Levantó su espada, haciendo un corte diagonal a la osada bestia que se atrevió a emboscarlo, cortándole parte de su cuello y asesinándola al instante.
--¿Qué haces aquí, Herz? --Preguntó el rey con un tono serio, pero sin dejar de mirar a la bestia alada.
--Me he cansado de ser a quien protegen. --Respondió con un tono decidido y, al igual que su padre, no dejó de mirar a su objetivo.
La guardia real cubría con suma eficacia todos los flancos del rey, las auras que desprendían de sus cuerpos eran aterradoras, frías y decididas, era la única advertencia que darían a los que se atrevieran a cruzar tan solo un paso en su perímetro.
En la lejanía, más allá de todo, donde nada se podía observar por la oscuridad causada por las nubes grises, provino un aterrador rugido y, como si fuera la orden que estaban esperando, la bestia alada y el poderoso vippa comenzaron con su acción hostil. Inmediatamente la guardia real tomó una formación defensiva, no dejando que ni un solo cabello de su monarca fuera herido. Herz evadió con destreza las furiosas estacas que se dirigían posiblemente a él, observando sus alrededores con agudeza para evitar ser emboscado por una bestia astuta.
Los magos encima de los muros se enfocaron en atacar a la bestia alada, tratando de herirla, no matarla, ya que para ellos, era un espécimen de gran valor y, aunque habían pasado el mensaje al estratega para comunicarle de sus intenciones al monarca, la respuesta que consiguieron los dejó helados: "Si la bestia no muere y, mata a un solo soldado por su negligencia, pondré sus cabezas en una pica y las mostraré fuera de sus aulas de investigación". No fue necesario algo más para qué cambiarán de opinión, lanzando de inmediato sus más poderosos hechizos para asesinar a su bien más preciado.
Los aventureros atacaron al vippa con una formación de dos flancos, haciéndole difícil que sus ataques se enfocaran en una sola persona. Amaris contuvo con sus hechizos a la bestia, mientras Arkul, Karsay y Yora tomaban la vanguardia, atacando con todo a sus patas. Jer <
*Roooaaaaar.
Rugió, expulsando de su boca una ráfaga de aire que mandó a volar a los tres individuos en la vanguardia, junto con un par de aventureros de clase guerrera, Arkul se levantó con rapidez, pero fue Amaris junto con la <
--¡Muévanse! --Gritó un aventurero cercano.
Las gruesas patas del vippa cayeron con pesadez, aplastando el pecho de uno de los caídos, quien murió al instante en un charco de sangre. Nadie cambió su mirada, todos ellos habían experimentado la muerte de primera mano, no solo de desconocidos, sino también de sus allegados, por lo que se podía decir que ya estaban algo indiferentes a la muerte, algunos hasta la saludaban como a su vieja amiga.
--¡No se hagan los héroes, o morirán! --Dijo Amaris con un tono alto y frío.
Al otro extremo de la batalla la guardia real, junto con una centena de soldados y el príncipe se defendían de los ataques aéreos causados por la bestia alada, así como por las bestias cuadrúpedas que no dejaban ni un solo segundo de calma.
--¡Vamos!
Evadió, los sonidos del metal de su armadura armonizaban con el movimiento rápido de su espada, un soldado cubrió su retaguardia, mientras otro defendió su flanco izquierdo, al mismo tiempo que atacaba con fiereza a la bestia que se aproximaba.
--¿Se encuentra bien, Su excelencia? --Preguntó uno de los soldados.
Herz asintió, pero no respondió, no porque no se lo merecieran, sino porque no le dio tiempo, ya que una de las bestias heridas había saltado en un ataque de sacrificio a la cabeza del soldado, destrozándola con sus fauces. Gritó al apuñalarla con su daga, sintiendo un ligero sentimiento de tristeza al ver el cuerpo destrozado del soldado, pero recuperó rápidamente la compostura, no tenía ni el tiempo ni el momento para honrar a los muertos, aun cuando se lo merecieran.
Los cielos comenzaron a llorar, limpiando las armaduras manchadas de rojo, los rostros desolados y las bestias furiosas. Herz cayó de rodillas, manteniendo el equilibrio con su espada, estaba cansado, había sido la pelea de su vida, lo había dado todo, pero parecía que aún no era suficiente. De repente notó como uno de los integrantes de la guardia real salía volando con tres estacas de piedra perforando su pecho, atravesando su dura armadura. Su corazón se aceleró al observar a su padre, estaba claro que su bando era el que estaba perdiendo, por lo que no sabía si debía festejar o levantarse e ir a ayudar.
--Su Majestad, debemos retirarnos. --Dijo el capitán de la guardia real.
El rey volteó de inmediato, mirándolo con frialdad, mientras su brazo izquierdo temblaba y la herida en el mismo se teñía de rojo.
--¿Retirarme? --Respondió con sumo enojo--. ¡¿Cuándo en la historia el rey de la gloriosa Atguila se ha retirado?! ¡¿Cuándo?! --Gritó.
El capitán de la guardia real tragó saliva, rápidamente entendió que se había equivocado con sus palabras y, no debía de malinterpretarse su intención, ya que él no le tenía miedo a la muerte, lo que a él le aterraba era que el rey muriese bajo su protección y su familia sufriera las consecuencias.
--¡Deja de mirarme y ponte a luchar! --Ordenó.
--Sí, Su Majestad. --Fue lo único que pudo responder.
Herz apretó los dientes, sus piernas ya no podían sostenerlo, por lo que rápidamente abrió otra poción de revitalidad, introduciendo el líquido en su boca. El efecto fue inmediato, aunque la eficacia bajó al menos en un cincuenta por ciento y, no era para sorprenderse, ya que, aunque la pócima era de calidad alta, ya había bebido más de tres. Apretó la empuñadura de su espada al ver cómo otro de los guardias reales moría empalado. Se adelantó, se había decidido, pero tan pronto como se movió, un par de bestias se interpusieron en su camino.
--Por las bragas de las diosas. --Maldijo.
--Parece que necesita ayuda. --Provino una voz a sus espaldas.
Rápidamente volteó, encontrándose con la sonrisa de su fiel subordinado y general divino del reino: Geryon, quién estaba acompañado por un escuadrón de veinte soldados, quienes sin dudar un solo segundo dispararon sus flechas a las bestias.
--¿Qué haces aquí? --Preguntó.
--Tiene razón, Su excelencia, mi deber es proteger al reino, pero mi deber primordial es protegerlo a usted. --Su alta resolución tocó el agitado corazón del segundo príncipe, quién sonrió.
--No tengo una respuesta para ti en este momento, pero ya que estás aquí, ayúdame a deshacerme de todas estas pestes.
--Encantado, Su excelencia.
Rápidamente ordenó a su escuadrón, los soldados pesados tomaron la vanguardia, los ligeros cubrieron sus espaldas y, por último los arqueros la retaguardia.
∆∆∆
Amaris lanzó otro poderoso hechizo, impactando en la mojada cabeza del fiero espécimen. El vippa quedó aturdido, perdiendo por unos segundos su visión, tiempo que aprovecharon los aventureros de clase guerrera para atacar con sus más fuertes habilidades. Solo dos cortes lograron hacer un daño verdadero, pintando su pelaje de rojo, que se fue limpiando poco a poco gracias a la lluvia torrencial que caía.