez, su figura se volvió una sombra incorporea cuyos ojos rojizos resaltaban igual que su collar palpitante. El Capataz apenas y pudo cargar la mitad del tambor cuando soltó un disparo al cuerpo de Luis, pero la bala atravesó su cuerpo como si le hubiera disparado a una cortina de humo, disparó dos veces más muerto de miedo con el mismo resultado, su mano temblorosa dejó caer su arma implorando para que no le hiciera nada.

En un pestañeo, la distancia entre Luis y el era inexistente, como si hubiera dado un gran paso en una fracción de segundo, el Capataz subió su mirada llorando e implorando por nada, Luis lo golpeó con su arma llevándolo al suelo, y aún estando ahí lo tomó del cuello de su camina y continuó golpeandolo con el arma. No conforme con eso, enfundo el cañón y con sus propias manos comenzó a golpearlo de forma bestial salpicando chorros de sangre más grandes en cada golpe. La voz del Capataz se desvanecía poco a poco al punto de ya no decir nada, su rostro se deformaba con cada golpe al punto de quedar irreconocible, aún muerto Luis continuó golpeandolo como si no fuera nada hasta saciar su sed de venganza. Al acabar, se levantó tras limpiar sus nudillos en la camisa del Capataz, dio un gran suspiro mirando el cielo desapareciendo el aura sombría que lo cubría, sin siquiera asombrarse de lo que pasó camino hasta el caballo del viejo para calmarlo, abrió su alforja y tomó la bolsa con el dinero quitándole la montura para que el animal corriera libre. Aquel collar rojizo desvaneció su color a su estado normal, camino hasta su caballo metiendo la bolsa de dinero en una de las alforjas, subió a la montura y por arte de magia esa aura negra volvió a cubrir no solo a Luis sino a su caballo también, el anochecer había caído en el desierto y se volvieron uno con la oscuridad, desvaneciendose a la vista.

Pocas horas habían pasado desde que Luis salió del desierto de regreso a Puerto Peñasco, la banda ya se había reunido en la playa hablando entre ellos disfrutando de algunas cervezas, esa noche en particular el horizonte no era completamente obscuro, un aura rojiza casi imperceptible como aceite en el agua se observaba a lo lejos. El ambiente era frío, a pesar de que estaban en un lugar caluroso el aire corría de forma gélida provocando escalofríos; era una amarga sensación de inseguridad y vulnerabilidad que todos trataban de ignorar intentando hablar unos con otros, pero nada podía aliviar la tensión que persistía en el aire. A lo lejos llegando al lugar, la figura de Luis se acercaba al lugar de una manera amenazante, aunque todos sus hombres se sentían aliviados de verlo pronto sintieron temor al ver esa forma tan fría de moverse, una autoridad imponente que nadie estaba dispuesto a mirar a los ojos. Una vez se acercó a la playa, bajó de su caballo y camino hasta tu segundo al mando quien se encontraba sentado frente a una fogata bebiendo una botella de whisky, al mirar a Luis, se levantó rápidamente para abrazarlo.

- ¡Dios! Me sentía preocupado, pensé que ese gordo puto ya te había hecho algo, ¿todo salió bien?

- Mejor que bien - Dijo Luis serio - Tan bien que no nos volverá a molestar nunca más.

Luis tomó la botella de whisky de su subordinado rozando su mano, este último al sentir su frialdad no pudo evitar preocuparse pensando en que su líder tenía una herida de bala que le estaba cobrando la vida, pero si fuera así sería bastante notable.

- ¿Todo está bien huerco? Estas tan frío como un cadáver.

- Estoy bien, debe ser el frío, el clima está congelado por alguna razón - Respondió Luis dándole un trago a la botella - Hora de darles su parte a los muchachos, reparte el dinero de una vez.

Su subordinado asentó con la cabeza algo duduso por la forma en que lo pidió, aunque le hizo caso de todos modos, llamó la atención del grupo para que hicieran fila y así les diera su pago por el asalto. Mientras hacía eso, Luis tomó asiento frente a la fogata poniendo sus manos delante del fuego para tomar algo de calor, pero no sentía nada, incluso metió la mano al fuego esperando a sentir algo, pero al sacarla y mirarla notó que no tenía ni una sola quemadura al igual que su ropa. Mirando su mano frente al fuego, percibió esa oscuridad que lo cubría mirando a través de su mano como una sombra, llevó su mano a su pecho buscando heridas de bala o un rastro de disparo en su ropa y no había absolutamente nada, como si todo lo que pasó en el desierto fuera mera pesadilla. Tomó el collar para mirarlo una vez más poniéndolo frente al fuego, aunque era débil, percibía el color rojo carmesí latente en el centro como si fuera un corazón, puso su otra mano en el pecho esperando sentir lo que el esperaba; no había latido alguno. Desenfundo su arma mirando bala por bala en el tambor recordando que había disparado algunas de ellas y para su sorpresa las balas aún estaban ahí, como si el arma se hubiera cargado por si misma, dio un giro al tambor y lo regresó dentro del arma, enfundandola de nuevo.

El tiempo pasó, todos habían recibido su paga y festejado un poco más de tener dinero en el bolsillo antes de ir a dormir para partir mañana, la playa estaba en completo silencio siendo el oleaje lo único que se escuchaba. Esa madrugada Luis no podía dormir bien, una extraña voz en su cabeza lo llamaba una y otra vez como un susurro balbuceando cosas sin sentido, una sola palabra era la que se entendía entre todo:

- *Cumple tu destino*

Esa palabra resonaba en su conciencia dejándolo intranquilo, tomó su collar una vez mas para observarlo, ese tono carmesí brillaba con más intensidad palpitando como un corazón, el corazón que Luis ya no tenía ahora estaba dentro de una roca. El poder tan inmenso que recorría sus venas lo envenenaba lentamente haciendolo sentir invencible, y en lo más profundo de sus pensamientos había que debía aprovecharlo a su máxima capacidad. Luis tomó todas sus cosas en silencio dejando su pequeña campaña para ir a su caballo, se cersioro de tener todo su dinero con el y subió su montura cabalgando lentamente lejos de la playa, incluso estando a una distancia considerable siguió a su ritmo hasta llegar a la salida del pueblo donde volvió a cubrirse con ese manto oscuro para hacerse uno con la sombra, desapareciendo a la vista una vez más.

Varios meses habían transcurrido desde que Luis dejó la banda, recorriendo ciudad por ciudad en Sonora desafiaba a los pistoleros más acerrimos ganándose una reputación de alguien invencible que no podía ser derrotado. Todas aquellas personas lo describían de la misma manera: una sombra cuyas balas no podían hacerle nada, era un ejército por si solo que no temía nada. Algunos de los pobres bastardos lo desafiaban pensando que podrían ganarle en un duelo, pero solo se volvían uno más de la enorme pila de cadáveres que Luis hacía crecer día tras día sin control, el poder lo tenía tan ebrio, tan sediento de matar que no le importaba a quien tuviera delante de la mira con tal de satisfacer su más bajo instinto. Una noche, Luis regresó a aquel desierto donde alguna vez murió a manos del Capataz y sus hombres, prevalecía parado en mitad de aquel valle mirando esa aura rojiza en el horizonte con mucho más intensidad que hace meses atrás. Los rumores en el pueblo sobre aquel pistolero mal nacido corrían como el agua de un río, las noticias llegaron a oídos del subordinado de Luis quien dormía en una posada junto a la cantina con lo que quedaba de la banda, ocultándose de la ley quien los perseguía por lo que había sucedido en la mina.

Esa misma noche, la banda decidió dejar el lugar para ir al desierto en búsqueda de su viejo líder, obtener respuesta y en el mejor de los casos algún plan para escapar de la ley y así quitarse a los federales de encima. El grupo cabalgo desde Puerto Peñasco hasta el desierto llegando en el transcurso de la madrugada agotados, el subordinado siguió la ruta planeada por Luis meses atrás para reunirse con el Capataz con la fe ciega de encontrarlo en el valle, pues los rumores afirmaban que se encontraba ahí. Tras algunos minutos de cabalgar a través del cañón hasta llegar al valle, la banda busco en todos lados algún rastro que indicara que estuviera ahí, incluso bajaron de sus caballos para buscar algún rastro de pisadas frescas que dieran alguna pista. Sin darse cuenta, Luis estaba detrás de ellos montado en su caballo observandolos en silencio cuando uno el subordinado se percató de su presencia, asustandolo y tirandolo de su caballo.

- ¡¿Que carajos te pasa?!, ¡desapareces durante meses sin decir una sola palabra y solo te quedas parado ahí como un pendejo! - Exclamó el subordinado claramente enojado.

- Deja de ser tan llorón - Dijo Luis bajando de su caballo - ¿Que hacen aquí?

Una vez Luis bajó de su caballo, esa imponente figura de el intimido al grupo, las sombras cubrían su cuerpo como si fuera parte de la oscuridad siendo únicamente el collar rojizo palpitante y su piel pálida lo único que resaltaba de su atuendo. Luis estiró su mano para ayudar al hombre a levantarse pero este lo rechazó, levantándose por el mismo, ya de pie miró a Luis con indiferencia al notar como se mantenía serio ante la situación sin mostrar expresión alguna, lo que hizo que se molestara aún más.

- Escuche todo lo que has hecho, recorriendo Sonora de arriba a abajo matando pistoleros creyendote el más chingon de todos, ¿que pasa contigo?, ¿desapareces simplemente una noche como si nada dejando todo lo que hemos hecho? - Dice el subordinado decepcionando.

- Me fui porque es preciso, tu no sabes lo que sucedió ese día en este mismo desierto, pero entendí que lo que tengo ahora debo aprovecharlo, este poder... Esta sensación - Decía Luis apretando su puño - No lo entenderías, he visto cosas más allá de mi comprensión, pero las entiendo.

- Esos solamente son pretextos para encubrir que eres un maldito cobarde - Contestó el hombre desenfundando su revolver apuntandole con el - Mientras tu matabas gente a diestra y siniestra los Pinkerton dieron con nosotros, nos cazaban como perros, acabaron con más de la mitad de la banda en estos meses, ¡los que estamos aquí somos los únicos que quedan!

- ¿Acaso ves que me importa? - Preguntó Luis cínico apareciendo su arma en su mano.

Al mirar eso, el resto del grupo no dudo en tomar sus armas y apuntar hacia Luis quien al ver la escena comenzó a reírse de manera descarada, eso hizo que su adversario se enfadara aún más y diera el primero disparo atravesando a Luis como si fuera una cortina de humo. Al mirar eso, el hombre quedó perplejo sin saber cómo reaccionar, cargo el martillo y volvió a disparar, bala tras bala hasta que el tambor quedó vacío; Luis seguía parado en el mismo lugar como si nada hubiera pasado. "Disparenle al cabron" ordenó el hombre, todos cargaron sus armas y comenzaron el tiroteo a Luis quien caminaba lentamente hacia ellos, las balas atravesaban aquella aura de oscuridad sin causarle daño alguno hasta que sus armas acabaron vacías. Luis levantó su arma al cielo, cargo el martillo y disparó mientras los veía, el enorme eco que produjo era tan poco tranquilizante que parecía más el grito de una persona en mitad de un cañón sin fin; de repente, desde las sombras comenzaron a emerger figuras corpóreas cuyos ojos rojizos se enfocaron en el grupo. El olor a podredumbre inundó el lugar, el andar de aquellos cuerpos era torpe y sus quejidos silenciosos susurraban palabras sin sentido, su ropa desgastada dejaba ver su piel pegada a los huesos dejando ver sus órganos y músculos. Todos ellos rodearon al grupo sin darles posibilidad de escapar, los caballos tiraron a sus jinetes ante el miedo corriendo lejos de ahí para dejarlos solos, los hombres miraban con temor a los muertos vivientes quienes compartían una cosa en común: todos eran pistoleros, y tenían sus manos en los mangos de sus armas esperando una orden.

El hombre sólo miraba a Luis con rabia, su odio era más grande que su miedo, pero en sus ojos se reflejaba el profundo terror de su alma, un terror que Luis podía presenciar. Aquella figura sombría que alguna vez fue un ser humano chasqueo sus dedos ordenando a los muertos que apuntaran sus armas al grupo, dos de ellos aparecieron detrás del subordinado y enterraron sus garras en sus piernas desgarrado sus músculos. El dolor que emitió su voz hizo que el pánico sucumbiera ante el resto de la banda quienes intentaron escapar, Luis volvió a chasquear sus dedos y una ráfaga de balas de todas direcciones se dispararon hacia ellos matando a varios al instante y dejando a otros heridos. Los muertos llevaron al hombre ante los pies de Luis quien lo tomó de su pelo y desvío su vista hacia su grupo, "ahora verás a todos morir" susurro Luis en su oído. Aquella orda de muertos saltaron hacia los heridos iniciando un aquelarre impío lleno de dolor y agonía, los heridos gritaban desesperados al sentir aquellas manos esqueléticas en sus cuerpos rompiendo sus brazos, piernas y dedos de forma violenta, enterraban sus dientes desgastados en la carne desgarrando enormes pedazos con chorros enormes de sangre saliendo de las heridas empapando el suelo. El sonido del llanto con el crujir de los huesos se escuchaba como un eco lejano que apenas se podía percibir, Luis miraba la escena sin remordimiento alguno mientras el hombre se movía desesperado para liberarse, los muertos enterraron sus garras en las heridas de sus piernas una vez más para mantenerlo quieto y presenciara como sus colegas morían de las formas más inhumanas posibles.

Al terminar, la cruenta horda se separo de los restos de sus compañeros, un enorme charco de sangre brillaba tan rojo como si la luz del sol lo iluminara, el horizonte se agitaba brillando esa aura roja dejando escapa extrañas estelas como si fuera una aurora boreal que fueron directo a la sangre. Como si fuera una fogata, brasas centellantes se levantaban del suelo uniéndose a la oscuridad de Luis quien abría los brazos como si aceptara el abrazo de una amante. Los demonios soltaron al hombre quien ante tal confusión olvido por completo como hablar, quejándose como un mudo, aquel charco de sangre se extendió a todos lados hasta llegar a las manos del tipo quien miró su reflejo como si viera un espejo, y detrás de él, la persona que alguna vez consideró como un hermano.

- Él lo requiere, requiere el máximo acto de pecado, la burla del hombre contra Dios y su hijo. La traición - Dijo Luis poniendo su arma detrás de la cabeza del hombre - Fuiste alguien fiel, pero solo yo viviré para forjar mi leyenda. Solo yo, soy el único con los colmillos más duros para morder.

En un parpadeo, Luis disparó a la cabeza del hombre volandola en pedazos; como si el tiempo de hubiera detenido, su cuerpo sin vida quedó levitando en el aire, la sangre, los sesos, los pedazos de su cabeza exparcidos y suspendidos como si Luis hubiera querido que todos vieran eso. La horda de muertos desgarraron sus gargantas al gritar de tal forma que hasta los mismos ángeles se alejarian de ahí, una maldad indescriptible salida del corazón de los hombres, mostrando una vez más que el peor monstruo era uno mismo. La sangre del cadáver salió en forma de brazas uniéndose al cuerpo de Luis de la misma manera que los otros, la horda de muertos enfocó su vista en aquel ser que ahora no era más que una sombra cuyos ojos rojos y su talismán palpitante carmesí eran todo el color que emitían. Aquel aquelarre hizo una reverencia ante el y regresaron a las sombras desvaneciendose como el vapor del agua llevándose los cuerpos con ellos, las sombras con una oscuridad profunda regresaron a la normalidad como deberían de lucir, el manto obscuro de Luis desapareció de su cuerpo regresando a su estado normal. Su caballo apareció al lado suyo como si se hubiera materializado con la noche y subió en su montura, Luis miró al horizonte una última vez para notar que aquella mancha aceitosa roja había desaparecido, las estrellas por fin reclamaban el lugar que les correspondía. Acomodo su sombrero, puso su pañuelo cubriendo la mitad de su rostro dejando solamente sus ojos a la vista, y cabalgo de vuelta al cañón donde poco a poco fue haciéndose invisible hasta volverse un puñado de cenizas siendo llevadas por el viento.

Los años pasaron, aquel viejo desierto se volvió un lugar aún más harido y seco, el mundo se modernizaba poco a poco haciendo que las ciudades grandes dejaran su vida rural para ajustarse a las cosas nuevas, una sociedad más civilizada que ya no se regía por la ley del más fuerte. Los pueblos y ciudades más pequeñas aún conservaban su vieja vida sin importar mucho lo que sucedía en el resto del país, pero la ley era dura, ya no mandaba quien tuviera la mano más fuerte sino el estado, lo que provocó que los forajidos y las bandas empezaran a ser mal vistas por las personas. México recién inauguraba el primer tramo de ferrocarril en el país, un gran paso del mundo moderno que haría una diferencia en los años siguientes mostrando el enorme potencial que tenían ahora que eran independientes de España.

Era una tarde calurosa, el aire caliente corría con fuerza en Puerto Peñasco, casi todas las personas del lugar estaban en la playa disfrutando de una tarde agradable tratando de refrescarse. Muy lejos de ahí, en el desierto, un hombre y su hijo cabalgaban por el cañón mirando al frente bajo el intenso sol, el aire que corría por aquel espacio resonaba como un silbido lejano similar al de una persona. El hombre se detuvo en mitad del cañón, bajo del caballo ayudando a su hijo a bajar con el y caminaron hasta una sombra cercana donde descansaron algunos minutos. Tras un rato, el hombre sacó su Colt Navy para cerciorarse de que todas sus balas estuvieran en el tambor, giro la rueda de su arma y la metió a su lugar de nuevo, enfundandola. Aquel hombre camino hasta su hijo, se puso de rodillas poniendo su mano en el hombro del infante mirándolo a los ojos.

- Pase lo que pase, quiero que sepas que eres lo mas importante en mi vida, y que me siento orgulloso de que seas mi hijo - Dijo el hombre abrazando al pequeño - Si algo sale mal, quiero que te vayas lo mas lejos que puedas con tu madre, ella sabrá que hacer.

El padre se levantó poniéndole su sombrero vaquero a su hijo mirándolo con una sonrisa, se levantó, y camino hasta mitad del cañón donde solo se paro mirando hasta el otro extremo, esperando a que la sombra cubriera la mitad de su cuerpo. Tras unos instantes, aquel hombre metió la mano en su bolsillo y sacó un extraño collar con una piedra cristalina en bruto de un color azul oscuro, la miró breves instantes, y la levantó lo más alto que pudo al sol, "¡¡exijo un duelo, a ti, penitente que vive en las sombras, pues tu sabes que tu poder solo es prestado!!" grito el hombre al aire. Por arte de magia, los rayos del sol comenzaron a canalizarse en aquella piedra azulada brillando poco a poco irradiando una luz cegadora, diversos rayos azules salían de todas direcciones como iluminar un diamante al sol. Una vez aquella piedra azul brillo en todo su esplendor, todos sus rayos se enfocaron en una sola dirección al valle; al fondo del cañón, un desgarro en el aire apareció como si fuera una puerta a otro lugar, y de ella salió aquella figura rodeada de oscuridad cuyo rastro de humanidad había sido borrada de él. Una vez puso ambos pies en el suelo, aquel portal detrás de el se cerró, devolviendo esos rayos de luz a esa piedra azulada la cual perdió todo su brillo, volviéndose solo un pedazo de vidrio. El hombre se puso ese collar mirando a su adversario con seriedad quien en un parpadeo se hallaba a unos cuantos pasos de el, lo que hizo que se desconcertara un poco dando un paso hacia atrás. El niño miraba aquella escena boquiabierto oculto detrás de las rocas sin alzar mucho la cabeza para no llamar la atención, la sensación tan aterradora e imponente de aquel hombre envuelto en oscuridad era sumamente feroz, una persona que claramente no quieres tener de enemigo.

El hombre se puso en posición para desenfundar su arma, no quería perder tiempo con palabras y retrasar lo que había ido a hacer, la sombra separo sus piernas e hizo su gabardina hacia atrás mostrando ambos cañones de mano. Con sus manos tan cerca de sus armas, ambos rivales se miraban fijamente, aquellos ojos rojizos no bastaban para intimidar al hombre quien lo miraba desafiante, dispuesto a terminar el duelo como el vencedor. La sombra del cañón cubrió a ambos, los dos desenfundaron sus armas apuntando al otro siendo el hombre quien disparó primero, la sombra dio un paso al lado esquivando la bala tomando ambos cañones de mano y disparando al hombre quien corrió de lado opuesto a los disparos. Mientras corría, el pistolero accionaba el martillo del arma disparando al adversario quien hizo lo mismo para evitar los disparos hasta que su arma quedó vacía. Una vez disparó la última bala, la sombra continuó con el tiroteo al hombre quien corrió detrás de una roca para tomar cobertura y recargar su arma, la sombra en vez de disparar hizo lo mismo cargando balas aún más potentes capaces que destrozar casi cualquier cosa. El hombre terminó de cargar primero, se asomo al lado de la roca y disparó a la sombra rozando la bala por su mejilla, Luis quien aún cargaba sus balas detuvo su recarga y disparo a la roca volandola en pedazos, obligando al hombre a moverse de sitio. Cargo el siguiente disparo apuntando al cañón del arma de Luis, acercando el tiro desviando su disparo de lado haciendo que se enfureciera, el hombre no se detuvo y disparó una segunda vez al cañón provocando que soltara el arma al suelo.

Habiendo gastado la mitad del tambor, el hombre disparó al pecho de Luis con la esperanza de que acertara, pero este disparaba en la misma dirección provocando que sus balas chocaran en el aire; pese a ello, debido al calibre que usaba Luis, los fragmentos de sus balas rebotaban a su cuerpo causándole heridas lacerantes que el hombre no sentía por la adrenalina, hasta que una gota de sangre se deslizó por su mejilla. Al limpiar su rostro y ver la sangre en sus dedos, observó como su ropa se manchaba de rojo poco a poco por las múltiples heridas que tenía, aunque no se sentía débil debido a que la metralla no había perforado sus órganos. Debido a que la munición de su arma se había terminado, tomó la valiente decisión de correr hacia el, Luis al mirarlo cargo su arma e intentó dispararle cuando sintió el golpe de la Colt en su rostro, pues el hombre había lanzando su arma a su cara para herirlo, se deslizó por el suelo tomando el cañón de Luis, se puso de rodillas y comenzó a dispararle. Luis por mero instinto disparo también chocando bala tras bala sin herirse mutuamente hasta que una de ellas perforó la cadera de Luis llevándolo al suelo, dos de las balas siguientes dieron en su abdomen y pecho dejándolo medio muerto. A punto de ser asesinado, el collar de Luis palpitaba con fuerza y rapidez mostrando como se sentía realmente, el otro hombre alzó el arma, dio un escupitajo de sangre y disparó una ráfaga de balas al pecho para acabarlo de una vez; Luis entonces rompió una regla del duelo volviéndose una sombra para que las balas lo atravesaran. "¡Maldito hijo de la chingada!" exclamó el hombre quien tras parpadear vio aquella figura sombría frente a él, Luis cerró el puño y lo golpeó con fuerza en el estómago atravesandolo, una gran cantidad de sangre salió detrás de el, y el hombre sólo llevo sus manos al suelo.

Al alzar la mirada, Luis comenzó a golpearlo sin piedad tirándole al suelo, pateandolo en el rostro salpicando sangre en todos lados deformando su rostro de a poco, Luis quien solo miraba los intentos fallidos del hombre por defenderse no pudo evitar reírse de manera incrédula. El pobre hombre quien ya estaba moribundo no tenía las fuerzas para detener los golpes, solo pensaba en que su hijo miraba todo eso sin poder hacer nada, a duras penas llevó su mano al cuchillo guardado en la funda de su cinturón para tomarlo y apuñalar la pierna de Luis, haciendo un corte vertical bastante grande que le provocó un sangrado terrible. Luis se hizo hacia atrás para ganar un poco de espacio y escupir toda la sangre que tenía en la boca, pero ni siquiera pudo levantarse cuando sintió un puñetazo al lado del ojo provocando que saliera de su cavidad, el globo ocular rodaba por el suelo quedando al frente del niño quien lloraba el silencio mientras Luis metió su arma por el orificio de su ojo, cargo el disparo, apretó el gatillo y voló la cabeza del hombre en pedazos. Su cadáver sin vida cayó al suelo, su sangre chorreaba de su cuello haciendo un charco que se hacía más y más grande donde el reflejo de Luis se podía ver, la sombra tomó el arma que su adversario había tomado y enfundo ambos cañones, escupiendo en el cadáver y caminando de vuelta al valle mientras reía.

El infante salió lentamente de las rocas acercándose al cadáver de su padre con manos temblorosas, se puso de rodillas a un lado de él, lo abrazo fuertemente y comenzó a llorar desgarrado ante tal situación, poniendo su cabeza en su pecho para tratar de ahogar sus gritos cuyo eco resonaba en todos lados. Luis se detuvo al instante y giro su cabeza mirando al niño llorar desconsolado por la muerte de su padre, camino hacia el parándose a su lado tomando el sombrero que llevaba para mirarlo más de cerca.

- Debe ser difícil para ti tener que mirar esto muchacho, ver morir a tu padre de esta forma, ningún niño debe presenciar tal atrocidad - Dijo Luis poniendole el sombrero de vuelta - Las cosas pasan por algo, y debes entender que esto te dará carácter, lo vas a necesitar.

Luis dio unos cuantos pasos hacia delante tras ver cómo la puede azulada que el hombre llevaba desapareció sin más, dejando al niño solo en su sufrimiento, pero algo muy dentro de él le hizo sentir ese sentimiento de dolor, ese muy venenoso dolor que se haría odio tarde o temprano. Tomó una de sus armas, abrió el tambor y de el tomó una de sus balas, llamando la atención del niño.

- Cuando estés listo, ven a este mismo lugar, carga esta bala, y disparala al cielo - Dijo Luis lanzando la bala cerca del cadáver - Entonces vendré, y te daré un duelo que sea digno de conmemorarse. Una oportunidad de venganza.

Luis retomo su camino hacia el valle desapareciendo con el viento como si fuera polvo, aquel niño con lágrimas en los ojos no comprendía lo que era eso, tan solo se estiró para tomar aquella bala y mirar lo desgastada que era, la apretó, y continuó en su dolor gritando fuerte, pues la calidez de aquel cuerpo se desvanecía como el calor de verano dando paso al otoño. Cayó en un vacío, un vacío del que nunca podría salir, un recuerdo amargo que viviría con el hasta el final de sus días cazandolo como una bestia, un dolor efímero que se oxidaria en el filo del odio, un filo que cobraría la venganza en los años venideros, esperando paciente, por una oportunidad dichosa de acabar lo que ya empezó.