Chapter 6 - [ El Ahora ]

CHAPTER FOUR

Según mi madre, el instituto abriría sus clases dentro de una semana, faltan tan solo tres días para que iniciará el período escolar y también mi último año se acercaba, más y más.

— iremos de viaje por toda Italia, realmente muero por que veas las costas de ese país, son maravillosas —recuerdo que Clarissa siempre añoraba que una vez que finalizamos el año escolar, ella, Andrew y yo iríamos a Italia, de vacaciones, a las playas de Cedeño y Positano, no lo olvidaba, realmente tenía en claro lo que ella decía.

— deliras mucho, Clary —pero Andrew siempre la hacía poner un pié sobre la tierra— no sabemos qué sucederá después, no hagas planes así —y recuerdo que me miró y sonrió, se acercó con una sonrisa con intenciones de envolverme en sus brazos— después de todo es mejor vivir el ahora, no pensar mucho en el después —

Siempre prefería vivir el ahora, más que el después. Clarissa vivía en el futuro, siempre planeaba de antemano todo lo que haría, a donde viajaría, a quienes tenía planeado conocer. Esa era Clarissa, le importaba mucho el control, además de que nunca conciliaba la destreza de quedarse callada. En el instituto como era normal ver, las personas siempre murmuraban mucho sobre los hermanos Blair, es decir: Andrew y Clarissa, nacidos de la misma madre y del mismo padre, un matrimonio digno de ver, amorosos, padres, familia muy dispareja. El padre de Andrew, el señor Nicholas era un señor de mucha diversión, con una sorpresa siempre bajo la manga, pero también coordinador y dueño de las tiendas de ropa de su esposa, la diseñadora oculta, la señora Elizabeth de Blair, fue la mujer más sofisticada que conocí y también la mujer más humilde que alguna hayas podido ver, la señora Andrew no tendía a sonreír mucho, pero siempre que la mirabas no percibían la altivez en sus ojos, sino más bien el amor de una madre y la confianza de un ser tan noble como ella, amaba demasiado a sus hijos, pidió conocerme solo para saber si era buena chica la que estaba con Andrew, el señor Nicholas por su parte siempre aprovechaba para hacerle una que otra broma a su esposa, desde pequeños sustos, hasta momentos de risas, demasiada risa. Y a ella como le encantaban esos momentos a su lado.

Pero, una vez que Andrew murió, de alguna manera, los ojos de la señora Elizabeth ya no reflejaban ese iris de amor, sino de nostalgia, ¿su corazón acaso se había partido tanto como el mío?

No.

Absolutamente no. El corazón de aquella mujer jamás se habría partido al nivel que estaba el mío.

El amor de una madre es más intenso que cualquier otro, la señora Blair amaba con locura a sus hijos, siempre procuraba que estuvieran con ella, siempre procuraba salir con ellos, darles de comer todos los domingos su platillo favorito y encargarse siempre de que no pelearan entre ellos.

La muerte de un hijo implica no sólo la pérdida de su presencia física sino también de los sueños y proyectos que tenías en mente.

Sólo cuando llega un hijo a nuestra vida es que comprendemos el amor profundo que nos unirá por siempre a nuestro niño, más allá de cualquier distancia, tiempo o adversidad se construye un vínculo que transforma de un modo irreversible ese mundo en el que te encontrabas hasta ahora. Serás padre para toda la vida aún cuando los niños crezcan y se vayan de casa buscando construir su propio destino. Es por eso que desde la noticia del embarazo, los padres comienzan a construir un nuevo mundo en su mente en el que siempre estará presente su hijo, desde disfrutar de un cumpleaños juntos hasta fantasear con la idea de ser abuelos. Cuando un hijo muere, ese mundo que se ha construido en la cabeza se destruye, los padres quedan absolutamente desorientados y entumecidos frente a una dolorosa realidad.

La señora Elizabeth tuvo que vivir esa realidad.

En el sepelio de Andrew, en ningún momento la señora Blair mostró debilidad, porque ya no la tenía, miraba el ataúd de su hijo descender poco a poco, viendo cómo su vida entera también se iba con él. Sentada en el suelo, estática veía como el último adiós de Andrew se hacía presente.

La vida de un adolescente se había ido.

El amor de mi vida se había esfumado.

Recordaba lo desgarradora que podía escucharme por dentro, cuando por fuera simplemente las lágrimas salían, abrazada de mi madre y Clarissa, ambas ahí, solo veía como descendían e inevitablemente comos sus recuerdos venían uno tras otro, esos recuerdos que prometí guardar para siempre. Mi alma gritaba con tanto dolor, era como estar en un vacío negro, estar ahí y gritar a todo pulmón para que me devuelvan la luz, sentir como el aire se va, pero aún así seguir gritando, llegando a un punto en que te sientes desorientado con todo a tu alrededor y al final darte cuenta que realmente nadie más te devolverá esa luz y quedarás estatico para siempre en esa oscuridad.

Pero, ahora en la realidad que estaba viviendo, eran cerca de las doce del mediodía, después de haber ido a desayunar, volví a mi habitación a mantener el sonido en lo mínimo y encerrarme en mi burbuja nuevamente.

Aún cuando sabía que los recuerdos de Andrew estaban viniendo, prefería recibirlos sola, que con alguien más a mi lado.

— la doctora Forks dijo que si seguías así deberás ir a un círculo de duelo —aún tenían eso en mente, temían que cayera en la depresión por completo.

La doctora decía que aún no había llegado a un estado grave, aún podía moverme y aún era impulsada por mi ganas de comer cuando tenía hambre, por lo que mi depresión era mediana, pero en cualquier momento podría llegar a un momento crítico.

Sentada sobre la cama me limite a mirar mis pies, suspire pesadamente.

— ¿quieres ir a un grupo de duelo? —Mi madre estaba en el portal de la puerta, aunque sonara muy tranquila, sabía que estaba preocupada.

Pero, esta era la cuestión…

Me tire sobre mi cama. Ir a un grupo de duelo significaba que debía estar con otras personas igual de jodidas, ¿realmente algo así me ayudaría? es decir, tendría algo que ver exponer mi dolor a los demás, suficiente lo exponía en casa con las pesadillas que tenía de vez en cuando, cada noche, atormentando a mi madre y que viniera corriendo a mi cuarto.

— no quiero ir a un grupo de duelo —masculle mirando al techo.

— ¿crees que puedas salir de esto sola? —era como escucharla en la cima de un pozo, ella allá arriba y yo aquí abajo.

Pero, no estaba del todo sola— te tengo a ti, creo que es suficiente —mis ojos estaban ardiendo— solo sigue retando cuando no quiera hacer las cosas —admití, muchas veces me era difícil hacer las cosas, pero si era por ella, estaba dispuesta a hacerlo— sigue ahí a mi lado —cerré mis ojos y los tape con mi antebrazo— solo hasta que… —trague, los recuerdos de Andrew volvían, estaba volviendo a sentir su vacío— solo hasta… que pueda estar bien —el corazón estaba doliendo— creeme que puedo, solo necesito tiempo, yo… —sentí el peso en mi cama de alguien a mi lado, ella se había acercado.

Sentí como tomo mi mano de mi rostro y lo quito lentamente, la silueta de su sonrisa podía verla tan borrosa, pero ahí estaba— creeme que sí puedo —masculle tan ronca como las noches en vela— yo solo… —mi madre me levantó, me dolía la cabeza y el corazón, realmente eran punzadas fuertes— yo… —

— tranquila, cariño —me envolvió en sus abrazos— aún estoy aquí contigo, no pienso irme, ni cuando estés ya bien —acariciaba mi cabello— tomate tu tiempo, yo estaré aquí —

Mamá… Cerré mis ojos y dejé que la melancolía me tomara por completo, los brazos de mi madre parecían una cuerda que me ayudaba poco a poco a subir, pero no me sacaba por completo.

— aunque —pero entonces se separó— deberías ir a probar el dulce que acabo de hacer —removí las lágrimas frunciendo mi ceño.

¿Ella hacía dulces?— no eres muy buena haciendo dulces —casi siempre les quedaban tan delicados.

Respiro hondo y se levantó, caminando con tranquilidad a la puerta y sonriendo de lado— sino quieres probarla está bien —aún así, la curiosidad era mucha.

— pronto bajaré —masculle por lo bajo.

Entonces dirigió su mirada a mí y me guiñó un ojo— te espero —