Gustavo se puso de pie nuevamente y, con calma se sentó en el sofá. Observó a las dos damas frente a él, quienes lo miraban con ojos cálidos. Frunció ligeramente el ceño, fue un movimiento de su entrecejo casi imperceptible, pero aún así las damas lo notaron, solo que prefirieron no decir nada. El joven sintió un sentimiento familiar en su pecho, no sabía porque, pero observaba a su amada en los ojos de ambas damas, pero ¿Por qué se sentía así? No lo sabía, nadie le había explicado las reglas de la vida y, ahora estaba experimentando una de las más difíciles, negó con la cabeza, no quería sentirse confundido y, menos cuando su mente estaba procesando la nueva información de los libros.
--Me gustaría hacerles un par de preguntas, sino les molesta. --Dijo repentinamente. Las damas fruncieron el ceño, negaron con la cabeza y, como si hubieran practicado toda la mañana, hablaron al mismo tiempo.
--No nos molesta.
--Bien --Sonrió--. Quisiera saber un poco sobre los rangos de los monstruos que habitan dentro de la mazmorra.
--Déjeme responderle eso a mí --Dijo Frecsil. Gustavo asintió--. Las bestias, criaturas y monstruos que habitan dentro de las mazmorras, se dividen en un rango parecido al de los exploradores de mazmorras y aventureros, por número de estrellas. Solo que en cuestión de esas cosas, las estrellas poseen un diferente significado. Las primeras cuatro estrellas corresponden a bestias o criaturas de bajo rango, de cuatro a seis de medio rango y, de siete en adelante, a alto rango. Pero también tienen sus variantes, hay monstruos transformados a los que llamamos evolucionados, los que mutan los nombramos anormales y, por último, que espero que nunca se encuentre con uno de ellos, tenemos a las calamidades, bestias y monstruos tan poderosos que podrían destruir una ciudad con un solo ataque. Es por eso que, aquellas tres variantes no se categorizan con estrellas, ya que un solo individuo del mismo rango no las puede enfrentar --Observó por un momento al joven--, o al menos eso creíamos.
Gustavo asintió, tenía una mejor apreciación de los rangos y el poder de los monstruos y, aunque todavía poseía algunas dudas, no eran tan importantes como para preguntarlas.
--Gracias por responder mi pregunta. --Agradeció. Frecsil sonrió en respuesta.
--No es nada, cualquier duda que tenga, puede acercarse a mi para que se la aclaré. --Amaris la miró, mordió su labio inferior, no sabía porque, pero cuando la administradora actuaba así con su amigo, se sentía molesta.
--Señor Gustoc, haga su siguiente pregunta, ahora yo seré quien responda. --Gustavo asintió.
--¿Cómo puedo saber a qué elemento soy afín? ¿Y donde puedo encontrar libros que hablen sobre hechizos que rompan las barreras del espacio?
El silencio se hizo presente en la sala, Amaris observó a la administradora por instinto, mientras que Frecsil hizo lo mismo, aunque la primera pregunta era muy fácil de responder, la segunda no lo era, pues todos sabían que los hechizos que hablaban sobre como romper leyes físicas eran muy difíciles de conseguir y, todavía más difíciles de practicar, por lo que les dio curiosidad la razón oculta del joven para preguntar aquello.
--Respondiendo a su primera pregunta --Dijo Amaris un poco más calmada--, para saber a qué elemento es afín, solo necesita un artefacto mágico de identificación elemental. En realidad yo poseo uno, por si quiere probarlo --Guardó silencio--. Sin embargo, responder su segunda pregunta será un poco más difícil --La mirada expectante del joven disminuyó, estaba muy ansioso en descubrir la manera de volver a su mundo--. Pues los libros de hechizos del noveno círculo están resguardados en la Academia Real del reino Atguila, así como en la Orden de los Trece... Aunque podría encontrar las teorías de aquellos hechizos, pero no le servirían de nada sin las fórmulas mágicas, además de que muchos de esos libros son solo disparates de antiguos magos que no lograron avanzar en el camino de las artes mágicas. --Gustavo suspiró, se sentía decepcionado, no con la dama, ya que ella no tenía la culpa, sino con la situación desfavorable, entendiendo que pasaría más tiempo en este mundo de lo que deseaba.
--Muchas gracias. --Dijo.
--¿Por qué le interesan los hechizos que rompen el espacio? Aunque tengo entendido que son muy poderosos, también son muy riesgosos, yo le recomendaría otra rama de las artes mágicas. --Dijo Frecsil.
--Solo tenía un poco de interés --Mintió--. Hace poco leí un libro sobre un hombre llamado --Pensó por un momento--... Bermit
--No crea todo lo que lee, aunque el héroe Bermit fue un aventurero de tres estrellas doradas, perdió el juicio en batalla, lo que le llevo a una muerte temprana. --Dijo Frecsil. Amaris asintió, concordaba con la administradora.
El pequeño lobo que descansaba en el hombro del joven se exaltó al sentir una extrañeza en el cuerpo de su compañero (Madre), por lo que rápidamente saltó a la mesa frente a él. Las damas pudieron observar como un pequeño mamífero se paraba a cuatro patas sobre la mesa de madera, sus instintos les gritaron que aquel animal era sumamente fuerte, por lo que se colocaron rápidamente en guardia.
--¿Qué pasa amigo? --Preguntó, al notar la expresión de miedo de su compañero, sin embargo, su atención cambió, sus ojos comenzaron a vibrar, al igual que sus manos, sintió como la temperatura de su cuerpo aumentaba a un ritmo alarmante, hasta que su mirada perdió por completo la vida, observando a la nada sin ninguna emoción.
--¡Señor Gustoc!
--¡Señor Gus!
Gritaron preocupadas al notar el extraño comportamiento del joven.
°°°
Abrió los ojos repentinamente, la luz de las poderosas llamas a su alrededor casi lo habían cegado, no sabía dónde estaba, pero el lugar le resultaba familiar. Se levantó, observando sus manos, cerró y abrió los puños varias veces, se sentía excitado, pero no con lujuria, era como si algo dentro de él quisiera explotar. Gritó, pero el sentimiento seguía ahí, no sabía que hacer para desaparecer aquella emoción.
Su mente se volvió pacífica por un breve instante, sus ojos calmos observaron el panorama, todo era rojo, no podía estar seguro si había llegado al infierno del que le había platicado su abuelita, ya que recordaba que había dicho que se escucharían gritos y lamentos, además de sonidos de torturas y, las llamas serían tan abrasadoras que la lava de un volcán sería considerado hielo, pero frente a él no se encontraba nada de lo que le había platicado la dulce ancianita, las únicas llamas que estaban presentes, eran las que componían el enorme núcleo de fuego, pero que por alguna razón, a él no le brindaban calor. Sus ojos fueron atrapados por aquella esfera caliente, caminó hacia ella y, al estar justo enfrente, la tocó con su palma. La poderosa energía concentrada del núcleo encontró una salida y, esa fue: el cuerpo del joven. Sus ojos se volvieron rojos-amarillentos, su cuerpo comenzó a expular leves fluctuaciones de energía calorífica, en forma de llamas intangibles. Cayó al suelo después de unos segundos, el sudor apareció en su cara y cuerpo, su respiración se había vuelto irregular, pero todo ello no borró la gran sonrisa en su rostro.
°°°
Frecsil sacó de su bolsa de cuero un par de pociones y se dispuso a rociar con ellas el cuerpo de Gustavo, sin embargo, fue detenida por Amaris, quién podía sentir la gran fluctuación mágica dentro de su cuerpo, pero no sabía que hacer, la enorme energía que emanaba Gustavo sobrepasaba por mucho a un hechizo de octavo círculo, solo que está estaba tan concentrada dentro de su cuerpo, que no podía hacer nada para impedir que hiciera combustión inmediata. Su rostro palideció, forzando a su mente en encontrar la mejor manera de resolver el problema. El lobo, quién había sentido de principio a fin la anormalidad del cuerpo de su compañero, optó por hacer sus preparativos, aunque las damas presentes no se dieron cuenta de ello, el pequeño mamífero dibujó un par de sellos protectores en la sala, al igual que en el cuerpo de Gustavo, impidiendo así que la poderosa energía saliera de su cuerpo y destruyera todo a su paso. Gracias a los Dioses todo volvió a su normalidad un minuto después. Fue justo en el momento en que el joven, abrió los ojos.
--¿Que le sucedió? --Preguntó Amaris.