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Chapter 28 - Encantamientos

--Dame unos minutos para reunir todas las monedas doradas. --Dijo el hombre gordo, mientras se daba media vuelta.

--Espere por favor --Kenver volteó, esperando por las palabras del joven--. Si es posible, me gustaría intercambiar unas cuantas monedas por protectores de pecho, brazo, hombros y manos. Se acerca la expedición y no poseo una buena armadura.

--Haberlo dicho antes --Sonrió de alegría--, déjame mostrarte nuestro inventario y, no te preocupes si sobrepasa tu riqueza, ya encontraremos un acuerdo --Dijo. Gustavo se quedó estático por un breve momento, las últimas palabras del hombre gordo le hicieron sentir que había escuchado mal, pues ¿Cómo podría gastarse cien monedas doradas en protectores?--. Ahora ven, acompáñame.

--Pero aquí se encuentran las armaduras. --Dijo confundido. Kenver sonrió.

--Estas son armaduras de calidad media y, no quiero que mi buen amigo las use. Así que sígueme, te mostraré el mejor conjunto que poseo --El hombre gordo se dirigió a los escalones de madera, mientras que Gustavo lo seguía-- Gostrom, guarda aquellos orbes. --Ordenó.

--Sí, mi señor. --El hombre adulto de túnica bien cuidada asintió e hizo una ligera reverencia, dirigiéndose al mostrador.

Gustavo admiró la belleza del segundo piso, todo era más colorido, habían pinturas y esculturas cerca de las paredes, la iluminación era más suave, mientras que una joven con un instrumento de cuerdas tocaba en la lejanía, en lo que parecía ser una pequeña sala de espera.

--Señor Cuyu. --Una dama se acercó con una expresión servil y sonrisa cálida.

--Veris, hoy necesitaré tu asistencia. --Dijo, expectante por observar a su querido amigo con una de sus armaduras. La dama asintió un poco impresionada, pues había pasado mucho tiempo desde que su señor le había pedido algo semejante.

--Como usted ordene, mi señor. --Hizo una ligera reverencia, pero justo cuando levantó su bello rostro, notó la apariencia de un joven hombre, de mirada tranquila, cuerpo atlético y porte firme ¿Quién era él? Se preguntó.

--Buenas. --Dijo Gustavo con una sonrisa amable.

--(¿Buenas? ¿Buenas qué?) --La dama se quedó estática, tratando de descifrar aquellas raras palabras.

--Aunque todavía no he logrado conseguir un encantador de noveno círculo, he podido comprar algunas piezas de gran calidad --Su mirada fue atrapada por una armadura completa color rojo fuego, un casco donde las únicas aberturas eran la de los ojos, con pequeños pinchos en sus hombreras--. Por la información que poseo, eres un combatiente mágico que ocupa armaduras ligeras --Gustavo asintió. Kenver frunció el ceño--. Camina a mi lado muchacho, porque sino siento que estoy hablando solo --Gustavo sonrió, se había acostumbrado a caminar detrás de sus mayores, por lo que no se había percatado de los sentimientos del hombre gordo--. Así está mejor --Giró su cuello repentinamente para mirar a la dama--. ¿Tenemos armaduras ligeras encantadas? --La dama asintió.

--Sí, mi señor. Ahora mismo contamos con un conjunto con encantamientos del séptimo círculo --Sacó una hoja de papel de los escondites de su atuendo y comenzó a leer--. Los encantamientos principales que posee, son: Anti trampas de nivel medio e inferior, reforzador de armadura, hechizos de sanación, aunque solo cura heridas leves, aumentador de movimiento y, resistencia al elemento fuego. --Explicó.

--Gracias Veris.

--Aunque también tenemos otros dos conjuntos con encantamientos del octavo círculo...

--Ve por ellos. --Dijo Kenver inmediatamente, interrumpiendo a la dama, quién iba explicar las características de cada conjunto.

--Por supuesto, mi señor. --Se dio media vuelta, retirándose de la presencia del hombre gordo y el joven de mirada tranquila.

Con pasos rápidos se acercó a Gustavo, tragó saliva y, carraspeó un poco.

--Quiero pedirte algo --Dijo con un tono bajo-- , amigo mío, sé que en un mes empezará la expedición a la mazmorra, por lo que te quería pedir un favor. --Guardó silencio, le costaba mucho pronunciar las palabras que tenía en la punta de su lengua.

--Por favor, diga lo que piensa.

--Quiero que protejas a Amaris --Dijo repentinamente, mirándolo a los ojos con una expresión complicada--, sé que es una mujer muy fuerte, posiblemente más fuerte que cualquier individuo dentro de está ciudad --La calidez del orgullo invadió su pecho, pero fue algo fugaz, recuperando su expresión anterior--, pero dentro de aquel lugar habitan cosas misteriosas y, no quiero perder a mi hija --El dolor afloró en su rostro, combinado con una tenue melancolía, algo había recordado y, no había sido un recuerdo placentero--. Posiblemente ya lo sepas, pero su madre también era una exploradora, una guerrera muy fuerte --Guardó silencio--, pero aún así murió asesinada --El dolor se hizo más pesado--... no quiero que eso le pase a mi hija --Sus brillaron por la humedad--. Muchas veces le pedí de favor que olvidara su deseo de convertirse en una exploradora de mazmorras, pero tiene la necedad en su sangre. Me dijo algo que nunca podré olvidar --Sonrió ligeramente--: "A mi madre jamás la detuvo el miedo y, aunque murió, lo hizo con honor, protegiendo sus ideales, por lo que yo continuaré con su legado, estés o no estés de mi lado" --Suspiró abatido--, por lo que lo único que me quedó, fue apoyarla desde lejos, intentando encontrar el mejor equipo para su protección y las mejores armas. Sé que es difícil lo que te estoy pidiendo, pero como padre me preocupo por ella.

--La protegeré desde las sombras --Dijo de inmediato, no permitiendo que el hombre que tanto lo había ayudado, suplicara por su favor--, no queremos herir su orgullo.

--Gracias amigo mío, me has dado algo de alivio en los días venideros. --Sonrió algo más aliviado.

Kenver se alejó un paso al escuchar las ligeras pisadas de la dama Veris.

--Aquí tengo los dos conjuntos, mi señor. --Dijo, estirando sus brazos para mostrar una bolsa de cuero en cada una de sus palmas.

--Acompáñeme a una habitación. --Dijo el hombre gordo. Gustavo asintió.

Las pocas personas en la sala tenían un tiempo observando al dueño del lugar con su acompañante, pero entre más observaban al joven simple, la curiosidad de su procedencia los invadía. Algunos quisieron tomar la iniciativa de hablar con ellos, pero aunque parecía algo extraño, sintieron dos extrañas presencias protegiéndolos, por lo que optaron por regresar a sus asuntos, ellos mismos eran hombres y mujeres de un alto nivel en sus respectivos gremios, por lo que si había algo que sus ojos no podían ver, era mejor no seguir buscando, o eso le decían sus instintos.

--Después de usted. ---Dijo. Veris lo miró confundida, no entendía el comportamiento del joven, sus instintos le advirtieron rápidamente, aconsejándole que lo evitara, pues podría tener malas intenciones.

--Entra Veris, el amigo Gus así es, proviene de un reino de costumbres extrañas para nosotros. --Dijo Kenver con una sonrisa. Había recordado los comentarios de sus sirvientas en su hogar, contándole las cosas extrañas que hacía el joven, por lo que poco a poco fue entendiendo su comportamiento. Gustavo sonrió. Veris asintió, entrando a la sala, aunque creía en su empleador, desconfiaba un poco del rostro inocente del joven, pues ya había tenido una mala experiencia con un noble de baja categoría.

Dentro de la sala, se encontraban dos armazones de madera, justo al lado de un espejo de cuerpo completo y, en el otro extremo, se encontraba un sillón largo de cuero.

--Por favor, Veris, dale las dos armaduras. --Dijo el hombre gordo, mientras se dirigía a sofá larga. La dama asintió y con calma le entregó las dos bolsa de cuero. Gustavo las aceptó--. Vamos, Gus, no seas tímido, pruébate una de las armaduras.

El joven asintió, aunque se sentía un poco raro probarse ropa delante de una dama, sabía que no iba desnudarse, por lo que reunió fuerza y abrió una de las bolsas. Poco a poco fue sacando las piezas que complementaban la armadura ligera. El conjunto era de color azul oscuro, estaba hecho con una clase de metal delgado, más ligero que una armadura de cuero, pero parecía mucho más resistente.

--Es metal de las minas Sureñas, lo trabajan con energía mágica, es por eso de su color. --Explicó Kenver. El joven asintió, sin entender el proceso de su fabricación.

Con calma se colocó las hombreras cortas, el peto, los brazales, las manoplas y la máscara de lo que parecía era un demonio.

--Es una máscara para explorar lugares infestados por espíritus, así piensan que eres uno de ellos y no te atacan. --Dijo el hombre gordo. Gustavo volvió a asentir--. El conjunto viene con una camisa imbuida con magia de protección, al igual que con un pantalón de cuero, pero si no te gustan, también puedo ofrecerte una túnica abierta de guerrero.

--Me gustan más las camisas, aunque podría probarme un par de túnicas. --Dijo, no lo quería admitir, pero le gustaba comprar nuevas armaduras. Kenver sonrió con alegría.

--Veris, dile los encantamientos que posee aquel conjunto. --La dama sonrió.

--Por supuesto, mi señor --Sacó una hoja de papel y comenzó a hablar--. El conjunto del guerrero azul posee los siguientes encantamientos: aumentador de velocidad y fuerza, refuerzo de defensa, inhibidor de hechizos de los niveles debajo del quinto círculo, resistencia al elemento hielo y oscuridad y, por último, resistencia a los hechizos mentales. --Dijo. Gustavo estaba sorprendido por todos los encantamientos que poseía el conjunto.

--Pruébate el siguiente. --Gustavo asintió.

Se quitó la armadura ligera de acero azul y, se colocó la siguiente, era muy similar, solo que su color era gris y, tenía algunos detalles en el peto y brazales. Poseía encantamientos parecidos, pero estaba más destinada a un arquero, o a un asesino, no a un guerrero que peleaba en la línea frontal.

--Me quedaré con la azul. --Dijo al terminar de quitarse su otra armadura. Kenver asintió.

--La armadura del guerrero azul cuesta doscientas monedas doradas. --Dijo Veris. Gustavo tragó saliva y le cambió el rostro cuando escuchó el alto costo de la armadura. Kenver sonrió al ver la expresión de su amigo.

--Jaja, llévatela amigo mío, te la daré con el descuento que te prometí, por lo que serán --Pensó por un momento--, noventa y cinco monedas doradas. --Veris se sorprendió cuando escuchó el nuevo precio, en todos sus años trabajando para el señor Cuyu, nunca había visto que su empleador fuera tan amable. Gustavo agradeció la amabilidad con un asentir de cabeza, sabía que había tenido mucha suerte de encontrarse con un sujeto así.