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Chapter 151 - Obligaciones realea

--¡Caballeros! --El comandante de los jinetes hizo caminar a su caballo dos pasos hacia el frente, ordenándole girarse para ver a sus subordinados--. ¡El momento de mostrar nuestra valía ha llegado! ¡Hoy seremos bañados por la sangre de nuestros enemigos, quienes osadamente se atrevieron a atacarnos! ¡Este día será recordado por todos, como el día en que el escuadrón de caballeros defendió al reino!

Las puertas se abrieron, dejando observar en la lejanía las centenas de siluetas borrosas. El comandante giró su caballo a la salida.

--¡Líneas de cinco! --Inmediatamente los caballeros ejecutaron la orden. Sujetó con fuerza las riendas, guiando a su animal hacia la salida y, justo en el momento en que los doscientos cincuenta jinetes salieron, desenvainó su espada con su mano desocupada, haciendo que la punta observara el cielo--. ¡¡Por el rey!! ¡¡Por Atguila!! ¡¡¡POR LA VICTORIA!!!

Ordenó a sus tropas a avanzar, lanzando otra orden a los pocos segundos para romper formación y formar una nueva, en punta de flecha para ser específico.

--¡Lanzas!

La primera línea extrajo de los equipamientos del caballo las largas lanzas de madera, apuntando con ellas al frente. Las hordas de bestias también rompieron filas, precipitándose hacía ellos con rapidez. El terreno era llano, por lo que nadie poseía una ventaja clara. Las bestias rugieron, intentando intimidar a los caballos de guerra, pero como el nombre de su raza indicaba, no eran débiles de mente. Embistieron, clavando las puntas de sus lanzas en los cuerpos de las bestias, destrozando la primera línea de ataque y fracturando su formación poco inteligente. Los que perdieron sus lanzas inmediatamente desenvainaran sus espadas, atacando sin perder un solo segundo. Los caballeros de la retaguardia rápidamente equiparon sus arcos y ballestas, cargando con virotes y flechas para disparar al recibir la orden.

--¡Recuperar formación! --Gritó el comandante. Los caballeros repitieron la orden para hacerla llegar a sus compañeros-- ¡Arqueros, que no se acerquen demasiado!

Los doscientos jinetes se alejaron del peligro, regresando a la retaguardia con rapidez y recuperando la formación lineal, mientras los virotes y flechas eran lanzadas. Las bestias rugieron, lanzando bolas de fuego, piedra; ráfagas de viento y, demás ataques mágicos.

El comandante volteó de inmediato a los muros, mirando a quien supuestamente se encontraba orquestando todo. Los primeros ataques golpearon a los caballos, tumbando a los jinetes y dañando a los fieles animales, pero la siguiente ronda de ataques fue bloqueada por una pequeña barrera mágica traslúcida.

>Divide en dos a los jinetes, el escuadrón de vanguardia tomará la primera línea.

Tan pronto como la orden del estratega fue dada, las dos centenas de caballeros se separó, dejando un espacio en medio, dónde una fila de soldados vestidos con indumentaria militar ligera y pesada fue mostrado.

--¡Defensa de escudo! --Gritó el general al notar que la horda se aproximaba.

La primera línea colocó su escudo en el suelo, mientras la segunda protegía con sus escudos el cuerpo superior de sus compañeros de la primera. Por las minúsculas aberturas de la defensa, innumerables lanzas salieron a relucir. Las flechas impactaron en los cuerpos de las grandes bestias mágicas, algunas forzándolas a retroceder, o cegándolas por la mala fortuna de que el proyectil se clavara en sus cavidades, pero no fue suficiente para impedir sus furiosas embestidas. La formación fue destrozada, pero los valientes soldados no huyeron, ni hicieron algo deshonroso, sino todo lo contrario, desenvainaron sus armas y contuvieron a las bestias, atacando con todas fuerzas.

--¡Ataquen sus patas!

Los jinetes hicieron ataques cruzados, impidiendo que las feroces bestias se acercarán a los soldados de vanguardia. Otra horda de bestias se lanzó a la batalla, intentando flanquear por ambos costados a los soldados en pie. Un fuerte chillido sonó en la lejanía, levantando la moral de las bestias.

--¡Por los Dioses! ¡Alguien que me ayude! --Gritó un jinete al ser enjaulado por cuatro bestias mágicas, quienes inmediatamente atacaron las piernas del animal. Cayó, levantándose rápidamente y agarrando con fuerza la empuñadura de su espada, hizo varios cortes al aire, pero al dejar una clara abertura, su suerte se acabó. Sus gritos ahogados y de desesperación fue lo único que dejó antes de morir.

--¡Mierda Inbal! ¡Si esto continúa moriremos todos! ¡¿Cuándo piensas convocar a toda la fuerza?! --Gritó el comandante de los caballeros, dirigiendo su mirada furiosa a encima de los muros.

Las bestias mágicas y no mágicas atacaron sin descanso, destruyendo las improvisadas formaciones que los comandantes hacían por la prisa.

La puerta fue nuevamente abierta, dejando salir toda la fuerza del reino, pero en donde todos los ojos se posaron, fue en los cincuenta aventureros y exploradores de mazmorras que se preparaban para derramar hasta su última gota de sangre para proteger al reino y, para sorpresa de todos, escondidos entre la multitud se encontraba un pequeño grupo de seis personas a caballo, cada una de ellas vestidas con las armaduras más preciosas que un herrero podía crear y, como líder del grupo estaba un hombre alto, de porte firme y elegante, con una poderosa aura de guerra acompañándolo.

--¡Es el rey y la guardia real! --Dijo alguien en la lejanía, sorprendido, pero al notar que las bestias se acercaban rápidamente volvió a la batalla, atacando sin misericordia.

--Padre ¿Qué tratas de hacer? --Se preguntó, limpiando la sangre salpicada de su casco.

La lucha se fue intensificando, pero gracias a los experimentados aventureros y exploradores de mazmorras, quienes mataban en un solo movimiento a más de una bestia no mágica, hacían que la balanza de poder fuera más equilibrada.

Arkul balanceó su espada en contra de las más feroces bestias mágicas, arremetiendo con toda la fortaleza y poder que un aventurero de una estrella dorada podía demostrar. Karsay defendió su flanco derecho y, Yora <> defendió el otro costado. Amaris Cuyu y la <> conjuraron sus hechizos más potentes, calcinando y congelando a más de una bestia mágica.

*Roooaaar

Del cielo cayó una enorme bestia cuadrúpeda, rugiendo para intimidar a los presentes, cosa que consiguió al instante.

--¡Por la luz del Dios Sol! --Dijo un aventurero-- ¡Es un vippa!

--¡Todos retrocedan! --Gritó Amaris-- Sin una estrategia adecuada las bajas serán innumerables.

--Retroceder es de cobardes. --Dijo un aventurero vestido con pieles y un garrote como arma.

--Sí deseas morir no te lo impediré --Activó su hechizo al terminar de hablar, creando una cortina de rayos para separarlos de la terrible bestia--. He conocido bestias de una estrella dorada y, puedo afirmar que está lo es, así que deja tu discurso de imbécil y retrocede. --Lo miró con frialdad.

El aventurero resopló antes voltear a otro lado, sin embargo, antes de pensar en que hacer, la cortina de rayos fue destruida y, al ser el más cercano a la bestia, fue su lógica víctima, muriendo de un solo ataque.

Del otro lado de la batalla, un potente chillido hizo su aparición, provocando que las personas cercanas al sonido se taparan los oídos para evitar que sus tímpanos fueran destrozados. A seis metros del suelo, un ave de unos dos metros de largo y cinco de ancho volaba con gracia. Sus plumas cafés con dorado dejaba en evidencia una cosa clave para los presentes: su raza.

--Es un empalador, maldita sea.

Tres estacas de piedra salieron disparadas de sus alas, todas a una sola dirección y, que por desgracia de la inesperada acción golpeó en los puntos vitales del caballo de guerra. El caballero de armadura negra salió volando, amortiguando con su hombro, brazo y cuello su caída, mientras la inercia lo hacía rodar involuntariamente. Se levantó, haciendo una mueca de dolor y masajeando debajo de su nuca, rápidamente llevó su mano a la bolsa de cuero atorada en su vaina, extrayendo de ella un recipiente gordo con un líquido amarillo en su interior, lo destapó y lo comenzó a beber, casi escupió por el sabor, pero la sensación de revitalidad lo hizo olvidar por completo del asco. Tiró el recipiente y fue a por otro, solo que este poseía un color distinto: morado, igualmente lo destapó y lo bebió. El flujo sanguíneo fue más veloz, su campo de visión se agudizó, al igual que su oído y reflejos, la energía de guerrero desperdiciada fue recuperada en un instante y, su fuerza y velocidad incrementó.

--¡Hoy viviré! --Gritó para descargar su furia, mirando con ideas astutas a la bestia alada--. ¡Por qué ni tu, ni nadie tiene lo que se necesita para matarme!

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