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Chapter 60 - El camino hacia la perdición

--¿Sus palabras son ciertas? --La confusión era visible en su cara, no culparía al joven si se negaba, después de todo solo un loco se enfrentaría a un rey, sin embargo, el individuo enfrente suyo estaba decidido a ayudarla a obtener venganza, no sabía si estar feliz, o triste por haber condenado a un inocente llevar su carga.

--Mi palabra es lo más valioso que tengo, si algún día me atrevo a romper mis promesas, no podré darle la cara a mi padre en el cielo. --Dijo con un rostro serio.

--¿En el cielo? --Se cuestionó en voz baja.

--Asi que crea en mi, nueva seguidora --Sonrió de manera suave--, porque es lo único que por el momento puedo darte. --Meriel asintió con lágrimas en los ojos, talvez ni con la ayuda del joven lograría su cometido, pero al menos la luz de la esperanza volvía a iluminar su oscuro sendero.

--Muchas gracias. --Bajó la mirada, se estaba forzando a no llorar, había prometido a no volver a derramar más lágrimas, no hasta haber terminado con la vida de aquel que se atrevió a asesinar a todo lo que ella amaba, pero la realidad era que le estaba costando demasiado, había escondido por mucho tiempo sus emociones, por lo que ahora se le dificultaba seguir haciéndolo.

--Todavía no he hecho nada, dame las gracias cuando hayas obtenido tu venganza --Dijo Gustavo, talvez no poseía las profundas emociones de Meriel, pero él también tenía un profundo odio hacia aquellos que habían matado a su amigo Héctor, como a sus camaradas del colegio militar, por lo que estaba más que gustoso de ayudar a la dama a obtener su deuda de sangre--... Pero quiero dejarte algo en claro --Su mirada se volvió profunda--, no será algo inminente, todavía tengo muchas tareas por completar en esta tierra y, no quiero que pienses que lo tuyo no es importante, es solo que lo que yo necesito --Alzó su brazo derecho--, es de vida o muerte --Meriel asintió y, agradeció nuevamente con una estupenda reverencia--. Por favor, no hagas eso. --Interrumpió el acto con su mano izquierda, ayudándola a colocarse nuevamente erguida. No se sentía muy cómodo al recibir una reverencia de la dama, en realidad de nadie, podía soportarlo de los esqueletos, ya que sentía que aquellas entidades si estaban bajo su control, pero cuando lo hacían las personas, se sentía extraño, por lo que prefería que no lo hicieran.

--Es una costumbre de mi familia, mi señor, es la manera de expresar nuestro respeto. --Dijo Meriel con una expresión honesta.

--Solo sigue mis órdenes y mantente viva, solo así sentiré que me respetas. --Dijo sin nada de credibilidad, pero aún así la dama asintió, talvez le costaría deshacerse de las enseñanzas de sus ancestros, pero había un solo principio que nunca podía romper en su herencia de ser la seguidora de un héroe y, ese principio era: Jamás desobedecer una orden directa.

--Como usted ordene, mi señor. --Dijo con respeto.

--Llámame Gus --La miró a los ojos-- y es una orden. --La dama solo pudo asentir.

Pasaron cerca de dos días, antes que el par de humanos saliera de aquel frondoso bosque y se encontrara un camino de tierra. Meriel le contó al joven que, la ciudad más cercana era Tanhel, la última ciudad en el territorio del reino de Atguila, por lo que Gustavo decidió partir hacia allí.

--¿Sabes por qué empezó la guerra? --Preguntó Gustavo repentinamente, en realidad solo tenía curiosidad, no estaba interesado en los asuntos políticos de los reinos del nuevo mundo. Meriel miró a Gustavo y negó con la cabeza.

--Lo lamento, no tengo una respuesta.

--No hay problema, solo estaba un poco curioso, solo eso.

--Pero puedo comentarle algo que escuché mientras viajaba --Gustavo prestó su oído--, se comenta que fue porque el rey de Atguila, Brickjan Lavis, codició a la mujer del rey Farkras, la reina de Rodur, en el banquete de hace dos años. --Gustavo escuchó con atención, pero por dentro se estaba riendo ¿Quién en su sano juicio comenzaría una guerra solo porque un viejo codició la mujer de otro? Pero tan pronto como esa idea cruzó por su mente, el recuerdo de su rival, Jorge Gutiérrez, quién tambien había tenido intenciones poco caballerescas con su dama, le hizo entender el sentimiento del rey Farkras, pero aún así no justificaba el hecho de comenzar una guerra por una acto que podía ser resuelto en un duelo de caballeros.

--¿Tiene dos años la guerra? --Preguntó Gustavo. La dama asintió, un poco confundida, porque creía que aquello era información general, algo que se suponía todos sabían.

--Sí --Asintió--, estalló en la época del florecimiento de los árboles y, por lo que tengo entendido, no creo que termine pronto. --Gustavo la miró, sonriendo sutilmente.

--Eventualmente lo hará, ya lo verás. --Dijo con calma.

Otro día pasó y, gracias a que la guerrera todavía poseía comida en su bolsa de cuero, Gustavo no tuvo que matar a ningún animal para alimentarse. Estaba agradecido de aquello, pues todavía poseía fresco el recuerdo de lo sucedido con la manada de lobos y, aunque ya no se sentía tan culpable, prefería evitar desenvainar su sable por el momento. Los días continuaron pasando y, para sorpresa de ambos, la ciudad se encontraba a unos cien pasos, sin embargo, aquel lugar no parecía tan alegre como se contaban en los libros, o en los cánticos de taberna, era un lugar lúgubre, con los muros rotos y cientos de cuerpos de soldados tirados en el suelo. Aquellos cuerpos no poseían marcas de heridas por armas creadas por el hombre, eran más profundas y bestiales, por lo que más o menos los dos individuos se hacían una idea de lo que había pasado.

--Hay una bestia cerca. --Dijo Gustavo repentinamente.